Una idea clave para la victoria del sector de Mario Aguilar en las elecciones del Colegio de Profesores en 2016 fue la autonomía gremial. Con esta noción, el actual presidente del magisterio, instalaba la ilusión de una supuesta independencia plena del gremio docente respecto a los partidos políticos.
El recordado telefonazo de Jaime Gajardo –presidente gremial en ese entonces, y militante del Partido Comunista- en 2014 y el apoyo de éste a la Carrera Docente en 2015, pusieron en evidencia la supeditación de su sector al gobierno de Michelle Bachelet. En ese tiempo, Aguilar, desde la “disidencia”, trató de perfilarse como un defensor de los intereses del profesorado frente a las “cúpulas partidistas”.
La idea de “autonomía” intentaba dialogar con las conclusiones de las y los profesores que en 2014 y 2015 hicieron la experiencia concreta con el Partido Comunista actuando como agente del gobierno al interior del gremio. “Yo tengo militancia, pero ésta no determina mi accionar en el gremio. Esa es la gran diferencia –decía un Mario Aguilar recién electo en 2016-. Nosotros nunca hemos dicho que la gente no tiene derecho a militar y nunca hemos hablado de un gremio despolitizado […] Yo soy militante del Partido Humanista, pero el partido nunca me ha dado instrucciones, ni yo se las aceptaría. Yo me debo a los profesores.” [1]
Creemos que el paro que ha tenido lugar durante las últimas semanas, no sólo constituye una primera prueba para el Frente Amplio a la cabeza de una organización de masas, sino también un laboratorio de las ideas y “sentidos comunes” que este conglomerado intenta formar a través de su actuación política. Uno de estos “sentidos comunes” es, precisamente, el de la “autonomía gremial”. Como veremos, esta idea es bastante funcional a la estrategia de “integración al régimen” que guía al Frente Amplio.
Si realmente creyéramos en la “autonomía”, no podríamos afirmar que el paro ha sido una prueba para el Frente Amplio. En el relato de Mario Aguilar, son los profesores de base quienes deciden las principales cuestiones que hacen a la vida del gremio, incluyendo la continuidad o no del paro. Así, siguiendo esta lógica, el pasado lunes 22 de julio, la votación de un 65% a favor de la opción “Deponer el Paro y mandatar al Directorio Nacional, a elaborar un de Acción y Movilización, que permita logros satisfactorios a nuestro Petitorio" v/s la votación de un 34% para la opción “Seguir en Paro y de no estarlo, me comprometo a sumarme a él. Esto implica no asistir a mi lugar de trabajo y participar en todas las actividades del Paro Indefinido”; sería una expresión genuina de la voluntad de los profesores organizados.
Desde una mirada restringida, este relato se corresponde con los hechos, en tanto, en el periodo anterior, cuando dirigía Jaime Gajardo, no estaban instauradas ni siquiera las “consultas” y el PC podía imponer su mayoría en la mesa nacional (o asamblea nacional) para implementar su “línea política”. La “rebelión de las bases” (2014) le propinó un duro golpe a ese “sistema” para tomar decisiones, en tanto decenas de miles de docentes en todo el país decidieron movilizarse y paralizar en contra de la decisión burocrática que había tomado el Partido Comunista de deponer la movilización sin preguntarle a profesoras y profesores de base.
En este escenario la idea de autonomía, podía ser bastante llamativa. Pero hecha la experiencia del paro con la nueva conducción, es ineludible que nos preguntemos si efectivamente ha existido tal autonomía. Y, más allá aún, que nos preguntemos si es posible y deseable algo así como una autonomía del Colegio de Profesores y las organizaciones sindicales. Que nos preguntemos si el método de la consulta, es el más óptimo para reflejar la voluntad de las bases. Hay quienes sostendrán que sí, y argumentarán que el curso del paro se supeditó a las votaciones de las consultas, y que, por lo tanto, son las profesoras y profesores quienes han decidido qué hacer y no la cúpula del Partido Humanista o los dirigentes del Frente Amplio. Pero las cosas no son tan simples. [2]
El pesimismo y la espera pasiva de “Refundación” (PH) en el paro
Consultado si valieron la pena los 50 días de paralización, Mario Aguilar respondió que sí. Según él, hay que diferenciar "los logros tangibles, que son los puntos del petitorio que alcanzamos, de los logros intangibles. Entre los segundos están el lograr una unidad gremial muy fuerte, porque sostener un paro por siete semanas requiere mucha cohesión. También tuvimos un gran respaldo ciudadano: las encuestas dicen que hubo cerca de 70% de apoyo a las demandas. Y el tercer logro intangible fue poner la educación en el centro del debate. Empezamos el paro el 3 de junio y el 1 de junio el Presidente había hecho su cuenta pública, en la que la educación estuvo prácticamente ausente.” [3]
A Aguilar le interesa presentar un balance alegre del rol de su sector en la conducción del gremio. Por eso se concentra rápidamente en los puntos “intangibles” que, para él, son los que permiten decir con firmeza que los 50 días de paro sí valieron la pena. ¿Es efectiva esa afirmación?
