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Red Internacional
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DANZA // ENTREVISTA. Blanca Rizzo: bailar para generar vida

Entrevistamos a la bailarina, performer y docente en la Universidad Nacional del Arte Blanca Rizzo. Formó el grupo El Entre-Grupo de Investigación y producción performática en Espacios no convencionales, el Grupo Quarks-Performers Urbanos. Además es creadora de performance colectivas con el grupo Las Mariposas Auge-Acción Urbana de Género.

Miércoles 20 de mayo de 2015

¿En tu casa circulaba arte? ¿Cómo fueron tus inicios?

–En casa no había televisión, leíamos mucho, mi hermano tocaba el chello, ahora pinta. Todos jugábamos al ajedrez. Había un microclima. Mi papá era un intelectual, relacionado con la política, muy lector. Era profesor de piano, nunca ejerció, pero tocaba todo el tiempo y muy bien. Somos seis hermanos todos tocábamos a cuatro manos con él. Muchas veces él tocaba y yo bailaba. Ahí me empezó a gustar mucho lo de danzar y empezó a ser algo serio para mí. Cuando bailaba en el living, la familia daba la vuelta por un pasillo para no molestarme.

Vivíamos en Concordia, Entre Ríos, para estudiar solo había Danza Clásica y Danzas Españolas. Mamá me llevó, cuando llegué y vi a las nenas paraditas con el tutú puesto, me agarro escozor y me dije: “no quiero esto”, yo bailaba a los saltos con mi vestidito. Ahí me di cuenta que quería bailar, pero no así. A los 8 o 9 años empecé a ir a Contemporáneo y a los 16 me metí en un Ballet de Danza Moderna. En realidad no tengo una gran formación académica.

En ese momento estaba viniendo el golpe, en mi casa había puesto una bomba la triple A, se hacía irrespirable el clima de la ciudad y me vine a Buenos Aires en el 77, en plena dictadura. Acá era desconocida, vivía en pensiones. Iba todos los días a danza con Wasil Tupin y su mujer, Mercedes Serrano, eran dos grandes bailarines, su estudio era un semillero del Colón, me enteré años después que los dos nenes que había eran Julio Boca y Maximiliano Guerra. Después me pasé al “otro bando” con Patricia Stokoe, tres años haciendo Expresión Corporal, quería dedicarle más pero trabajaba muchas horas. Igualmente seguí tomando clases de barra a terre con Liliana Cepeda y contemporáneo con otros profesores.

Al final de la dictadura participaste en la movida Under, contanos un poco de eso.

–El underground porteño fue aproximadamente desde el 81 al 91, cuando murió Batato. En el 81 se empezaba a gestar la caída de la dictadura, en los grupos artísticos se empezaban a generar cosas diferentes, incluso por otra vía que el establishment artístico impuesto. Me sumé al under en el 88 porque en el 83 y 85 estaba teniendo a mis hijas y trabajando en un banco, estaba en un impasse de familia. Después cuando me separé, la danza irrumpió como la salvadora, estaba en la lona laburando en la oficina con las dos nenas chiquitas. Era una improvisadora y me había enamorado de Isadora Duncan, eso me abrió la cabeza y me impulsó a retomar.

Un día bailé en la casa de un amigo, Coco Bedoya, alguien me vio y me invitó a conocer el Parakultural en la calle Venezuela. Cuando entré me parecía estar en un cuento de la infancia, era un sótano con escenario, lucecitas, humo, poca gente y yo me ataqué con bailar. Le di un cassette al Barba, él lo puso y empecé a corretear por todo el Parakultural. Se me acercaron Batato y Urdapilleta, producidos con plumas y vestuarios largos, me tocaron el pelo y me dijeron: “¡Qué divina!, ¿quién sos?”, ahí empecé, y no paré.

