La publicación de los Nuevos Libros de Texto Gratuitos (NLTG) ha sorprendido a propios y extraños. Sus contenidos, formulados por la Nueva Escuela Mexicana (NEM) nos brindan la oportunidad de abrir un debate importante sobre la batalla cultural en torno a la historia como instrumento en la construcción de la hegemonía de la Cuarta Transformación (4T).
En 2024, la publicación del Libro sin recetas para la maestra y el maestro (Fase 6), así como los NLTG generaron un amplio debate pedagógico. Para los intelectuales de la tradición de Octavio Paz, quienes se expresan en Letras Libres, en especial para Christopher Domínguez Michael, los NLTG y el Libro sin recetas son considerados herramientas claras de ideología y adoctrinamiento “marxista leninista”. Este sector de intelectuales de derecha, que defiende la idea de la neutralidad en el ámbito intelectual, sostiene que la NEM representan un retroceso hacia el “marxismo más rancio” de la década de 1970. [1]
Junto a Letras Libres, la fundación Mexicanos Primero, medios como Reforma, TV Azteca y Canal 40, así como algunos gobiernos estatales como los de Jalisco, Coahuila, Guanajuato y Chihuahua, los partidos opositores (PRI, PAN, PRD) buscaron generar un clima macartista, anticomunista y de derecha en torno a los contenidos de los libros. Por ejemplo, Canal 40, que forma parte del grupo de Salinas Pliego, resaltó en un video que los NLTG "enaltecen guerrillas y secuestros". [2]
La derecha mexicana gritó por los cielos con gran descontento, ante la generación de las décadas de 1960 y 1970 que intentó tomar por asalto el relato histórico. Y, ¿qué creen?, en el Libro sin recetas vemos un giro inesperado en el desarrollo de un relato histórico al servicio de la construcción de la hegemonía, lo cual se ha convertido en parte de la actual batalla cultural en México. El expresidente, Andrés Manuel López Obrador, logró una victoria frente a la derecha y más de 100 millones de libros fueron repartidos en las escuelas públicas, llegando así a todos los maestros el Libro sin recetas, en el cual nada es casualidad y los contenidos educativos mucho menos.
La historia al servicio de la hegemonía
La 4T ha logrado establecer una fuerte hegemonía, alcanzando un considerable consenso y pasivizando diversos movimientos sociales. Los planes sociales, el control de las instituciones sindicales, la bancarrota de los viejos partidos, el uso de medios de comunicación, la “cooptación transformista” de diversos líderes sociales, así como la inclusión de demandas sentidas de la población (sin resolverlas en su esencia) junto con las aspiraciones de cambio de las clases populares, han contribuido a que la 4T consolide una fuerte hegemonía, aunque no sin contradicciones. [3]
Sin embargo, la construcción de esta hegemonía podría interpretarse como el inverso de una crisis orgánica, ya que busca establecer una “gran empresa”. Esta gran empresa también requiere de una batalla por la cultura, siendo la historia un factor decisivo en la construcción de la hegemonía. La 4T se ha autodenominado como una transformación (dicen, una revolución de las consciencias) que da continuidad a los procesos de independencia, reforma y revolución, usando el pasado y la historia como elementos culturales en la construcción de su hegemonía. Dicho relato permite otorgar una importancia “histórica” al actual régimen político y generar una ilusión de que la 4T es heredera y continuadora de esos procesos centrales en la historia del país.
Asimismo, la 4T reivindica símbolos culturales de la historia, reconociendo a los “próceres” de la Independencia, integrando a Leona Vicario, a todos los liberales y juaristas en la Reforma y a figuras como Zapata, Villa, Magón y Felipe Ángeles en la Revolución. Según Antonio Gramsci [4], la historia es un componente esencial de la batalla cultural para la construcción de la hegemonía; además, afirma que:
La historia es la lucha de la hegemonía, es decir, la lucha por la dirección política y cultural de la sociedad. La hegemonía es la base del poder estatal, y la historia es la lucha por establecer y mantener esta hegemonía" [5].
