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NUEVA CARTA DE LA CRT A LUCHA INTERNACIONALISTA. CRT: "En Catalunya impulsemos un frente de izquierda y por la independencia de clase"

Continuamos el debate con las compañeras y compañeros de Lucha Internacionalista iniciado por la CRT con nuestra carta a las organizaciones de la izquierda revolucionaria del Estado español.

Lunes 19 de octubre de 2020

Compañeras y compañeros de Lucha Internacionalista,

Continuamos el debate entre nuestras organizaciones respondiendo a vuestra última carta. Ante todo, nos alegra constatar nuevamente la voluntad que existe por parte de nuestras organizaciones de “avanzar en el necesario reagrupamiento de fuerzas de las organizaciones a la izquierda del Gobierno PSOE-Unidas Podemos, y dentro de ellas de avanzar en la construcción de un partido revolucionario, a nivel del estado español e internacional”, un proceso en el que coincidimos en que debe ser la reconstrucción de la IV Internacional.

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A poco de haberse cumplido el 80 aniversario del asesinato de León Trotsky a manos de un agente estalinista, el mejor homenaje que podemos hacer a nuestro maestro es avanzar decididamente en la construcción de partidos revolucionarios y una internacional de la revolución socialista que frente a la catástrofe capitalista planteen una estrategia para el triunfo de la revolución proletaria internacional, como reafirmamos en la exitosa charla debate en homenaje a León Trotsky que realizamos a mediados de septiembre y sobre el cual hemos publicado un balance.

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Coincidimos en que avanzar en ese camino sólo es posible dando “pasos sólidos, discusiones francas y abiertas que nos permitan delimitar el grado de acuerdos y también de desacuerdos”. En ese sentido, saludando nuevamente la voluntad de la dirección de Lucha Internacionalista de responder a nuestro llamamiento, en esta nueva respuesta queremos profundizar en algunas de las cuestiones en debate, obviamente sin la intención de agotarlas y esperando continuar el intercambio. Al mismo tiempo queremos responder a vuestras propuestas concretas y avanzar en otras iniciativas políticas.

1) El marco del debate y el método de construcción de partido

Hasta el momento, salvo LI ninguna otra organización a las que hemos dirigido explícitamente el llamamiento (Corriente Roja, Izquierda Revolucionaria e IZAR) nos ha respondido oficialmente. En nuestra opinión, en cada caso responde a diversos motivos (sectarismo, oportunismo, autoproclamación, debilidad teórico-política, o una combinación de todas ellas). No obstante, creemos que existe un común denominador que es una concepción sectaria y conservadora que impide plantearse la necesidad urgente de superar los estadios de pequeños grupos de propaganda para avanzar en la construcción de partidos revolucionarios para la lucha de clases, enraizados en la vanguardia obrera y juvenil.

En vuestra última carta decís que “no nos parece realista identificar el proceso iniciado entre nuestras dos organizaciones -inclusive si alguna más participara- con un proceso -citando nuestro llamamiento inicial- de ‘miles de nuevas compañeras y nuevos compañeros que se incorporen a la militancia entusiasmados por la perspectiva de un partido unificado de la izquierda obrera y socialista’ que no por deseable, está aún alejado. No queremos vender humo ni generar falsas ilusiones.”

Desde ya que tampoco consideramos que el proceso de debate y actividad común que hemos iniciado entre nuestras organizaciones es identificable inmediatamente con la construcción de una organización de miles, ni hemos afirmado tal cosa en ningún momento. Pero esto nos lleva a una necesaria clarificación sobre nuestro método de construcción internacional.

En nuestra corriente internacional, la FT-CI, siempre hemos sostenido que el trotskismo, que concentra lo mejor de las experiencias del marxismo revolucionario en Occidente, sólo puede dejar de ser marginal si se fusiona con los mejores elementos de la vanguardia obrera y juvenil de todos los países, avanzando así en la reconstrucción de la IV Internacional.

Como escribíamos en un suplemento internacional especial hace pocos años, por mencionar sólo un material, “somos conscientes de que ninguna organización de las actualmente existentes que se reclaman revolucionarias puede resolver por sí misma esta tarea de magnitud histórica. Contra toda autoproclamación sectaria, sostenemos que la construcción de partidos obreros revolucionarios y la puesta en pie de una internacional de la revolución social, que para nosotros implica la refundación de la IV internacional sobre bases revolucionarias, no será producto del desarrollo evolutivo de nuestras organizaciones ni de nuestra tendencia internacional, sino resultado de la fusión de alas izquierdas de las organizaciones marxistas revolucionarias y sectores de la vanguardia obrera y juvenil que se orienten hacia la revolución social, que tenderán a surgir y generalizarse al calor de la crisis y la lucha de clases.” [1]

Con esta perspectiva, en 2013 lanzamos un manifiesto en el que abrimos una discusión sobre la necesidad de impulsar un Movimiento por una Internacional de la Revolución Social. En este proceso avanzamos en discusiones con compañeras y compañeros en Perú, en Costa Rica, y en Europa con compañeros de Italia, que hoy son secciones simpatizantes de la FT-CI.

Dicho manifiesto, como hemos dicho en reiteradas oportunidades, no pretendió ser un programa acabado sino un aporte de los que consideramos son los principales núcleos estratégicos y programáticos que, junto con la prueba de la práctica política y la lucha de clases, deberían delimitar el campo de la izquierda revolucionaria, empezando por establecer un programa de reivindicaciones transitorias para enfrentar la crisis capitalista.

Siguiendo este método, que es el mismo método que Trotsky propuso para construir la IV Internacional -impulsando el “Bloque de los Cuatro” [2] en los años 30 con organizaciones que consideraba “centristas” (es decir, que oscilaban entre la reforma y la revolución) y que podían adquirir un curso progresivo-, creemos que los cambios en la situación mundial plantean con agudeza la necesidad converger a partir de políticas comunes de intervención en la lucha de clases, conquistando reagrupamientos revolucionarios con lo mejor de la vanguardia obrera “independiente” y con aquellos sectores marxistas revolucionarios con los que compartamos un programa y una estrategia. Este el método y espíritu de nuestro llamamiento, el cual creemos que no puede basarse en principios generales, sino que debe partir de acuerdos frente a las grandes cuestiones estratégicas de la situación internacional.

