Ha llegado el momento de romper nuestra hucha que garantizaba una jubilación merecida y resulta que el dinero no está.
Miércoles 23 de noviembre de 2016
Actualmente las pensiones son una de las principales partidas de los Presupuestos Generales del Estado, suponen el 38,7% del gasto. Tener que recurrir a la llamada “hucha de las pensiones” ha levantado alarma social al conocerse que el Fondo de Reserva de la Seguridad Social ha pasado de los 66.815 millones de euros de 2011 a estar por debajo de los 25.000 millones en la actualidad.
Alerta que se agravó al reconocer este mismo año el Gobierno que la Seguridad Social tiene un déficit oculto de 17.000 millones.
En España hay 9,4 millones de pensionistas, de los que 5,7 millones cobran pensión de jubilación, el resto, 3,7 millones se destinan a pensiones de viudedad y orfandad. Además, están las pensiones no contributivas, para las personas sin recursos que necesitan asistencia, tienen discapacidad o son mayores de 65 años y no han cotizado o lo han hecho insuficientemente. Éstas se financian con impuestos.
Hoy contamos con un sistema de cotización intergeneracional, que hace que los trabajadores y trabajadoras en activo financien a los futuros. Pero, como muestran las matemáticas, eso va ser cada vez menos viable. Lo que está produciendo la devaluación salarial y la forma en que salimos de la crisis, con empleos precarios, bajos salarios y pobreza laboral, es el adelanto en casi una década del escenario previsto en la reforma de 2011. Aumenta el número de pensionistas con derecho a una pensión mayor, por haber desarrollado trabajos mejor remunerados en el pasado, a lo que se suma que al vivir más años la pensión se cobra durante más tiempo.
Nos echamos las manos a la cabeza, nos llenan el cuerpo de miedo, nos asustan con nuestras pensiones que hasta hace poco nos aseguraban que no corrían peligro, debemos urgentemente hacernos con un plan de pensiones privado que complemente lo que nos van a quitar, nos aconsejan.
Pero nadie nos dice como de un sueldo de entre 800 y 1000 euros, los afortunados que lo tengan, se puede hacer una partida de dinero para destinar a asegurar la pensión.
Se empeñan en querer alargar la vida laboral como solución eficaz, pero no acabo yo de ver a un hombre o mujer de 67 años, subido a un andamio en una obra o en una cadena de producción, conduciendo cualquier transporte de viajeros o en un almacén moviendo mercancías.. permitir que los trabajadores mayores de 65 años continúen en su puesto “es como dar una bofetada a los miles de parados que no encuentran un empleo”. En ocasiones se trata de jóvenes muy preparados que están a la espera de una oportunidad para demostrar esa valía.
Hoy Fátima Bañez, ministra de Empleo y Seguridad Social, en su comparecencia ante la Comisión del Pacto de Toledo, ha realizado una llamada a la “tranquilidad”, asegurando que los españoles tienen asegurada su pensión, pero yo no sé si fiarme de quien es capaz ella solita de aclarar que el déficit en la Seguridad Social se debe a la destrucción masiva de empleo, y por otro lado augura que en 2060 nuestro gasto en pensiones sobre el PIB (Producto Interior Bruto) será del 11% y estaremos en mejor situación que Italia con el 14% y Alemania con el 12%. Bueno solo son 44 años de espera...
Quizás se debería luchar por la pronta integración de los jóvenes al mercado laboral, en sustitución de aquellos que ya han alcanzado su edad mínima de jubilación, una renovación natural de los puestos de trabajo, en lugar de permitir con las distintas reformas laborales, de los gobiernos PSOE y PP, que el empresario tenga las manos libres para la contratación bajo condiciones de total precariedad e injusticia, en forma de temporalidad o eventualidad y con salarios de risa que evidentemente inciden en la cotización a la Seguridad Social.
En muchos casos ni siquiera se cubre el puesto vacante de cualquier jubilado y la carga de trabajo se reparte entre el resto de obreros llevando a jornadas exhaustas bajo un ritmo de trabajo esclavizante agravado por recortes salariales constantes.
En este punto es donde echamos en falta la acción sindical de izquierdas, una radicalización ante el auge de deslocalización de multinacionales en su afán por beneficios desproporcionados con el beneplácito de la administración que en su día subvencionó a las mismas para su instalación en el país, y por tanto factor importante de desempleo, no solo es un puesto de trabajo que se pierde sino que además es un nuevo demandante de prestación, que difícilmente volverá a tener el mismo poder adquisitivo y por consiguiente índices más bajos de ingreso en las arcas de la Seguridad Social, en el caso de encontrar trabajo de nuevo.
Una acción sindical potente y unida a la que no le tiemble el pulso ni la voz a la hora de enfrentarse al capital, exigiendo un reparto de las cargas de trabajo sin perjuicio de los salarios, la expropiación de todas aquellas empresas que aún con beneficios inicien un proceso de cierre y ponerlas a producir bajo control obrero convirtiéndose en verdaderos defensores de la clase trabajadora.
Solo lograr el objetivo de máximo empleo, estable y suficientemente remunerado, puede llevarnos a solucionar un grave problema como el que se nos viene encima, y esto pasa por una movilización masiva de la clase trabajadora, con sus direcciones sindicales que los representen al frente, ocupando nuestro espacio en la vida política y tratando de conseguir el reconocimiento de lo que somos: el motor que mueve el mundo.
Solo así, nuestras pensiones y las de nuestros hijos, no correrán peligro.