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Red Internacional
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Opinión. Avances contra el derecho al aborto en EE.UU. ¿Cómo defenderlo?

Necesitamos un movimiento de masas por el derecho al aborto, y lo necesitamos ahora.

Lunes 1ro de noviembre de 2021 23:17

Este lunes la Corte Suprema de EE. UU. comenzó la revisión de la ley antiaborto más restrictiva del país, recientemente aprobada en el estado de Texas. La ley prohíbe los abortos después de las seis semanas, antes de que la mayoría de las personas sepan que están embarazadas, y básicamente establece una recompensa para quienes denuncien a cualquiera que ayude a alguien que aborta, inclusive si solo es ayudarle con el traslado a la clínica.

El Tribunal Supremo ya permitió la entrada en vigor de la ley, en una decisión de 5 votos contra 4 el 1 de septiembre. El 22 de octubre, por 8 a 1, el tribunal volvió a rechazar la petición de detener la ley.

Ya hay personas que se han visto obligadas a ir a otros estados después de que se les negara el aborto en Texas. El diario New York Times informó de que en Trust Women Oklahoma City, una de las cuatro clínicas de aborto del estado de Oklahoma, dos tercios de las pacientes proceden de Texas. "Tuvimos todas las líneas encendidas durante ocho horas seguidas", dijo Jennifer Reince, que trabaja en los teléfonos de la recepción de la clínica.

Para este caso, el tribunal escuchará dos alegatos: uno por parte de los proveedores de abortos y otro por parte del gobierno de Biden, para decidir el papel de los tribunales federales en la resolución de esta ley.

La situación es muy clara: el derecho al aborto está en peligro, y la Corte Suprema no lo salvará. La actual dirección del movimiento por el derecho al aborto ató la lucha por este derecho al Tribunal Supremo y a los demócratas, pero esa es una estrategia perdedora.

La corte no está de nuestro lado

El poder antidemocrático de la Corte Suprema es evidente: nueve personas que nadie votó, que son vitalicias y tienen el poder de tomar decisiones sobre la salud y los cuerpos de las personas de todo el país. Tienen la capacidad de obligar a la gente a tener hijos, quitándoles el derecho más básico de autonomía corporal.

Esto es así independientemente de quiénes sean las y los jueces.

Las últimas movilizaciones por el derecho al aborto, organizadas en parte por la Womens March (Marcha de Mujeres, una organización ligada al Partido Demócrata, NdelT), fueron nostálgicas de los "buenos tiempos" de la Corte anterior a los nombramientos que hizo Trump. Los organizadores coreaban "¡Nos envía Ruth!" y muchos llevaban carteles e insignias con su imágen. Ruth Badder Ginsburg fue la segunda mujer miembro de la Corte Suprema y había cultivado una imagen de “feminista” y “progresista”. La composición de la Corte Suprema en este momento es particularmente repulsivo. De los nueve jueces, uno está acusado de violación y otro de acoso sexual. Ambos casos fueron litigados públicamente y supusieron una bofetada pública a las supervivientes de agresiones y acoso, ya que ambos fueron aprobados para puestos vitalicios.

Sin embargo, la cuestión va más allá de quién ocupe los 9 lugares del tribunal. Incluso la corte más “progesista” de los útlimos años, con Bader Ginsburg en ella, permitió la erosión del derecho al aborto durante décadas: existen periodos de espera de 24 horas en 26 estados de los 50 estados; hay leyes de participación de los padres para los menores de 18 años en 38 estados; y se cerraron decenas de clínicas de aborto en todo el país, hasta el punto de que 5 estados sólo tienen una clínica de aborto cada uno.

La propia institución de la Corte Suprema es el problema.

Es una institución antidemocrática destinada a defender el sistema capitalista y gobernar a favor de la clase capitalista. En los casos en los que tomaron decisiones progresistas fue porque los movimientos de masas los forzaron a eso.