2) Consignas democráticas, teoría de la revolución permanente y “revolución democrática”

Para nuestra corriente las consignas democráticas y su articulación dentro de un programa transicional no sólo son importantes, sino que las hemos desarrollado políticamente en multiplicidad de campañas de intervención en distintos países y en el Estado español. Mediante el planteo de consignas como la “asamblea constituyente libre y soberana”, “que todo cargo político gane lo mismo que un trabajador o sea revocable”, la “disolución del senado y la presidencia”, entre otras consignas articuladas con un programa transicional anticapitalista, hemos buscado ayudar a que evolucione la experiencia de las masas con los mecanismos de la democracia burguesa hacia la conquista revolucionaria del gobierno de las y los trabajadores. Del mismo modo levantamos otras consignas democráticas centrales como la abolición de la monarquía y la consigna de referéndum, la defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos o terminar con los enclaves coloniales de Ceuta y Melilla, entre otros. En diversos trabajos y elaboraciones también hemos abordado política y teóricamente esta cuestión fundamental. [3].

Como decimos en nuestra carta anterior, creemos que esta articulación con el resto de demandas transicionales y anticapitalistas, debería ser una parte central de las discusiones entre nuestras organizaciones en este proceso, cuestión en la que tenemos acuerdo. Pero también decimos que en nuestra opinión las mismas se engloban en un debate más amplio sobre la “teoría de la revolución democrática” que defiende vuestra corriente. Y es en este punto donde aparece una importante divergencia. En vuestra última respuesta decís que no sabéis de dónde hemos sacado “que la UIT-CI defienda una ‘teoría’ de la revolución democrática”. No es nuestra intención forzar ninguna polémica ni hacer ninguna discusión falsa, pero este debate no es nuevo ni mucho menos. Se remonta a nuestra critica al legado teórico político de Nahuel Moreno, quien fuera el fundador y máximo dirigente de la corriente de la que ambas organizaciones provenimos y con la cual nuestra corriente internacional rompió en 1988. Es decir, es un debate que tiene ya más de 30 años.

En diversos artículos y elaboraciones [4] hemos polemizado con las posiciones de Nahuel Moreno, desarrolladas en diversos trabajos [5], que consideramos fueron una revisión de la lógica y concepción del Programa de Transición elaborado por León Trotsky y de su teoría de la Revolución permanente. Nuestra crítica, a riesgo de ser esquemáticos, pero con la sola intención de sintetizar un debate que está desarrollado en cientos de páginas de polémicas, es que en su análisis de la segunda posguerra Moreno llega a una conclusión equivocada que tiene como resultado una revisión de la teoría programa de la revolución permanente.

Para el fundador del MAS argentino, Trotsky se equivoca tanto en sus Tesis de la Revolución permanente como en el Programa de Transición al considerar que revoluciones dirigidas por corrientes pequeñoburguesas o estalinistas podían ser posibles, pero que sólo serían una excepción. Visto el desarrollo del proceso histórico de la posguerra, Moreno considera que esta había sido más bien la “norma” (Europa del Este, Yugoslavia, China, Cuba, Vietnam) y afirma que “hubo procesos de revolución permanente que expropiaron a la burguesía, hicieron la revolución obrera y socialista, sin ser acaudillados por la clase obrera y sin ser acaudillados por el partido comunista revolucionario.” [6] Por ello era necesario hacer una “actualización”: frente a dictaduras o regímenes bonapartistas, en un primer período de la lucha, se planteaba la necesidad de establecer alianzas con fuerzas políticas que no fueran revolucionarias, sino pequeñoburguesas e incluso nacionalistas burguesas, con el objetivo de derrotar al gobierno. Un proceso que Moreno denomina “revolución democrática” y cuya dinámica objetiva llevaría, en una segunda etapa posterior, a las masas a la lucha por el socialismo. A este tipo de concepciones los trotskistas las llamamos etapistas o semietapistas. Como resultado surgieron estados obreros deformados, es decir burocratizados desde su nacimiento, que lejos de extender la revolución socialista internacional, actuaron por el contrario como un freno a su dinámica permanentista.

El problema es que en aquellos años donde el mapa del mundo parecía “pintarse de rojo”, como decía Moreno, la ausencia del proletariado más concentrado como sujeto social, la falta de desarrollo de organismos de autoorganización de las masas (soviets) y la conducción de estos procesos por parte de partidos únicos de tipo estalinista -es decir, la ausencia de partido revolucionario de tipo bolchevique-, significaban al mismo tiempo un freno para el desarrollo internacionalista de la revolución y el avance hacia el socialismo. Más aun, frente a la ofensiva del capital, dichos partidos terminaron por demostrar su carácter contrarrevolucionario pasándose con armas y bagajes al campo de la restauración capitalista.

Nuestra visión, siguiendo a Trotsky sin ningún tipo de dogmatismo, es que desde el punto de vista subjetivo sólo revoluciones “clásicas”, es decir en las que el proletariado actúa como sujeto fundamental hegemonizando al resto de los sectores oprimidos, en las que se desarrollan formas de autoorganización de masas y donde la clase obrera ha logrado conquistar previamente una dirección política revolucionaria, pueden conducir al avance a la revolución internacional. Por el contrario, con “direcciones cualesquiera”, por más conquistas materiales que se logren, si estas no son puestas en función del objetivo de extender la revolución internacional, tarde o temprano se transformarán en su contrario.

Estrictamente, en el siglo XX lo “excepcional” fue que revoluciones dirigidas por direcciones estalinistas o pequeñoburguesas triunfasen. La amplia mayoría de los procesos revolucionarios que tuvieron al frente a este tipo de direcciones más bien fueron traicionados, estrangulados o desviados. Toda la experiencia histórica del siglo XX es una confirmación rotunda de esta dinámica y de la Teoría de la revolución permanente: no hay ninguna “revolución democrática” ni etapa intermedia posible; la resolución íntegra y efectiva de las tareas democráticas sólo puede hacerse realidad como fruto de un gobierno de la clase trabajadora a través de la revolución socialista.

