Han pasado dos semanas desde que iniciaron las medidas preventivas contra el Covid-19 en México. Los estragos económicos no se han hecho esperar y eso ya se nota en el bolsillo de las familias trabajadoras.
Viernes 27 de marzo de 2020
No sólo el aumento del precio del dólar, llegando a niveles históricos -más de 25 pesos por unidad- ni la baja del precio del crudo, lo cuál tiene a uno de los pilares de la economía nacional en serios aprietos, ni los pronósticos de inminente recesión en México y en el mundo, son los resultados de la crisis sanitaria que el Covid-19 ha traído.
En México son millones las y los trabajadores que no pueden dejar de salir de sus hogares, pues ya sea que son parte del sector informal de la economía, el cual no goza con ningún derecho social, o que sean parte de los millones que trabajan en lugares totalmente precarizados, donde la seguridad social y los derechos laborales son casi un mito. Al no gozar de estabilidad laboral, ni ningún tipo de amparo, se ven obligados a seguir trabajando para seguir comiendo y dar de comer a sus familias.
La cosa se ha agravado ahora que, aprovechándose de la situación de total incertidumbre, algunos productos han mostrado aumentos significativos, ya sea a nivel nacional o en ciertas regiones del país, resultado de la especulación de los precios y ocultando mercancía para hacer pasar esto por un desabasto.
Algunos reportes hablan de que en el norte del país el kilo de tortilla llega a 28 pesos, mientras según la Profeco, el precio promedio debería rondar los 15 pesos, mientras en la CDMX está en 14 pesos. Otros productos como el huevo llegan a más 40 pesos el kilo, la pechuga de pollo a unos impresionantes 70 pesos.
¿Cómo enfrentamos la crisis y el aumento de los precios?
Es claro que quienes estamos pagando la crisis somos las y los miles de trabajadores de este país, que vamos a enfrentar el Covid-19 o exponiéndonos diario en el transporte público o con nuestros mínimos ahorros, con un sistema de salud en proceso de desmantelamiento y sin la certeza de que podremos recibir atención en caso de contagiarnos.
Pero la realidad y el plan ante la crisis podría ser distinto, pero eso no va a suceder sin la acción consciente de los y las trabajadoras del país, tenemos que imponerle al gobierno y los empresarios un tope en los precios de la canasta básica, hay que reducirlos y congelarlos, acabando con los intermediarios y especuladores que buscan enriquecerse de la necesidad de alimento de millones.
El Estado debe subsidiar los alimentos para que nadie muera de hambre durante la crisis, y distribuir de manera gratuita a todos los trabajadores en situación de alto riesgo alimento para ellos y sus familias, así como a toda la población cuyo salario no cubra la canasta básica el cual ronda los 16mil pesos, todo esto bajo control de los campesinos y productores, es decir bajo el control de nosotros mismos.
El dinero para esto tampoco puede salir de nuestros bolsillos, hay que dejar de pagar la fraudulenta deuda externa e implementar impuestos a las grandes fortunas del país, que están controladas por un puñado de personajes, esto en la necesidad de evitar que millones vivan en la total miseria la contingencia que estamos viviendo. Una salida es distinta, pero no vendrá de ninguno de los partidos que se enriquecen de las arcas del Estado, tampoco vendrá del gobierno, este sólo puede venir de la solidaridad y acciones de aquellas y aquellos que dejamos la vida en nuestro trabajo.