Tras 40 años de espera testimonió el exdelegado y querellante en el juicio contra exgerentes de la automotriz y un exmilitar. En el “quincho” de la planta de Pacheco 24 obreros fueron secuestrados y torturados.
Martes 6 de marzo de 2018 16:53
Este lunes, en el Tribunal Oral Federal n° 1 de San Martín, se realizó la quinta audiencia desde que comenzó el juicio en diciembre del año pasado contra dos exgerentes de Ford Motors Argentina (Pedro Müller y Francisco Sibilla) y el militar Santiago Omar Riveros, tras casi 42 años de lucha.
Allí declaró el exdelegado de base de la planta de General Pacheco y querellante en la causa Carlos Propato, quien estuvo acompañado por otros sobrevivientes del genocidio, querellantes, familiares, distintas organizaciones y referentes de organismos de derechos humanos como el CELS, el CeProDH, la Comisión por la Memoria de Zona Norte, periodistas, trabajadores de Volkswagen, Fate, Stani y Procter & Gamble, entre otros (ver video abajo).
El cordón industrial norte: organización y lucha
La declaración de Propato comenzó pasadas las 9:30 y se extendió por casi seis horas. Parte de su testimonio se basó en relatar los hechos protagonizados por la clase obrera de la zona norte del Gran Buenos Aires, que derivaron en una dura reacción de las patronales.
Propato recordó que “en abril del 75 se levantaron todas las empresas de la zona norte y marchamos por Panamericana, eran 10 kilómetros de trabajadores que fuimos hasta Márquez y Panamericana, íbamos marchando a Casa de Gobierno. La marcha de abril del 75 fue la más grande en la historia del movimiento obrero, todas las fábricas de la zona norte, es imposible olvidarlo”.
En la zona norte estaba el principal cordón industrial del país, donde miles de obreros se organizaban en sus lugares de trabajo y en las Coordinadoras Interfabriles, que disputaban el poder a la burocracia sindical (de la que el Smata de José Rodríguez era un exponente central) y ponían en jaque a las patronales y el gobierno que intentaban imponer un plan económico brutal y subir lo ya altos ritmos de trabajo para aumentar al máximo la productividad. Pero sobre todo buscaban barrer la organización de los trabajadores.
Puerta del TOF n° 1 de San martín
La empresa
Carlos Propato empezó a trabajar en la planta de Pacheco el 5 de septiembre de 1970, en el sector de pintura. Tenía 22 años y la Ford era una de las multinacionales con mayor cantidad de empleados en el país. “Éramos entre seis mil y siete mil obreros más tres mil empleados administrativos”, relató ante los jueces. De allí que culpa directamente a la gerencia por su rol central a la hora de que se produjeran las detenciones de 24 obreros. “La empresa dice que no tiene la culpa, que fueron los militares, pero para que nos individualicen entre diez mil a los 24 es porque la Ford les facilitó todo lo necesario. Bajo ningún concepto puedo pensar que Sibilla no sabía, él era retirado del Ejército. El jefe de seguridad de una empresa sabe todo, si habían secuestros, detenidos, torturados dentro de Ford, él tenía que saberlo. Yo he visto moverse gente del Ejército y entrar a las oficinas del personal jerárquico con carpetas y portafolios”, dijo sin titubeos.
Propato contó cómo era la situación en la empresa antes del golpe genocida. Las condiciones de trabajo eran muy malas, la contaminación por plomo era el principal problema para los obreros y les costó la vida a varios de sus compañeros. “La exigencia por parte de la empresa era total. Con la sirena se ponían a funcionar las líneas de producción y nos dábamos cuenta de que al llegar el mediodía se llegaba a 9 pies, cuando deberían ser 7,5. Las hernias de disco, producidas por el levantamiento de las gomas, eran terribles”.
Con la lucha consiguieron algunas mejoras, como ropa y máscaras para no pintar a cara descubierta, extender el tiempo de comedor de quince minutos a una hora y mejorar la calidad de la comida, entre otras cosas. Pero al mismo tiempo la relación entre la empresa y el Estado se hacía más estrecha.
“Ya en el 75 había un cuartel dentro de la planta, había camiones del Ejército que cargaban nafta y los militares comían dentro de la fábrica, primero en el quincho y luego en el comedor. Había un lugar especial para ellos. Yo los ví, entre 20 a 25 personas comiendo en ese sector que nosotros teníamos prohibido usar”, recordó Propato.