Fui a Mediomundo, me presenté a Leandro Rosatti diciendo: “Soy Blanca y bailo”. Me respondió que vuelva el lunes y “si el público te tira con algo no vengas más, si no te quedas”. La gente estaba “colocada” en todo sentido, o te amaba o te destruía. Al parecer tenía la locura necesaria para subirme a ese tren, tenía mucha danza esperando salir. Fui a las galerías de arte de la avenida Santa Fe y me compré un camisón blanco y uno negro, los use por años. El primer lunes me puse el camisón blanco y baile los 40 Braves de Irene Papas, la gente estaba en gradas y me ovacionaron, yo salí corriendo y no volví porque me asusté. Y después bailé en Cemento, recuerdo que Omar Chabán dio cinco minutos en el escenario a cada artista para protestar contra la guerra “Tormenta del Desierto” en el Golfo. Me puse un pañuelo tipo la intifada y mi camisón negro, baile la Muerte de Amor de Tristán e Isolda, de Wagner. Estuve dando vueltas por las movidas de los boliches, de los lugares de la época, sótanos muy negros con paredes pintadas, el Parakultural, Cemento, El Dragón (o como se lo conocía: “el Drogón”), Babilonia, Mediomundo, Sarajevo, el ciclo de poesía de Sbarra en la Facultad de Psicología y en el Rojas en una movida de Batato con Margotita y con Klaudia con K, una trans que trabajaba en la panamericana y Batato la rescató para los escenarios. Eran muchos los espacios, éramos una tribu, yo salía sola y al otro día me iba a trabajar en un banco, dejaba a las nenas con alguien que las cuidara para poder hacer esto.

Después de esa experiencia, ¿seguiste con las acciones de arte y política?

–Participe de actividades del Grupo Escombros (de La Plata) entre los cuales estaba Romero, artista plástico y Puppo que era arquitecto. Armaban movidas gigantes. En el 89 fuimos a La Plata copamos un pozo abandonado de 400 metros, dentro había danzas, música y esculturas realizadas con los deshechos de la zona y varias en relación a los desaparecidos. Estaba la idea del arte efímero, al final había que quemar todo, un arte que no dure. Lo que había quedado después de la dictadura eran los “artistas de lo que queda”. Se quemaron todas las esculturas, la gente bailaba alrededor de las fogatas, había unos zanquistas con una bandera roja y otra negra y la luna saliendo gigante por atrás. La vivencia y la imagen que quedó en mí es increíble.
También participé como la danzarina de Bicicletas a la China, que era para protestar contra la matanza de los estudiantes en Tienanmén (en el año 1989). Salimos unos 200 ciclistas desde el Obelisco, con una camioneta delante con distintos artistas entre los cuales estaba Fernando Noy, el poeta. Frenaba la camioneta, golpeaba el gong chino y sucedía la acción. Los ciclistas con sus bicicletas se tiraron al piso simbolizando una matanza, yo tenía una túnica “isadoriana” roja y realicé una danza libertaria en silencio. Luego la caravana siguió hasta Constitución y allí hablaron y recitaron los integrantes del Frente de Artistas del Borda. Todo eso se transformó en un video que salió segundo en el Concurso Nacional de videos y se vio en el cine La Hebraica a sala llena, en la Librería Gandhi, el Centro Cultural Rojas, el Foro Social de Porto Alegre y en la escuela de cine Los Baños de Cuba donde quedó guardado.

Éramos una bola de gente haciendo arte y política, ahora se transformó en libros, en ese momento lo vivíamos, no demasiado conscientes, sólo como una explosión de libertad. Yo primero hice y después teoricé lo que hice. Ahora hago performance en la calle teorizando mucho más, aunque sigue siendo básicamente una praxis.

En ese momento era poner el cuerpo para salvarse la vida, si no bailaba me iba a morir. El under me salvó, apareció un Arte con mucho exceso emocional, muy recargado. A tanta represión aparece la necesidad de hacer “lo que se me canta el culo”, y en eso te podes morir, sobretodo que apareció con fuerza el HIV. Después murió Batato y cerró. Todos seguimos haciendo cosas, no como tribu, pero seguimos. Era más un impulso vital que un medio de vida.

