La empresa alemana anunció que cerró cientos de miles de acuerdos extrajudiciales con víctimas de Roundup, el herbicida que contiene glifosato, agrotóxico señalado como cancerígeno.
Valeria Foglia @valeriafgl
Jueves 25 de junio de 2020 14:29
Bayer nunca fue bueno: con la compra de su rival Monsanto en 2018 pretendió lavar la imagen de la multinacional norteamericana de agroquímicos y biotecnología, productora de Roundup, el herbicida a base de glifosato que le valió una lluvia de decenas de miles de demandas de víctimas con cáncer en Estados Unidos. Y tras varias condenas millonarias, la nueva táctica de la química alemana son los arreglos extrajudiciales, por los que desembolsará entre US$ 10 100 millones y US$ 10 900 millones.
Bayer has reached a series of agreements that will substantially resolve major legacy Monsanto litigation.
Find more on our website:https://t.co/6IyqRw3rcT— Bayer AG (@Bayer) June 24, 2020
El miércoles Bayer anunció en su web con bombos y platillos que llegó a “una serie de acuerdos” extrajudiciales en torno a los litigios abiertos por las consecuencias del uso de Roundup, Dicamba y el agua con PCB, todos “heredados de Monsanto” en los Estados Unidos. Aseguran que estos acuerdos darán “cierre a la gran mayoría de los reclamos actuales de responsabilidad por productos Roundup” y establecerán “un marco para resolver el resto del litigio pendiente”, incluso a futuro.
Para la multinacional alemana, estas resoluciones tras bambalinas llevan la discusión nuevamente al terreno “al que corresponde”: al área científica y regulatoria. Los tres fallos millonarios por el herbicida Roundup sumieron a la compañía en un “largo período de incertidumbre”, dice la empresa que aumentó hasta 6 % sus ganancias en 2019 pese a la multiplicidad de denuncias.
La firma añade que estos tratos pondrán punto final al 95 % de los litigios presentados y no presentados formalmente ante tribunales federales y estatales de EE. UU., un total aproximado de 125 000 reclamos.
Según EFE Verde, solo en febrero de 2020 Bayer ya acumulaba unas 48 600 demandas en suelo norteamericano por el glifosato de Monsanto. Sin embargo, en su reciente declaración sigue sosteniendo que el glifosato no es cancerígeno y que los acuerdos extrajudiciales “no implican admisión de irresponsabilidad o irregularidades”. Prefieren pagar de antemano a demostrar la alegada inocuidad del glifosato para la salud humana.
Fue la propia Organización Mundial de la Salud la que en marzo de 2015 calificó al herbicida como “potencialmente cancerígeno” para humanos al incluirlo en un informe de la Agencia Internacional para la Investigación de Cáncer junto a otros cuatro herbicidas e insecticidas organofosforados.
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Las tres demandas contra Roundup que llegaron a la Justicia en Estados Unidos concluyeron en fallos favorables para los demandantes, que contrajeron el mismo tipo de cáncer: linfoma no Hodgkin, que afecta al sistema inmunológico. En agosto de 2018, Dewayne Johnson, un jardinero de escuela de San Francisco de por entonces 47 años, ganó un litigio de años contra Monsanto, que fue condenada a pagar 289 millones de dólares (luego rebajados a 78 millones). En marzo del año siguiente, Edwin Hardeman (70 años en aquel momento), vecino de Sonoma, California, también venció en la batalla contra el pulpo agroquímico, que debió pagarle 80 millones de dólares a raíz del cáncer que desarrolló por el uso del agrotóxico durante más de veinte años. La tercera sentencia llegaría en mayo de 2019, cuando Bayer Monsanto fue condenada a pagar 2000 millones de dólares a un matrimonio de ancianos de Livermore, California. A Alva Pilliod (76 años por entonces) le fue diagnosticado el linfoma en 2011, mientras que a su esposa, Alberta (74), se le detectó en 2015. Ambos usaron Roundup en su jardín durante tres décadas.
En tiempos en que se discute el destino de Vicentin, uno de los baluartes del agromodelo contaminante, bien vale recordar que nuestro país tiene un historial de lucha contra los efectos devastadores de este agrotóxico en seres humanos. La lucha del pueblo de Malvinas Argentinas, en Córdoba, logró que Monsanto dé marcha atrás con la instalación de su planta. Uno de los que más batalló en ese sentido fue Medardo Ávila Vázquez, médico de pueblos fumigados que fue echado recientemente de una clínica privada por atender a niño con leucemia. En Entre Ríos Fabián Tomasi, extrabajador de fumigación fallecido en 2018, se convirtió en un símbolo de la pelea contra el uso de agrotóxicos.
Algo de ello quedó retratado en El costo humano humano de los agrotóxicos, el trabajo del fotógrafo Pablo Piovano, quien recorrió zonas rurales de Entre Ríos, Chaco y Misiones y mostró el drama de los pueblos fumigados.
A Bayer Monsanto no le importan las vidas, solo su reputación y sus ganancias.
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