Y agregó que “el 13 de mayo de 1980 el presidente de Ford dio un discurso donde dijo que ellos estaban de acuerdo con el terrorismo de Estado. Fue en la inauguración de la planta de camiones. Los que están procesados no pueden decir que no sabían qué pasó”.
Otro actor fundamental en esta historia fue el Smata, que entre mediados y fines de 1975 ya se posicionaba en el lugar que iba a ocupar ante el golpe genocida. En ese sentido Propato recordó que Rodríguez, el secretario general, citó a todos los delegados y las comisiones internas en la sede de Federación de Box para decirles “que él había aprendido a hacer la venia y nos aconsejaba a que la vayamos practicando, que los cuadros medios íbamos a ir presos. El sindicato nunca se acercó a nosotros durante nuestra detención”, denunció.
Pese a la imagen lavada que el propio sindicato se encargó de fabricar sobre Rodríguez durante los años posteriores a la dictadura, no es posible olvidar que él fue un entregador directo de obreros de la Mercedes-Benz a los genocidas y que murió impune y procesado por la administración fraudulenta de la obra social.
Ramón Camps en un Ford Falcon
“Nos decía que le mandemos saludos a Camps”
Propato recordó que “Ford se había convertido en un campo de concentración, los militares entraban y salían, controlaban el ingreso y egreso del personal y la empresa se puso muy dura. La producción se aceleró y el personal que tuvo actividad gremial era muy controlado y perseguido. El capataz decía que la máquina no se podía parar por ningún motivo y siempre estábamos en súper producción con la misma gente y por la misma plata”.
El 25 de marzo de 1976, un día después del golpe, hubo una reunión con Guillermo Galarraga (gerente de personal, procesado en esta causa pero fallecido antes del juicio) quien les dijo a los delegados que se habían acabado los “tiempos gremiales”.
En esa misma reunión Galarraga les hizo un “chiste” a sus interlocutores: “mándenle saludos a Camps”, en referencia a quien sería uno de los máximos responsables del genocidio en la Provincia de Buenos Aires desde la jefatura de la Policía provincia. Los delegados no sabían aún el significado de aquel “chiste”, que era en realidad una sentencia de la empresa que condenaba a los 24 obreros.
Cartel alusivo colocado en la entrada de la planta de Pacheco
El Quincho (el centro clandestino de Ford)
“El 13 de abril del 76 mi vida cambió marcada a fuego. A las 11:15 mi capataz me hizo una seña y me dijeron que me buscaban. Me mandaron un relevo, porque nunca se paraba la línea. Fui a la entrada de la cabina de pintuta y había ocho soldados. Se me acercó un militar con arma de puño, me preguntó mi nombre, se fijó en una lista y me dijo que estaba a disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional, NdR). Me pusieron en el medio de los ocho, salimos y a medio pasillo les dije si me podía ir a cambiar al vestuario ya que tenía toda la ropa con pintura y a agarrar mi documento. Uno de ellos en tono de burla me dijo que a donde iba no necesitaba documento y me dio un culatazo, me caí y me golpearon”, relató Propato.
Y continuó. “Me pegaron culatazos con armas largas, patadas, golpes de puño, me levantaron en una camioneta F-100 que la empresa usaba dentro de la planta y tenía una lona puesta por los militares. Fuimos hasta el quincho y ahí nos bajaron de a uno de los pelos, estábamos muy golpeados y asustados, por como nos trataban pensé que ese era el último día de mi vida”.
Propato afirmó que para su vida fue “el comienzo de un calvario” que hasta el día de hoy sigue recordando. “Nos golpearon de todas las formas, me metieron una bolsa plástica en la cabeza. Pedro (Troiani) me manoteó la bolsa y le hizo un agujero porque me estaba ahogando. Del quincho nos fuimos a altas horas de la noche, estábamos atados con alambre, sin agua, sin comida, sin baño, lo único que recibimos fueron golpes y agresiones psicológicas, nos decían que no teníamos ni patria ni dios. Nos llevaron a una camioneta de la empresa, nos tiraron ahí, no sabíamos dónde nos llevaban”.
Luego supieron que el destino era la comisaría de Tigre, donde se encontraron con compañeros suyos de Ford, con trabajadores de Astarsa y de otros astilleros y fábricas de la zona.
“Nos metieron en el calabozo, me interrogó el teniente Molinari que me dijo que si el patrón nos decía que ladremos, nos teníamos que poner en cuatro patas y hacer como si fuésemos perros. Ví el escritorio que tenía unos papeles, me leyó mi nombre y toda la historia de mi vida. Los papeles tenían el logo de Ford”, recordó.