Como escribe Jenny Brown en su libro Without Apology (Sin pedir disculpas, NdelT)

El tribunal no podía mantener su credibilidad como árbitro de la ley justa con las mujeres de todo el país hablando de su maltrato en una clandestinidad masiva y peligrosa que mutilaba a miles de mujeres cada año; con demandas masivas que amenazaban con invalidar las leyes estatales; con grupos feministas que proporcionaban referencias de abortos ilegales en todos los grandes campus universitarios; con el clero remitiendo abierta e ilegalmente a las mujeres para que abortaran en todo el país; con los médicos realizando abiertamente abortos; y con las feministas marchando para derrocar el orden supremacista masculino. En 1973, el tribunal legalizó la mayoría de los abortos para mantener su propia legitimidad.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la verdadera prueba del fallo Roe vs Wade no va a estar en el proyecto de ley de Texas, sino en el caso sobre el proyecto de ley del estado de Mississippi que el tribunal revisará el 1 de diciembre. Tal vez anule el proyecto de ley de Texas, ya que sus cláusulas más extremas, como la recompensa que mencioné al principio o la criminalización de las personas que llevan a las personas a abortar, lo hacen legalmente difícil de justificar, pero el caso de Mississippi es la verdadera amenaza, ya que ese caso tiene el potencial de anular Roe vs Wade. Hay que recordar que el derecho al aborto en EE.UU. no está garantizado por una ley sino por la jurisprudencia sentada en este fallo.

Los demócratas

El Departamento de Justicia de Joe Biden ha tomado medidas contra esta ley de Texas, presentando una demanda para tratar de impedir que entre en vigor. Se trata de un simbolismo vacío destinado a ganar votos en las elecciones de medio término en 2022. Es el mismo tipo de simbolismo vacío que ha permitido la erosión de los derechos durante décadas.

Los demócratas podrían aprobar leyes para proteger el aborto y están eligiendo no hacerlo, como lo hicieron durante años. Tuvieron mayoría en el Congreso durante el primer mandato de Obama (2009-2013), una supermayoría, de hecho. Y ahora, tienen la mayoría con Biden. Entonces, ¿dónde está la legislación que consagra el derecho al aborto? Mientras que la Cámara de Representantes aprobó la Ley de Protección de la Salud de la Mujer, ésta se ha estancado en el Senado debido al antidemocrático filibusterismo que requiere 60 votos, o sea 2 tercios de la cámara, para aprobar cualquier cosa. Una regla antidemocrática que el Partido Demócrata podría derogar, pero se niega.

A los demócratas les encantaría que creyeramos que esa es la única razón por la que el proyecto de ley fracasará, y no lo es en absoluto.

Incluso entre los demócratas, no tienen los votos para aprobarlo. El senador Joe Manchin, de Virginia Occidental, se describe asi mismo como "pro-vida y orgulloso de ello", y "un opositor al aborto de toda la vida". Recientemente dijo que no apoyaría un proyecto de ley de reconciliación que eliminara la Enmienda Hyde que prohíbe el uso de fondos del estado nacional para financiar políticas relacionadas con el aborto. El senador Bob Casey, de Pensilvania, dijo: "Creo que está claro para la mayoría de la gente que la descripción de demócrata pro-vida es exacta. He sido muy coherente". Ambos han votado con los republicanos en recientes proyectos de ley antiabortistas.

De hecho, los demócratas ni siquiera ven la defensa del derecho al aborto como un principio de su plataforma; después de todo, Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Diputados dijo que los demócratas no tienen que ser proabortistas, y Bernie Sanders hizo campaña por un demócrata antiabortista.

Además, los demócratas han desempeñado un papel en la restricción del derecho al aborto. La Enmienda Hyde se aprobó con el apoyo de Jimmy Carter y Joe Biden. Eso significa que los abortos no están cubiertos por el seguro médico, lo que hace que sea inaccesible para las personas de bajos ingresos. Y con cada restricción del aborto, éste se vuelve cada vez menos accesible. El New York Times destaca que los abortos pueden costar desde 650 dólares en las primeras etapas del embarazo hasta 2.350 dólares en las últimas.

