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SEMANARIO

Carlos Monsiváis, la centralidad de lo urbano

Diana Palacios

IN MEMORIAM

Carlos Monsiváis, la centralidad de lo urbano

Diana Palacios

Ideas de Izquierda

¿Por qué extrañamos a Carlos Monsiváis? “Es peligroso tener la razón cuando el gobierno está equivocado”, Francois-Marie Arouet (Voltaire).

Por aquellos días en que falleció Monsiváis, también lo hizo José Saramago, con un día de diferencia, como en una carrera estrepitosa para ver quién lo haría primero; como siempre declaró el popular y crítico escritor mexicano, Saramago siempre se le adelantaba. Esta vez pasó idéntico, “Monsi”, como le decían sus amistades, muere el 19 de junio de 2010 por una insuficiencia respiratoria.

Su funeral no pasó inadvertido por la sociedad mexicana e internacional, fue en Palacio de Bellas Artes, de manera ostentosa. Sobre su ataúd se mostraba una imagen suya con uno de sus trece gatos. No pudo evadirse de la custodia de aquellos personajes muy bien vestidos y hasta uniformados con trajes negros y corbatas, lejos del populacho al que tanto quiso acercarse desde sus letras y que lo convirtiera en un ícono de la cultura mexicana; más bien, cerca de la élite política e intelectual. Qué irónico, pensé, tanto caché lo hubiera incomodado, haría una broma con su típico humor negro y se iría, con sus textos bajo el brazo, caminando meditabundo pensando quién sabe qué.

Al igual que no podemos normalizar la injusticia, a once años de su fallecimiento, no podemos dejar de tomar una postura crítica sobre sus diálogos prolongados, su compleja posición política con una ubicación de centro izquierda y las letras que, muchas veces, lo llevaban a la acción, al compromiso social a favor de las minorías, producto de un análisis vasto donde los personajes de sus múltiples textos eran actores involuntarios ayudando al escritor con su oficio, sobre todo, dentro de la cultura popular cuyo núcleo fue la crónica urbana dentro de la cual él también fue partícipe con roles inusitados.

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Vivió entre el mundo todavía analógico y entró, junto con muchos de nosotros, a la Era Digital que trajo muchos cambios profundos y transformaciones de una sociedad que se mueve en un mundo globalizado, los cuales suponen una revolución con mudanzas constantes de vida, pensamiento, costumbres y lenguaje de una nueva generación cibernética no sólo de la élite, sino al alcance de los pueblos del mundo. Se requería un investigador que interpretara esos modos de entender la cultura, México tenía a varios, entre los cuales se encuentra Carlos Monsiváis quien dominaba la escritura y aplaudía el uso de estas nuevas tecnologías como un medio, no un fin en sí mismas, porque él consideraba que las personas eran, son y serán siempre lo más importante.

Recordemos que, en el siglo XVIII, la escritura y la lectura eran privilegios de los letrados de la clase alta; desde tiempo atrás, liderados por una élite minoritaria, el gobierno ha bosquejado modelos o paradigmas culturales dentro de las estructuras sociales, situación que continúa en la actualidad. Parece lógico que Monsiváis criticara este modelo hegemónico, la burocracia, la prepotencia, el nepotismo, con una voz crítica e identificable de figura pública que emite juicios intelectuales e interviene en los debates de la sociedad civil.

Carlos Monsiváis, en una entrevista con Katia D’Artigues y Sabina Berman, en Barra de Opinión, [1] comenta que se equivocó con el término “sociedad civil” que describió en una crónica del terremoto de 1985 como una “toma de poderes”, durante el gobierno de Miguel de la Madrid, pues en realidad se refería al “empoderamiento del pueblo” que salía a salvar vidas, el que se organizaba para dar de comer a los desahuciados, el que atendió a los desamparados, tratando de salvar el espíritu de una sociedad inexistente, que eso era la presencia de algo distinto, un espacio no ocupado por el Estado; a eso denominó, erróneamente, sociedad civil. Aclaración que llegó demasiado tarde, ya que Miguel de la Madrid le contestó que no existía nada fuera del Estado y que la sociedad civil era, también, un elemento del Estado, comentario secundado por varios críticos de la época.

Con su destreza para la comunicación de masas, constituye un eje cultural donde sincretiza la semiótica con la sátira, el análisis del discurso con la sociología, la lingüística y las descripciones con la ciencia política; por ejemplo, en su columna Por mi madre, bohemios, compiló declaraciones de políticos, empresarios, representantes de iglesias y otros personajes de la vida pública satirizando su ignorancia o su visión limitada del mundo y donde se exhibía la demagogia de la clase gobernante. Se convirtió en opositor del poder político anquilosado y burocrático, del conservadurismo y el autoritarismo, priista y luego panista, cuya cadena interminable de abusos, corrupción y métodos arbitrarios debían y deben frenarse. ¿A dónde váis, Carlos Monsiváis, quién hará ahora ese trabajo?

