En el presente ensayo nos proponemos iniciar un estudio y debate con las posiciones "libertarias" de Axel Kaiser, economista y filosofo favorito del establishment y de medios como el Mercurio y el Diario Financiero. Nuestra crítica, es a su vez una refutación desde el marxismo de las ideas que el sostiene.
Martes 2 de enero de 2024
A modo de introducción
En el presente ensayo, nos abocaremos a debatir con la noción de “trabajo” del economista liberal Axel Kaiser. Para Axel Kaiser el trabajo es una actividad imprescindible para generar la vida y es el hecho económico sustancial. Sin embargo, su valoración del trabajo es subjetiva en tanto considera que es el esfuerzo individual lo que motoriza la capacidad que tengamos de satisfacer las necesidades que nos empujan a ser productivos. Abordaremos esto con mayor detalle.
De manera preliminar y a modo de situar el debate, el postulado económico que sostiene que “el esfuerzo individual siempre es premiado” se deriva de una idea que tiene ya sus años en la economía que es aquella que sostiene que “el trabajo es la fuente de toda riqueza”. Esta idea tiene dos acepciones. Por una parte, los economistas de la época clásica que sostenían que la fuente del progreso económico y de la riqueza general de la sociedad era efectivamente el trabajo. De esto se podía concluir que el valor de una mercancía, así como de cualquier objeto producido, estaba dado en razón directa a la cantidad de trabajo contenida en ella.
Con el paso del tiempo diversos economistas refutaron esta noción. El marxismo contravino este postulado al sostener que el valor de las mercancías no estaba dado por el trabajo individual contenido en el objeto, sino por el trabajo general y abstracto, producido por toda la clase de trabajadores que se cristalizaba en una mercancía. Los economistas liberales actualmente sostienen que existe una correspondencia entre precio y valor (son dos magnitudes diferentes), por lo que los movimientos de la oferta y la demanda obedecen a los deseos que el individuo busca satisfacer, por tanto el valor sería subjetivo.
Pese a que la noción de que el trabajo forma el valor de una mercancía ha perdido vigencia entre la mayoría de los economistas a la hora de analizar la formación de precios, si mantiene vigencia la idea que se deriva de esta que es aquella que sostiene que el trabajo, como esfuerzo individual, recibe un premio. Ejemplo de lo anterior es el lema del Instituto Nacional “Labor Omnia Vincit” que se traduce como el trabajo todo lo vence.
Comúnmente la concepción de que trabajo realizado con esfuerzo es recompensado concepción como “meritocracia”, idea que goza de un importante apoyo social. Por meritocracia se entiende aquella idea política que sostiene que el modo en que la sociedad se organiza y el lugar que ocupa uno en determinada sociedad esta medido por el mérito individual independiente de cualquier otra consideración.
Conscientes de la naturaleza de este trabajo es que elegiremos como interlocutor el libro de Axel Káiser, “El economista callejero”, en el cual se defienden los principales postulados de la economía laboral y que por su impacto en el mercado, fue éxito de ventas en todo el continente durante varias semanas, nos hace presumir que su autor goza de determinada reputación y lo vuelve idóneo como sujeto a debatir.
El trabajo en la economía clásica
En los albores de la revolución industrial y del nacimiento del capitalismo, surge la escuela económica liberal, inspirada en las concepciones filosóficas de dicha corriente. Sus principales exponentes fueron David Ricardo y Adam Smith. Este último es el que más notoriedad ha tenido hasta nuestros días considerándoselo el padre del capitalismo.
Las idea más famosa de Adam Smith es aquella por la cual sostiene que el mercado se mueve por una mano invisible guiado por una especie de fuerza gravitacional denominada ley de la oferta y la demanda. Esta ley sostiene que el intercambio económico se genera por el concurso de los agentes económicos (productores y consumidores) quienes concurren libremente al mercado buscando satisfacer sus necesidades buscando quienes puedan hacerlo. Conforme a este impulso es que la actividad económica se desarrolla en función de las necesidades de los agentes del mercado y la capacidad de los agentes de resolverlas. Por tanto el intercambio entre lo producido y lo demandado se desarrolla mediante el dinero.
Ahora bien esta ley de la oferta y la demanda para los economistas clásicos señala el precio de una mercancía. A mayor demanda de un bien el precio tiende a aumentar y si la oferta sobrepasa la demanda este tiende a bajar. Sin embargo, el precio esta mediado por otro factor que es el valor. El valor es lo que finalmente le otorga a una mercancía su sustancia objetiva, en tanto independiente de la variación de precios, la cantidad de trabajo cristalizada en dicha mercancía representaría un valor que independiente de la variaciones de precio se mantendría constante.
En este esquema entonces se introduce el rol del trabajo. Esta idea de que el trabajo es lo que otorga sustancia a una mercancía, tiene su origen según Max Weber en la ética protestante. Conforme a la tradición inaugurada por Martín Lutero, el trabajo y el esfuerzo personal tenían un premio celestial, en tanto la fuente de todo progreso estaba en el trabajo arduo y honesto. Incluso en lugares como los países bajos ciertas vertientes de los protestantes lograron instaurar este tipo de sistemas políticos en lugares como los países bajos.
Ahora bien, para los economistas clásicos, un aspecto es la dimensión ética del trabajo. Pero en lo concreto, la necesidad de los productores de generar mercancías para satisfacer una determinada demanda los impulsaba a buscar trabajadores.
“La demanda de hombres regula necesariamente la producción de los hombres, como la de cualquier otra mercancía” esta cita de Adam Smith es criticada por Marx en los manuscritos filosóficos y económicos escritos el año 1844 para graficar como los economistas liberales definen el salario: como una magnitud mediada por la “ley gravitacional de la oferta y la demanda. De esta manera el salario aumenta a menor oferta de obreros y disminuye, si por ejemplo, fruto de un aumento de la población la oferta aumenta (ya sea por migración campo-ciudad o por alza de la natalidad, entre otros factores).
La crítica de Marx El trabajo queda regido por la ley que rige el precio de las mercancías, el ser humano es reducido a ser una cosa: “La existencia del Trabajador, por tanto, está reducida a la condición de existencia de cualquier otra mercancía” (Marx, 2015, p. 48). Entonces para Marx, la idea de la economía liberal de cristalizar el trabajo en el valor, termina redundando en que el ser humano se vea reducido a ser una cosa. Ahondaremos con esto más en detalle.
El trabajo para Axel Kaiser
Ahora, es momento de volver al presente a objetos de ir al punto que queremos debatir. Como mencionábamos en la introducción, la economía liberal hace bastante tiempo abandono la teoría Valor-Trabajo. Uno de estos exponentes es el señor Axel Káiser, cuyo libro editado por el Mercurio, alcanzo importantes records de ventas. Además, recientemente, un candidato que defiende las ideas que el señor Kaiser promueve acaba de ganar la presidencia de Argentina, lo que muestra el vigor de esta escuela en el continente.
El “economista callejero” comienza precisamente hablando sobre este tema. El capítulo uno (que en el libro se denomina lecciones) titulado “trabajar es vivir” comienza señalando que la economía es la dimensión central de la existencia. Por lo tanto procurarse medios para existir vendría a ser el primer “hecho económico”. Luego señala el paradigma clásico sobre el cual lo que estimula lo anterior vendría a ser que esta necesidad de subsistencia es ilimitada en tanto se va complejizando la civilización y que por tanto los bienes para satisfacerlo se vuelven escasos se denominan “bienes económicos”.
Káiser continúa la proyección de su argumentación que del hecho de que un bien sea limitado y que debe ser producido se desprende que estamos obligados a trabajar para satisfacer nuestras necesidades: Trabajar es necesario para vivir. Por esto concluye Kaiser que “un buen economista callejero debe tener claro que siempre se debe trabajar; y no en cualquier cosa sino en labores productivas” (Kaiser, 2021, p.19). Es precisamente que la labor sea productiva lo que, a juicio de Kaiser, habilita a demandar que se le remunere por aquello.
En la lección siguiente y continuando con la idea de trabajo productivo, Kaiser continuando con el postulado que solo se puede vivir si se trabaja realiza la distinción que solo se puede vivir del trabajo propio y el ajeno. Esta distinción la introduce para remitirse al debate respecto al rol del Estado en la economía. Para káiser el rol del estado es proporcionar seguridad para que los agentes económicos puedan intercambiar en el mercado. Pero en su esencial el Estado no produce nada.
Por tanto, cuando el estado provee de algún servicio necesariamente debe confiscar el trabajo de otro. Mientras más servicios se provean desde el Estado más trabajo ajeno confisca mediante los impuestos. Por tanto cuando el Estado aumenta la cantidad de servicios que ofrece además de sobrecargar el trabajo de quienes producen, confiscando parte de si sus riquezas, genera un estímulo perverso para que la gente no trabaje y busque vivir del estado, es decir del trabajo ajeno.