Obviamente esta lectura no es compartida por vosotros. En vuestra carta decís que “teoría sólo tenemos una, la de la revolución permanente. Otra cosa es reconocer que –en rebeliones/revoluciones como las de Oriente Medio y el Norte de África- parten esencialmente de consignas democráticas y de direcciones que no son revolucionarias, pero esta constatación nada tiene que ver en no implicarnos en esos procesos, al contrario, implicarnos es la única forma que tenemos de apoyar la construcción de un polo de izquierdas que avance más resueltamente en las reivindicaciones transitorias y anticapitalistas.”

Pero implicarse en los fenómenos o procesos de la lucha de clases tal cual se dan puede hacerse en forma principista o en forma oportunista. Esto depende de la naturaleza de los procesos en cuestión, su dinámica, si sus objetivos tienden a la independencia de clase o no, si su composición de clase es obrera o pequeñoburguesa (o “ciudadana”), y por su puesto también sus direcciones y a que estrategia responden. Sin considerar estos elementos, implicarse puede resultar en una política oportunista e incluso reaccionaria. Por poner un ejemplo, hace pocos años, en 2014, las movilizaciones de la plaza Maidan llevaron al derrocamiento de Víctor Yanukovich en Ucrania, abriendo un proceso de guerra civil entre dos campos reaccionarios como expresión de una disputa entre las potencias imperialistas europeas (junto a Estados Unidos) y Rusia. En ese caso, la UIT sostuvo que “en Ucrania también triunfa una revolución democrática que logra la caída del reaccionario y pro ruso Yanukovich” [7], emparentando el proceso con las movilizaciones de la primavera árabe. Se llegó a sostener incluso que “la gente desbordó a su dirigencia burguesa pro UE”, pero reconociendo al mismo tiempo que en la dirección del movimiento había “sectores burgueses que ya gobernaron, como el partido de la Timoshenko y hasta sectores nacionalistas pro fascistas”. Es decir, se caracterizaba el proceso como una “revolución democrática” aun reconociendo que estas no tenían nada de progresivo. Una posición similar sostuvo la LIT -agrupamiento internacional a la que pertenece Corriente Roja-, afirmando que en Ucrania la movilización de sectores de clases medias encabezados por partidos de la ultra derecha con un programa ajeno a los intereses obreros y populares fue “un triunfo revolucionario de las masas”.

“Para nosotros no hay otro camino que participar en la lucha tal como se va generando ayudando con ese objetivo de la revolución socialista. Esta es la esencia de la teoría de la revolución permanente que rechaza cualquier concepción etapista”, decís en vuestra carta para justificar el apoyo a procesos de este tipo. “Apoyamos con todo, sin renunciar a nuestro programa ni a tomar distancia de la política de las direcciones”, insistís en el mismo punto. El problema de esta lógica de pensamiento es que al considerar toda (o casi toda) movilización anti gubernamental como un proceso de “revolución democrática”, independientemente de las fuerzas sociales en pugna, sus objetivos políticos, sus direcciones y sus programas, tiene como consecuencia la subordinación de la lucha por un programa de independencia de clase a la consigna de “abajo el gobierno autoritario” (o contra la represión, o la forma que adquiera) y de la lucha por la hegemonía obrera al “bando” burgués o pequeño burgués que lucha contra la dictadura o el régimen autoritario. Creemos que esta misma lógica es la que subyace al posicionamiento de la UIT en Libia o en la guerra civil en Siria, donde han terminado como furgón de cola de la oposición pro imperialista como hemos polemizado en varias oportunidades.

En distintos artículos vuestra corriente ha respondido a estos debates, defendiendo que Nahuel Moreno siempre reivindicó la concepción de Trotsky de la revolución permanente y afirmando que nuestra crítica es forzada. Pero, como sostiene nuestro compañero Christian Castillo del PTS argentino en un artículo de balance de la charla debate en homenaje a Trotsky a 80 años de su asesinato, convocada por el Frente de Izquierda Unidad de Argentina el pasado 21 de agosto -de la cual también participaron compañeras/os de vuestra organización hermana, Izquierda Socialista-, “lo cierto es que la llamada ‘teoría de la revolución democrática’ fue un giro teórico oportunista del morenismo que tuvo innumerables consecuencias prácticas, tanto en Argentina como internacionalmente, como ya señaláramos hace muchos años. Un revisionismo que, a nuestro entender, fue parte de una adaptación más general en gran parte del movimiento trotskista a la estrategia de ‘reacción democrática’ de comienzos de los ’80.” [8] Que nosotros sepamos, la UIT no ha elaborado una explicación abarcadora respecto de las razones que llevaron a la crisis del MAS y la LIT a comienzos de los ’90.

3) Catalunya y la revolución permanente

El proceso catalán ha sido el principal fenómeno político de los últimos años en el Estado español. Un movimiento motorizado por una demanda democrática -el derecho de autodeterminación- y que tuvo su punto más agudo en el otoño de 2017. Coincidimos con vosotros en que la dirección burguesa y pequeñoburguesa ha jugado un papel reaccionario. Durante la última década, y sin ánimo de hacer aquí un recorrido exhaustivo, han actuado como mediación de contención, desvío y traición según el grado de desarrollo de la movilización social.

En vuestra carta planteáis que “lo que nos explica la teoría de la revolución permanente es que no hay espacio para nuevas revoluciones democráticas, y que todo proceso que apunta a una revolución política, es decir, contra el régimen, si no incorpora las tareas más directamente socialistas, ni siquiera es capaz de consolidar los avances democráticos. Todo proceso revolucionario plantea objetivamente las tareas de la revolución socialista.” No podemos más que coincidir con esta máxima. Pero el devenir de lo democrático a lo socialista no es una tarea automática ni mucho menos su desarrollo está determinado "objetivamente". De ahí que la principal tarea de los revolucionarios a la hora de intervenir en estos movimientos es la del combate sin cuartel tanto a las direcciones burguesas que quieren encorsetar el proceso a una etapa democrática -y por tanto llevarlo a un atolladero- como aquellas otras corrientes que, aun hablando en el nombre del anticapitalismo o hasta el socialismo, constituyen un obstáculo para el desarrollo de esta dinámica permanentista.

En este sentido, consideramos que la política de LI en los años de desarrollo del Procés catalán no se ha ajustado a esta definición. En la denuncia al rol de la dirección burguesa hemos coincidido. Pero dicho rol podríamos decir que era lo “esperable”, como lo era también la reacción represiva del Estado. Por lo tanto, el balance del procés catalán no podemos circunscribirlo al rol de los convergentes y ERC, o a la ofensiva reaccionaria constitucionalista. Donde hemos divergido palmariamente es en cual debía ser la pelea frente a la principal mediación por izquierda que es parte también de las razones del fracaso de 2017.