Retrató la vida cotidiana, sobre todo en la ciudad y en los barrios, los movimientos sociales, los triunfos colectivos, así como las contradicciones que generó la globalización. De ahí que en sus crónicas-ensayos hablara de temas como el consumo, el espectáculo y la sociedad de masas para criticar su funcionamiento normativo en una sociedad regida por una élite política en contraste con la vida de las masas populares.

Aunque reivindicó el movimiento feminista porque lo consideraba un combate ganado con la paciencia y la inteligencia de las mujeres defensoras de los derechos humanos, su mayor activismo lo realizó a favor de la comunidad sexodiversa, al punto que su ataúd fue revestido con la bandera LGBTTTI el 18 de junio de 2010. Escribió “La emergencia de la Diversidad: las comunidades marginales y sus batallas por la visibilidad” reiterando la importancia de la desaparición de los contextos tradicionales, las opciones de marginalidad y criticando la relatividad moralista que lleva a asuntos como el clasismo, el sexismo y el racismo. [2]

“Mientras una minoría, o una mayoría que tratan como minoría, sea la que defiende sus derechos, será importante para mantener un espacio, pero lo que verdaderamente lo atará, que se avance de modo irrestricto, es cuando se da el apoyo de aquellos o de aquellas que no comparten esa causa, pero que la sienten justa. Eso no ha pasado con los protestantes (...) en el caso de las mujeres sí ha funcionado.”
— Carlos Monsiváis

Como promotor y defensor del debate dialogado, consideraba que debía hablarse con el que piensa distinto para entablar conversaciones que permitan comprendernos y comprender el mundo que nos rodea; para lograrlo, debe ocuparse por el modo en que se transmite la idea para que sea la más adecuada posible a lo que deseamos expresar. De aquí que fuese un defensor fehaciente del lenguaje como generador de pensamiento y del cambio social. Carlos Monsiváis consideraba, además, que no podía existir la tolerancia con los intolerantes, con acuerdo al pensamiento de Voltaire, a quien admiraba, pues es una manera de aprobar las persecuciones, la represión, la cesación del diálogo y de la libertad de expresión.

“La apuesta por la transformación política encuentra su mayor aliado en el campo de lo cultural. Si no se da la batalla cultural se puede perder la batalla política.”
— CARLOS MONSIVÁIS

A Carlos Monsiváis le importaba que la cultura llegara a los de abajo, como fuere, con lo mucho o poco que se comprendiera, como parte fundamental de su lucha para reducir lo que denominaba como brechas sociales, pero también como detractor de las ideas reaccionarias como la discriminación, la pobreza, la represión o el machismo. Al contrario, estaba a favor del gozo, la decisión de la mujer sobre su cuerpo, la visibilización de la comunidad sexodiversa, la cultura popular no elitista, el feminismo; pues, desde su óptica, se debe combatir y denunciar cualquier acto de injusticia y erradicar los prejuicios, la pobreza, la violencia, que consideraba problemas sociales cuyas contiendas no pueden resolverse desde el individualismo, sino uniendo todas las luchas como una tarea integrada para desunificar a la “élite” como él denominaba a la casta política y empresarial.

El ensayista, periodista y hasta actor idealizó un mundo donde se desarrolle la capacidad de crítica. No le gustaban las armas, las únicas que reivindicaba eran las letras, el lenguaje como herramienta de la crítica profunda y la acción como un ejercicio de la no violencia, uno que sea cultural a través de la educación pública para que la gente se dedicara a cosas que los entusiasmen. Ése era su ideal, decía que el fomento de la identidad y el pensamiento, como pasar tiempo mirando películas como él hacía o desarrollar cualquier actividad cultural, le quitaría tiempo al crimen.

El único homenaje que pueden hacerle a un escritor crítico como Carlos Monsiváis, además de continuar su legado desarrollando una crítica mordaz del orden establecido, no es repartir premios ni medallas ostentosas acompañadas de recursos económicos individuales a su nombre en sala con personas de élite comiendo lujosos canapés, sino construyendo escuelas, luchando porque se otorga la educación pública, laica y científica libre de prejuicios.


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NOTAS AL PIE

[1Barra de opinión, entrevista de Katia D’Artigues con Carlos Monsiváis.

[2Monsiváis, Carlos (2004). “La emergencia de la diversidad: las comunidades marginales y sus batallas por la visibilidad”. Debate feminista, vol. 29: Las “raras”. México.
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Diana Palacios

Profesora egresada de la Normal Superior, colaboradora en IdZMx