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Red Internacional
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Ataques a periodistas. Arrancar la Mala Yerba

Los 43 periodistas asesinados en este sexenio se dedicaron a denunciar que ésta no es una guerra desatada contra el narcotráfico, sino un despliegue militar del Estado para garantizar que se realicen las ganancias millonarias de sus cárteles aliados.

Jueves 17 de mayo de 2018

“365 Días de Impunidad” se leía en el portal de RíoDoce y muchas portadas de periódicos este 15 de mayo. Mientras en la CDMX miles de maestros se movilizaban contra la reforma educativa; en Tabasco se encontraba el cuerpo sin vida de Juan Carlos Huerta, el cuarto periodista asesinado del 2018, en el primer aniversario de la muerte de Javier Valdéz.

De Sinaloa a Tabasco retumban todavía voces que claman justicia, que no olvidan, que no perdonan.

El sexenio de Enrique Peña Nieto ha sido el más violento para los periodistas que levantan la voz para denunciar que los miles de muertos en el país se deben a las complicidades de clase entre la casta política y la burguesía “ilegal” del narcotráfico, que genera (al menos) 30 mil millones de dólares anuales en ganancias a costa de las vidas del pueblo pobre y trabajador.

Las consecuencias de la supuesta guerra contra el narco son miles de desplazados, desaparecidos y asesinados, principalmente mujeres y jóvenes pobres a quienes la violencia somete a las redes de tráfico de armas, drogas, de explotación y esclavización sexual y laboral.

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Los 43 periodistas asesinados en este sexenio se dedicaron a denunciar que ésta no es una guerra desatada contra el narcotráfico, sino un despliegue militar del Estado para garantizar que se realicen las ganancias millonarias de sus cárteles aliados.

Esta militarización del país también busca frenar el descontento que se desató tras la aprobación de las reformas que nos condenaron a la precarización; los 3.94 millones de nuevos empleos que el gobierno federal presume haber creado no tienen nada de dignos, pues con el alza de costos y los bajos salarios se necesita trabajar 24 horas con 31 minutos para poder comprar la canasta básica.

Sus pactos y negocios han dejado a la juventud con dos opciones: ingresar a las filas de la precarización legalizada o convertirse en carne de cañón, verdugos y víctimas de la guerra.

Millones de dólares se obtienen todos los días como fruto de la violencia

No es por elección propia ser parte del ciclo de explotación. Se nos arroja, se nos cerca, se nos secuestra y se nos mata, mientras que en las cimas de las montañas del dinero se desdibujan las fronteras legales que los que están ahí crean.

Los periodistas asesinados como Javier Valdéz, Miroslava Breach o Juan Carlos Huerta minaron en la montaña; llegaron a su raíz; a las capas más bajas, donde los choques entre las contradicciones más atrasadas de la sociedad empujan la montaña más alto y así, desde lo más alto, se dieron las órdenes para enterrarlos después de que saliera a la luz que sólo hay gente pobre sufriendo.

Tal fue el caso de Javier Valdéz, quien en su última columna relató cómo los carteles del narcotráfico se dedican a “reclutar” jóvenes que están internados en centros de rehabilitación, a quienes ocupan como sicarios, vigilantes, mulas y soplones. Los peones del tablero, los “más peligrosos” sicarios, muertos todos los días por escuadrones del Ejército y la marina que responden a otro cártel. Esos que se vuelven víctimas sin nombre, sin familia, un número más.
Un muerto más.

La disputa por el mercado y sus ganancias conlleva al enfrentamiento por territorio, influencias y mano de obra. En medio de esta disputa nos encontramos todos. A un año del asesinato de Javier Valdéz, entendemos que se le arrebató la voz porque fue un elemento incómodo en la disputa de la plaza del corazón del Cártel de Sinaloa: Culiacán.

Javier Valdéz fue una víctima de la vorágine de violencia catalizada por la disputa generada en el Cártel de Sinaloa. Con la extradición de El Chapo a EEUU, los Dámaso intentaron fallidamente disputarle el control a los Guzmán; enmarcado en las elecciones más sangrientas, se ha evidenciado que el CJNG aprovechó esta situación para expandirse por todo el país y apretar al gobierno mexicano mediante el asesinato de políticos, jefes de policía y altos funcionarios que no quisieron alinearse.

Esto tuvo como consecuencia que del 15 de mayo de 2017 al 15 de Mayo de 2018 se pueda decir que es el año más violento desde que en 2006 el Estado decidiera apoyarse de las fuerzas armadas para garantizar las ganancias del narcotráfico.

Para el régimen y el narco, el periodismo crítico es la “Mala Yerba” que buscan arrancar de sus campos de amapola. Ciento cuarenta periodistas han sido asesinados desde el año 2000, por evidenciar que en este país no importa a costa de qué se generen las ganancias.

El pago por asesinar a Javier Valdéz fueron dos pistolas bañadas en plata, a la par, millones de dólares entran diariamente a las cuentas bancarias de empresarios y políticos “emprendedores” que trafican con armas, drogas, nuestros cuerpos y nuestras vidas.

Leer: Asesinato de Javier Valdez revela “lista negra” contra periodistas

Por todas las voces acalladas, alcemos todas las voces en las calles: Alto a la guerra. Desmilitarización del país. Legalización de las drogas. Desmantelamiento de las redes de tráfico de armas, personas y drogas. Presentación con vida de los desaparecidos. No más criminalización a la juventud y a la protesta. No más feminicidios. No más trabajos precarios.

No más asesinatos a periodistas por denunciar que no queremos “ni un muerto más por vivir en este infierno”.