Este artículo es una reflexión desde la perspectiva de la revolución social sobre la autodeterminación y el procés català que continúa otro artículo publicado la semana pasada.
Guillermo Ferrari Barcelona | @LLegui1968
Lunes 23 de julio de 2018
Los revolucionarios no estamos a favor de cualquier unidad del Estado español, ni tampoco lo estamos de cualquier proceso de independencia. Sin embargo, diferenciamos claramente entre un estado opresor (pequeña cárcel de naciones) como lo es el Estado español y las nacionalidades oprimidas, como la catalana o la vasca. Porque al igual que pensaban Marx y Lenin, opinamos que un pueblo que oprime a otro jamás podrá ser libre.
Una democracia blindada, pactada con la dictadura
El Estado español tal cual lo conocemos ahora es una democracia para ricos nacida de un pacto con el búnker franquista y que se está blindando a pasos agigantados. “Democracia para ricos” quiere decir que sus diferentes gobiernos son los encargados de usar la administración pública a favor de los grandes empresarios (Ibex 35) y fortunas. Por ello es que el presupuesto público lo saquean continuamente agrandando la fortuna de los Fainé, Amancio Ortega, Roig, Villar Mir, etc.
Al igual que el resto de “democracias”, la española gobierna para los grandes empresarios en detrimento de los trabajadores. Eso es capitalismo. Aunque tiene sus particularidades. Es una democracia pactada con el búnker de la dictadura franquista. Y, como tal la Constitución no reconoce las naciones existentes, nos da una Monarquía y un Monarca nombrados por Franco, preserva el mismo poder judicial y fuerzas militares y de represión procedentes de la dictadura, etc. Es democracia para ricos que nace extremadamente limitada.
Además, las instituciones españolas se están blindando aceleradamente. Esto es, que a través de nuevas leyes como la mordaza; o de una interpretación aberrante como se hace con el “delito de odio” que se supone protege a las minorías y se usa para proteger a la policía; o directamente de retorcer la realidad de manera flagrante como se hace en las causas judiciales contra los dirigentes y activistas independentistas catalanes; con causas judiciales que permiten la violación; con la defensa de fronteras que matan a inmigrantes; etc. y etc.
Y, durante estos años de crisis económica mundial, las instituciones españolas han hecho que los trabajadores seamos los paganos de la misma. El paro ha llegado oficialmente al 26% y aún sigue alto; los nuevos puestos de trabajos son temporales, mal pagados y en condiciones de ultraprecariedad; la vivienda es un bien casi inasumible para jóvenes; la brecha salarial entre mujeres y hombres continúa creciendo; etc., etc. Pero las grandes empresas ganan igual o más que antes de la crisis. El secreto es que lo hacen pagándonos menos.
Por todo lo anterior, como revolucionarios no es posible defender de manera alguna esta “Unidad de España”. Porque es una unidad reaccionaria que defiende a los ricos, oprime a las naciones y superexplota a los trabajadores. Y, el caso del movimiento democrático catalán por la autodeterminación y la independencia está atacando a esas instituciones, al Régimen del 78. Las masas catalanas le enfrentan porque quieren votar en un referéndum la relación entre ambas naciones.
Democracia y revolución, las lecciones de la III y la IV Internacionales
Los revolucionarios apoyamos la realización del derecho de autodeterminación de las naciones oprimidas (incluso de separación si así la mayoría lo decide). Lo hacemos porque creemos que ninguna nación debe tener privilegios y deben estar en un plano de igualdad para poder tener relaciones sociales, económicas, culturales en las mejores condiciones posibles. Y, por ello hemos defendido y participado del 1-O y también planteamos que había que realizar la voluntad expresada el 1-O y con la huelga del 3-O.
A los revolucionarios no nos interesa crear más fronteras. Sin embargo, aun así defendemos la autodeterminación catalana y la separación que se expresó el 1O. Lo hacemos porque tampoco defendemos fronteras reaccionarias que opriman a la población. El proceso democrático catalán es una reivindicación que sirve para atacar el Régimen del 78 y el sistema capitalista español. Si bien actualmente está liderado por los representantes de la burguesía catalana, es el pueblo quien salió a la calle comenzando con el mismo.
Desde CRT retomamos las lecciones programáticas de la III y la IV internacionales. Y no separamos el programa mínimo (de conquistas económicas y democráticas) del programa máximo (la revolución social). Esto es así porque desde principios de siglo pasado las potencias burguesas habían demostrado claramente que el capitalismo era reaccionario. Las dos guerras mundiales con varias decenas de millones de muertes fueron una palmaria muestra de la reacción capitalista.
