Con una participación del 23,03% en las legislativas, la operación de relegitimación del régimen argelino tras más de dos años de movilización popular es un estrepitoso fracaso para las autoridades. Paralelamente, la situación social es explosiva.
Domingo 20 de junio de 2021 03:25
Con las elecciones legislativas del pasado 12 de junio, el régimen argelino pretendía acelerar su legitimación post-Hirak. Un fracaso, y con creces. Uno de los problemas centrales fue la participación. Tres días después de las elecciones, el gobierno aún no había anunciado el índice de participación. Y nunca lo hizo directamente. Pero de las cifras y los resultados anunciados por el presidente de la Autoridad Nacional Independiente para las Elecciones (ANIE), Mohamed Charfi, se deduce que de un total de 24,4 millones de votantes, 18 millones boicotearon la votación. A esto hay que añadir más de un millón de votos nulos. En total, la Asamblea Popular Nacional(APN) contará con los votos de sólo 4,6 millones de electores. Es decir, la participación fue sólo del 23,03%, inferior incluso al 23,7% de participación en el referéndum para revisar la Constitución el pasado mes de noviembre y al 40% de participación en las elecciones presidenciales de diciembre de 2019.
Esta abstención masiva señala el descontento popular con el régimen y que éste no ha sido capaz de recrear completamente una nueva "normalidad institucional" tras el enorme movimiento de protesta política y social iniciado en febrero de 2019, el Hirak. En este sentido, es probable que el gobierno, una vez que tuvo claro que estaba abocado al fracaso en términos de participación, hubiera apostado por la simple celebración de las elecciones para dar una apariencia de "democracia" al proceso de transición. De ahí se entiende el giro represivo en las semanas previas a las elecciones: era necesario cortar de raíz cualquier posible movilización que pudiera poner en peligro la celebración de las elecciones.
Finalmente, aunque el Frente de Liberación Nacional (FLN) sigue siendo la principal fuerza política en el APN, pierde 59 escaños en comparación con las últimas elecciones de 2017. Y esto a pesar de que la enorme abstención le favoreció en gran medida. De hecho, para algunos, el FLN caería aún más si la participación fuera mayor. Pero la realidad es que los votantes no han encontrado ninguna alternativa creíble en los otros partidos burgueses o pequeñoburgueses, para algunos antiguos aliados del poder del FLN. En otras palabras, el fenómeno de la abstención en Argelia, después de más de dos años de movilizaciones, adquiere el carácter de un rechazo a todas las fuerzas del régimen, pero especialmente al nuevo gobierno que pretende ser la renovación tras la salida de Bouteflika.
Sin embargo, si estos resultados revelan una profunda crisis política y de legitimidad del régimen, no es el único aspecto de la crisis que atraviesa Argelia. De hecho, desde hace meses se está gestando un movimiento de descontento social en el país, que se traduce en diversas acciones de huelga. Podemos mencionar la larga lucha (desde julio de 2020) por sus derechos sindicales de los trabajadores de Numilog, filial del grupo propiedad del multimillonario Issad Rebrab. Una movilizacion que se enfrenta a la represión policial y al abandono total de la gran central sindical afiliada al FLN, la Unión General de Trabajadores Argelinos (UGTA).
Pero esta lucha no es ni mucho menos la única que ha tenido lugar en el país en los últimos meses. Ha habido movilizaciones a nivel local, pero también a nivel nacional en diferentes sectores. Es el caso de la huelga de profesores que comenzó en Orán a mediados de abril, pero que se extendió a todo el país. Este tipo de movilizaciones y huelgas también se dio entre los estudiantes, en sanidad, en Correos, en el sector del taxi, entre los bomberos, pero también entre los parados y los precarios.
Estas luchas son una especie de reflejo directo sobre el terreno de las luchas económicas y sindicales del gran movimiento Hirak, pero no se limitan a él. En esta línea, un tema que surge mucho durante estos movimientos es la cuestión de la dignidad. A menudo, cuando las luchas económicas empiezan a plantear este tema, quiere decir que hay cuestiones políticas más profundas que movilizan a los trabajadores y a las trabajadoras, a la juventud y a las clases populares. La crisis económica ligada a la pandemia de Covid-19 no ha hecho más que reforzar el descontento obrero y popular.
Sin embargo, aunque esta oleada de luchas laborales muestra el potencial del movimiento obrero, también revela algunas de sus debilidades. Como escribe Shelagh Smith, "la falta de una lucha unificada del movimiento obrero, de los movimientos sociales y del Hirak ha permitido al régimen recurrir a la represión contra militantes y periodistas, a menudo con el pretexto de atacar la "unidad nacional" y la "seguridad del Estado". En otras palabras, los trabajadores y las trabajadoras en lucha se enfrentan hoy al reto de coordinar las luchas para crear un movimiento unificado en todo el país. Un movimiento así implicaría la adopción de una amplia y profunda democracia de base para evitar la burocratización de su dirección o la cooptación por parte de burócratas sindicales cercanos al régimen. También implica la lucha contra la influencia de las corrientes liberales e islamistas, que se han incrustado en el Hirak pero que abogan por una férrea oposición a la inclusión de los temas sociales en las reivindicaciones de las personas movilizadas. Esta lucha es también la lucha contra la burocracia sindical para democratizar y recuperar las grandes centrales nacionales, la UGTA y la CSA, para los trabajadores y las trabajadoras de base.
El gobierno, por su parte, no permanece pasivo. Intentará construir su legitimidad para aprobar las contrarreformas neoliberales estructurales apoyándose en la represión de los movimientos de protesta, pero también en sus socios imperialistas. En este sentido, Argelia está estrechando sus lazos diplomáticos y económicos con España e incluso con Francia. Esto podría implicar al ejército argelino en la "lucha contra el terrorismo" dirigida por Francia en el Sahel, aunque dicha política siga siendo bastante impopular entre la población argelina. A esto hay que añadir también los roces reaccionarios cada vez más fuertes con Marruecos en el marco de la competencia regional entre estos dos Estados.
*Artículo original en Révolution permanente.
Traducción: Natalia Pons