Todo hecho presente tiene su causa en el pasado, obviedad que hasta recoge el refranero popular cuando sentencia que “estos barros son de aquellas lluvias”.
Lunes 11 de septiembre de 2017
Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. EFE
Cuando se elaboró la Constitución española de 1978 no se quiso reconocer la plurinacionalidad del Estado español por lo que se introdujo el “café para todos” a través de las autonomías. Esto fue posible porque las fuerzas políticas que redactaron la Constitución eran, por una parte, los herederos del tardo-fascismo, la UCD y Alianza Popular, y, por otra, la izquierda no rupturista (PSOE y PCE). Así pudieron ocurrir cosas tan esperpénticas como que la bandera constitucional sea la de los reaccionarios y fascistas de la Guerra Civil cambiando simplemente el escudo imperial por el constitucional, o que el Jefe del Estado fuera el monarca Juan Carlos I, el heredero directo de Franco que jurara en dos ocasiones los Principios del Movimiento Nacional.
La derecha catalana y la derecha española tienen en común que son reaccionarias y corruptas y, como toda fracción política de la correspondiente burguesía nacional, egoístas. Nada hay de democrático en la espiritualidad del PP y de Junts pel Sí (PDeCAT y ERC), lo que hay es una puja por la influencia que sus respectivas fracciones de la burguesía tengan en la gobernabilidad del Estado. En este Juego de Tronos la derecha española dice que defiende los intereses de todos los españoles y la derecha catalana los intereses de todos los catalanes, la misma receta de ideología hegemónica que utilizan todos los partidos burgueses de cualquier realidad nacional.
La relación política entre la derecha española y la derecha catalana es, sencillamente, una relación de fuerzas. Esta nunca es estática, recuérdese que el PP de José María Aznar llegó a gobernar con el apoyo de la derecha catalana, agrupada entonces en la CiU del honorable corrupto Jordi Pujol, y que el propio Aznar decía para justificar tal alianza política aquello tan coñero de que hablaba catalán en la intimidad. Pero la relación de fuerzas cambió al conquistar el PP la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, desde entonces se negó a llegar a ningún acuerdo sobre la financiación de Catalunya con la derecha catalana. Esta, al ver que era imposible ninguna negociación, recurrió a poner en el tablero político la autodeterminación de Catalunya.
Como es sabido, JxSí le propuso al PP hacer un referendo pactado en Catalunya. La ideología españolista del PP le impidió llegar a un acuerdo inteligente tal como que hubiera una participación del 70% y que el sí supondría la independencia si obtuviese el 60%. Teniendo en cuenta que las estimaciones daban alrededor de un 52% a favor de la independencia es fácil deducir que con una campaña inteligente de las fuerzas “constitucionalistas” el sí no sacaría los porcentajes acordados. Pero la inteligencia política no es un sello de identidad de la derecha española razón por la que la situación a día de hoy se va haciendo cada día más laberíntica: la mayoría de JxSí y la CUP en el parlamento catalán presenta leyes para posibilitar el referendo y la hipotética independencia y el PP las recurre ante el Tribunal Constitucional. En esta pelea de gallos el PP tiene el poder de los aparatos represivos del Estado pero la cuestión es que si los emplea como la propia legalidad le permite la caldera política del independentismo en Cataluña obtendrá más vapor.
JxSí no va a oponer ninguna resistencia física a las decisiones políticas del PP, ni tan siquiera a través de la policía autonómica, los Mossos d´Escuadra. JxSí no está llamando a la movilización popular para enfrentar los recursos del PP al Tribunal Constitucional, ni, por supuesto, a crear una milicia popular para defender las urnas el 1 de octubre. No. La táctica de JxSí es que el PP intervenga para que se enfangue. Así, el PP se verá obligado a imposibilitar por la fuerza el referendo del 1 de octubre si quiere mantener su promesa de impedirlo. Pero todo esto tendrá un coste político imposible de soportar en el tiempo para el Régimen del 78 ya que impedir por la fuerza la colocación de urnas, juzgar a la totalidad del gobierno de la Generalitat, a la mesa del Parlamento catalán y a todos los alcaldes que pongan la estructura al servicio del referendo es infumable políticamente.
¿Qué pasará el día 1? Va a depender de la relación de fuerzas, de cuantas alcaldías den el apoyo al gobierno de la Generalitat para celebrar el referendo. Cuantas más alcaldías pongan sus estructuras al servicio de la votación más se incrementa el problema político del PP ya que más se visualizará la represión política del PP vía aparatos represivos del Estado.
¿Y después del día 1? Suspender el Estatuto de Autonomía de Catalunya está dentro de la “ley” pero aún en este supuesto habrá que volver a hacer elecciones en Catalunya y si estas traen un incremento electoral de las fuerzas de JxSí, lo que es probable en un clima patriótico estimulado por la represión política, el problema político no sólo no disminuye sino que se incrementa.
El laberinto que ha generado la ofuscación de imperialismo tardío del PP se hace por horas más intrincado por lo que es muy posible que Catalunya sea la tumba política del PP, que la represión ante el referendo posibilite una moción de censura triunfante en el Congreso de los Diputados y una convocatoria de elecciones generales en el Estado español con el objetivo de que un gobierno PSOE-Podemos pare la represión política-judicial y reforme la Constitución para encajar a Catalunya. No obstante, conseguir en el Estado español una República federal donde cada nación pueda irse si lo considera oportuno la mayoría de su población en un referendo siempre vinculante sólo vendrá cuando la auténtica izquierda ocupe el tablero político, es decir, cuando la clase trabajadora se haga cargo de la política.