Lenin lo expresó claramente en su libro “El imperialismo etapa superior del capitalismo” en el cual define “… los rasgos distintivos del imperialismo que obligan a calificarlo como capitalismo parasitario o decadente”. Para Lenin, “El imperialismo es la época del capital financiero y de los monopolios, que provocan en todas partes una tendencia a la dominación, y no a la libertad. Sea cual sea el régimen político, el resultado de esa tendencia es la reacción abierta y la extrema intensificación de las contradicciones en este campo.” Y el fundador de la III Internacional concluía con que esta reacción abierta “Particularmente se intensifica la opresión nacional y la tendencia a las anexiones, es decir, a la violación de la independencia nacional”.
La IV Internacional, fundada por León Trotsky, en combate contra la burocratización de la URSS dirigida por Stalin, retomó la caracterización que Lenin y la III Internacional hacían del sistema capitalista como completamente reaccionario: “…en la época del capitalismo en descomposición (…) cuando cualquier reivindicación seria del proletariado y hasta cualquier reivindicación progresiva de la pequeña burguesía, conducen inevitablemente más allá de los límites de la propiedad capitalista y del Estado burgués.”(1)
Diferente era la época en que surgió la socialdemocracia, época en la cual el capitalismo aún tenía ciertos aspectos progresistas. La SD separaba el programa mínimo del programa máximo, puesto que no estaban maduras las condiciones para la revolución social. Se trataba de ganar posiciones para que en el momento en que el capitalismo se transforme en imperialista, poder disputarle la dirección de la sociedad. Y en la etapa imperialista “… la burguesía retoma cada vez con la mano derecha el doble de lo que dio con la izquierda…” por tanto el programa mínimo y máximo deben tener una relación mucho más estrecha: “La IV Internacional no rechaza las reivindicaciones del viejo programa mínimo en la medida en que ellas conservan algo de su fuerza vital.”
La síntesis de la acción de los revolucionarios está expresada en el Programa de Transición “En la medida en que las reivindicaciones parciales –“mínimum”– de las masas se choquen con las tendencias destructivas y degradantes del capitalismo decadente –y eso ocurre a cada paso–, la IV Internacional propone un sistema de reivindicaciones transitorias, cuyo sentido es el de dirigirse cada vez más abierta y resueltamente contra las bases del régimen burgués.”
Por ello los revolucionarios participamos en luchas democráticas básicas como la autodeterminación (Catalunya, los derechos LGTBI) o sociales (Amazon, Panrico, las Kellys, etc) como se hace contra la precariedad y el coste de la vida creciente. Luchas que en sí mismas no son revolucionarias, pero que en la medida en que se enfrentan al régimen y al sistema tienen esa “fuerza vital” que las potenciará a unirse con el resto del proletariado y el pueblo (y a despertarlos) para vencer la resistencia del capitalismo.
Esto lo que demuestra es que el agente de las reformas democráticas estructurales y sociales no será la burguesía. Ni la burguesía española, ni la burguesía catalana. La española lo ha reprimido abiertamente a través de todas las instituciones del estado. La burguesía catalana abandonó a los millones de catalanes llevándose la sede social de las principales empresas. Y los representantes de ella, esto es Convergència y Esquerra ni defendieron la república, ni se atrevieron a hacer siquiera algún acto jurídico para proclamarla, tan solo una declaración simbólica y “apagaron la luz”.
El ejemplo de los primeros años de la URSS es un modelo a seguir. Entre las primeras determinaciones del Soviet fue la “Declaración de los derechos de los pueblos de Rusia” que proclamó el “El derecho a libre autodeterminación, incluyendo la secesión y formación de un estado separado”. Y, entre 1917 y 1918 se constituyeron una serie de naciones, algunas de las cuales se separaron y la mayoría acabó formando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Ni la débil burguesía rusa, ni el zar permitieron la autodeterminación de las naciones. Ellos preferían usar un pueblo contra otra para preservar la propiedad de la tierra y las condiciones semifeudales de trabajo. Fue el proletariado liderando al campesino pobre quien dio pasos para resolver el problema de la paz, la tierra, la autodeterminación de los pueblos, y comenzar a resolver las graves penurias sociales a la que estaban sometidos.