En tanto, que la hegemonía para el autor es “La supremacía de un grupo social se manifiesta en dos formas: como ‘dominio’ y como ‘dirección intelectual y moral”. En este contexto, el término “intelectual” se refiere a un concepto bastante amplio, que abarca el discurso ordenado sobre los acontecimientos de una nación. Por ende, la historia, entendida como una narración ordenada del pasado, tiene una intencionalidad política: fortalecer la noción de que la 4T es la heredera y continuadora de todos los elementos liberadores y emancipadores de la historia nacional. El aspecto novedoso de la NEM y de los materiales educativos que han llegado a las aulas reside en su interpretación de la historia de las décadas de 1960 y 1970.
Asaltar el cielo
La historia del pueblo de México, editada en 2021 y escrita por diversas plumas como Iliadés, Olivia Gall y otros, presenta un país que demanda reivindicación: los afrodescendientes, las mujeres, la diversidad sexual y otras minorías son parte fundamental de la historia nacional [6].
Por otro lado, el Libro sin recetas es un giro decisivo en la narrativa del gobierno mexicano, particularmente en relación con los años de 1970. En el capítulo “Soñaron con asaltar el cielo” del libro discutido en todas las escuelas secundarias del nivel básico en el país, se ofrece una breve síntesis interpretativa de las décadas de 1960 y 1970 en México. Cabe destacar, que este libro es un material pedagógico gratuito, distribuido a todos los maestros, y sirve como guía central para el Consejo Técnico Escolar (CTE) durante todo el ciclo escolar.
En el texto se comienza con “la idea de que el fantasma revolucionario vivirá siempre en el magisterio y siempre estarán en nuestra memoria los 43 de Ayotzinapa”, denuncia la “guerra sucia” dirigida por Nazar Haro y la Dirección Nacional Federal de Seguridad y comienza a reivindicar “la herencia cultural que el magisterio carga todos los días” [7]. En este contexto, la 4T comienza una operación ideológica, reivindicando la historia, la memoria y la tradición del movimiento armado socialista, de los grupos guerrilleros, de intelectuales marxistas y de organizaciones anticapitalistas de las décadas de 1960 y 1970.
El libro reivindica a Arturo Gámiz y Pablo Gómez quienes asaltaron el cuartel Madera el 23 de septiembre de 1965, marcando el inicio de un ciclo dentro del movimiento armado socialista. Continúa con la valoración de la Asociación Cívica Guerrerense, liderada por Genaro Vázquez Rojas, y pasa revista a la figura de Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres. Además, documenta la escuela guerrillera de Víctor Rico Galán junto al Che Guevara, menciona a Mario Menéndez y su grupo armado, el Ejército Insurgente Mexicano, así como sus acciones con artefactos explosivos en oficinas de gobierno.
El texto apenas comienza aquí, sigue con la reivindicación del Movimiento de Acción Revolucionaria, organización que se entrenó en Corea del Norte entre 1969 y 1971, que culminó con el secuestro de aviones comerciales. A esto le sigue el reconocimiento de otras organizaciones armadas, como el Frente Urbano Zapatista, las Fuerzas de Liberación Nacional (que dieron origen al EZLN), a los “enfermos” de Sinaloa y la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23 de Septiembre). También menciona la fuerza de Ignacio Salas Obregón y la Liga de los Comunistas Armados de Monterrey, tomando una posición a favor de la LC23 de Septiembre en relación con el secuestro del empresario García Sada y da fechas sobre la fundación de la Liga.
Dice el Libro sin recetas:
Pensar que los movimientos sociales fueron espontáneos, que las represiones fueron sucesos aislados, que la indignación y el dolor son espejismos, es aspirar a un México sin memoria. Como se consigna en los volúmenes de Libro sin recetas no se puede generar pensamiento crítico sin una conciencia de clase y sin una memoria histórica completa, sin censuras, sin quiebres, sin mezquindades. Como apuntaba Lucio Cabañas “desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes se mantengan sumisos al tirano” [8].
