Bourdieu habló del “campo literario” como un lugar donde no hay lugar para todes. No sabemos si es todo tal cual dijo él, pero constatamos que hay muches que escriben mientras laburan, estudian y lidian con vidas de mierda, y a los cuáles se les hace difícil poder compartir lo que hacen. Aquí un espacio para publicar textos que a pesar de estar laburados en términos profesionales u oficiosos, no encuentran otras vías de difusión.
Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r
Viernes 26 de julio de 2019 21:46
Imagen extraída del cortometraje Fuera de Campo, de Eva Moreno y Juanca Vellido.
El futuro es nuestro. Nos lo ganamos con sudor de tinta.
Roberto Arlt
Oliverio Girondo escribe sus “Veinte poemas para ser leídos en el tranvía” (1922) para una ciudad enloquecida: lectores que van a trabajar en el transporte público apurados por llegar al puerto, a la obra o a la oficina que los exprimirá en sus jornadas insoportables.
A elles, les dará un regalo: los llevará a viajar a caballo de esos 20 poemas como una bocanada de libertad a través del mundo. Sus crónicas de viajes por América y Europa costeados con la fortuna familiar se convierten en hermosa poesía.
Nueve años después Roberto Arlt dirá en el prólogo a “Los lanzallamas”:
“Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento (…) Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo.”
Arlt no escribe para los otros que viajan en tranvía, él es uno de ellos. Es un laburante.
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Nos encantaría viajar como Girondo y nos encantan sus metáforas llenas de irreverencia, y frescura onírica pero también nos gusta de Arlt eso de que peleaba para poder escribir “en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana”. Eso nos hace pensar que el arte surge de la vida, como decían las vanguardias. Nos hace pensar que si la vida de periodista asalariado de Arlt se convirtió en arte, aguafuerte, juguete rabioso; también las vidas penosas que se viven hoy en día pueden florecer arte.
Lejos de instalarnos aquí de un lado u otro de esa grieta “Florida – Boedo”, también disfrutamos de Borges y de tantos otros que lograron conquistar ciertos grados de libertad artística. En el caso de Borges, el tipo plagiaba, reescribía, copiaba y sobre todo, daba vida a cualquier ocurrencia que tuviera. Eso puede gustar o no, (se puede por supuesto criticar su postura política, claro), pero hay que reconocer que era un tsunami creador. Reivindicamos esa libertad para todo el arte, nos encantaría que hubiera condiciones para que se desarrollaran miles de talentos a escala Borges.
Reivindicamos también la voz singular de las escritoras que pelearon y pelean a los codazos (en los hígados patriarcales) por su lugar en la literatura como Aurora Venturini, quién ganó pasados los 80 años su primer premio con la novela “Las primas” o Rosario Castellanos quien llevó sus convicciones y su lucha por los derechos de las mujeres a la poesía.
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Y en este cruce de mundos, entre lo canónico y lo desconocido, entre el laburo precario y la biblioteca, también nos gustan muchos escritores y escritoras actuales, con mucha, poca o ninguna fama.
Tenemos anécdotas que solo podemos contar anónimas, para que no echen a nadie: decenas de conocidos y conocidas que escriben cosas maravillosas mientras le roban minutos a una máquina, o después de salir con la cabeza en compota del aula o del call center, o en las horas perdidas en el transporte (in)público, o mientras se pasan las mañanas tirando currículums en oficinas kafkianas. El arte se nos hace una marea que surge de la vida, pero enfrente le ponen muchos obstáculos. De vez en cuando se filtran gotas (o aguas fuertes) y se sienten como oasis.
Por eso a partir de hoy abrimos las puertas a producciones literarias de trabajadoras y trabajadores, jóvenes y estudiantes que de otra manera no podrían conocerse. Que al decir de Pierre Bourdieu están “fuera de campo”: fuera de los estantes de las librerías, fuera de los encuentros de escritores, fuera de los corpus de las escuelas, fuera de los premios, fuera del “reverenciado” canon. Incluso escritores y escritoras que han publicado algo pero eso no ha tenido mucha difusión porque el mercado está cada día más concentrado en dos grandes pulpos editoriales.
Porque por fuera del mundo en donde supuestamente circula la literatura, hay un montón de literatura maravillosa.
Para contactarse con el comité editorial de #CampoFuera, pueden escribirnos a [email protected]
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Cecilia Rodríguez
Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)