En estos momentos, Bolivia está bajo control de una minoría ultra reaccionaria, religiosa y racista. Evo nunca pudo o intento ser una verdadera respuesta a la opresión indígena, la juventud, las mujeres, las diversidades sexuales y los trabajadores, pero no se puede ignorar que la profunda rabia de las clases medias “blancas” contra la Bolivia indígena son el motor de este GOLPE DE ESTADO.
Viernes 22 de noviembre de 2019 09:04
Bolivia fue mi segundo hogar, donde pase varios años de escuela y vi de cerca un país dividido no solo por clases sociales, sino también por el racismo. Camacho, Murillo, Áñez y amigos pertenecen a lo peor de la derecha boliviana. Con lazos con la juventud cruceña que vi en mi adolescencia pasearse con esvásticas pintadas en sus autos en las calles de Santa Cruz. Y actúan como agentes de sectores de la iglesia oscurantista, del Opus Dei y las iglesias evangelistas.
Muchos de los que hablan de la corrupción del MAS, hicieron negocios o incluso fueron parte de gobiernos igualmente o mas corruptos que el de Evo y con lazos con el narcotráfico, como lo fue Paz Zamora y trabajaron para el MNR, que masacro impunemente durante Octubre del 2003.
La gran mayoría que esta a favor de el golpe extraña la época en que había aún más impunidad para discriminar, explotar y reprimir. Esa misma gente incluso festeja las danzas folklóricas, dicen amar su país, pero les gusta la versión del indígena sumiso y servicial, donde su cultura y símbolos son usados a conveniencia política y mercantil.
Evo salió corriendo como el cobarde que es, pero quedaron las mujeres, la juventud alteña, quedó un pueblo aymara-quechua, mineros y trabajadores peleando contra una presidenta autoproclamada, sostenida por las fuerzas armadas.
Los oprimidos en Bolivia tienen una memoria histórica grabada en el cuerpo, el bloqueo llama, el cerco a La Paz moviliza, con los muertos no se negocia.
Yo no me olvido de lo que vi en Bolivia, durante mi niñez y adolescencia, a finales de los 90, por un lado un pueblo sufrido, oprimido pero valiente y abnegado y por otro los niños bien de la zona sur que se iban a golpear gente en los barrios pobres, a robar sombreros de las mujeres de polleras, por diversión, como desafió racista organizando con suma de puntos. Yo no me olvido de cómo se insulta y discrimina día a día, en la calle, en los comercios, en las escuelas, como si nada.
Yo no me olvido de mi profesor de 3er grado que pegaba a los estudiantes de origen indígena, solo por hablar, pero cuando yo metí sapos a la clase, y se armo un lío enorme, no me dijo nada. Yo no me olvido de las trabajadoras domesticas, que se les daba y da comida de segunda, que no pueden usar el baño de la casa, que no tienen permitido ir a la escuela nocturna, a no ser que tengan una señora “buena” que les permita terminar de estudiar. Y que no obtienen justicia cuando el patrón viene borracho, o se hace el borracho y las viola y abusa.
Áñez ha desatado una reprensión feroz, con muertos, heridos, y ha despreciado las creencias indígenas, imponiendo nuevamente la biblia en el centro del gobierno, la religión traída por los españoles durante la sangrienta conquista. Pero su posición es muy precaria, y la resistencia es enorme.
Y aunque el MAS negocie y avale un llamado a elecciones desesperado, la clase media de las ciudades ladre rabiosamente en Facebook y WhatsApp y Áñez intente aplastar la resistencia contra el golpe, la Bolivia indígena y obrera pelea, pone el cuerpo como siempre lo hizo. Que sus muertos y su lucha no sean en vano.