Con las diferencias por la evolución sucedida en estos cien años, la burguesía continúa tratando de evitar cualquier reforma democrática estructural. El estado español continúa oprimiendo a las nacionalidades existentes dentro de sus fronteras. Y, la burguesía catalana lleva muchas décadas participando como socia menor de los negocios del Estado español. ¿Por qué querría romper ahora esta gran empresa?
Catalunya, autodeterminación e independencia
Desde una perspectiva revolucionaria es falso identificar a la dirección del procés con la base social que impulsa el movimiento. En primer lugar, porque el movimiento democrático catalán comenzó a pesar de Convergència, Esquerra y del PSC. Y en segundo lugar, porque la dirección ha sido presionada en momentos claves por la movilización social para ir más allá de lo que quería. Cuestión que demuestra una divergencia de intereses entre la base y la dirección como se vio cuando Clara Ponsatí dijo que iban de farol mientras el pueblo puso el cuerpo a las cargas policiales del 1-O.
Para los revolucionarios esta diferenciación es fundamental. El pueblo cuando pide la independencia y/o ejercer la autodeterminación está buscando una forma de resolver los graves problemas sociales que padece por la situación de crisis económica que desde el poder y las grandes empresas (incluido el catalán) se descarga sobre ellos. Y, los representantes de la burguesía lo hacen para defender los intereses de la gran patronal como se puede leer en el informe del CAREC.
La clave para ejercer el derecho de autodeterminación y su realización reside en la movilización y la organización sociales independiente de las alas burguesas y sus representantes. A diferencia de la dirección del procés que hizo lo imposible por restringir la movilización social como demuestran las defensas de los presos políticos cuando el 20-S los Jordis pedían al pueblo que se fueran o el mismo 1-O cuando Esquerra planteó levantar el 1-O por la represión policial en los centros de votación durante la mañana.
Por ello, desde la CRT hemos insistido en los llamados a la CUP a romper con la burguesía catalana, para organizar una campaña desde los centros de estudios (universitarios, institutos, etc.) y de trabajo en que sea posible para favorecer una movilización orgánica y dirigida desde la base. Hemos saludado la aparición de los CDRs que han jugado un rol destacado el 1-O, el 3-O y el 8N y hemos participado en ellos. Lamentablemente, la dirección de la CUP los ha subordinado a la estrategia de Puigdemont y se han limitado a la acción barrial.
¡Qué diferentes sería si los CDRs apoyaran masivamente las luchas de los trabajadores como los técnicos de Movistar y las Kellys! ¡Así sí que se podría ensanchar la base social! Los trabajadores podrían identificar la República con la solución de sus necesidades sociales. Algo imposible que pueda suceder si los campeones de los recortes sociales siguen al frente del movimiento catalán.
El grave problema político de subordinarse a la dirección de la burguesía catalana o sus agentes pequeñoburgueses son los límites de clase que estos tienen. La burguesía hace décadas que no lidera un proceso democrático de constituir una nación o una república. Incluso en casos como el de Quebec, la burguesía ante el peligro de escisión retiró sus empresas. Los grandes empresarios son temerosos de perder una parte del negocio ante procesos de movilización social. Por eso, sus representantes abandonaron el Catalunya (Puigdemont y compañía) o no asistieron a la Generalitat (Junqueras y los dirigentes presos).
Y, la burguesía catalana no es una excepción. Las empresas catalanas están ligadas estrechamente al capital del Estado español. En primer lugar, porque es su mercado de excelencia (aunque en los últimos años tuvo que ampliar sus horizontes), en segundo lugar, porque están entrelazados hasta familiarmente. Familias tan importantes como los Cortina con la cerveza San Miguel, los Carceller de la Damm, los Suqué-Mateu del Grupo Peralada, por tan solo mencionar tres, han sido firmes defensores de Franco y bajo su dictadura han podido extender su dominio económico (2).
Una porción importante de la clase obrera catalana votó a Ciudadanos pensando en la unidad nacional. Seguramente, con el convencimiento de que si todos los pueblos del Estado español permanecemos unidos seremos más fuertes para superar los graves problemas sociales. La idea de una “balcanización” de la península obviamente sería grave y no hay fuerza política de izquierda y de clase que pueda desearla seriamente. Sin embargo, la unidad que defiende Ciudadanos es la del Ibex35, completamente opuesta a los trabajadores. La misma que defienden el PP y el PSOE con la aplicación del artículo 155.