Esta idea explicada en sus propias palabras “si cada vez existen más personas que prefieren vivir de lo que los otros producen, sin requerir ningún esfuerzo, entonces el incentivo será no trabajar sino esperar a que otro trabaje para ellos” (Ibíd., p.25). Esta idea se ve reforzada con otra afirmación que señala el autor más adelante cuando vuelve a reforzar la idea de la productividad al señalar que “el ingreso, es decir la cantidad de recursos económicos de que se dispone para sustentar la vida, es en función directa de nuestra productividad” (Ibíd., p.43)
Sin embargo, es cuando llega a la definición de Valor es que el señor Kaiser entra en una contradicción. En su noción de valor esta es sinónimo de precio. Para el los precios o el valor se forman en tanto que lo que alguien está dispuesto a pagar por un bien económico según sea su interés de satisfacer su necesidad con él.
Señala Kaiser “En suma el precio o valor económico está exclusivamente determinado por la demanda de los productos” (ibíd., p.49). A contrario sensu introduce el concepto de “utilidad marginal decreciente” para describir el fenómeno mediante el cual “mientras más cantidad tenemos de algo que queremos, el deseo o necesidad por tenerlo irá disminuyendo y por lo tanto, no estaremos dispuestos a pagar el mismo precio por ello que en un principio” (ibíd., p.50). De esta manera Kaiser se adscribe a una teoría subjetiva del valor.
Uno de los aspectos más polémicos que se desprende de lo afirmado anteriormente es que el salario no es pagado por los empleadores, sino por el consumidor. En la lección número siete Kaiser expone que dado que la productividad es lo que genera ingresos, esta al estar mediada por la capacidad de satisfacer las necesidades del mercado, las que se derivan de nuestras necesidades subjetivas.
Por tanto un empleador un puede pagar el salario que desee, sino solo podrá hacerlo en la medida que su actividad sea valorada y sus bienes producidos consumidos.
Es en este punto donde “trabajador y empleador encuentran un punto de acuerdo en que ambos valoran más lo que reciben que lo que dan a cambio” (ibíd., p.56). Leyes como el salario mínimo o la idea de que los salarios suban por ley le parecen al autor analizado como una aberración que genera distorsiones en la actividad del mercado y por tanto redunda en disminuir la productividad.
La contradicción que observamos en los argumentos de Kaiser es la siguiente. De un lado fija un hecho objetivo, que es el hecho por el cual el trabajo es lo que motoriza la actividad productiva.
Luego el trabajo no tiene un valor más allá de ser algo subjetivo que nos impone un deber ético de esforzarnos para aumentar nuestro bienestar económico pero que en última instancia no impacta de manera que podamos valorar objetivamente los bienes que producimos. Esto con el objetivo de señalar que entre empleadores y productores existe una relación de igualdad mediada por el libre intercambio en función de lo que cada uno considera necesario.
La contradicción a nuestro juicio radica en el hecho que “un hecho objetivo” – el trabajo como motor económico- que produce una determinada cantidad de bienes (y/o servicios) adquiere su sustancia, ósea su definición en nuestra apreciación subjetiva. Es decir puede ser objetivo algo que solo puede ser valorado subjetivamente? Tal idea nos parece contradictoria.
Refutación de Marx a los paradigmas liberales
Para entrar en este debate, Marx toma el aspecto señalado por los economistas liberales sobre el cual la magnitud del salario está determinado por las fluctuaciones de la economía. Tres son los escenarios que utiliza Marx para ilustrar esta situación:
En el primer escenario, el salario puede aumentar o decrecer conforme la situación económica. En una situación de crecimiento económico el sueldo del obrero tiende a aumentar así como la demanda de trabajadores. El alza de salario despierta en el trabajador “el ansia de enriquecimiento propia del capitalista” (Marx, 2015, p.52). Por lo tanto, el trabajador se ve impulsado a aumentar su jornada laboral, y con ello su propia explotación.
El segundo escenario es de estancamiento económico. No hay movimiento en la oferta y demanda de trabajadores, el salario tiende a congelarse, pero al existir síntomas de crisis económica, la inflación poco a poco va reduciendo la capacidad adquisitiva de los trabajadores, y por ende comienzan a verse empobrecidos.
Finalmente el tercer escenario que es de caída de la actividad económica o recesión el trabajador pierde más que nadie. La cesantía aumenta la oferta de trabajadores y la caída de la actividad económica produce disminución de la demanda. Los salarios caen y con ello aumenta la pobreza entre la población trabajadora.
Concluye Marx entonces que abordar la situación de la clase trabajadora únicamente a través del salario es solo un aspecto parcial del problema. La miseria de la clase obrera no se subsana con un aumento de este. El problema de la productividad ciertamente no puede ser resuelta por decreto como señala el señor Kaiser. Pero la idea de que el trabajo individual tiene una determinada recompensa en tanto se aboque a ser productivo choca con el hecho que es todo el sistema económico el que empuja constantemente al trabajador a ser reducido a un mero objeto, a reducir su condición humana a la de un esclavo asalariado.
El salario puede aumentar, pero eso solo redundará en un beneficio momentáneo, dado que la dinámica de la sociedad capitalista termina generando o que el trabajador se vea aún más reducido a su condición de objeto, perdiendo su tiempo libre en mayor proporción o el movimiento de los precios terminará de todas maneras consumiendo el salario: “Esta clase tiene que sacrificar siempre una parte de sí misma para no perecer por completo” (Marx, Óp. cit., p.50). De esta manera queda fijada en la sociedad capitalista el lugar del trabajador.
El salario es entonces una consecuencia de la propiedad privada, la cual priva completamente al trabajador de su realidad como ser humano, al convertirlo en producto de una relación comercial y unilateral.
Esta subsistencia apenas puede considerarse vida. Lo que el obrero podría desarrollar como actividad creativa se ve obligado a gastar esa energía en trabajo para otro, donde otro se apropia de los objetos que el produce. En esta existencia monótona Marx señala que “El trabajador se vuelve cada vez más puramente dependiente del trabajo (…) semejante al de una máquina. Y así como se ve reducido a una máquina a nivel espiritual y corporal, y de hombre pasa a ser una actividad abstracta” (Ibíd. p.51).
La consecuencia de esta “guerra” librada entre el capitalista y el trabajador es que este último queda completamente subordinado al primero. “El capital es, por lo tanto, el poder de gobierno sobre el trabajo y sus productos. El capitalista posee este poder (…) en tanto es dueño de ese capital” (Ibíd., p.66), por tanto para llevar a cabo este gobierno es necesario que el capitalista dirija a los trabajadores conforme sus intereses configurándose así el escenario por el cual “La guerra industrial, para ser conducida con éxito, requiere numerosos ejércitos, que puedan acumular en un mismo punto y diezmar ampliamente” (Marx, 2015, p.64). Esta situación de dominación de la clase obrera para Marx no es “natural” como sostiene la economía política burguesa, sino una situación histórica.
Una idea similar a la del señor Kaiser es defendida por Marcuse (1970) por una arista diferente. Al sostener que la relación del sujeto, el trabajador en este caso, con los objetos esta mediada por la necesidad. En esta línea argumental el sujeto ve determinada su acción y el despliegue de su actividad por la carencia que siente respecto de los objetos de la naturaleza.
Marcuse sostiene que la necesidad permanente del individuo por satisfacer sus necesidades hace del sentimiento de privación un aspecto de su esencia. Ahora bien Marcuse señala que si bien el “ser” no puede salirse de la relación objetiva con la naturaleza y por tanto no puede superarla, señala que el ser humano solo puede superar la dimensión “objetiva” que implica la alienación, el producir objetos para otro. Pero tampoco explica como esto ocurriría si el ser está definido por su necesidad y privación.
El aspecto problemático que se nos presenta con esta definición de necesidad, es que en un punto se asemeja a uno de los argumentos clásicos de la economía liberal que sostiene que la actividad económica está impulsada por un impulso ilimitado del individuo por satisfacer necesidades que son infinitas.
Lo controvertido de esta argumentación es posible vislumbrarlo en algo que señalábamos en el apartado anterior: el aumento de la capacidad económica del trabajador lo impulsa a tener nuevas necesidades, pero cuya satisfacción implica una degradación de su propia vida. Marx retoma esto en el apartado de la alienación al señalar que: “el trabajador se torna tanto más pobre, cuanto más riqueza produce” (2015, p.106). Acá el trabajo adquiere una dimensión de ser un acto forzoso al que se somete solamente con el objeto de subsistir, en la cual él se percibe como un simple engranaje. Marx sostiene que la prueba de este carácter forzoso radica en que “tan pronto desaparece toda imposición física o de otro orden, se huye del trabajo como una peste”.
Conclusiones
Hemos abordado los aspectos contradictorios de la posición del señor Kaiser para analizar, en líneas generales, aquellos puntos por los cuales la economía liberal obvia o generaliza la dimensión histórica del concepto del trabajo para evitar referirse a la dimensión histórica y contingente en que este se desenvuelve.
Consideramos que la experiencia empírica nos muestra que el trabajo lejos de ser una actividad satisfactoria, como de hecho debiese serlo por su capacidad creadora, para la gran mayoría resulta en un acto forzoso al que se ven empujados , independiente del mérito o del esfuerzo , para poder subsistir. Las promesas de que a mayor mérito o esfuerzo se logrará un mayor bienestar choca con el hecho de que para alcanzar ese bienestar es necesario sacrificar aspecto como el tiempo de ocio o de regeneración del individuo, indispensable para gozar de la vida.
Bibliografía
Ιωαχειν
Editor y columnista de la Izquierda Diario