El equipo vasco empató ayer 1 a 1 en el Camp Nou con el Barcelona de Messi, Neymar y Suárez, pero en la ida goleó 4 a 0 como local a los Blaugranas. Logra un título después de 3 décadas de sequía. Messi anotó para Barcelona y el empate lo selló Aduriz.
Martes 18 de agosto de 2015
Foto: sitio oficial del Athlétic de Bilbao
Al revés que la mayoría de los equipos del planeta, Barcelona es más noticia cuando no gana. La semana pasada sucedió un cataclismo futbolístico: el Athletic de Bilbao superó 4 a 0 al Barsa en el Sant Mamés (estadio donde oficia de local el equipo más importante de Euskadi), con “hat trick” -3 goles- de Aduriz (la figura excluyente en esta serie final) y uno de San José.
El equipo más poderoso y vistoso del mundo, el Barcelona, estaba a las puertas de conquistar su quinto título en el año: ya ganó la Liga, la Copa del Rey, la Champions League y la Supercopa europea, pero el club albirrojo de Bilbao le arrebató lo que podía ser su quinto logro. Ahora le queda la posibilidad de consagrarse campeón mundial a nivel clubes cuando en Diciembre compita en el Mundial, que probablemente lo ponga ante River como rival.
Athlétic venía de 3 largas décadas sin campeonatos. En 1984 obtuvo el último, la misma Supercopa española que logró ayer, 31 años después.
Con el 4-0 en contra, el Barca no encontró nunca la calma necesaria para dar vuelta un resultado tan abultado. El gol de Lio Messi (un centro que Suárez bajó con el pecho para la buena definición de la Pulga) no surtió el efecto deseado. Por el contrario, los nervios le jugaron una mala pasada a los Blaugranas y a sus figuras: Pedro y Suárez se la agarraron con el arquero Iraizoz que demoraba en poner la pelota en juego, más adelante Piqué exageró en sus protestas al árbitro y ligó una roja… Aumentaban los nervios, corría el tiempo, la desesperación se apoderó de un equipo acostumbrado a jugar con la posesión del balón y con paciencia para encontrar el hueco en la defensa rival. Esta vez el Athlétic fue el que ganó en paciencia, esperó y cuando pudo aprovechó, como en el gol del empate marcado –otra vez- por Artiz Aduriz, que recibió solo una pelota bajada de cabeza de una pelota dividida ante la mirada atónita de toda la defensa catalana. Aduriz no tuvo más que elegir la definición: el arquero Bravo dio rebote, pero los defensores del Barca llegaron todos tarde.
Con esa desventaja en el resultado global y sin Piqué en cancha, era como remontar un barrilete de cerámica. La expulsión de Kike Sola (otra de las figuras del Athlétic) por una plancha que le envidiaría cualquier tintorería y que sufrió Mascherano, ya no cambiaría el curso de los acontecimientos.
Esta vez, la Supercopa española viaja para Euskadi, el país vasco. Para desgracia de la Federación Española, la disputaron dos clubes cuyas aficiones reniegan de integrar el Estado Español y se han pronunciado vivamente por la independencia de sus naciones, Catalunya y Euskadi respectivamente. De hecho, el Barcelona jugó el partido de ida con una casaca amarilla a rayas rojas, como la bandera catalana, todo un símbolo. La lucha por la autodeterminación seguirá. Mientras tanto, la alegría es “gorria eta zuria” (roja y blanca) y el grito suena en euskera: Txapeldunak! (¡Campeón!).