El movimiento está fracasando

Las organizaciones de justicia reproductiva y defensa del derecho al aborto no lograron (o no se propusieron) organizar una medida de lucha significativa ante un proyecto de ley tan destructivo.

Las mayores agrupaciones por el derecho al aborto, que cuentan con inmensos fondos y redes nacionales de organizaciones, no hicieron más que llevar el caso al Tribunal Supremo y esperar lo mejor, una estrategia perdedora.

En lugar de poner todos los fondos y recursos para apoyar a los médicos y enfermeras que rompen la ley en medida de protesta, han seguido la ley al pie de la letra. Cuando un valiente médico de San Antonio infringió la ley y lo anunció en el periódico, no hubo ninguna medida de apoyo ni de los sindicatos sanitarios ni de otras organizaciones. Piénsenlo, piensen en el poder de los sindicatos y de las organizaciones por el derecho al aborto que apoyan a los trabajadores de la salud para que no cumplan esa terrible ley, reuniendo fondos para pagar sus multas y organizando contingentes de trabajadores de la salud para que viajen a Texas. Piensen en las protestas que podrían acompañar a ese movimiento.

Pero el movimiento por el derecho al aborto no ha conseguido ni siquiera organizar protestas masivas. Por ejemplo, para este lunes se convocaron algunas pequeñas acciones, pero nada que se parezca a un movimiento de masas.

La Women’s March organizó una protesta a principios de octubre, pero fracasó por completo a la hora de destacar la urgencia de este momento político.

Más bien, la Women’s March se ve a sí misma como un apéndice electoral del Partido Demócrata, lo cual es un enfoque absolutamente equivocado. Como escribí en otro artículo:

El New York Times enmarcó la Women’s March como “una prueba temprana del entusiasmo demócrata en la era post-Trump”. Y de hecho, eso es lo que fue, con la protesta sirviendo en gran medida como un mitin electoral para reactivar el apoyo al Partido Demócrata.

A esto nos referimos cuando decimos que el Partido Demócrata es el cementerio de los movimientos sociales: convierte la ira legítima y las protestas callejeras en campañas electorales. Convence a los manifestantes de que las protestas no son más que campañas de presión para los políticos o una forma de moralizar una base electoral. Esa es la historia de la Women’s March, que pasó de movilizar a cuatro millones de personas a marchar bajo el eslogan Power to the Polls (Poder a las urnas. NdelT) un año después. Y esa es la lección que las organizadoras, vinculados al Partido Demócrata, quieren que la gente crea: que nuestro poder está en las urnas.

Pero las protestas más eficaces son una gran muestra de nuestro poder en las calles: de la gente, unida. Las protestas son un paso en la dirección de la autoorganización de las masas, hacia la lucha y la conquista de nuestras reivindicaciones. Sobre todo, las protestas pueden extender la energía y el entusiasmo a las filas de la clase obrera, donde podemos utilizar nuestra arma más poderosa, la huelga, para imponer nuestra fuerza y ganar nuestras demandas."

La actual dirección del movimiento por el derecho al aborto ha vinculado el movimiento a la Corte Suprema y al Partido Demócrata. Pero ninguno de los dos salvará el derecho al aborto. Necesitamos un movimiento de masas por el derecho al aborto, y lo necesitamos ahora. Deberíamos inspirarnos en las luchas de Argentina, Irlanda y, más recientemente, México: sólo construyendo un enorme movimiento podremos defender el derecho al aborto y hacer retroceder los ataques de las últimas décadas. Y se nos acaba el tiempo.


Tatiana Cozzarelli

Docente, actualmente estudia Educación Urbana en la CUNY.