Este miércoles ser realizó un mega remate de reservas de petróleo en Brasil. Petrobras se llevó la mayor parte del botín y el Gobierno de Bolsonaro no pudo recaudar lo que pretendía.
Jueves 7 de noviembre de 2019 00:00
El mega remate ocurrió en el marco del anuncio de un durísimo recorte de gastos bautizado por algunos analistas una “mini Constituyente fiscal”, que significará la rebaja de salarios a los empleados públicos e incluso pone en riesgo la existencia de municipios.
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Publicitado desde hace meses como la salvación privatista más deseada ideada por Paulo Guedes, el ministro de Economía, fue vendido durante la infame campaña electoral de Bolsonaro como la venta de la mayor parte de los activos de Petrobrás. Sin embargo, el resultado fue muy distinto al deseado por el gobierno. Las pujas fueron menores y la mayor parte de la explotación de los campos rematados se la quedó la propia Petrobras.
Pese a ello, las inmensas riquezas y ganancias del petróleo seguirán siendo drenadas hacia el imperialismo, ya que irán para los accionistas privados ubicados en las bolsas de Nueva York y demás plazas financieras. Vale recordar que la entrega del petróleo es un proceso iniciado por el PT, y que recientemente los recursos procedentes del mega remate fueron negociados con los gobernadores a cambio de su apoyo a la reforma previsional.
Los campos rematados este miércoles son los denominados “cesión onerosa”, es decir, los campos de las reservas marítimas conocidas como pre-sal que exceden los 5.000 millones de barriles destinados exclusivamente a Petrobras. Eso incluye la reserva de Búzios, la más valiosa y séptimo mayor campo del mundo, y las de Itaipú, Sérpia y Atapu.
El Gobierno, en sociedad con la corporación mediática Globo, venía celebrando anticipadamente la que sería la entrega de petróleo más grande de la historia. Con ella pretendía recibir 105 mil millones de reales (cerca de 25.700 millones de dólares), estando el valor de su riqueza estimado en el orden de los billones de reales.
Sin embargo, el Gobierno recaudó apenas 70.000 millones de reales, mucho menos que lo esperado, de los cuales 68.194 millones fueron por Búzios, cuya compra quedó a cargo de la propia Petrobras y de las chinas CNOOC y CNODC con 5% cada una. Itaipu también fue rematada por Petrobras por 1.760 millones de reales, la base mínima, mientras Sérpia y Abapu no tuvieron compradores. Así se pinchó la celebración privatista que Bolsonaro, su equipo y la Globo preparaban para saludar la entrega de las riquezas del país para “equilibrar las cuentas” y pagar la deuda pública de estados y municipios. El mercado financiero, como siempre, no tardó en reaccionar con la suba del dólar y la caída de los papeles de Petrobras.
Una hipótesis que podría explicar lo ocurrido es que, aun con el enorme proceso de privatización del petróleo, los monopolios imperialistas como Shell, Total, BPN entre otros, decidieron operar una especie de boicot. El motivo es la persistencia del régimen de “partilha” (reparto), donde el ganador de las licitaciones debe entregar al Estado brasileño un porcentaje de ganancias (lucro mínimo). En el caso de Búzios, por ejemplo, el valor mínimo establecido se fijó en 23%. Como se ve, la ambición de los monopolios imperialistas no tiene límites, y no están dispuestos a trasladar una pequeña parte de sus ganancias al Estado en cuyo territorio se encuentran reservas que le rendirán ganancias multimillonarias. Algunas señales de esto se venían anunciando, como las ausencias del monopolio francés Total y de la británica BP en el mega remate.
Tampoco tiene límites el cipayismo de Bolsonaro y Paulo Guedes. Ni bien se conocieron los resultados, el ministro de Minas y Energía, Bento Albuquerque anunció que las áreas de Sérpia y Atapu serán puestas en venta nuevamente en 2020 bajo otro régimen que no es el de reparto. Si de ellos depende seguramente será uno aun más entreguista.
El hecho que Petrobras se haya quedado con gran parte de los campos ofertados hoy no significa que las riquezas del país no se estén yendo en beneficio de los monopolios imperialistas. Petrobras está gestionada en función del objetivo de generar el máximo de ganancias para sus accionistas privados, muchos de ellos estadounidenses. El propio destino de los royalties también está comprometido con el pago de deuda pública. Ahora está planteada una aceleración de la privatización de los demás campos, refinerías y recursos.
Por eso, una verdadera salida que atienda a los intereses de los trabajadores y del pueblo implica nacionalizar íntegramente toda la inmensa riqueza involucrada en toda la cadena del petróleo del país, gestionada por los trabajadores petroleros y bajo control popular. De esta forma, las riquezas no serán usadas para pagar deuda pública sino para garantizar recursos para la salud, educación, para los trabajadores y el pueblo, y estar realmente al servicio de los intereses nacionales, enfrentándose al imperialismo. Para lograr ese objetivo está planteado que las centrales sindicales rompan con las movilizaciones rutinarias y fragmentadas y organicen un gran combate de los trabajadores y el pueblo por una Petrobras totalmente estatal, gestionada por los trabajadores y controlada por el pueblo.