Con una serie de ofensivas reaccionarias por parte de los medios de comunicación más importantes del país, así como mensajes del presidente López Obrador contra el no regreso a clases en la universidad, finalmente se ha acelerado la vuelta a las aulas.
Martes 12 de octubre de 2021
La pandemia de la Covid-19 ha costado más de 280 mil fallecimientos en el país, así como millones de fuentes de ingreso perdidas, a lo que se suma un impresionante desfinanciamiento de la Educación Superior que se ha expresado en salarios atrasados o no pagados, en el marco de una importante crisis económica.
Sin embargo, a los empresarios y a todas las fuerzas políticas del congreso, le urge imponer una total reincorporación a las actividades presenciales, más de año y medio de clases en línea son un muy mal ejemplo para millones que se ven obligados por las patronales a arriesgar la vida por salarios miserables.
Con un discurso casi de persecución, Delfina Gómez, titular de la SEP y conocida excharra del SNTE, llamó a que las entidades que aún no regresaron (todas menos Aguascalientes, Chiapas, Chihuahua, Coahuila, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Oaxaca, Quintana Roo, Sinaloa, Veracruz y Zacatecas), lo hagan de la manera más pronta.
Mientras el presidente, con un discurso similar a los que utilizara el PAN contra el magisterio, llamó “cómodos” a los docentes, diciendo que “no corren ningún riesgo”, hizo patente que su compromiso no es con los pobres, es con los empresarios.
Y claro, porque ahora resulta inverosímil que se ponga por delante la vida de miles de personas que somos parte de las comunidades educativas, ocupando argumentos supuestamente pedagógicos y de salubridad mental, mientras durante toda la pandemia se impusieron ritmos laborales extenuantes, que costaron miles de deserciones.
El inminente regreso a clases tiene que ser sobre la base de medidas de seguridad totales, esquemas de vacunación completos de todo el personas y alumnado, con una erogación de presupuesto de emergencia, que en los hechos aumente el presupuesto educativo, con basificación de todo el personal y con becas, para que quienes dejaron los estudios por tener que trabajar vuelvan a la presencialidad sin tener que dejar de aportar a sus hogares o morir de hambre.
Desde un curul en el Congreso, una silla de director empresarial o desde Palacio Nacional es donde todo es muy cómodo, pero para las y los trabajadores la realidad no es nada sencilla, y sólo las comunidad educativa, organizada e independiente de las autoridades, rectorías y partidos del congreso es quién debe decidir cómo y cuándo volver.