Sergio Smietnianski escribe un texto en homenaje a Almirón, uno de los más de 30 abatidos por las balas policiales en esas jornadas.
Jueves 21 de diciembre de 2017 19:59
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Yo lo vi. Les juro que lo vi. Estaba el lunes en la Plaza de los Dos Congresos en medio de la muchedumbre. Mejor dicho no estaba en medio, sino que era parte de la muchedumbre, que es algo distinto.
Tal vez por porfiado, al principio me costó reconocerlo, pero al rato no me quedaron dudas. Evidentemente no se bancó tanta injusticia y se pegó una vuelta por la Plaza, al ver al pueblo y su bronca contenida, justamente él, en ese punto tan incontinente.
O quizás vino para que nos demos cuenta que todo sigue igual, que aquí no se fue nadie, que los gobernantes siguen siendo los mismos gobernantes, que la policía sigue siendo la misma policía, pero por sobre todo, que el pueblo sigue siendo el mismo pueblo.
Todo igual, o casi, ya que por lo pronto lo que sí cambió fue la Plaza.
Primero intenté acercarme para abrazarlo, pero los gases y las balas de goma me lo impidieron. Luego comprendí, que por el solo hecho de estar en esa Plaza, ya lo estábamos abrazando tod@s de manera colectiva, que quizás sea la forma más fraterna de abrazar a un luchador popular.
Repito que estaba ahí. Como aquel 20 de diciembre de 2001, cuando juntos fuimos a la otra Plaza, a intentar hacer realidad eso de que se vayan todos.
Ese día él cayó asesinado -junto a tantos otros y otras- por las balas policiales y fue ese mismo día en el que nos juramentamos cubrir su lucha más que con flores.
Volvió Carlos "Petete" Almirón, el compañero, el amigo, y les puedo asegurar que está más vivo que nunca.
Volvió hecho nuevos vientos y viejas banderas.
Tal cual. Viento y bandera. Esa combinación explosiva que tanto aterra a los de arriba.