Maximiliano Olivera @maxiolivera77
Sábado 19 de septiembre de 2020 22:30
El papel jugado por el movimiento estudiantil secundario queda en un segundo plano en las investigaciones históricas. En parte ocurre por la dispersión o discontinuidad de las fuentes que atestigüen sobre las acciones, como así también por el eclipse que produce el movimiento estudiantil universitario. En estos apuntes planteareamos algunos hitos en la experiencia del movimiento estudiantil secundario tucumano a partir del golpe militar de 1966.
Un nuevo aniversario sobre la Noche de los Lápices nos permite reflexionar sobre el movimiento estudiantil como actor político. Durante muchos años se reprodujo el relato de que los estudiantes secuestrados durante el 16 de septiembre de 1976 eran jóvenes que sólo peleaban por el boleto estudiantil. Este relato obvia que eran parte de una generación que, con todos los matices que había entre las elecciones políticas, peleaba por un cambio radical de la sociedad.
Esto es importante remarcar frente a la dimensión genocida que tuvo la dictadura iniciada el 24 de marzo de 1976. Porque no era un grupo de loquitos o sanguinarios sueltos, sino que fue una respuesta coordinada por las Fuerzas Armadas, los grandes capitalistas, el imperialismo y la Iglesia. Incluso con la colaboración de dirigentes del peronismo y el radicalismo.
La dictadura fue la respuesta sangrienta de la burguesía a todo el proceso revolucionario que se abre en mayo de 1969, con una serie de movilizaciones obreras-populares donde la más importante fue el Cordobazo. ¿Por qué decimos proceso revolucionario? Porque en esos años no se discutía si había que cambiar el mundo o no, lo que se discutía era cómo había que cambiar el mundo. Toda una generación de miles de obreros y estudiantes luchaba por un cambio revolucionario, donde el poder en manos de la burguesía, los grandes capitalistas, tenía que ser tomado por los trabajadores y el pueblo.
Esto era parte de un clima de época que se respiraba de diferentes maneras en el mundo. Es muy conocido el Mayo Francés de 1968, que comenzó como una revuelta estudiantil que llevó a una huelga general obrera que hizo tambalear al poder imperialista francés. O el ‘68 en México, donde la respuesta a la protesta estudiantil fue la masacre de Tlatelolco, una matanza de 300-400 estudiantes. Todos estos procesos estaban marcados a fuego por la Revolución Cubana y otros procesos, la guerra de Vietnam que terminaría con la derrota de EEUU y una crisis capitalista a nivel mundial. Estos hechos también impactaron en la Argentina.
Antes de ver qué pasó con el movimiento estudiantil, particularmente en Tucumán, quería plantear algo que nos va a ayudar para entender todos estos años. El estudiantado tiene una composición heterogénea, es decir que está integrado por estudiantes que pertenecen a familias obreras, de lo que se llama clase media y también de la burguesía. Por esta razón, dentro del estudiantado conviven las grandes tensiones que hay entre las clases sociales. Con las crisis, esas tensiones crecen y los estudiantes encuentran una referencia entre los dos polos de la sociedad de clases: los trabajadores y la burguesía.
Por eso, al calor de la crisis puede desarrollar movimientos progresivos aliándose a las demandas de la clase obrera y que éstas se conviertan en un cuestionamiento más profundo al Estado y los gobiernos; o protagonizar movimientos conservadores detrás de los derechistas. La posición que tome el movimiento estudiantil no depende solamente del contexto histórico sino también del resultado de las peleas que se den dentro de él. Desde ya nosotros queremos que los estudiantes además de organizarse y pelear por sus demandas también sean aliados de los trabajadores, y sean parte de un cuestionamiento más profundo del capitalismo.
En Argentina, por ejemplo, el movimiento estudiantil fue “gorila”, de derecha, cuando apoyó a la dictadura militar surgida tras el golpe de estado de 1955. Esto va a ir modificándose en los años siguientes. Un factor será otro nuevo golpe militar, en 1966 encabezado por Onganía. Onganía ordenó la intervención de las universidades y sus órganos de cogobierno, echando a profesores y estudiantes, quemando bibliotecas. Esto desató protestas de profesores y estudiantes, con la toma de las universidades. La más tristemente célebre de las represiones contra estas tomas fue “La Noche de los Bastones Largos”, con la Policía Federal desalojando a cinco facultades de la UBA. Tres años antes del Cordobazo, el movimiento estudiantil ya se ubicaba en oposición a la dictadura.
En Tucumán este proceso tuvo una singularidad en su dinámica. A poco tiempo del golpe, Onganía decidió el cierre de 11 ingenios azucareros, lo que derivó en una crisis muy aguda con 50.000 desocupados nuevos y 200.000 tucumanos que migraron a las villas miserias de Rosario y el Gran Buenos Aires. Pero también abrió un proceso de luchas contra el cierre de los ingenios durante dos años. Imaginensé que en Tucumán convivían la olla popular de los estudiantes frente al Rectorado, que protestaban contra la intervención, y la olla de los azucareros en la FOTIA o en la plaza Independencia, contra el cierre de los ingenios. Y la policía de la dictadura reprimía a los dos. Primero fue la solidaridad y después comenzaron las acciones coordinadas. El movimiento estudiantil comienza a vibrar al ritmo del movimiento obrero, en oposición a la dictadura. Así se perfilaba la alianza obrero-estudiantil que protagonizará el Cordobazo y todos los azos.
Se viene mencionando mucho al Cordobazo, que se produjo el 29 de mayo de 1969, donde una masiva movilización de obreros y estudiantes ocupó la ciudad, incluso derrotando la represión de la policía y resistiendo la del Ejército. Esta histórica acción independiente de la clase trabajadora aliada a los estudiantes se transformó en una verdadera insurrección obrera y popular que hirió de muerte a la dictadura de Onganía y abrió como decíamos una etapa revolucionaria en Argentina. Durante ese mayo de 1969 se produjeron otras movilizaciones en las provincias, incluida Tucumán.
Tucumán, mayo de 1969
Mientras se preparaba un paro nacional, estalló la bronca estudiantil por el asesinato de Juan José Cabral el 15 de mayo durante el Correntinazo. Se desataron tomas y marchas en todo el país y en Tucumán los estudiantes fueron reprimidos a la altura del Correo durante la jornada del 16. Sin amedrentarse por la represión, durante el 17 los estudiantes universitarios formaron la “Coordinadora Estudiantil” que decretó un asueto entre el 19 y 25 de mayo que consistía en movilizaciones y toma de facultades. Los estudiantes secundarios siguieron el ejemplo: entre 17 colegios y escuelas formaron su propia Coordinadora.
Ese mismo 17, durante el Rosariazo la represión asesina al estudiante Adolfo Bello por lo que la Federación Universitaria Argentina llama a un paro para el 20 y 21, al cual se suman los secundarios. El 21, la policía tucumana reprime una movilización de 200 estudiantes de las escuelas técnicas, dejando heridos de 13-16 años. En la noche del 23 se produjo una “marcha del silencio” en repudio de los asesinatos de Cabral y Bello. Las movilizaciones no frenaban en todo el país, y el 25 Gobierno provincial pide la ayuda de Gendarmería para la represión.
El 26 se hace una misa homenaje a Cabral y Bello con 3500 personas que después marchan hacia el centro y apedrean el Jockey Club y la Casa de Gobierno. El 27 los estudiantes, universitarios y secundarios, se vuelven a enfrentar con la policía y la represión, ya a cargo de un teniente coronel, alcanza a la sede de la FOTIA. El 28 se realizó un acto obrero-estudiantil en el local de la FOTIA, mientras los estudiantes universitarios tomaban el Rectorado y desconocían a sus autoridades. Ese día 15 manzanas estaban tomadas por los manifestantes.
Estas acciones frente a la represión, ubicaron al movimiento estudiantil secundario y universitario como un aliado importante para la clase obrera, que venía de una derrota importante con el cierre de los ingenios. En aquel periodo, ya se había producido la pueblada de Villa Quinteros en marzo, y durante mayo se ocupará el ingenio de Villa Amalia, se movilizarán trabajadores del ex ingenio San José, y en general habrá una participación obrera en los combates callejeros. Con las primeras noticias del Cordobazo, los ferroviarios de Tafí Viejo cortan las vías y hacen barricadas durante el 30, la represión deja 8 heridos de bala. En la Banda, con protesta de azucareros, la represión mata a un trabajador.
De esa experiencia, el movimiento estudiantil secundario se quedará con la tarea de sostener la organización a través de centros de estudiantes y agrupaciones estudiantiles; mantener un ritmo de politización y movilización, y enfrentar las sanciones y las persecuciones por parte de las autoridades, a través de manifestaciones que tuvieron su epicentro en Capital, Tafí Viejo y Monteros.
1970 y el camino al Tucumanazo
En cuanto a la lucha de los secundarios, el hecho más relevante fue la toma de 50 días del Gymnasium, que comenzó el 18 de junio y culminó el 10 de agosto, producto de una intervención. Previamente, los secundarios participaron de las acciones nacionales como las del aniversario del Cordobazo.
El reclamo de los estudiantes del Gymnasium se centró en la renuncia de la funcionaria interventora, el levantamiento de sanciones a los estudiantes que habían protagonizado las luchas previas y el reconocimiento de la autonomía del Club Colegial Gymnas, como se llamaba el centro de estudiantes. La intervención era parte de los planes de la dictadura de atacar las escuelas que dependían de las universidades nacionales.
Los gymnasistas lograron la solidaridad de una parte del cuerpo docente y, junto a otros integrantes de la Federación de Docentes de Tucumán y padres profesionales, organizaron un dictado paralelo de clases. Al mismo tiempo tenían el apoyo del Colegio Nacional, la Escuela Normal, el Instituto Técnico, la Escuela de Comercio, la Escuela de Agricultura y la Escuela Sarmiento, entre otros. Finalmente lograron sus reclamos.
Y al poco tiempo serán los secundarios quienes apoyen la huelga docente lanzada por ATEP y a los trabajadores no docentes de la UNT. Esta huelga de ATEP enfrentó a Jorge Rafael Videla, interventor militar de Tucumán, con paros de 72 horas cada semana y llegando a la huelga indefinida el 20 de agosto (donde consiguieron algunas conquistas). Los secundarios “engrosaron los actos callejeros de los sindicatos e integraron con ellos y los universitarios una coordinadora de las luchas; apoyaron la movilización levantando barricadas por el centro de San Miguel de Tucumán. En estas jornadas se consolidó el vínculo entre estudiantes y los gremios docentes, relación que sería tan aceitada como duradera”, plantea el investigador Pablo Bonavena. Con esta gimnasia, el movimiento estudiantil secundario llegará al Tucumanazo de noviembre de 1970.
El Tucumanazo
Previo a los combates del Tucumanazo, a principios de noviembre sucedió un hecho ilustrativo. La Escuela de Comercio Nº 1, turno noche, fue tomada por los estudiantes tras la sanción a un compañero y la respuesta de las autoridades fue dejar libres unos 150 alumnos. Desde diferentes escuelas se solidarizaron y se realizó una asamblea en un edificio de la Universidad Nacional de Tucumán. El 5 de noviembre se concretó una huelga estudiantil en la capital provincial que afectó muchos establecimientos ya que los alumnos abandonaron las aulas para marchar por el centro de la ciudad. Una crónica de La Gaceta afirman que eran una columna de 500 secundarios. Un día después fueron reincorporados todos los alumnos.
Estas acciones, señala el investigador Bonavena, “constituyeron al movimiento estudiantil secundario tucumano en un ejemplo a seguir, por el grado de cohesión logrado y la gran capacidad de movilización alcanzada”.
Para no extendernos, de la experiencia del Tucumanazo en noviembre de 1970 diremos que comenzó en la defensa del comedor universitario contra el cierre. En los combates callejeros, donde la represión la comandó Videla, los estudiantes y obreros lograron ocupar unas 63 manzanas alrededor del centro. La radicalización obligó al gobernador Imbaud a negociar, literalmente debió bajar a las escalinatas de la Casa de Gobierno frente a la manifestación. Aunque se liberaron a 93 detenidos, las protestas continuaron, empalmando con un paro general de las dos CGT convocado para el 12 y 13. Los estudiantes evitaron el cierre del comedor, logrando incluso dos sedes más, una en el centro y otra en la Quinta Agronómica. Este triunfo sirvió de apoyo a trabajadores azucareros y citrícolas en lucha, también del personal no docente y otros gremios que lograron sus reivindicaciones.
En este proceso los secundarios participaron juntos a sus pares universitarios pero al mismo tiempo ya se producía un recambio generacional, por lo que muchos activistas universitarios ya contaban con una experiencia adquirida en el secundario.
Para pensar la actualidad
Como se planteó, lo que se abrió en Argentina desde 1969 fue una etapa revolucionaria, un proceso con momentos de alza y de baja. El peronismo buscó contener ese proceso, primero con la vuelta del mismo Perón y las elecciones presidenciales del ‘73. Perón encarnaba la conciliación entre las clases y al mismo tiempo tenía la simpatía de millones pero eso tampoco fue suficiente. La conflictividad continúo. Aquí por ejemplo se dio una gran huelga azucarera en 1974, donde las bases de la FOTIA se enfrentaban al Gobierno peronista y su “Pacto Social” para congelar salarios. Esta huelga de agosto del ‘74 estaba rodeada de otros conflictos y de la solidaridad estudiantil.
Cuando Perón era presidente se creó la Triple A, banda parapolicial para atentar contra activistas obreros y estudiantiles. Durante la presidencia de Estela Martínez, viuda de Perón, se lanzó el Operativo Independencia en Tucumán, que fue el ensayo general de la dictadura, desde febrero de 1975. A nivel nacional, la clase obrera protagonizó las jornadas de junio y julio, que desembocaron en una huelga general contra el gobierno y su política económica. Como última carta para frenar la insurgencia obrera-estudiantil impulsaron el golpe genocida.
Actualmente y a nivel mundial, la juventud protagoniza masivas movilizaciones por el derecho al aborto, o denunciando la crisis climática. También son los protagonistas de protestas masivas contra la violencia policial y el racismo. A esto hay que añadir lo que pasará tras la pandemia, aunque ya ahora la crisis golpea a nuestras familias. No por nada, algunos analistas estadounidenses alertan sobre el “socialismo millenial” porque ven que en el propio corazón del capitalismo la juventud ve con simpatía algunas ideas de izquierda.
Entonces resulta importante remarcar para la actualidad la idea de que el movimiento estudiantil siempre jugó un rol como actor político. Y si juega un rol progresivo o un rol conservador depende de qué peleas se den para que se organice democráticamente, independiente de los gobiernos, que unifique las peleas que da y para que sea aliado de la clase obrera. Tanto en los 70 como en la actualidad, esa alianza social es la que temen los capitalistas porque es la alianza social es la que tiene la fuerza para darlo vuelta todo.