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Red Internacional
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CRISIS NEGOCIO INMOBILIARIO. Antofagasta “Sobrestockeado”: Hogares vacíos, bolsillos también

Una importante crisis cruza a todo el sector inmobiliario. Desde una caída del 25% de los precios y ventas a exorbitantes cantidades de renta en algunos casos. El problema, un alto porcentaje de hogares vacíos o deshabitados.

Sebastián Castro

Sebastián Castro Director Colegio de Periodistas Antofagasta

Martes 25 de abril de 2017

No es de extrañar los efectos de una marcada crisis de las empresas inmobiliarias. Con el paso del tiempo, la promesa del “superciclo” del cobre viene a desmoronarse como aquellos que la esgrimieron. Hoy por hoy, el problema pareciera ser más los efectos colaterales que la crisis misma: mas allá de las bajas en el precio del metal rojo, la desocupación y desempleo forzado ha sido la principal víctima en una ciudad con un alto porcentaje de población flotante.

El Mercurio de Antofagasta ya indicaba que los precios de arriendo de inmuebles en la ciudad solo son comparables con los de algún departamento en Las Condes por decir lo menos. Tan solo es ver el promedio de 350-500 mil pesos mensuales por concepto de habitar un espacio que ni siquiera es propio.

La ciudad de Antofagasta es un colchón de contradicciones. La notoria separación de estratos socioeconómicos se puede ver claramente ejemplificada bajo los criterios de los puntos cardinales: para el norte los sectores populares, industriales y obreros; mientras que en el sur se encuentran los barrios cívicos, centros culturales y por sobre todo el “barrio alto”.

Nada más es poder indicar que el precio en sectores como “La Avenida Brasil” o los denominados “Jardines del sur” puede variar entre los 700 mil pesos hasta fijamente el millón 200 mil pesos al mes en concepto de arriendo.

Pero este contradictorio escenario tiene sus raíces en distintas aristas económicas y sociales. La estabilización del cobre y el cambio en el sistema de turnos hace que la estabilidad comercial de los inmuebles se vuelva maleable. Para el 2013 cuando sectores de la minería pasaron a turnos de jornada 4x4 o 7x7 los trabajadores y trabajadoras tuvieron que decidir. O vivir en un lugar de alto costo y poco amigable para la salud o simplemente esperar a terminar las extenuantes jornadas para viajar –y volver- a su ciudad natal o un sitio más ameno.

Hoy por hoy el sector inmobiliario tiene que ver un complejo escenario. Con la caída de los precios de arriendo –de casi un 25%-, las ventas de inmuebles sin cargo de IVA o algunos abiertamente en oferta –algunos de hasta 15 millones de pesos- marcan el principio de un proceso “espejo” con dos miradas. Por una parte podemos considerar positiva la caída de los precios, aunque esta ilusión choca con los bajos sueldos y la crisis de la minería donde, en el mejor de los casos, las grandes mineras deben realizar planes de retiro sin nueva oferta laboral.

Ni hablar de la mediana y pequeña minería u otros sectores de la economía como el retail.

Y es que los sueldos yendo a la baja se condicen con una baja oferta laboral en distintas material lo que hace más difícil el poder sostener hogares de alto costo; o derechamente se pierde el dinero en arriendos poco rentables e inestables.

Otro factor importante es el reflujo de proyectos en la zona. Si bien hubo un boom de proyectos habitacionales, mejoramiento de zonas urbanas y expansión de grandes empresas están o han llegado a su fin o se mantienen en espera de licitaciones.
La falta de proyectos trae consigo el desmedro de mano de obra e inversión a corto plazo. Este es el caso –por ejemplo- de la construcción de la nueva concentradora y la planta desalinizadora de Escondida la cual ya vio – o verá- cerrar su etapa final este año.

Lo cierto está en que al salir a las calles de la “Perla del norte” existe un “ejército” de carteles de “Se arrienda” o “Se vende”. El principal enemigo del propietario hoy es el dividendo y sus arcas se van vaciando entre deudas y trámites. Este fenómeno tuvo su aumento en el último trimestre del año pasado cuando hubo un aumento en la venta de casas y departamentos de segunda mano en un 49 y 39% respectivamente.
Por ello fijarse en el problema desde afuera requiere revisar detenidamente el panorama de los desocupados y de aquellos que pudieron tener un espacio habitable pero hoy solamente ven problemas impagos y en aumento.

La crisis no se configura sola. La anarquía y el ánimo generado por un superciclo inestable trajeron consigo importantes costos para los trabajadores y trabajadoras de la zona. Grandes empresarios solo vieron estabilizar sus cuentas mientras que trabajadores derechamente se vieron con un futuro poco prometedor y un poco de dinero por indemnización que nada asegura para el mañana.

En este complejo escenario se hace necesario discutir vivienda como un problema estructural de la clase trabajadora y como un pilar fundamental a derribar dentro de los grandes negocios del país. Por esto el llamado es a discutir planes de vivienda digna, imponer en la agenda el problema del fin del “boom” inmobiliario así como mirar la otra cara del problema de vivienda: el alza de campamentos.

Con la llegada de una importante masa de trabajadores y trabajadoras migrantes, la población flotante de la ciudad aumentó. Esto trajo consigo nuevas contradicciones donde dentro de las principales se encuentra el trabajo precario y el aumento de campamentos.

Si bien existen agrupaciones y juntas de vecinos que plantean proyectos de edificación a mediano plazo, estas se encuentran impotentes al momento de ejecutarse de manera seria en la ciudad. El aumento de campamentos donde se alojan en hacinamiento cientos de personas de distintos países, es el caldo de cultivo para fenómenos sociales que nada tienen que ver con el fin último de la migración: xenofobia, sentido de pertenencia laboral, racismo y chauvinismo.

Por su parte, el hacinamiento también es un espacio fértil para enfermedades, casos de violencia entre pares y un sinfín de situaciones problemáticas para sus habitantes.
No existe un registro real de la cantidad de campamentos en Antofagasta. Hay datos de la ONG “Un techo para Chile” que indican algunas decenas, mientras que dirigentes vecinales argumentan que los campamentos se han duplicado en los últimos años y nada tienen que ver con las estadísticas oficiales.

Así se mantiene un panorama complejo en la segunda ciudad más cara del país. Distintos matices dan vida a lo que hoy viene a configurar una profundización aun incipiente de una arista de crisis contenida. La vivienda trae consigo el fermento de un descontento aun no canalizado pero que probablemente no traiga buenos frutos para el gobierno y el Estado.


Sebastián Castro

Periodista Audiovisual

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