La CUP ha actuado durante todo este tiempo como cobertura de izquierda de esta dirección reaccionaria. Si el movimiento de 2017 fracasó no fue solo por la traición de la dirección burguesa, sino porque la izquierda independentista y su política de conciliación de clases actuó como bloqueo durante toda la etapa anterior para que el movimiento lograra encarnarse en la clase trabajadora, ésta interviniera de forma independiente y poder construir una dirección alternativa a la de la Generalitat y las entidades cívicas afines basada en organismos de autoorganización.

La lógica de la CUP era exigir y empujar hasta “desbordar” a la dirección y obligarla a ir más allá de lo que quería. En este sentido el desarrollo de la movilización o instancias de autoorganización -como los CDR- siempre estuvo subordinado para ellos a actuar de elementos de presión sobre el Govern para que siguiera dando pasos, como proclamar la república. Salvando las distancias, la CUP rendía a su manera un tributo a la política expectante del BOC de Maurín en la Alianza Obrera de 1934, cuando orientó la enorme fuerza de la huelga general insurreccional de octubre a exigir a Companys la proclamación de la república sin desarrollar el doble poder obrero que debía llevar adelante una lucha consecuente y permanentista contra la reacción, como sí sucedió en Asturias.

La intervención en el movimiento, la organización y defensa del referéndum, la huelga general del 3 de octubre, el impulso de organismos de autoorganización como los CDR, agrupamientos de frente único con otras fuerzas de la izquierda, el sindicalismo alternativo y movimientos sociales... son elementos en los que coincidimos en su día, así como en el planteamiento general de que “no hay república catalana sin que resuelva las necesidades de la clase obrera, y por ello planteamos que será obrera o no será”. Sin embargo, para nosotros hacer esto ligado a una lucha sin cuartel a las ilusiones más espontaneístas del “desborde” y a la política de conciliación de clases de la CUP, era fundamental. Conocemos las críticas parciales que durante este tiempo habéis hecho a las decisiones más abiertamente de conciliación de clases de la CUP -como la investidura de Puigdemont o el voto a favor de los Presupuestos neoliberales de 2017-. Sin embargo, éstas siempre han partido de una caracterización de esta fuerza política como la de la “doble ruptura”, con el régimen y con el capitalismo.

Una visión que se aleja mucho de lo que es la CUP y que está más basada en lo que se podría leer en algunos documentos electorales que en la política real que han llevado adelante en el Parlament y los movimientos sociales. Esa doble ruptura no ha sido la característica de la CUP en tanto y cuanto para la primera asumen abiertamente una política de unidad popular que hace imposible la consecución misma del derecho de autodeterminación, como se mostró en 2017. En cuanto a la segunda, la ruptura con el capitalismo, ésta no está planteada ni en su programa -más bien una suerte de mezcla de economía cooperativa, pymes y un sector público fortalecido- ni mucho menos en su orientación política. La “mano extendida” en lo nacional llevó a que el “puño cerrado en lo social” casi desapareciera en el periodo previo al referéndum de 2017.

En estos años nosotros hemos considerado que era un error integrar a las candidaturas impulsadas por la CUP y que era necesario trabajar por el surgimiento de una alternativa de independencia de clase y revolucionaria, lo cual no quitaba para poder pedir el voto crítico en determinadas circunstancias como fueron las elecciones del 21D o el pasado 10N. Tampoco que cuando en el seno de la izquierda independentista comenzó a abrirse un debate de autocrítica a su política durante el Procés, estableciéramos relaciones bilaterales, intercambios y exploráramos qué acuerdos tácticos podríamos alcanzar. Pero la constitución de un polo de independencia de clase en el movimiento catalán pasaba, necesariamente, por hacerlo por fuera del partido que actuaba en los hechos de “conseller sin cartera” del Govern de JxSí.

Creemos que esta diferencia parte de una visión de la dinámica de la revolución que es parte de la teoría de Moreno, y que se sintetiza en la frase de vuestra carta de que “lo determinante es el movimiento de masas, no la dirección que eventualmente lo dirige”. En este punto no podemos más que discrepar. El movimiento de masas por sí solo podía llegar hasta donde llegó, sin una dirección obrera revolucionaria conformada en los años previos sobre la más absoluta desconfianza en la dirección burguesa y la intransigencia programática, la dirección de entonces JxSí era lo que determinaba el resultado. Por eso, como parte de la lucha por una estrategia permanentista que pelea por que ese potencial de pasar de una lucha por demandas democráticas a un proceso de revolución social, la pelea por conformar una dirección, o al menos un polo político, alternativo a la conciliación de clases de la CUP era para nosotros una tarea fundamental.

Además de estas diferencias políticas y de análisis en el pasado sobre la intervención en la CUP-AE, el proceso catalán y el referéndum del 1-0, creemos que la clave para el debate actual es justamente, “¿cómo intervenir en el proceso catalán?” hoy.

4) ¿CUP o Frente de Izquierda? Hay que plantear una alternativa de independencia de clase

En nuestra opinión a pesar de la traición de la dirección y la represión del Estado, las aspiraciones democráticas del pueblo catalán no han sido ni mucho menos aniquiladas y la actual crisis hará reemerger la cuestión catalana en el siguiente periodo. Para que la experiencia y las lecciones de casi una década de “procesisme” puedan ser un nuevo punto de partida y no haya que comenzar de cero, es clave que la izquierda revolucionaria avancemos en reagrupar fuerzas, pelear en común toda política de revivir la vieja “mano extendida” de la izquierda independentista y proponer, junto a aquellos sectores que compartan esta perspectiva, una alternativa de independencia de clases y con un programa anticapitalista. Solo desde esta disposición podremos superar la bancarrota de la estrategia de unidad nacional de la izquierda independentista.

Una lectura similar hacemos para el resto del Estado. El fracaso del neorreformismo, expresado en la integración de Unidas Podemos en el Régimen del 78 cogobernando con los social-liberales del PSOE, y de aquellas corrientes que decidieron sumarse a este proyecto, merece ser superada transformando en lecciones estratégicas la experiencia con esta mediación.