A nuestro modo de ver es indiscutible que el paro valió la pena. Quienes podrían afirmar lo contrario, son los representantes del gobierno y los defensores del neoliberalismo en educación. Aguilar no dice ninguna ocurrencia azarosa cuando indica que la educación se puso en el centro del debate y que el “respaldo ciudadano” a las demandas de los profesores llegó al 70%. Pero hay una cuestión a la que no se refiere Aguilar: la estrategia de Refundación impidió que el paro desarrollara todo su potencial.
Veamos ¿Cuáles son los puntos “tangibles” más importantes frente a los cuales el gobierno no cedió? El pago de la deuda histórica, el reconocimiento profesional para educadoras de párvulos y diferenciales y la mantención de la obligatoriedad de Historia y Educación Física para 3° y 4° medio. Pero acá no se trata de un juego de sumas y restas de puntos “tangibles” e “intangibles”. El hecho esencial acá es que el llamado a repliegue del sector “oficialista” comandado por Mario Aguilar y su posterior “estrategia” de renuncia a la lucha; en el contexto de la no realización de esas demandas, afectó directamente a la “unidad” del movimiento docente. No es cierto que la unidad gremial quedó intacta. No es un secreto para nadie que la mísera dádiva de un bono trimestral de $45.000 para las educadoras diferenciales generó una justa indignación y que el llamado a replegarse de dirigentes como Aguilar o Carlos Díaz Marchant generó la sensación de desmoralización y rabia con los propios dirigentes en amplios sectores de profesores y educadoras que no lo esperaban. “Nos quitaron el piso” fue el comentario en muchos comunales de norte a sur. Además, con los jubilados de la deuda histórica, los profesores de Educación Física e Historia ¿qué factor de unidad fue la dirección del Colegio de Profesores? La línea “desde arriba” fue calificar de “irresponsables” a quienes votaban paro sin paralizar efectivamente, acusar a ese sector de tomar para la “chacota” la votación de paro, recordando la célebre expresión de Carlos Díaz Marchant. No quisieron entender que esa votación era la muestra de un rechazo a los ofrecimientos de Piñera. En vez de buscar los medios para sumar a esos docentes al movimiento activo, desplegando iniciativas creativas para superar las barreras impuestas por las autoridades, por sostenedores y directores, se dedicaron a desmoralizar a los colegas.
Cuando llamó al repliegue, Mario Aguilar afirmó que el movimiento no podía crecer más. Con eso, sólo reveló su falta de confianza en la fuerza del paro y las bases. Cuando en la consulta del 10 de julio se votó mayoritariamente continuar el paro indefinido, la única iniciativa posterior de los dirigentes fue hacer una nueva Asamblea Nacional una semana después. En esa instancia, la única propuesta fue realizar una nueva consulta para el lunes 22. Consulta, asamblea, consulta. Las vacaciones, una y otra vez se usaron como excusa para no hacer nada. ¿Acaso esta manera de actuar que tuvo el sector dirigente no influyó en el curso del movimiento? Sí influyó, generando confusión, propiciando un retroceso desordenado.
En los hechos hay varias decisiones con implicancias para el paro que fueron tomadas sólo por la burocracia del Colegio de Profesores. La más importante es decidir no hacer nada cuando se les ocurrió que el movimiento no podía crecer más. No haber impulsado la coordinación con la huelga de los mineros de Chuquicamata y posteriormente con los trabajadores de Walmart fue parte de la “estrategia” de los dirigentes del Partido Humanista. Una “estrategia” que se puede resumir en una frase: que el torrente no se salga de sus cauces. Pero veremos que este no era el único camino posible.
Aunque no es objeto de este artículo, conviene no dejar fuera de esta crítica al Partido Comunista. La misma organización que el 2014 y el 2015 se alineó con el gobierno de Bachelet, ahora buscó lavar su imagen votando “paro” en las consultas. Pero la absoluta pasividad de la CUT o la negación a la coordinación desde los sindicatos de Chuquicamata, son una muestra clara de que al PC no le interesó realmente desarrollar todo el potencial de la lucha docente. Por otro lado, “vociferar” el paro es una cosa. Pero sin desarrollar la autoorganización de docentes y apoderados, trabajadores y estudiantes, votar “paro” puede quedar como un buen saludo a la bandera.
