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Red Internacional
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CONSULTORAS. Big Four: escarbamos en (otro) punto de concentración de abusos laborales

Con la nueva noticia sobre la inspección de trabajo por horas ilegales en las empresas de consultoría y auditoría más grandes del Estado, conocidas como las Big Four, se ha vuelto a avivar lo que es el secreto a voces de los abusos laborales en estas compañías.

Jueves 26 de enero de 2023

La semana pasada salió una noticia en el medio El Confidencial que afirmaba que el pasado mes de noviembre la inspección de Trabajo y Seguridad Social, a cargo del ministerio de trabajo, realizó una macrorredada en los rascacielos de las llamadas Big Four (Deloitte, PwC, KPMG, EY) en Madrid para revisar el control de horarios al que están sujetas todas las empresas españolas desde 2019. La inspección tomó por sorpresa a muchxs de lxs empleadxs, que según relata la noticia, aseguran que, ante el pánico, se llegaron a desalojar a altas horas de la noche plantas enteras antes de la llegada de lxs inspectorxs.

La realidad es que las leyes y políticas que se han puesto en marcha con la intención de proteger al trabajador frente a abusos por parte de las empresas no han tenido prácticamente ningún efecto en el sector de la consultoría y auditoría. Desde que la cuestión empezó a tener bombo hace unos años, varias personas empleadas o exempleadas del sector, así como los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT, dan testimonio de las largas y duras jornadas laborales que llegan a lo ilegal. Esto se expresa principalmente en lxs empleadxs con menos años o recién salidos de la universidad que componen gran parte de la plantilla, quienes pueden habitualmente llegar a acumular más de 50 horas semanales y con picos de trabajo que sobrepasan las 80.

En muchos de estos testimonios se aprecia también que el registro de jornada implantado por el gobierno no ha servido para cambiar en lo más mínimo el modelo de trabajo del sector, que además campa a sus anchas por carecer de contrapesos por la ausencia de sindicatos.

A pesar de que la plantilla está compuesta de una juventud generalizada, con auditorxs o analistas júnior que no superan los 25-28 años, los problemas de salud tanto física como mental provocados por los altos niveles de estrés constante están a la orden del día; son frecuentes los casos de insomnio, fatiga, ansiedad o depresión por la pesada carga de trabajo, que en los peores escenarios se traducen en casos de suicidio.

El acto de “aguantar” durante años estas condiciones de abuso y sobreexplotación respondía, hasta el momento, principalmente a dos factores: Por un lado, el rápido ascenso dentro de la compañía, donde después de un par de años de matarte haciendo horas, era bastante posible que obtuvieras una subida de cargo y una mejora salarial. Por otro lado, en el país con más paro juvenil de Europa, estas empresas ofrecen a personas recién salidas de la universidad contratos indefinidos en un sector de “alto nivel” donde el aprendizaje con el trabajo es intenso. Estas compañías se escudan precisamente en ser de las mayores generadoras de empleo cada año, evidentemente sin mencionar que estas contrataciones se producen por la alta cantidad de personas que abandonan el trabajo por la precariedad en menos de 2 o 3 años.

Pero cada vez hay menos casos de personas que logren hacer carrera dentro de la propia empresa antes de buscarse otro trabajo por el coste físico, emocional y psicológico que acarrean estas labores. Y aunque, para gente que busca conocer cómo funciona una empresa es un buen aprendizaje, muchxs trabajadorxs se están dando cuenta al hacer una simple división entre el sueldo y las horas trabajadas que, aunque parezcan buenos salarios en comparación con otros jóvenes, no compensan para nada el esfuerzo que supone el trabajo y también los sitúan por debajo de otras profesiones del sector servicios para el que no se exige tanta formación.

Como si todo esto fuera poco, este modelo está completamente normalizado en estas empresas, con mucha gente que te dice “bueno, al final te tienes que acostumbrar porque le tienes que responder al cliente en el plazo acordado, y así es como funciona esto”. El ambiente de tóxica competitividad también es una realidad en estas compañías, donde te estás dejando el cuerpo y la mente para conseguir ascender.

El no quedarte las horas extra muchas veces supone no solamente jugarte este ascenso sino además ser percibidx por tu supervisor o compañerxs que sí se quedan haciendo las horas como alguien que no sabe trabajar en equipo o no está “al 100%” en su trabajo, llegando hasta sentirte culpable por ver a gente que se queda en la oficina cuando tú te vas. Se perpetúa la cultura capitalista de la competencia donde cada quién se vale por sí mismo y al mismo tiempo existe una especie de lealtad hacia la empresa o el proyecto en el que se esté trabajando.

Incumplimiento del convenio y falta de sindicatos

El convenio del sector, considerado por los sindicatos anticuado y falto de derechos, marca un máximo de 1.800 horas anuales, unas 40 semanales. Sin embargo, esta es una barrera completamente ilusoria, porque se asignan proyectos con plazos imposibles y las horas acordadas inicialmente casi nunca llegan a cumplirse. Al ser un mercado extremadamente competitivo, las consultoras buscan ofrecer las horas de trabajo baratas o proyectos con las menos horas posibles y al final, como todo, lo acaba pagando el trabajador, que se hace jornadas interminables porque el trabajo tiene que salir y las horas reales no se pueden facturar porque si no el cliente diría que a ese precio no le compensa.

Este modelo le sale rentable tanto a los clientes como a las consultoras, que resistieron la pandemia mejor que muchos otras: en 2020 ingresaron un 4% más en medio de caídas generalizadas del resto, y en 2021 crecieron un 4,1%. Cada vez van creciendo más porque no hay quien compita contra estos monstruos de la consultoría que se saltan la ley y tienen bajo su mando a un ejército de trabajadorxs explotados para sacar adelante el trabajo.

La implantación del registro de jornada en el año 2019 prometía hacer aflorar miles de horas trabajadas sin contraprestación que hasta ahora quedaban ocultas, pero la pandemia ha entorpecido ese propósito al trasladar el lugar de trabajo al hogar del empleado, y esa barrera se supera recurrentemente sin consecuencias.

La ausencia generalizada de cualquier tipo de sindicato que pueda servir de contrapeso acentúa la situación de precariedad en este sector de jóvenes consultores y auditores, que se pueden apoyar solo en la buena voluntad de los comités de ética, los buzones de sugerencias o las conversaciones cara a cara con sus jefes. Trasladar los descontentos o hacer valer sus derechos supone un tabú para muchos porque muchas veces es jugarte a perder un futuro ascenso. No hay que olvidar además que son estas mismas empresas las que asesoran a sus clientes para evitar la representación sindical en sus propias compañías. En esta cultura de la competitividad, te ponen la zanahoria de que puedes llegar a ser socix si haces tu trabajo y te esfuerzas lo suficiente, reforzando además también la idea de que en los empleos de alta cualificación no son necesarios los sindicatos.

Pero no basta con inspecciones por parte de un gobierno que aprobó una reforma laboral que vuelve a reforzar legalmente la precariedad. Hay que imponer desde abajo a las organizaciones sindicales que asuman una acción real y contundente para hacer frente a una patronal rapaz, convocando una huelga general y un plan de lucha que una a los sectores en lucha.