Hoy se cumple medio siglo del lanzamiento de Black Sabbath, álbum debut de la banda liderada por Ozzy Osbourne, Geezer Butler y Tony Iommi. Piedra basal de un género aún por desarrollarse, las claves de un disco que marcó época.
Augusto Dorado @AugustoDorado
Jueves 13 de febrero de 2020 00:30
Un 13 de febrero de hace medio siglo se lanzaba el primer registro de una banda oriunda de Birmingham, Reino Unido. No sería noticia si no fuera por el sonido fuera de lo común que aparece ya en los primeros acordes del tema que le dio también nombre a la banda, “Black Sabbath”: un sonido espeso, tenebroso, brumoso, antecedido por ruidos de tormenta. Truenos, campanadas, lluvia. El equivalente sonoro a un relato de terror. En aquel 1970, ese 13 de febrero cayó viernes.
Ese disco, grabado en apenas dos días y con muy bajo presupuesto (razón por la cual lo tocaron prácticamente en vivo, sin tiempo para segundas tomas ni demasiados arreglos), fue el prólogo de lo que en el transcurso de esa década se iba a configurar como un género musical: el heavy metal. Difícil asignarle crédito a la casualidad al hecho de que el metal haya tenido su embrión y se haya forjado en una ciudad industrial por excelencia como Birmingham, de donde son también los Judas Priest.
El gran responsable de ese sonido es el guitarrista Tony Iommi, único miembro que protagonizó todas las etapas de Black Sabbath: cuando tenía 17 años sufrió un grave accidente en la fábrica metalúrgica en la que trabajaba; cortando placas de metal en una máquina, perdió la punta de sus dedos anular y mayor de la mano derecha, la que utilizaba -siendo zurdo- para pasearse por el diapasón de la guitarra. La situación lo deprimió hasta que un compañero de fábrica lo visitó y le hizo escuchar al guitarrista de jazz Django Reinhardt, para luego contarle que Reinhardt tocaba sólo con dos dedos porque se había quemado esa mano. Iommi quedó tan fascinado que ideó un sistema para volver a tocar la guitarra, fundiendo plástico para hacerse unas prótesis caseras que reemplazaran las puntas perdidas de sus dedos. Pero no conforme, tuvo que alterar también su instrumento, primero colocando cuerdas más flexibles (llegó a utilizar cuerdas de banjo) hasta llegar a afinar la guitarra en tonos más graves que los convencionales, además de tener que reeducar su mano para tocar. El resultado: el sonido oscuro de los riffs que le imprimió a Black Sabbath y dejó marcados a fuego para el naciente heavy y sus subgéneros, como el thrash metal.
Black Sabbath es en realidad heavy metal antes del heavy metal: en 1969 cuando se conforman como banda, el heavy todavía estaba lejos de existir como expresión y mucho más lejos de existir como género. Otras bandas como los californianos Steppenwolf y su clásico “Born To Be Wild” (tema central de la película Easy Rider, conocida como Busco mi destino en Latinoamérica, que también le aportó estética a la cultura rock de esos años), o los MC5 de Detroit, y hasta en alguna medida también Jimmy Hendrix, empezaron a prefigurar el heavy metal. Pero Back Sabbath fue fundamental a nivel sonido. La estética definitiva la aportan los Judas Priest, otros elementos son aportados por otras bandas, pero a nivel sonido el de Black Sabbath es la base sobre la que se fundamenta todo el heavy metal, que toma su forma definitiva en un lapso entre fines de los ´70 y principios de los ´80.
Otro condimento clave de la futura estética de lo que terminaría siendo el heavy metal que aportan los Black Sabbath está en el mismo nombre. De llamarse Earth en sus comienzos, fue a iniciativa del bajista Geezer Butler que terminaron adoptando el nombre de una de sus primeras composiciones (la que abre el disco, Butler era responsable de varias de las letras) que se inspiró en el afiche de una película italiana de terror que proyectaban en un cine enfrente de la sala de ensayo: era la película I tre volti della paura (Las tres caras del miedo, protagonizada por Boris Karloff, uno de los Drácula más recordados del cine) que era presentada en inglés como Black Sabbath. Ese bautismo atravesaría las temáticas de la banda y luego del género: oscuridad, tinieblas y la famosa cuestión del “satanismo”, con la que siempre les gustó jugar a Ozzy y sus muchachos.
El equivalente en castellano a lo que significa Black Sabbath es aquelarre (y es notoria la influencia de Sabbath en los ex Almendra Emilio Del Guercio y Rodolfo García en su banda de 1971, justamente Aquelarre). Aquelarre en la mitología europea es una especie de encuentro de brujas y brujos con el diablo, que se presenta bajo la forma de una cabra macho. Pero las referencias no quedarían solamente en el nombre: en el propio tema de apertura hay referencias a Satán y en el tema “N.I.B.” (que se especula que significa “Navidad negra”, una navidad demoníaca) es directamente el propio Lucifer el que asume la voz del relato. Demasiado impacto para una juventud que venía de la Beatlemanía y de los años del Flower Power. El disco, que no contó con promoción por parte del sello Phillips, se transformó en un éxito inmediato por el “boca a boca”.
50 years on, still praying at the altar of #SABBATH!
Listen on @AppleMusic: https://t.co/rdYsGqCIpS— BlackSabbath (@BlackSabbath) February 13, 2020
El diseñador del arte de tapa, Marcus Keef, pescó esta esencia del disco y reforzó todo esto con la foto que invita a escuchar el disco (si es que antes no saliste corriendo del susto): una casa tenebrosa, una mujer vestida de negro con clásico aspecto de lo que se considera una bruja, ramas secas por todos lados, algún gato negro por ahí.
Pese a todos estos elementos disruptivos que hacen de Black Sabbath un disco que marcó época, también hay un tributo explícito al pasado musical del que provenían Ozzy Osborune, Tony Iommi, Geezer Butler y el baterista Bill Ward: en el citado tema “N.B.I.” el riff de guitarra es un homenaje (que puede leerse también como “afano”, queda a gusto de quien lee) al clásico “Sunshine of Your Love” de la banda de Eric Clapton, Ginger Baker y Jack Bruce, Cream. También hay un guiño al rock progresivo, por el que Tony Iommi tuvo un muy breve paso como guitarra de Jethro Tull, y a sus temáticas en temas como “The Wizard” (segundo del disco) que está inspirado en la historia de Gandalf de El Señor de los Anillos. Incluso hay toques de blues en la armónica de Ozzy.
Pero volviendo al tema de los géneros musicales -para problematizar el lugar común que ubica a los Black Sabbath en el lugar de padres del heavy metal- para inicios de la década del ´70, todavía no existía división entre corrientes o géneros musicales dentro del rock; la división pasaba más bien por un rock “verdadero” o “genuino” y un rock comercial. Claramente ellos se ubicaban en un lugar alejado de lo comercial con esta primera placa. Es con el desarrollo de la industria musical que el rock comienza a clasificarse en estilos y géneros.
El lugar de Black Sabbath en la historia podemos considerarlo análogo al de los Ramones respecto a su papel en el desarrollo del punk: toda una generación de músicos se inspiró en Black Sabbath y en base a su obra lanzaron una nueva corriente a nivel musical, que le dio impulso y envión al rock hacia fines de esa década. Fueron vanguardia hace medio siglo; fueron el heavy metal antes del heavy metal.
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Agradecemos a Eduardo González Peña el aporte de entusiasmo, de gran parte de los conceptos y de sugerencias, sin los cuales esta nota no hubiera sido posible.