Todos estos acontecimientos, junto con los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971, constituyen la “herencia cultural del magisterio”; pero, la reivindicación persiste. La revista educativa y pedagógica lleva por nombre Asalto al cielo, en honor a la acción armada de la LC23 de Septiembre en Sinaloa, una frase que proviene de Karl Marx en referencia a la Comuna de París [9]. En el Libro sin recetas, se habla del legado teórico de Raúl Ramos Zavala, quien criticó el dogmatismo del Partido Comunista de México de variante estalinista y menciona a José Revueltas.
La inclusión de personajes vinculados a la izquierda anticapitalista armada (como el foquismo, el guevarismo y el movimiento armado campesino, entre otros) tiene una clara intencionalidad política. El expresidente López Obrador expuso este tema de la mejor manera (y clara) posible. En 2022, durante un viaje a Guerrero, lo sustento de la siguiente forma:
En los años posteriores a la Revolución, en los momentos de mayor autoritarismo en Guerrero, también aquí surge un movimiento social, se ven obligados a tomar las armas porque no se abrían los espacios de participación, no había democracia y dirigentes como Lucio Cabañas, como Genaro Vázquez Rojas y otros decidieron abrir camino con acciones de confrontación con el Estado autoritario. Ahora es distinto, ya no se necesita, ya no se requiere afortunadamente el tomar las armas, porque el pueblo quiso, el pueblo de Guerrero y el pueblo de México, que lleváramos a cabo un cambio de manera pacífica. Y por eso hablábamos de que estamos realizando una transformación igual de profunda como lo fue la Independencia, como lo fue la Reforma, como lo fue la Revolución; radical, porque queremos arrancar de raíz el mal de la corrupción que nos impedía como pueblo, como nación salir adelante. [10].
Es decir, la 4T no solamente se considera la heredera legítima de la independencia, la reforma y la revolución, sino también de la generación que enfrentó la Guerra Sucia, del movimiento armado socialista, del movimiento estudiantil y de los intelectuales marxistas incómodos de la década de 1970, como José Revueltas y Raúl Ramos. ¡Vaya!, en un video desde las Islas Marías, el expresidente afirmó que “el proletariado ya tiene cabeza” [11]. Es evidente la intencionalidad política detrás del uso de la historia para la construcción de la hegemonía.
Batalla socialista por la memoria
Naturalmente, los maestros socialistas estamos a favor de que se enseñe en la educación básica lo que sucedió en las décadas de 1960 y 1970. Seremos entusiastas en explicar, pacientemente, a las nuevas generaciones las grandes gestas de aquellos años y la importancia de los personajes centrales de la época; sin embargo, no coincidimos en que la generación del movimiento armado socialista, así como de los intelectuales marxistas incómodos (críticos) como Revueltas y Ramos, que es diversa y amplia, pueda ser incluida en la narrativa del actual gobierno. En este sentido, consideramos que los sucesos del pasado representan una disputa significativa no sólo por la memoria, sino también por el porvenir.
Aclaremos un primer punto fundamental: para los principales sujetos que se organizaron en las décadas de 1960 y 1970, que decidieron tomar las armas en un crisol diverso de estrategias (por ejemplo, es muy diferente la concepción de organización del Partido de los Pobres de Lucio Cabañas al de la LC23 de Septiembre, así como la organización de Genaro Vázquez y el MAR entrenado en Corea del Norte) su objetivo, principal deseo y visión de mundo eran la urgencia de crear una sociedad sin explotación y sin clases sociales, donde las mayorías pudieran gobernar. De esta manera, más allá de las diferencias estratégicas entre cada organización de la época, su objetivo era radicalmente distinto del que persigue el actual gobierno. Para la 4T, se trata de gobernar para “ricos y pobres” y, tal como se mencionó recientemente en diarios nacionales, los cinco hombres más ricos de México multiplicaron sus ganancias en este nuevo gobierno.
