Reflexión sobre la violencia en la cultura del fútbol argentino, más allá de las barras bravas, a propósito de una insólita nota en el diario La Nación.
Javier Szlifman @JavierSzlifman
Martes 11 de diciembre de 2018 22:30
La consagración de River Plate como campeón de la Copa Libertadores 2018 y las múltiples facetas que adquirió la final ante Boca Juniors pusieron de relieve distintos fenómenos vinculados al fútbol profesional moderno.
Tras las agresiones al plantel de Boca en la previa del partido final en el Estadio Monumental, la Conmebol tomó la final de la Copa e intentó convertirla en un espectáculo universal, llevándola a Madrid, España. Un acontecimiento doméstico ingresó en la lógica del deporte transnacional, con entradas cotizando en euros destinadas a una elite y un nuevo modelo de espectador.
Algunas de las crónicas del encuentro del domingo resaltan la pasión de los hinchas argentinos, que alentaron a su equipo durante todo el partido. Y sobre todo contrastan el buen comportamiento de los fanáticos en Madrid, en oposición a lo sucedido en Buenos Aires. “Los argentinos muestran toques europeos: comparten fotos, salen en notas de TV, hablan civilizadamente” se escribió en una crónica del diario La Nación.
Las imágenes que llegan de Madrid son argentinos con toques europeos: comparten fotos, hablan civilizadamente, se hacen amigos. Pueden convivir. https://t.co/ubRtkYQGZi | 👉 Por @ccervino pic.twitter.com/h0BP201TcS
— LA NACION (@LANACION) 10 de diciembre de 2018
Identificar prácticas positivas solo por el lugar de donde provienen aquellos que las llevan a cabo parece al menos simplificar fenómenos complejos, en la medida en que argentinos y europeos pueden presumir de prácticas con luces y sombras vinculadas al espectáculo futbolístico. España, por ejemplo, acumula 13 muertos por violencia en el fútbol desde 1982, una cifra inferior a los 328 que suma la tragedia futbolística argentina desde 1922, pero igualmente considerable. Categorizar y estigmatizar según el fenotipo (“no tienen pinta de barras”, decía la crónica citada) no hace más que reproducir ciertos prejuicios que ocultan verdaderas motivaciones para el desarrollo de ciertas prácticas violentas vinculadas al fútbol.
En la cultura futbolística argentina actual el triunfo incluye la degradación del rival como un modo de construcción de la propia identidad de los hinchas. No se trata de una barbarie inclasificable opuesta a la civilidad europea, sino de una cultura futbolística con lógicas muy concretas para que las prácticas violentas en el fútbol argentino, no solo aquellas de las barras bravas, sean consideradas legítimas.
Si bien la final dio lugar a gestos deportivos de parte de los protagonistas, aparecieron algunas de las prácticas violentas que son aceptadas en el fútbol local. Los hinchas gritaban “puto” cuando se anunció la formación del rival. Los futbolistas ganadores entonaron cantos en el mismo sentido hacia su rival poco antes de levantar el trofeo. Si bien se trata de prácticas menores en comparación con otras que suceden a menudo en la Argentina, no dejan de exhibir muchas acciones censurables.
Pareció ser un negocio redondo para algunos actores del mundo futbolístico, que parecen más preocupados en que la violencia no afecte ese negocio que en trabajar sobre las causas que permiten la aparición de la violencia.
“El comportamiento ejemplar de estos miles de argentinos que viajaron a Madrid demuestra que el problema de nuestro fútbol no son los hinchas, sino un puñado de delincuentes que usan la violencia mafiosa para defender sus negocios” señaló el presidente Mauricio Macri luego del partido.
La detención de Matías Firpo, agresor del micro que trasladaba a los jugadores de Boca, muestra una vez más que el fenómeno de la violencia en el fútbol de la Argentina trasciende a barras bravas y delincuentes. Firpo trabaja de mecánico tornero, es socio de River y realizó el canje de entradas para la final en la página del club con su nombre y DNI. Hasta el momento no trascendió ningún vínculo con la barra brava.
En cualquier caso, se trata de una muestra más de que los hinchas comunes participan frecuentemente de prácticas violentas o generan condiciones para la legitimidad de esas prácticas. El fútbol argentino es un espacio donde la violencia es posible para muchos de sus actores.
La Confederación Empresarial Independiente de Madrid informó que la ciudad española sumó beneficios por 42 millones de euros a partir de la final y otros 50 millones recogió la marca España. Casi 100 millones embolsó la península ibérica por un partido que ni siquiera involucra a sus equipos. Pareció ser un negocio redondo para algunos actores del mundo futbolístico, que parecen más preocupados en que la violencia no afecte ese negocio que en trabajar sobre las causas que permiten la aparición de la violencia.