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Red Internacional
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Medios y redes sociales. Campeonas del mundo

Sobreinterpretaciones políticas, valoraciones ideológicas, mistificaciones innecesarias. Nos gusta el fútbol, pero nos gusta más eliminar todas las discriminaciones, desigualdades y jerarquías.

Andrea D'Atri

Andrea D’Atri @andreadatri | Diputada porteña PTS/FIT

Lunes 26 de diciembre de 2022 11:52

Antes de que la Copa se vistiera de albiceleste, Fernando Rosso decía en su editorial que asistíamos a una "especie de politización del Mundial", especialmente en los medios "que buscan en un campeonato de fútbol las razones que no encuentran en la política".

Además de las sobreinterpretaciones políticas de ambos lados de la grieta, con el triunfo los medios abusaron de los discursos míticos sobre la Scaloneta que, por supuesto, empezaron por limar las asperezas deportivas de los campeones. Incluso, se arrepintieron de sus propias críticas pretéritas y hasta pidieron perdón por esta grandiosidad presente que no supieron apreciar con anticipación. Y algo similar ocurrió con las vidas privadas de los jugadores. Ya se sabe: el éxito y la muerte eliminan las contradicciones, ensalzan las virtudes y esconden los defectos.

Que la Copa del Mundo se jugara tan cerca de las fiestas navideñas, que el seleccionado volviera a su país de origen a celebrar con sus familias el triunfo y el año nuevo, favoreció una (casi) campaña mediática sobre los valores que, supuestamente, encarnarían estos deportistas como hijos, como esposos, como padres y como argentinos. Y, por supuesto, también aquellas compañeras de sus vidas que representarían tan bien aquello de que "detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer."

Un poco en broma, un poco en serio, algunas referentes feministas comentaban en redes sociales cosas tales como "tanto tiempo deconstruyendo el amor romántico para que…". Y sí: para que los diarios, los portales deportivos, las revistas de fútbol y los programas de farándula convirtieran en modelos de vida a estas familias que comen asado y toman mate, pero están tan lejos de parecerse a la vida de millones, que hasta ellos mismos se tuvieron que encargar de remarcar los sufrimientos, las penurias económicas y las dificultades que viven quienes los admiran.

Pero los medios insisten y, en el mismo país donde la ola feminista se transformó en marea, nos quieren mostrar que el amor romántico heterosexual es sinónimo de entrega y sacrificio, que dejarlo todo para sostener al campeón y criar a sus hijos, es el destino ideal con el que pueden soñar las mujeres, para quienes el éxito personal se mide a través de los logros de los otros (su marido, su hijo). Un logro que, como la prensa recalca, habrían ayudado a construir silenciosamente, sin estridencias, ni reconocimientos públicos, caminando un paso atrás, para no acaparar los flashes. Un logro que, como los medios exaltan, ellos les estarían reconociendo trayéndolas a su lado en la cima del éxito, compartiendo las cámaras, las medallas y las copas, rompiendo con los estrictos reglamentos. Para los medios, no hay contradicciones, no hay dudas, no hay crisis ni imperfecciones. Todo está al servicio del triunfo del ídolo, incluso ellas. Y por eso hoy se las enfoca por un rato, importan solo por ese rol a los medios a los que no les interesa nada más de sus vidas.

Ese modelo, que perpetúa valores tradicionales que desde hace décadas nos empeñamos en cuestionar, le reditúa al negocio del fútbol de máximo nivel: jugadores concentrados en su rendimiento deportivo, sin distracciones, sin exposiciones por motivos que no sean los futbolísticos. Pero ¿a quién le reditúa esta campaña mediática que enaltece supuestos valores familiares tradicionales donde las mujeres se salvarían "para toda la vida" si son capaces de subordinarse plenamente al objetivo de que su pareja cumpla todas sus aspiraciones?

Como decía Fernando Rosso, "el deseo de divertirse, de distraerse, contemplar espectáculos y reír, es un deseo legítimo de la naturaleza humana." Para disfrutar del campeonato que acabamos de vivir, no necesitamos sobreinterpretaciones políticas sobre las hazañas deportivas. Y tampoco necesitamos creernos que los jugadores son personas perfectas e inmaculadas, ni que sus familias son maravillosamente armoniosas, ni que sus esposas son mujeres sacrificadas que sostuvieron al héroe en su camino hasta la gloria. No insistan.

Algún día, también el fútbol será liberado del negocio, la meritocracia, la explotación y todas las ideologías que, en un campo de juego, imponen sus sobreinterpretaciones para llevar agua a distintos molinos ajenos. Ese día, también las mujeres podrán ser campeonas del mundo de lo que quieran, por sí mismas.


Andrea D’Atri

Diputada porteña del PTS/Frente de Izquierda. Nació en Buenos Aires. Se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. (…)

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