En este sentido no compartimos cuando nos decís, respecto a nuestro llamamiento a la CUP y Anticapitalistas para avanzar hacia “algún tipo de agrupamiento en clave de ruptura con el régimen, un programa anticapitalista y una clara posición de independencia de clase”, que dicho agrupamiento “ya existe, se llama CUP-CC o CUP-PR, y nosotros no estamos fuera, sino que ya estamos en él”. Ni el programa ni, sobre todo la práctica política de la CUP y sus plataformas electorales más amplias, representan un polo de independencia de clase. Como vosotros mismo reconocéis “Efectivamente la CUP no oculta que tiene una estrategia de unidad popular”.

Nuestro llamamiento, tanto a la CUP como Anticapitalistas, no es una carta diplomática o una política para algún tipo de reagrupamiento en base a lo que son, sino que partiendo de la bancarrota de la “mano extendida” por un lado y la “hipótesis Podemos” por el otro, les llamamos a que rompan con esas ilusiones en el gradualismo y la conciliación de clases para poner en pie un reagrupamiento muy superior a lo que han sido hasta ahora. Es decir, nuestro llamamiento es parte también de la lucha política con las que han sido las principales mediaciones y obstáculos en Catalunya y el resto del Estado para la emergencia de una izquierda revolucionaria en el anterior ciclo.

Nuestra referencia sobre qué tipo de agrupamiento tenemos que construir es la experiencia del Frente de Izquierda y de los Trabajadores - Unidad de Argentina, del que, como señaláis en vuestra carta forman parte nuestras respectivas organizaciones hermanas -IS y el PTS- junto al PO y el MST. En esa misma parte señaláis que “todas (estas organizaciones) de referencia trotskista, pero por la tradición del trotskismo argentino el FIT es el principal referente de izquierdas. No sería la situación similar en el estado español, por el peso menor del trotskismo. Ese necesario frente de izquierdas que sea referente para trabajadores/as precisa de otras fuerzas de distinta tradición que hoy tienen mayor tamaño”.

Compartimos el diagnóstico de que la izquierda trotskista en el Estado español dista mucho de ser hegemónica. Pero lo que consideramos tiene de experiencia referente es el haber sido capaces de acordar un programa de independencia de clase y transicional, mientras el resto de la izquierda mundial se hacía parte de distintos proyectos neorreformistas o, en el caso de Catalunya, se ubicaban como el furgón de cola de la burguesía independentista.

No descartamos la alianza con otras fuerzas o sectores que provengan de otras tradiciones. Pero ésta no debería basarse en el criterio de que tengan “mayor tamaño”, sino si sobre todo comparten lo esencial de esas coordenadas que han convertido al FIT-U en la principal experiencia político-electoral de la extrema izquierda mundial.

De hecho, recientemente, estamos coincidiendo en el proceso de debate abierto por la CUP para discutir cual debería ser el contenido programático de una candidatura “rupturista” a las siguientes elecciones catalanas. No nos negamos pues a debatir con otros sectores de la izquierda. Ahora bien, si el programa y la “hoja de ruta” no supone una ruptura con la política de colaboración de clases con las formaciones independentistas burguesas, consideramos que sería un error no intentar conformar una alternativa electoral que pelee por una posición de independencia de clase y anticapitalista, es decir por una verdadera “doble ruptura”.

Recientemente en el acto homenaje a 80 años del asesinato de León Trotsky organizado por el FIT-U de Argentina [9], la representante de vuestra organización hermana IS, Mercedes Petit, señaló hasta en dos ocasiones que desde su punto de vista la experiencia del FIT-U había que tratar de replicarla en tantos países como fuera posible y se dieran las condiciones. En nuestra opinión, en el Estado español es uno de ellos.

La “hipótesis Podemos” ha dado como resultado su integración en el gobierno de la cuarta potencia imperialista de la UE y deja un estadio de pasividad en los movimientos sociales e incluso la izquierda sindical frente al llamado “gobierno progresista”. Enfrentar este gobierno social-liberal y los posibles intentos que en el futuro pueda haber de recrear o reformular otros proyectos reformistas, es una obligación de los revolucionarios. Dar pasos en este sentido, impulsando un posible frente político-electoral que supere al neorreformismo español sería un gran avance para llegar mucho mejor preparados al siguiente ciclo de la lucha de clases que genere esta crisis, que como llegó la izquierda revolucionaria al 15M y el inicio del Procés.

5) Debates en la arena internacional

León Trotsky sostiene que la falta de posicionamiento de los grupos políticos que se reivindican revolucionarios en relación a los debates internacionales es un claro síntoma de centrismo, incluso uno de los más importantes. Por ello para la CRT y nuestra corriente internacional no sólo no minimiza los debates internacionales, sino que estos son un elemento fundamental.

Tampoco dejamos de considerar nuestras filiaciones internacionales y pretendemos que el avance en las discusiones entre la CRT y LI, e incluso otras organizaciones en el Estado español, se realice independientemente de las relaciones de nuestros agrupamientos internacionales. Al contrario, creemos que la experiencia del FIT en Argentina y la convocatoria común de la reciente Conferencia Latinoamericana, le dan mayor fundamento al debate.

Esta dinámica por supuesto no minimiza las diferencias que tenemos en la arena internacional. Siguiendo el esquema de vuestra ultima respuesta, os respondemos sintéticamente sobre algunos de los planteamientos que hacéis sobre Siria, Brasil y Venezuela, y aportamos otros elementos sobre Perú.

a) Siria

Las posiciones frente a algunos de los procesos que se abrieron con la llamada “primavera árabe”, en particular frente a la guerra civil Siria, son uno de los grandes debates entre nuestras organizaciones que difícilmente podamos agotar en este intercambio. Aparte de lo expresado en las cartas anteriores, los argumentos están más que desarrollados en diversos artículos. [10]

Por vuestra respuesta, nos complace que coincidamos en la guerra civil que siguió a la rebelión siria no estableció campos progresivos para la clase obrera, aunque el hito temporal que vosotros planteáis en la caída de Alepo nosotros lo establecemos mucho antes. En ese marco, por supuesto coincidimos también en la necesidad de denunciar las masacres de las tropas de Al Assad. Pero el debate no es ese, sino la caracterización equivocada del proceso (a partir de la teoría igualmente errónea de la “revolución democrática”) y la consiguiente adaptación política al campo militar burgués y proimperialista considerado progresivo o como un “mal menor” frente a la dictadura sanguinaria de Al Assad, que es lo central de la crítica que os hacemos.

