Mirta Pacheco @mirtapacheco1
Jueves 30 de junio de 2016 03:59
Elisa María Avelina, “Lilita”, comenzó a ser conocida cuando en 1994 fue en las listas del partido que la vio nacer a la vida política, el radicalismo, para ser parte de la convención constituyente que reformó la Constitución Nacional. Esa reforma fue la hija del acuerdo entre Alfonsín (su mentor político) y Menem, que entre otras cosas le otorgó la reelección al “Turco”.
Ella dijo estar en contra de permitirle varios mandatos al menemismo, pero su oposición fue, como todo lo que la caracteriza: pura alharaca. Se presenta como “la salvadora de la Nación”, la que sin temerle a nada ni nadie denuncia la corrupción. Pues bien, todas sus denuncias, en todos estos años, nunca condujeron a nada. Peor aún, la señora se dedicó a denunciar solo al personal político o a jueces que circunstancialmente estaban enfrentados a su “proyecto político”. Por eso, ella se vanagloria de haber denunciado incluso a Macri por mafioso, todo por televisión. Lo hizo en 2010 cuando aún estaba lejos en el tiempo su alianza con el PRO y electoralmente estaban enfrentados.
Defensora de las “buenas costumbres”, la “rectitud” y la Santa Iglesia Católica
Las buenas costumbres son las de su clase, porque Lilita es parte de una familia que se enriqueció gracias a la dictadura cívico militar, luego del 76. El padre era dueño de una estación de servicio en un pueblo chaqueño, que por obra y gracia del Teniente Coronel Ormaechea, tío de la señora y jefe del Regimiento del Chaco, terminó siendo la principal proveedora de esa provincia.
En este punto nada diferencia a los Macri de los Carrió. La vara de la “rectitud” (ese valor etéreo que tiene distinto contenido según las épocas… pero que adopta siempre las formas de la clase dominante), para Carrió no parece haber sido tan “recta”. Cuando comenzaba 1978 y el genocidio que llevó adelante la dictadura cívico militar estaba en su punto más alto, el interventor militar de su provincia natal, Gral. Antonio Serrano, la nombra asesora de la Fiscalía de Estado.
Luego, en 1980 fue secretaria de la Procuración del Superior Tribunal de Justicia de esa provincia, con nivel y jerarquía de Juez de Cámara. Lo que nunca cambió Lilita fue su defensa acérrima de la Iglesia Católica, la institución que tiene siglos avalando genocidios.
Alianzas, rupturas y cambios para permanecer siempre en la escena política
Esta historia ya es más conocida. Radical desde su juventud, apoya a la Alianza y ya en 2000, anticipándose a la crisis que haría estallar a la UCR con De La Rúa escapando en helicóptero, crea una alianza electoral llamada Argentinos por una República de Iguales (ARI). Dos años más tarde, liderando una línea interna de esa alianza funda “Afirmación para una República Igualitaria, que tuvo también sus rupturas, una de ellas debido a que sectores de esa alianza querían impulsar una ley de despenalización del aborto, a lo que Carrió se opuso terminantemente. En eso sí coincidió siempre con Cristina Fernández de Kirchner. Luego en 2006 hace surgir la Coalición Cívica y en 2007 va a elecciones, como Coalición Cívica ARI, logrando la primera gobernación de ese nuevo experimento.
Fabiana Ríos resulta gobernadora en Tierra del Fuego (la misma que comenzó el ataque a los trabajadores fueguinos, que hoy continúa la kirchnerista del PJ, Bertone). Margarita Stolbizer, también de origen radical, era de esa partida. No es casualidad que hoy, tanto Carrió como Stolbizer, que insisten en levantar cada una la bandera de la “anticorrupción”, no digan ni una palabra sobre la corrupción del macrismo, sus Panamá Papers, sus capitalistas amigos, como Caputo. Como dijo Myriam Bregman: apuntan solo a un lado de la corrupción, la del kirchnerismo.
En todos esos años Lilita pretendía mostrarse como de centro izquierda, pero el tiempo y sobre todo los avatares políticos del país, fueron mostrando su verdadero rostro, el de la señora de la derecha.