Arthur Rimbaud, poeta que en plena adolescencia revolucionó los ambientes del underground intelectual de París. La vida de un joven rebelde que creció en una Francia convulsionada por el apogeo del capitalismo y los movimientos revolucionarios.
Jueves 22 de octubre de 2015
Es extraño escribir sobre la vida de Rimbaud, ya que es imposible llegar a definiciones certeras sobre lo que significó su relación con el ambiente intelectual y sobre su propia forma de vivir. Si algo fue su vida es una gran paradoja, entre su libertina y marginal juventud, las huellas que imprimió a la literatura francesa, y su adultez ligada al comercio imperialista.
Jean-Arthur Rimbaud nació el 20 de octubre de 1854 en Charleville, Francia. Su padre era militar y su madre miembro de la burguesía católica. Si algo quedaba claro en la infancia de Rimbaud, es que no era un niño como los demás. Desde joven sus profesores del colegio destacaban su inteligencia y talento. Paul Verlaine (de quién hablaremos más adelante) aseguraba que a los 14 años ya había leído toda la poesía francesa disponible. Rimbaud pretendía revolucionar la tarea del poeta. A los 16 años en “Cartas del vidente”, expresó: “Quiero ser poeta, y trabajo para convertirme en vidente: no va a poder entenderlo, y yo mismo no sabría cómo explicárselo. Se trata de llegar a lo desconocido a través del desorden de todos los sentidos. Los sufrimientos son enormes, pero uno debe ser fuerte, haber nacido poeta, y yo me he reconocido poeta.”
En la impronta de Rimbaud se lee esta disrupción entre los sentidos, lo material se mezcla con lo surreal, la vida cotidiana con lo místico, lo moderno y lo salvaje se entrelazan, sus metáforas no conducen a la realidad tal cual es, sino que pretenden dotarla de un espíritu poético, lo material conduce a lo desconocido, y es en esta encriptación, en esta carencia de un punto de llegada donde reside lo asombroso de su poesía. Embriagado en un mar de hachís y ajenjo, utilizará estas sustancias para escapar a la materialidad cotidiana.
Si hay algo que expresa su forma de vivir en estos tiempos, es su rechazo a la moral y costumbres burguesas. En Movimiento, el número 39 de sus Iluminaciones, los describe: “Son los conquistadores del mundo / buscando la fortuna química personal; el sport y el confort viajan con ellos; / conducen la educación de las razas, de las clases y las bestias”. Asimismo se puede ver su aborrecimiento de los cambios suscitados por la consolidación del capitalismo, en Ciudad expresa: “Una metropóli que se juzga moderna porque todo gusto conocido se ha evitado en los mobiliarios y en el exterior de las casas tanto como en el plano de la ciudad”. En el mismo poema unos versos más adelante escribe en alusión a la clase obrera y las zonas fabriles: “Desde mi ventana, veo nuevos espectros rodando a través de la espesa y eterna humareda de carbón”. Podemos ver continuamente estos pasajes de crítica social, de desgano hacia los cambios presentados de una forma oscura, intercalados siempre por versos en donde juega con los sentidos desbordados y la percepción trastocada.
En 1871, huirá a París maravillado por los acontecimientos de la Comuna, vagabundeando durante dos semanas en la calle. “Un paso tuyo es el alzamiento de los nuevos hombres y el principio de su marcha”, puede leerse en A una razón, otro de los poemas de susIluminaciones. Allí entrará en contacto con los posteriormente denominados “poetas malditos”. Pese a su juventud será bien recibido por este círculo, e incluso Víctor Hugo lo apodará “el Shakespeare niño”. Durante esa época se alojará en la casa de Paul Verlaine con quien entablará una tormentosa relación amorosa, que los inducirá a fugarse a Londres.
Rimbaud desafiará una vez más a la heteronorma de la sociedad mostrándose públicamente con Verlaine en una época donde la homosexualidad era castigada penalmente. Este aspecto enloquecerá a varios críticos literarios que no podían soportar que un genio de su talla fuera homosexual, intentando por todos los medios heterosexualizar su figura y su poesía.
Sin embargo su estadía junto a Verlaine no será tranquila, este era constantemente humillado por Rimbaud, a tal punto que Verlaine sería encarcelado por dispararle en la muñeca. Paradójicamente, de esta complicada relación nacerá su más famosa obra “Una temporada en el infierno”. En ella Rimbaud proclamaría “Hay que ser absolutamente modernos”, una suerte de tesis sobre el rol del poeta y la poesía en esta nueva sociedad. Años más tarde en Alemania, en su último encuentro con Verlaine le entregará una serie de poemas que este publicaría en 1886, bajo el título de “Iluminaciones”.
No obstante, el paso de Rimbaud por la literatura será fugaz. En 1876 se enrolará en el Ejército Colonia de Holanda, convirtiéndose precisamente en lo que durante su juventud detestaba. Este será el comienzo de un largo derrotero en el que desempeñará distintos trabajos, volviéndose finalmente un traficante de café, pieles y armas en Asia y África.
Esta nota podría haber sido escrita haciendo foco en los aspectos más conocidos de su vida, su constante vagabundeo por las calles, su adicción a los alucinógenos, sus constantes idas y venidas por las cárceles, su violencia y desacatamiento, y su descontrolada embriaguez pública. Sin embargo queremos resaltar la gran paradoja de su vida, de su firme oposición a la hipocresía de la sociedad, en la que su juventud y su poesía fueron un fiel reflejo una de la otra, a su metamorfosis adulta en la que sucumbió ante el sistema mercantil. Quizás en este sentido fue profética su famosa frase “Yo es otro”.