Sin embargo, no es posible apoyar la “actual unidad de España” desde una posición mínimamente progresista. Una unidad que desde Madrid se encarga de oprimir las naciones que alberga el Estado español y que descarga fieramente la crisis sobre los trabajadores y en especial entre las mujeres y los jóvenes. La política de recortes ha recaído centralmente en las Comunidades Autónomas y el paro y la precariedad continúa golpeando a las familias obreras.
Por ello, los revolucionarios que identificamos las reivindicaciones nacionales del pueblo de Catalunya como parte de la lucha contra los recortes, el paro y la precariedad, vemos en la movilización catalana un gran impulso para desarrollar la movilización en el resto del Estado. Por ello, desde la CRT, en la medida de nuestras fuerzas, hemos participado e impulsado la movilización catalana en la perspectiva de empalmar con el resto de los pueblos y los trabajadores del Estado. Que el movimiento catalán sea la punta de lanza para despertar al proletariado de los trabajadores y los pueblos del Estado.
Veíamos (y vemos) la posibilidad de que Catalunya sea una cabecera de playa para que los pueblos tengan el reconocimiento nacional que se merecen y que haya una asociación libre y voluntaria entre los mismos en base al respeto mutuo y sin privilegios para ninguno en especial. Una asociación que de la posibilidad de autogobierno que cada pueblo desee incluso la posibilidad de constituir una nueva república.
Por ello planteábamos la construcción de una federación de repúblicas ibéricas que solo podría ser construida por los trabajadores y los pueblos de la península. Dicha construcción será posible sobre la base de derrotar a las reaccionarias instituciones del Régimen del 78, la Monarquía y el Ibex 35. Son los grandes empresarios quienes se benefician de la opresión nacional. Mientras los trabajadores y los pueblos se enfrenten entre sí, ellos descargan la crisis sobre nosotros. Y, entre las grandes empresas “españolas” las hay de Catalunya, de Euskadi y de diferentes territorios.
Las burguesías periféricas participan de los negocios de la burguesía española como explicaba antes. Están unidas por lazos familiares, por negocios millonarios comunes, por explotan al máximo los presupuestos públicos. Por ello no se puede esperar a que la burguesía del estado oprimido se encargue de llevar adelante las tareas democráticas pendientes y, mucho menos aún de hacerlo para resolver los graves problemas sociales que padece el pueblo pobre. Es que es parte del problema. No hay que olvidar que CiU participó entre los padres de la Constitución del 78 y que partir de la huelga del 3-O las empresas catalanas llevaron su sede social fuera. Y, que ni siquiera se atrevieron a declarar la República votada el 1-O.
Por eso mismo, para ejercer el derecho de autodeterminación planteamos que éste debe ser liderado por los trabajadores y el pueblo catalanes desalojando a los representantes de la burguesía (Convergència y Esquerra) de la dirección. Y que ésta lucha deberá acabar con el Régimen del 78 aliándose con los trabajadores y los pueblos del resto del Estado. Por lo cual es vital levantar conjuntamente las demandas obreras contra el paro, la precariedad, los bajos salarios, la vivienda, los derechos de las mujeres y pensionistas, etc.; conformando una enorme alianza obrero y popular.
Esto nos lleva a una república catalana basada en los métodos y luchas de clase, es decir, una República obrera y popular catalana en la perspectiva de una unión libre y voluntaria de repúblicas obreras de la península. En síntesis una república catalana que no nazca dividida del resto de los pueblos y trabajadores del Estado. Cuestión que sería imposible realizar bajo la dirección de la burguesía catalana, puesto que no pretende resolver problema democrático y social alguno que vaya contra sus intereses depredadores.
Por eso desde la CRT somos parte de la lucha por construir una izquierda de los trabajadores, completamente independiente de cualquier ala burguesa. Somos parte de la construcción de una izquierda anticapitalista basada en las mujeres combativas del 8M, los jóvenes y estudiantes que luchan, los trabajadores que están peleando contra la precariedad. Participamos de la construcción de una izquierda anticapitalista, de los trabajadores y socialista.
Notas:
(1) Programa de Transición. Es el programa fundacional de la Internacional que buscaba la continuidad de la III Internacional bajo la dirección de Lenin, es decir, durante sus primeros cuatro congresos. La III Internacional, bajo las órdenes de Stalin fue una de las instituciones que ayudó a la burocratización de la URSS y a la derrota del proletariado de la unión soviética.
(2) “El Franquisme que no marxa” de Lluc Salellas es un buen libro para entender el entrelazamiento económico y familiar entre poderosos catalanes y españoles durante la dictadura franquista y las décadas posteriores.