En vuestra carta, sin embargo, sostenéis un argumento que queremos responder. Decís que vuestra posición en Siria es asimilable al apoyo brindado por la CRT y la FT-CI a la lucha de milicias kurdas, que han combatido junto a las tropas norteamericanas y con su armamento. Una crítica que no tiene sustento. Cuando los vientos de la “primavera árabe” llegaron a Siria denunciamos la represión de Al Assad y apoyamos con todas nuestras fuerzas “el levantamiento de los trabajadores y el pueblo sirio”, planteando que las demandas más sentidas del pueblo y de los trabajadores sirios solo podían ser satisfechas mediante la acción independiente de los trabajadores y de las masas que levase a la caída revolucionaria de Assad. [11] Pero no nos ubicamos en el campo militar de los rebeldes, sino defendiendo un programa de acción independiente combinando el llamado a la lucha de masas por el derrocamiento revolucionario de Al Assad, con la denuncia consecuente de toda la injerencia -militar y política- del imperialismo, la intervención de Rusia y contra la reacción islamista y el “neoterrorismo” de Isis.

Del mismo modo hemos actuado ante la cuestión kurda, repudiando la represión de Erdoğan, así como la intervención del imperialismo norteamericano y otras potencias de la región [12], ante un conflicto que, no obstante, tiene una naturaleza distinta a la guerra civil siria, ya que parte de la legitima demanda del pueblo kurdo a conquistar su independencia nacional. Es decir, los objetivos de las milicias kurdas nunca han sido abiertamente reaccionarios como los que expresan todas las fracciones armadas en Siria. Al mismo tiempo, nos hemos delimitado de la estrategia y el programa de las direcciones kurdas, y hemos denunciado que la autodeterminación para el pueblo kurdo, desgarrado y masacrado durante años de guerra, jamás vendrá de la mano de la alianza con el imperialismo ni con otras fuerzas reaccionarias regionales. No vemos contradicción alguna en nuestra ubicación política ante este conflicto y la posición que hemos mantenido en Siria.

La izquierda internacional se ha dividido esencialmente en dos campos frente a la guerra civil siria: un sector minoritario en defensa del régimen dictatorial de Assad (e incluso a la intervención de Rusia), al que ven como una resistencia a la ofensiva norteamericana y al avance de fuerzas reaccionarias del islamismo salafistas; mientras que el sector mayoritario, ya sea con argumentos democráticos o humanitarios, ha optado por apoyar al campo “rebelde” o a sus versiones “laicas” como el Ejército Libre Sirio, independientemente de su carácter de clase y su estrategia. Nuestra posición es que, ante el estrangulamiento de una perspectiva independiente, en ambos casos los “campos” han reemplazado a las clases.

b) Brasil y Venezuela o cómo actuar frente a los golpes de la derecha

El debate sobre cómo ubicarse frente a la ofensiva de la derecha en Latinoamérica es una discusión que venimos manteniendo con la UIT-CI tanto en Brasil, como Venezuela y recientemente también en Bolivia. En el caso de Brasil, la respuesta al golpe institucional marcó profundamente a la izquierda en ese país, suscitando no solo amplios debates sino también importantes rupturas, la más importante de ellas la del PSTU (integrante de la LIT-CI) que se partió virtualmente a la mitad y cuya escisión rápidamente evolucionó hacia una política de seguidismo al PT y el ala mayoritaria del PSOL. En el caso de vuestra corriente hermana en Brasil también sufrió una ruptura que continúa hasta el día de hoy, De hecho, existen actualmente dos organizaciones que se reivindican de la UIT-CI en Brasil, una como sección oficial (la CST) y otra como simpatizante (Luta Socialista). Mencionamos este aspecto porque más allá de que consideréis “esquemática” nuestra crítica a vuestra política en Brasil -algo que se debe a cuestiones de espacio-, es evidente que ha habido una discusión profunda con consecuencias no menos importantes para vuestra organización.

Sintéticamente, creemos que nuestras diferencias no refieren tanto a la caracterización del gobierno Lula-Dilma (como tampoco de otros gobiernos posneoliberales como el de Chávez-Maduro en Venezuela, el de Ortega en Nicaragua o Evo en Bolivia), sino a la delimitación de la política imperialista frente a ellos y especialmente a la utilización por parte de sectores del poder judicial ligados al imperialismo de los casos de corrupción para fortalecer variantes más directamente ligadas al gran capital, como ocurrió con el Lava Jato en Brasil, cuestión que la incorporación de Sergio Moro al gabinete de Bolsonaro expresa con claridad. Esta en la clave de nuestra crítica: la oposición al ajuste de Dilma y a la corrupción del gobierno del PT no podía justificar avalar el golpe institucional en Brasil o la proscripción y el encarcelamiento de Lula, en base a una operación motorizada por el imperialismo estadounidense.

En vuestra carta decís: “¿Dónde estuvo el golpe de estado? ¿Entendemos lo mismo por un golpe de estado? Se supone que es la intervención de los militares para imponer un gobierno bajo su dominio, un cambio de régimen.” Nos parece que esta visión sí que es esquemática y es la que justamente los llevó a sostener una posición democrático-liberal, no marxista, que los ubicó “objetivamente” en el campo de la política golpista, del mismo modo que sucedió con el PSTU.

Como ya les hemos cuestionado en otras oportunidades, nos parece que esta posición se encuentra incluso por detrás de lo que tuvo por tradición el “morenismo”, que, a diferencia del Partido Comunista, luchó contra la proscripción de Perón (que entre otras cosas también era acusado de diversos casos de corrupción) y el peronismo en Argentina durante el conocido como “régimen libertador” impuesto con el golpe militar de septiembre de 1955.

En múltiples artículos y declaraciones hemos fundamentado por qué la operación que terminó con la caída de Dilma era un “golpe institucional” proimperialista, utilizando mecanismos de bonapartismo judicial apoyado en las fuerzas represivas, en este caso especialmente en la Policía Federal -el principal brazo armado de la Lava Jato-, pero también los servicios de inteligencia y la presión pública de los militares brasileños para que encarcele a Lula. Coincidimos en que esto no reemplaza a los clásicos bonapartismos de derecha basados en las fuerzas armadas y el aparato represivo en general, una alternativa que las clases dominantes y el imperialismo no vieron necesaria por el aún bajo nivel de desarrollo de la lucha de clases en Brasil. Pero sí fue una forma específica de dar un golpe de mano, con el objetivo de imponer un ataque sin precedentes a las condiciones de vida de las masas, a un nivel mucho más profundo y acelerado que el que se proponía llevar a cabo el gobierno del PT. En efecto, eso fue lo que sucedió. [13]

Por último, en vuestra respuesta decís que “no conseguir avanzar en un frente de izquierdas en Brasil ayudó a que, tras Temer, llegara Bolsonaro, este –sin necesidad de golpe, sino elecciones-; un gobierno más cerca de los militares”. El problema es que para lograr un frente de izquierdas en Brasil había que defender en común una política de independencia de clase. Sostener que no hubo ningún tipo de golpe en Brasil cuando se destituyó a Dilma para después levantar la consigna “cárcel a Lula y a todos los corruptos” a coro con Sergio Moro y toda la derecha golpista, como hizo la CST, eso es lo que favoreció la aplicación de una política que terminó llevando a Bolsonaro al gobierno.

Hoy en la lucha contra el gobierno de Bolsonaro se trata de no caer en la trampa del impeachment que de darse pondría en el gobierno al General Mourao, sino de barrer con Bolsonaro-Mourao y todo el régimen golpista imponiendo mediante la lucha de clases una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, como sostienen nuestros camaradas del MRT, llamando tanto al Bloque de Izquierda del PSOL como al PSTU a un reagrupamiento tras esta política.

Para seguir la lógica de nuestra crítica, en el caso de Venezuela, del mismo modo, el autoritarismo de Maduro no puede justificar marchar junto a Guaidó y las distintas variantes de la derecha venezolana (o en el caso de Bolivia con los golpistas bolivianos, ni mucho menos considerar “rebeliones populares” a levantamientos fogoneados por la derecha y el imperialismo).

Como planteó nuestro compañero Ángel Arias de la LTS venezolana en la reciente Conferencia Virtual de Latinoamérica y los Estados Unidos [14] convocada por el Frente de Izquierda Unidad de Argentina del 30 de julio al 1° de agosto (en la que participaron nuestras compañeras y compañeros del PTS y de vuestra organización hermana, Izquierda Socialista), tanto en el caso del PSL -como en el de Marea Socialista (integrante en este caso de la LIS)-, pasaron de un embellecimiento del chavismo (Marea Socialista incluso fue parte orgánica del gobernante Partido Socialista Unificado de Venezuela - PSUV) a no diferenciarse consecuentemente de la derecha (en el caso del PSL manteniendo acuerdos sindicales con sectores que responden al títere del imperialismo Juan Guaidó) o a presentarse como “chavismo crítico”. [15]

Partiendo de la delimitación del gobierno bonapartista y hambreador de Maduro, coincidimos en que es necesario construir una alternativa “apoyada en la lucha sindical y juvenil”. Pero para hacerlo, como vienen planteando nuestros compañeros/as de la LTS de Venezuela, es necesario desarrollar un reagrupamiento de las fuerzas de la izquierda anticapitalista y socialista, tanto de quienes resisten a la desmoralización, como a los cantos pseudo-democráticos de la derecha proimperialista y quienes están abiertos a superar por izquierda el chavismo. Insistimos: para nosotros no puede superarse la bancarrota de las direcciones centroizquierdistas, populistas de izquierda o “nacionales y populares” mezclando banderas con la derecha.

A pesar de las diferencias entre nuestras organizaciones hermanas en Venezuela, es auspicioso que ambas hayan suscrito, junto a decenas de organizaciones sociales, sindicales y políticas, un texto que rechaza la Ley Antibloqueo de Maduro aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente, e impulsando en común un petitorio de firmas contra dicha Ley planteando la convocatoria a un referendo abrogatorio para que sea el pueblo el que decida.

c) Perú y la participación en los “Frentes Amplios”

Recientemente también en Perú hemos mantenido un importante debate sobre la participación de vuestra organización hermana Uníos Perú dentro del Frente Amplio de dicho país, una formación de carácter centroizquierdista y con un programa de colaboración de clases, como han demostrado nuestros compañeros de la CST peruana. [16]

Siguiendo el ejemplo de la enorme creatividad táctica planteada por León Trotsky para construir partidos revolucionarios en la década del 30 (como ingresar en las filas de los Partidos Socialistas en Francia, EEUU o España cuando estos se nutrían de decenas de miles de nuevos militantes obreros, o impulsar un Partido de Trabajadores en Estados Unidos, o plantear la táctica de unidad de las filas comunistas como en España al inicio de la revolución), creemos que para las y los revolucionarios no es un problema de principios participar de partidos “amplios” cuyo programa y dirección no sean revolucionarios como táctica en la construcción de partidos revolucionarios, siempre y cuando sus programas tengan un carácter de independencia de clase y en su composición social expresen una tendencia organizacional o política de un sector de la clase obrera hacia la izquierda. En tales casos, consideramos lícito poder intervenir para luchar a bandera desplegada por un programa revolucionario y la formación de una fracción conscientemente revolucionaria. Sin embargo, este no es el caso del Frente Amplio peruano, que es una instancia de colaboración de clases que tiene como objetivo reformar el Estado burgués al cual es necesario oponer un Frente de independencia de clase como proponen nuestros camaradas de la CST.

En el marco de este debate, vuestros compañeros/as de Argentina han sostenido en dos debates públicos que la CST peruana habría propuesto tener candidatos dentro del Frente Amplio, una afirmación completamente falsa que los hemos llamado a rectificar. Por el contrario, nuestros compañeros/as de la CST provienen de una ruptura con el FA, luego de que este llamara a votar a Pedro Pablo Kuczynski (un candidato neoliberal) en la segunda vuelta de la elección presidencial de 2016.

