Desde el gobierno y los medios oficialistas responsabilizan a los pibes de los barrios, lo que no dicen es que el Estado que ellos administran es la dirección política que todos los días milita para que ocurran crímenes aberrantes como el que sufrió Leandro Álvarez
Martes 17 de abril de 2018 11:21
La degradación social producto de las políticas que durante décadas han llevado adelante los gobiernos capitalistas tiene consecuencias terribles, una de ellas adquirió en el día de ayer relevancia pública: el asesinato de un trabajador del transporte.
Frente a esta realidad los responsables políticos se lavan las manos en televisión haciendo hincapié en que es necesario fortalecer el aparato de represión, algo que en los hechos vienen forjando año a año. Cabe señalar que son esas fuerzas represivas las organizadoras del gran delito, pata imprescindible del negocio de las redes de trata y el narcotráfico. Es la Policía y la Gendarmería las que reprimen a los trabajadores cuando salen a luchar por sus derechos. De hecho hay un caso de gatillo fácil cada 24 horas.
Casos como lo de Leandro hay cientos, y no será el último si se cae en la estafa de la política de mano dura que busca implementar el gobierno bajo la criminalización de los jóvenes pobres y la militarización de los barrios, mientras legitima la doctrina Chocobar.
Tanto el Estado como las empresas de colectivos garantizan condiciones de precariedad laboral donde los trabajadores se ven obligados, como el caso de Leandro, a realizar horas extras para poder vivir. No obstante, la vida de miseria a la que es confinado el trabajador debe estar sustentada con argumentos ideológicos por parte de las instituciones de la burguesía: hay que esforzarse para llevar el pan a la mesa. Pero recién ahora, luego de que Leandro perdiera la vida y su caso se mediatizara, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo, dijo en conferencia de prensa que van a colocar cabinas y botones antipánico en las unidades móviles. Más que una decisión para resguardar a los choferes, parece un acto de desesperación para no pagar el costo político.
El asesinato de Leandro en manos de dos pasajeros, según testigos, es solo la punta del iceberg. Frente a este escenario la única salida real para cambiar las condiciones despreciables de vida a las que son sometidos los trabajadores, es la organización en los barrios, en los lugares de trabajo, y la movilización en las calles contra la barbarie de las políticas capitalistas.