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PROTESTAS CONTRA EL RACISMO. Black Lives Matter: ¿qué pasó antes de Minneapolis?

Las imágenes de las protestas en Minneapolis y otras ciudades de Estados Unidos recorren las pantallas de todo el mundo. El asesinato de George Floyd volvió a confirmar que el racismo es institucional. Black Lives Matter, No Justice No Peace y otras consignas que marcaron el nacimiento de una nueva generación.

Celeste Murillo

Celeste Murillo @rompe_teclas

Domingo 31 de mayo de 2020 00:01

Black Lives Matter

En febrero de 2012, Trayvon Martin fue asesinado. Tenía 17 años y era negro, lo mató un vigilante, George Zimmerman. Cuando lo absolvieron en 2013, se desataron protestas en varias ciudades de Estados Unidos y se instaló en las redes sociales la consigna Black Lives Matters (Las vidas negras importan). Así nacía el grito que marcaría una generación.

En 2013, Barack Obama había inaugurado su segunda presidencia. La llegada del primer presidente negro a la Casa Blanca fue un acontecimiento de enorme peso simbólico. Obama se transformó en emblema de las aspiraciones de la comunidad negra, hija de la esclavitud y presa de la violencia y la discriminación racial.

I can’t breathe

El 17 de julio de 2014, un policía asesinó a Eric Garner. Tenía 43 años, era negro y fue asfixiado por un policía que iba de civil. Garner era asmático y, cómo quedó registrado en un video que recorrió el mundo, le dijo “I can’t breathe” innumerables veces al oficial Daniel Pantaleo que lo ahorcó. Su muerte generó protestas en Nueva York pero la explosión vino cuando la Justicia determinó que no había pruebas suficientes para condenar al policía que asfixió a Garner.

Hands up, don’t shoot

El 9 de agosto de 2014, un policía blanco asesinó a Michael Brown, un joven negro de 18 años en la ciudad de Ferguson, Estados Unidos. Al día siguiente y durante diez días consecutivos, familiares, amigos y habitantes de la ciudad se manifestaron exigiendo justicia. Lo que podría haber pasado desapercibido como un acto más de brutalidad policial, hizo estallar la bronca de la juventud negra. La consigna “Hands up, don’t shoot” (Manos arriba, no dispare) se transformó en el símbolo de las protestas en Ferguson.

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El mismo año que asesinaron a Brown y absolvieron a su asesino se cumplieron 50 años de la Ley de Derechos Civiles (que puso fin a la segregación racial legal). Pero ese mismo 1964, solo unos días después de la votación, estalló en Harlem (Nueva York) una gran revuelta negra en respuesta al asesinato de un joven a manos de la policía. Un recordatorio quizás de que ninguna ley podía por sí sola acabar con el racismo. Casi como un calco temporal, el mismo año del 50° aniversario, el asesinato de Michael Brown reabre el debate sobre la ilusión de una sociedad posracial.

Los asesinatos no fueron los primeros ni los últimos. El asesinato de Freddie Gray en 2015, la masacre de Charleston, las ejecuciones de Alton Sterling y Philando Castile en 2016 dejó en evidencia que la brutalidad policial seguía teniendo un sesgo racista. Ser negro en Estados Unidos es motivo suficiente para morir a manos de la Policía. Una persona negra tiene 3 veces más probabilidades de ser asesinada por la Policía que una blanca. Además, menos de 1 de cada 3 víctimas negras de la brutalidad policial fueron siquiera sospechosos de un crimen o estaban armados (información de Mapping Police Violence). Aunque la comunidad negra supera apenas el 13 % de la población, los varones negros entre 15 y 34 años representan el 15 % de los asesinatos a manos de efectivos policiales (Mapping Police Violence).

No justice no peace

“Sin justicia no habrá paz” marca el momento decisivo: las protestas contra el racismo no serán momentáneas, emergió un movimiento que denuncia la violencia policial pero también cuestiona los múltiples aspectos de la discriminación. Absolución tras absolución de los policías que asesinaron a Michael Brown, Eric Garner o Trayvon Martin volvieron a llenar las calles de protestas contra la impunidad y confirmó las sospechas de quienes salieron a la calle: el racismo sigue vivo.

Pocas personas hubieran anticipado que el episodio más reciente de la lucha contra el racismo en Estados Unidos se desarrollaría bajo el gobierno del primer negro. Ubicado en la “era pos derechos civiles”, el surgimiento del movimiento Black Lives Matter puede ser leído bajo el prisma del agotamiento progresivo de la política de ampliación de derechos civiles. La persistencia del racismo y la desigualdad abrió el camino a una nueva ola de descontento.

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Como otros movimientos políticos en Estados Unidos, las elecciones de 2016 representó un desafío. La campaña electoral reabrió muchos debates sobre la relación entre el movimiento negro y el partido Demócrata. El peso de ese partido en la comunidad negra, desde el movimiento de derechos civiles hasta hoy logró, no sin contradicciones, canalizar el descontento, debilitando y marginando a los sectores radicalizados.

Volver a la calle en un mundo distinto

El asesinato de George Floyd es solamente uno de hechos de violencia policial racista contra la comunidad negra. Los nombres de Ahmed Arbery, Breonna Tayor y Sean Read son menos conocidos pero sus historias son similares a las de George Floyd. La separación y el arresto del policía que asesinó a George Floyd no tuvo el efecto esperado de aplacar las protestas. La celeridad con la que actuaron las autoridades muestra el temor a que las jornadas de ira se extiendan y profundicen, como así también la necesidad del gobernador demócrata de Minnesota, Tim Walz, de distanciarse de las declaraciones incendiarias de Trump. Sucedió lo contrario, se mantuvieron por cuarta noche consecutiva y se extendieron a todo el país.

El racismo explícito de Donald Trump no hace más que exacerbar los ánimos. Durante la semana, el presidente alentó a las milicias blancas que desfilan armados hasta los dientes en distintas ciudades a que enfrenten directamente a los manifestantes y amenazó con reprimir las protestas.

No hay que olvidar que republicanos y demócratas actúan con el calendario electoral en la cabeza. Es lo que explica también la reaparición del Barack Obama en la escena pública. No es la primera vez que Obama se muestra comprensivo con las protestas, en 2013 había dicho que Trayvon Martin podría haber sido su hijo o él mismo. Sin embargo, Obama y el partido Demócrata siempre evitaron cualquier cuestionamiento al racismo, íntimamente ligado con el propio carácter racista del Estado estadounidense.

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El espíritu de las protestas de Ferguson y Baltimore está en el aire. Se siente en las consignas y las canciones que acompañan las protestas, en los símbolos que vuelven a las calles. La juventud negra está cansada del hostigamiento y la violencia policial. Aunque muchos de los problemas son los mismos, esta vez el escenario es muy distinto. Gobierna Donald Trump y el país se encamina a una de las peores crisis económicas y sociales, marcadas por la incertidumbre de la pandemia de Covid-19.

Las protestas de Minneapolis encuentran eco especialmente en la juventud, pero también entre trabajadoras y trabajadores, entre millones de nuevos desempleados y quienes viven la discriminación y la opresión. Encontrar y construir nuevas alianzas puede ser el salto decisivo para hacer realidad el grito que vuelve a encender las calles: Sin justicia no habrá paz.


Celeste Murillo

Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.

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