Entendemos que exista una enorme expectativa en este nuevo piso de la 4T, pero debemos tener claro que este gobierno ha favorecido a los grandes empresarios y ha puesto en pie políticas de “planes sociales” que han buscado generar confianza en las clases populares hacia el mismo gobierno; pero, esta política gubernamental está muy alejada de lo que la generación que “quiso tomar el cielo por asalto” buscaba [12]. Para dicha generación, se trataba de construir una sociedad sin clases sociales.
Para los socialistas del siglo XXI, es importante sacar lecciones de aquella generación que tomó las armas. Un debate sobre las estrategias de dichas organizaciones permite concluir que la violencia de pequeños grupos armados (la estrategia foquista y guerrillera) no puede reemplazar la actividad organizada de manera creativa por las masas laboriosas. Asimismo, en estos tiempos de desarrollo del capitalismo, el campesinado no puede reemplazar al proletariado de las ciudades como sujeto central de transformación social. Otro elemento para pensar es que, paradójicamente, la estrategia guerrillera no enfatiza de forma central la lucha contra el capitalismo ni la necesidad de la autoorganización de las masas proletarias del campo y la ciudad.
En segundo lugar, lejos de lo que sostiene el presidente sobre aquella generación y sus causas, afirmando que están fundamentalmente resueltas, es decisivo señalar que no ha habido ni hay juicio y castigo para los responsables de la Guerra Sucia. Aunque se han establecido comisiones de “verdad”, la realidad es que persiste una impunidad histórica respecto a la participación de las instituciones que permitieron la política de exterminio en las décadas de 1960 y 1970. La DFNS y sus principales responsables, como Nazar Haro, Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordaz, han permanecido impunes, lo que perpetúa la injusticia y los reclamos del pasado. Resulta, especialmente, paradójico que el gobierno de la 4T, en el caso Ayotzinapa, continúe defendiendo al ejército, exculpándolo de su participación, mientras que en sus libros de texto sostiene que todos los sucesos del pasado han sido resueltos.
En tercer lugar, debemos considerar que la reivindicación de aquella generación por parte de este gobierno tiene como principal objetivo una cosa más profunda en la construcción de la hegemonía. Si todos esos referentes son incorporados en la 4T, esta operación ideológica busca liquidar la posibilidad de que exista una extrema izquierda anticapitalista, destruyendo su memoria. La mejor forma de anular, “matar”, de sepultar y enterrar el legado revolucionario de esa generación y sus causas, desde el punto de vista de la Cuarta Transformación, es convertir a toda esa generación en un ícono inofensivo. Se trata de una maniobra cultural y simbólica del gobierno de AMLO: apropiarse del pensamiento de la izquierda anticapitalista o radical para justificar una política moderada y reformista. Es una forma de echar tierra con una pala y enterrar el pensamiento y la vida de esa generación mediante la veneración icónica desde la oficialidad. ¿Por qué la 4T comenzó a reescribir la historia de esta manera? ¿Es realmente legítima su búsqueda de reivindicar a estas organizaciones y movimientos de las décadas de 1960 y 1970? Para Enzo Traverso, la historia es un campo de batalla:
La historia es un campo de batalla permanente, donde se enfrentan diferentes interpretaciones y narrativas del pasado, y donde la memoria es un arma política que se utiliza para legitimar o desafiar el orden establecido [13].
Tal y como lo sostuvo Vladimir Lenin para el caso de la reivindicación alemana de Karl Marx:
Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. En semejante "arreglo" del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano, tergiversan el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen pasar a primer plano, ensalzan lo que es o parece ser aceptable para la burguesía [14].
En conclusión, si la historia es un campo de batalla, la 4T busca enterrar la memoria de la generación de las décadas de 1960 y 1970 por otros medios, convirtiéndola en una “historia de bronce” quitando todo su filo crítico revolucionario. En esta lucha por la hegemonía, la historia obliga a la izquierda anticapitalista y socialista a defender dichos símbolos, reubicarlos en su tiempo, para la lucha contra la explotación y las injusticias del presente.
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