Las figuras políticas frenteamplistas y la separación de lo político
Esta manera de actuar, sin duda, es coherente con la estrategia que ha tenido el Frente Amplio frente al régimen. En términos estrictamente programáticos, distintas fuerzas que componen el conglomerado, han respondido al anuncio de reducir la cantidad de parlamentarios realizado por Piñera en su cuenta presidencial y a las reformas políticas que visualiza en la Corte Suprema, el Ministerio Público, el Tribunal Constitucional y la Contraloría; canalizando la propuesta de “iniciativa popular de ley” de NO+AFP, y el petitorio del Colegio de Profesores, y proponiendo “mayor participación ciudadana” en el caso de Convergencia Social; un Congreso unicameral, la extensión del mandato presidencial con mandato revocatorio y la Iniciativa Popular de Ley en el caso de Comunes y reducir la dieta parlamentaria a la mitad, eliminar el Senado y funcionar con un Congreso unicameral, en el caso de Revolución Democrática.
Ahora bien, la pregunta es cómo realizar ese programa. Las fuerzas del Frente Amplio apostaron por un camino de las conversaciones y diálogos interminables con el gobierno, y por los acuerdos con los partidos de la ex Nueva Mayoría. Se ciñen a los tiempos del régimen. Los primeros días de paro docente protagonizaron una serie de reuniones con el ministro Andrés Chadwick. En su tramo final se reunieron –en tanto presidentes de las comisiones de Educación- con la ministra Marcela Cubillos. Los gestos deferentes no faltaron. Por ejemplo, a inicios de la segunda semana de junio, Diego Ibáñez, de Convergencia Social, comentando del ministro del Interior luego de reunirse con él decía que éste “se mostró dispuesto a poder incorporar dentro de las reformas políticas la necesidad de hacer que la participación ciudadana sea incidente mediante reformas bien puntuales, tanto a la Constitución como a la ley 20.500, que es la ley de participación ciudadana”. En esa reunión participó la presidenta de Convergencia Social, Gael Yeomans, junto al Vicepresidente Cristián Cuevas, la Secretaria de la Directiva, Francisca Perales. [4]
Por su parte, Javiera Toro, presidenta de Comunes, por esos mismos días, planteó su aspiración a que el diálogo sea fructífero y no mera imposición unilateral de gobierno. Explicó que “trajimos un documento con una agenda bien concreta de mayor democratización política para legitimar las instituciones que hoy día no están dando el ancho y, para eso, siempre vamos a estar disponibles. Manifestó su esperanza en que la voluntad del gobierno sea “genuina”. [5]
Este afán por el entendimiento, llevó a que la diputada Camila Rojas de Comunes, que asistió al despacho de la ministra Cubillos cuando el paro cumplía un mes, afirmara que “en los últimos días hemos notado una actitud más dialogante, sobre todo en la contingencia del paro de profesores y nosotros esperamos que se mantenga diálogo con las organizaciones sociales y con el Congreso” mientras que Latorre (RD) se ofreció para mediar si seguía el paro.
Se trata de una incongruencia con el discurso sobre la “intransigencia de Cubillos” usado por Mario Aguilar y de una contradicción con el sentimiento masivo de los profesores movilizados de que ésta debía salir del ministerio de Educación.
Esta serie de reuniones en pleno paro docente son un mentís directo a la explicación que años atrás hacía Mario Aguilar del Frente Amplio: “Nosotros no somos hijos directos de un Frente Amplio, creo que es al revés: que lo que nosotros hemos hecho alimenta y estimula la posibilidad de que se cree un referente político de este tipo. Es algo que surge desde abajo hacia arriba.” Lo que vemos acá es más bien es cómo desde arriba se moderan las tendencias y oportunidades que se desarrollan por abajo en base a la iniciativa de decenas de miles de profesoras y profesores.
Donde sí hay una coherencia es entre la actuación de estos parlamentarios y la actuación de Refundación, que difunde la idea de “autonomía gremial”, mientras es funcional a que el movimiento no crezca el movimiento. Así las “agendas normales” del régimen no son interrumpidas.
¿Podría haber sido de otro modo?
Que el camino seguido no era el único camino posible lo atestigua el desarrollo del paro en Antofagasta. Consideramos que se trata del ejemplo más avanzado y, al mismo tiempo, que podemos hablar de aquél en “primera persona” dada la participación que tuvo nuestra organización a través de la agrupación de docentes y trabajadores de la educación Nuestra Clase.
En esa ciudad, tempranamente, un sector del activismo docente buscó impulsar la coordinación con otros sectores de trabajadores, tomando la propuesta de Nuestra Clase. Si Mario Aguilar se quedó contento con el 70% de apoyo “intangible”, fue en Antofagasta donde un sector de trabajadores buscó que ese apoyo sea un factor “tangible” en la lucha y no un mero dato de las encuestas. El epicentro de este actuar estuvo en la escuela Patricio Cariola, lugar donde se realizaron asambleas comunes de profesores y apoderados y desde donde se votaron una serie de mociones que buscaban propiciar la unidad con los mineros de Chuquicamata que realizaron huelga y con las fuerzas vivas de la ciudad como los huelguistas de Conveyor o los estudiantes de Pedagogía y Derecho de la UA que se solidarizaron con el paro docente.
Es producto de esta “disposición de frente único” la asistencia de profesoras, estudiantes, militantes del PTR y huelguistas a la asamblea de Chuquicamata el 19 de junio, con el objeto de proponer la coordinación en la lucha; o el “cacerolazo masivo” con 3.000 personas marchando en común con los profesores. Portuarios, manipuladoras de alimentos y asistentes de aula se hicieron presentes en las calles. También, es producto de esa disposición, que en la ciudad se realizaron una serie de acciones combativas de la lucha de clases, como cortar los accesos de la ciudad. Cuando ya Mario Aguilar estaba empeñado en el “repliegue” y a horas de que Juan Moreno traicionara la huelga de Walmart, trabajadores de LIDER y profesores protagonizaron una marcha común en la ciudad, luego de que los primeros votaran a mano alzada realizar esa acción unitaria.
El sábado 27 de julio, se realizó en la sede del Colegio de Profesores un “Encuentro de agrupaciones antiburocráticas y clasistas” impulsado por Nuestra Clase, Pan y Rosas, Vencer, entre otras agrupaciones, además del PTR. En ese encuentro participaron trabajadores y jóvenes que protagonizaron la lucha de clases este año en la ciudad. Además de discutir qué lecciones estratégicas y políticas dejó el paro docente, tomaron una serie de resoluciones a través de las cuales buscan materializar las lecciones a través de batallas políticas hacia el futuro. Cobran especial relevancia el llamado a un Encuentro Educativo Nacional para discutir cómo retomar la lucha por una educación gratuita, pública y no sexista; el llamado a impulsar agrupaciones clasistas y antiburocráticas en el resto del país, la apropiación de La Izquierda Diario como medio de expresión de los sectores reunidos y la discusión sobre candidaturas obreras independientes en las próximas municipales. Se trata de los sectores más avanzados del proceso –docentes y no docentes- discutiendo cómo hacer una política desde la clase trabajadora y la juventud.
Creemos que este es un importante aporte que estamos haciendo como PTR al movimiento obrero en Chile. A diferencia tanto de los reformistas que transforman las movilizaciones en agua para el molino de la “presión institucional” o de los sectores que reproducen la ideología de la “autonomía” sindical o gremial, “no se pueden formular los intereses de una clase más que en forma de programa; no se puede defender un programa más que poniendo en pie un partido” (Trotsky).
Los sindicatos no son “espacios vacíos”, tampoco el Colegio de Profesores. Que durante el paro docente no se desarrollaran las tendencias a la coordinación es responsabilidad de las estrategias del Partido Comunista y el Frente Amplio a la cabeza del gremio docente. No hay que negar la verdad: el gremio docente y los sindicatos son espacios en los que actúan variantes políticas empresariales y de izquierda. El problema no es la “supeditación a los partidos” en general, sino la ausencia de un programa y una estrategia alternativas a las de las fuerzas dirigentes del Colegio de Profesores, un programa que confíe en las fuerzas de los trabajadores en primer lugar (clasismo) y que impulse la autoorganización, desarrollando tendencias como las que se expresaron en Antofagasta. Un programa que tenga como centro la preparación de las trabajadoras y trabajadores para gobernar a través de sus órganos de democracia directa.
Un programa así es el que defiende el PTR. Por eso pensamos que no es una casualidad que en la lucha docente hayamos compartido el destino con decenas de activistas y trabajadores en la ciudad, haciendo una experiencia completamente en las antípodas de la política frenteamplista. Y es la pelea que continuaremos dando. Porque pensamos que el desafío grande de terminar con este Chile neoliberal y su régimen requiere enfrentar a grandes fuerzas, a los capitalistas y al imperialismo. Para eso requeriremos una enorme fuerza social y política. Construir un partido que apueste por construir esa fuerza es la decisión de quienes militamos en el marxismo revolucionario.
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