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Red Internacional
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Opinion. Carta de una trabajadora de la salud por la muerte de Fernando en Dreyfus

El fallecimiento de Fernando Peña en la planta de Dreyfus Timbúes motivó en una enfermera esta reflexión sobre la precarización laboral y la salud.

Miércoles 9 de enero de 2019 16:33

Como profesional de la salud quiero brindar unas palabras a fin que podamos reflexionar respecto a lo ocurrido este domingo en la aceitera Dreyfus, que se cobró la vida de un trabajador. Hecho que despertó en mí sentimientos de impotencia e indignación, lo cual me lleva a solidarizarme una vez más no sólo con los familiares de la víctima sino con todxs aquellos trabajadores que día a día debemos hacer frente a las diversas y muy creativas formas de precarización laboral.

Creo oportuno aclarar que la palabra accidente significa un suceso no planeado, no deseado, que provoca un daño en la persona. Si lo analizamos desde el punto de vista epidemiológico es todo suceso que ocurre por una interacción de factores de riesgo, los cuales debemos poder identificar para definir medidas preventivas. Dicho en otras palabras: si se puede prevenir no es un accidente.

Si bien los trabajadores estamos expuestos a diversos factores que, según nuestra actividad, nos predisponen a sufrir un daño o cualquier incidencia negativa, debemos discernir entre un accidente y la desidia laboral. Conceptos que no significan lo mismo. Muchas veces los medios naturalizan la negligencia por parte de nuestros empleadores definiéndola como accidente, disminuyendo así el tenor del acontecimiento. Cuando hablo de factores de riesgos hago referencia no solo a los factores humanos, al medio físico, a las herramientas u otros elementos de trabajo, sino también al medio socioeconómico y al contexto laboral: la precarización.

En tiempos donde las fuentes laborales son escasas, donde las amenazas de despidos son moneda corriente, donde con la excusa de atravesar "la crisis" que las multinacionales en complicidad con el estado generan, quedamos los trabajadores sometidos a un oportunismo disfrazado de promesas, que ante la oferta de la estabilidad laboral o del crecimiento profesional, aceptamos formas de contratación donde exponemos nuestra salud e integridad psíquica gestándose así verdaderos crímenes patronales. Crímenes a los que todos estamos expuestos, inclusive nosotros los trabajadores de la salud, que en reiteradas oportunidades nos sometemos a dobles jornadas laborales. Ello trae consecuencias en nuestra propia salud, determinando nuestra forma de morir. Porque cuando existe una relación desigual entre la forma en que el trabajador desgasta su fuerza de trabajo y la manera en que la recupera, nos estamos acercando hacia el polo de la enfermedad.

Los crímenes patronales no empiezan cuando el trabajador se lesiona o sufre un daño, los crímenes patronales son el resultado final de un trabajo de manipulación donde aceptamos sus condiciones de trabajo a cambio del salario, que es solo una migaja comparado con sus ganancias.