En el mapeo de Ana Longoni de la muestra Perder la Forma Humana, vi la relación de todos estos grupos, todos estábamos relacionados de alguna manera. El año pasado, 2014, participamos de la muestra y realizamos una performance con estudiantes de la U.N.A. La temática era el plan Cóndor y el atravesamiento de lo artístico como salvación y expresión. Se llamó “El cuerpo como signo”. Fue revivir toda la historia, y revivirla aquí y ahora.

¿Cómo ves la situación de la danza?

–La danza es la rama de las artes que más le costó, no sé si por la actividad misma, por esa cuestión del individualismo, del narcisismo, de sobresalir, del cuerpo, pensarse y organizarse. Había una desconexión con lo social, entonces la danza se quedó atrás en lo hace a organización para defenderse, para profesionalizarse, para cobrar. El bailarín tiene tantas ganas de bailar, porque es un impulso vital muy fuerte que muchas veces ni siquiera se le ocurre preguntar si va a cobrar; no se toma conciencia de esa necesidad como cualquier otro laburante. Pienso que es mejor que nos consideremos trabajadores del arte así nos juntamos y nos organizamos.

Ahora veo con alegría dos movimientos, que son el Foro Danza en Acción y el de la Ley Nacional de Danza. Es un gran avance militante para que haya una política cultural y un fondo a nivel Nacional que no existe aún.

En lo particular, mal vivo de la docencia, estoy interesada en poder vivir de lo artístico, por eso veo esto como un gran avance, aún con las cosas que haya que mejorar, para que llegue un pedazo de la torta del PBI a la danza.

Como docente de la UNA, ¿qué pensás de las reformas que se aplicaron recientemente?

–Estuve junto a la mayoría de mis compañeras y compañeros de las materias afectadas, en contra de la reforma de la UNA. En la práctica y aunque se sigan llamando igual en lo general, desaparecieron materias troncales como entrenamiento corporal del actor, vocal y rítmica. Estas materias producían un año de fuerte formación grupal. Yo creo más en los procesos de trabajo, que en el talento. Ahora en 15 encuentros de 2 horas durante un cuatrimestre, los estudiantes tienen que asimilar todo y producir lo que se les proponga y la falta de tiempo para procesar es notable cómo los perjudica a ellos y a nosotros como docentes. Es una formación “zapping” con dos frases “agarrá lo que puedas” y “haga su propia carrera”. La queja de que no les dan los tiempos es constante y se nota porque, además, faltan muchísimo. Le dedican más tiempo a las teóricas que a las prácticas y ahí se supone que se están formando actores.

A lo largo de estos años formaste y dirigiste varios grupos, como Quarks-Performers urbanos y El Entre, ¿cómo armas tus grupos de trabajo? Contános un poco de la experiencia con Las Mariposas

–Quarks y El Entre fueron dos experiencias increíbles en mi vida y en la de todos los que los transitamos y merecerían un capítulo aparte.
A mí me resulta muy divertido y vital abordar el espacio urbano.

Hago mapeos, mapas de las performances, son story board planta, de las partituras de movimiento o de las coreografías, dependiendo de si es performance u obra de danza. A veces se ven firuletes que parecen no entenderse, pero para nosotros es clarísimo lo que tenemos que hacer. Mi militancia actual en arte y política la hago en las Mariposas Auge. Somos un colectivo horizontal, todas tenemos distintas tareas.

Las Mariposas Auge –Acción Urbana de Género– nació luego de una acción que convoqué para el 8 de marzo del 2013. Es un grupo abierto con un grupo central que va creciendo en la práctica y que es cada vez más pensante y organizativo. Ahora podemos implementar ensayos en los que yo puedo o no estar. Tenemos pensada una gran acción para el sábado 26 de septiembre, teniendo en cuenta que el 23 de septiembre es el día declarado a nivel internacional para pensar y trabajar el tema de la Trata. Hay una página en Facebook que se llama Las Mariposas Auge y un blog, no solo con la información de las performances que hacemos, sino también con información de género.

libros recomedados por Blanca para estudiar el tema:

Ver Blog de Blanca Rizzo

Ver video de grupo Quarks: