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Red Internacional
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Sociedad. Cárceles, lugares oscuros de la sociedad capitalista

Para la Procuraduría de Violencia Institucional los penales argentinos son un lugar oscuro donde habitan mayoritariamente pobres. Radiografía de un engranaje coercitivo central de la sociedad de clases.

Domingo 19 de junio de 2016 00:00

Fotos: Procuvin

La Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) hizo pública una investigación sobre el estado de las cárceles argentinas. El viernes el diario La Nación difundió, por primera vez, imágenes que esa oficina judicial, dependiente de la Procuración General, registró en sus inspecciones a los penales.

Según la última publicación del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de las Penas, en Argentina hay más de 250 cárceles en las que se aloja a unos 69.000 presos. De ese total, 10.424 están distribuidos en las 34 prisiones federales, mientras que los 55 penales bonaerenses alojan a unos 31.200.

El relevamiento de la Procuvin da cuenta tanto de las condiciones inhumanas de los reclusos como también de que gran parte de ellos no tiene sentencia firme. La mayoría de los presos entrevistados manifestó haber sido golpeado por la policía para obligarlos a declarar. Una parte de ellos dijo que jamás habló con el juez de su causa y otro tanto confesó su falta de conformidad con la defensa ejercida por los abogados del Estado.

Legitimación de un sistema desigual

Las cárceles son parte de un engranaje cohercitivo de la sociedad de clases, aumentando el control social sobre la población. El dispositivo judicial es una herramienta de legitimación de un sistema esencialmente desigual. No puede existir verdadera justicia en un mundo donde una minoría concentra la riqueza mientras la mayoría se empobrece cada vez más.

Como muestra la invesgitacion de la Procuvin, las prisiones son verdaderos depósitos de “parias” compuestos por miles de miembros del sector social mas empobrecido.

La ley es papel mojado y se contradice con una realidad brutal. Las garantías son para los poderosos.

En el capitalismo las cárceles son lugares de tormento, verdaderos campos de concentración como muestran las imágenes de la investigación. En ellas se viven jornadas de trabajo agotadoras, se sufre hambre y frío, se padecen enfermedades y se vive en condiciones inhumanas.

Los penales no están llenos de criminales peligrosos y endurecidos. En su mayoría quienes los habitan son condenados de derecho 
común, por casos de estupefacientes, robos, hurtos o simples perturbaciones al órden público, salidos en esencia de los sectores precarizados de la clase obrera.

El 90 % de la población carcelaria nacional no alcanzó a completar el nivel secundario. El 4 % no tiene ningún tipo de educación, el 31 % tiene el primario incompleto, el 39 % el primario completo y el 17 % el secundario incompleto.

La falta de educación es una consecuencia de su pobreza y demuestra un Estado que en vez de solucionarlo, busca medidas represivas para aislar y criminalizar a estos jóvenes. Las estadísticas lo muestran: el 44 % de los prisioneros se hallaban en desocupación antes de entrar a la cárcel, mientras que el 43 % trabaja a “tiempo parcial”. Solo el 13 % del total nacional ingresó a prisión siendo trabajador de tiempo completo y el 49 % del total de reclusos no tiene oficio ni profesiónn alguna al ingresar.

Los jóvenes son la mayoría de la población carcelaria: el 63 % son menores de 35 años de edad, y el 25 % total tiene menos de 25 años.

Justicia de clase

Vale decir que si bien la Procuración General de la Nación conoce esta situación de cerca y hasta realiza estos informes, no toma medidas al respecto. Solo observa cómo se sigue profundizando un sistema carcelario cada día mas brutal contra la dignidad humana.

Es el propio sistema penal (con sus penas, sus leyes, sus jueces) que garantiza el castigo para los sectores mas vulnerables. Gils Carbo nunca piso una cárcel, pero conoce esta situación y no hace nada al respecto, en tres años de funcionamiento de la Procuvin no hubo clausura de pabellones ni denuncias a los jefes de servicio.

¿Dónde quedan los Lázaro Báez, los López, los Macri, con sus grandes negociados y malversación de fondos para enriquecimiento de una casta que gana millones a costa del trabajo ajeno?

Los poderosos gozan de las mayores garantías y la protección de la justicia. Nunca pisarán las mazmorras que reúnen a miles de jóvenes que nunca tuvieron la oportunidad de una vida mejor.