6) Para seguir avanzando

Hay muchos otros debates que no hemos abordado y sobre los cuales existen importantes diferencias, como por ejemplo la valoración del movimiento trotskista en la posguerra, o sobre una cuestión fundamental y candente como es la posición de los marxistas sobre las huelgas policiales y los sindicatos de policías, cuyo carácter reaccionario ha quedado patentizado con la intensificación de los asesinatos a afroamericanos por parte de la policía y la emergencia del movimiento Black Lives Matter, o en un sentido más estratégico, que política es necesario desenvolver hoy para avanzar en construir partidos revolucionarios en los distintos países y avanzar en la reconstrucción de la IV Internacional.

En tanto continuamos estos debates y en el marco de que ya hemos avanzado en mantener reuniones regulares y en impulsar campañas comunes, como la declaración a 80 años del asesinato de León Trotsky -a la cual lamentablemente por sectarismo no se sumaron otras organizaciones- y la organización de la charla debate que realizamos el pasado 18 de septiembre en Barcelona, creemos que es clave seguir avanzando en iniciativas concretas en base a los fundamentos antes planteados:

1) Establecer una agenda de intervención común en los debates que recorren a la CUP para defender una perspectiva anticapitalista y de independencia de clase frente al nuevo giro a la derecha de la formación.

2) Dar pasos hacia la formación de un Frente de Izquierda y por la independencia de clase en base a un programa transicional revolucionario para intervenir en las próximas elecciones catalanas, en la perspectiva de sentar las bases para le extensión de esta política al resto del Estado.

3) Editar entre nuestras organizaciones y otras que acepten el debate un boletín de discusión, que sea público (en un blog o publicación electrónica) que permita continuar los debates en forma abierta hacia el conjunto de la militancia y la vanguardia.

Como venimos insistiendo y hemos reafirmado en esta carta, creemos que la dinámica de la situación internacional y del Estado español impone la urgencia de plantear la necesidad de construir un fuerte partido unificado de la izquierda revolucionaria y socialista. Somos conscientes que este no puede ser un proceso rápido ni superficial. Por lo cual consideramos que en la misma medida que continuamos los debates sobre nuestras diferencias, la intervención común en los escenarios de la lucha de clases, y de ser posible también electorales, que tendrán lugar en el próximo período, podrían ser un ejercicio que ayude al desarrollo de esta perspectiva.

Comité Ejecutivo de la CRT
12/10/2020

NOTAS:


[2En el año 1933, Trotsky y la Oposición de Izquierda Internacional promueven lo que se llamó la "Declaración de los Cuatro" y la constitución del "Bloque de los Cuatro", un acuerdo firmado con tres grupos centristas, dos holandeses (el RSP y el OSP), y el SAP alemán, que contenía puntos programáticos y un método común para explorar las posibilidades de unificación en una misma organización. La base del acuerdo era la lucha irreconciliable contra el estalinismo y la socialdemocracia y el objetivo de construir una nueva internacional. Trotsky consideraba que el debate franco y sin diplomacia, junto con la prueba de la experiencia en la práctica común era el único camino de poder separar a centristas de revolucionarios y avanzar en un reagrupamiento revolucionario.

[3Emilio Albamonte y Matías Maiello, Estrategia socialista y Arte Militar, “Capítulo 4. Sobre la defensa”, Ediciones IPS, 2017; y Emilio Albamonte y Matías Maiello, Gramsci, Trotsky y la democracia capitalista.

[4Por mencionar solo algunas de estas elaboraciones: Manolo Romano, Polémica con la LIT y el legado de Nahuel Moreno; Alicia Rojo, El trotskismo argentino frente a la Segunda Guerra Mundial; Ruth Werner y Facundo Aguirre, Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976; Laura Lif y Juan Chingo, Transiciones a la democracia; Gabriela Liszt, Historia y balance del MAS argentino; Matías Maiello, La crisis del Movimiento al Socialismo, lecciones para el presente; Gabriela Liszt, Quién fue Nahuel Moreno; Emilio Albamonte y Matías Maiello, Estrategia socialista y Arte Militar, Ediciones IPS, 2017.

[5En particular en su “Actualización del Programa de Transición” de 1980 y su “Escuela de Cuadros” de 1984.

[6Nahuel Moreno, Escuela de Cuadros (1984), p. 8.

[8Christian Castillo, Un debate relevante, Izquierda Diario, 27/08/2020.

[10Por mencionar solo algunos: Eduardo Molina y Simone Ishibashi, A un año y medio de la "primavera árabe", Estrategia Internacional, 28/08/2012; Simone Ishibashi y Diego Dalai, Los marxistas ante la guerra civil y el caso sirio, 05/12/2013 (en polémica con la LIT-CI); Claudia Cinatti, No a la intervención imperialista en Siria, 29/08/2013; Diego Dalai, Se profundizan los enfrentamientos en Siria, 02/08/2012.

[12¡Defendamos el Rojava contra la invasión turca! ¡Fuera el imperialismo de la región!, Declaración de la FT Europa, Izquierda Diario, 19/10/2019.

[13Thiago Rodrigues, O morenismo à deriva diante da vitória de Bolsonaro, Esquerda Diario, 03/12/2018; Matías Maiello, Bonapartismo de toga, Ideas de Izquierda, 26/08/2018; Claves para entender el golpe institucional en Brasil, Izquierda Diario, 01/09/2016.

[14Los debates sobre estas cuestiones fueron uno de los ejes de discrepancias que se manifestaron en dicha Conferencia. Ver Christian Castillo y Claudia Cinatti, Un primer balance de la conferencia virtual de América Latina y EE.UU., Izquierda Diario, 07/08/2020.

[15Los debates con el PSL sobre su política en Venezuela son de larga data. Sólo por mencionar algunos de los artículos en los que hemos polemizado en los últimos años: Ángel Arias, El escandaloso seguidismo “crítico” del PSL a la derecha venezolana, La Izquierda Diario, 19/07/2017; Eduardo Molina, ¿Qué política para la izquierda socialista en Venezuela?, Ideas de Izquierda, 10/07/2017; El PSL y su visión miope de una realidad ajustada a la desorientación, LTS, 20/02/2014; Ángel Arias y Milton D’León, El oportunismo impotente de una organización sin estrategia revolucionaria, 10/06/2010.

[16Cecilia Quiroz, ¿Frente amplio o independencia de clase? Una polémica con Uníos Perú, Izquierda Diario, 22/08/2020.