Devoto y Sierra Chica
“En ese momento sentimos un frío en la espalda, nos subieron al camión, eran compartimentos para uno y nos metieron a tres, yo estaba con Amoroso y Murúa”, continuó relatando Propato. “Se detuvo el camión y creímos que se venía la muerte, estuvimos tres horas bajo el rayo del sol, sentimos que nos moríamos. De ahí hasta que se abrieron las puertas y nos dimos cuenta que estábamos en una cárcel. Nos dieron el ’bautismo’ de entrada, nos metieron en una jaula y nos raparon la cabeza a todos, había gente de otras fábricas”, detalló sobre su paso por el penal de Villa Devoto.
“En Devoto ví a un enfermero de la fábrica, lo veo subir con la patota de la cárcel y le digo ’¡Andrés!’... En la fábrica éramos como amigos. Al rato vino, se acercó a la reja y me dijo ’la próxima vez que me nombres te asesino’”, recordó. Ese era el “enfermero” que tenía Ford para sus trabajadores en el departamento médico de la empresa.
Propato estuvo en Devoto hasta el 5 de septiembre de 1976. Justo el día en que se cumplían seis años de su ingreso como obrero de Ford lo trasladaron a Sierra Chica, donde comenzaría lo que él define como “los peores días” de su vida.
“Nos llevaron a un celular esposados, nos bajaron en Palomar, nos tiraron al piso, nos metieron en un avión Hércules, nos dijeron que nos iban a tirar de los aviones. En esa época estábamos al tanto de los vuelos de la muerte. Nos llevaron a Sierra Chica, donde vimos obreros que eran de distintos astilleros. Fueron los peores días de mi vida”, sentenció ante el Tribunal.
La cárcel de Sierra Chica fue construída en el Siglo XIX. Había chinches, frío, inundaciones. Aún sigue así.
La compañera de Propato y sus hijos fueron a verlo, pero él no quiso que fueran más. “Eran muy chiquitos, mi hija no tenía un año y mi hijo tenía dos y estaban 14 horas parados ellos y otros familiares para poder vernos. Además los verdugueaban, los hacían desvestir. Me visitaron tres veces y le dije a mi compañera que no fueran más. Mi hija aprendió a caminar en la cárcel”.
Propato salió de Sierra Chica entre mayo y junio del 77. “Estuve 40 días sin salir de mi casa. Empecé a ver cómo podía hacer para sobrevivir, en ningún lado me tomaban, empecé a hacer pan casero. Hoy tengo 69 años y a veces no puedo dormir”, reflexionó ante los jueces.
Sala de audiencias
La pelea por juicio y castigo en cárcel común es también de las nuevas generaciones
Ford es una empresa que actualmente sigue obteniendo ganancias extraordinarias a costa de la explotación de sus obreros y como empresa multinacional fue complacida por todos los gobiernos argentinos.
En noviembre 2011, cuando se celebraron los 50 años de la planta Pacheco, Cristina Kirchner estuvo presente en el acto junto a la plana mayor de la automotriz. Allí la presidente, mirando cándidamente a los sucesores de Gallarraga, Müller y Sibilia, dijo que “Ford es una marca emblemática para los argentinos. Felicito a Ford por los 50 años de la planta de Pacheco, algo que seguramente hubiera sido imposible sin los técnicos y trabajadores”.
Cristina ni siquiera hizo mención al centro clandestino que la empresa tuvo dentro de sus instalaciones, donde fueron secuestrados y torturados 24 obreros. Y no desaprovechó la oportunidad para felicitar a la empresa que es una de las que se beneficiaron bajo su gobierno y, como ella misma dijo más de una vez, “se la llevaron en pala”.
En ese acto, sentado en primera fila y escuchando atentamente a la mandataria, se encontraba también el sucesor de José Rodríguez en el Smata, Ricardo Pignanelli.
Lograr que después de 42 años de lucha este puñado de empresarios genocidas sean condenados es una lucha de los sobrevivientes, los familiares y también de las nuevas generaciones. El juicio y castigo en cárcel común es una pelea fundamental, la impunidad no puede ser la recompensa para estos criminales.
A pocos días del 24 de marzo, la organización y movilización independiente del Estado y todos los partidos patronales es fundamental para luchar por el juicio y castigo en cárcel común para todos los genocidas.
La próxima audiencia del juicio contra Müller, Sibilia y Riveros será el 15 de marzo. Allí estará La Izquierda Diario por Memoria, Verdad y Justicia.
Andrea Lopez
@lopez76_andrea Cronista de la sección Libertades Democráticas de La Izquierda Diario, miembro del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos.