Las docentes de la Escuela n° 59 nos organizamos para realizar una colecta para las familias de nuestros estudiantes. En el marco de las prohibiciones por la pandemia, es alarmante la situación de muchas familias que se quedaron sin trabajo.
Lunes 11 de mayo de 2020 21:38
Muchos de los que sostienen las familias de las que forman parte nuestros alumnos y alumnas asistían a vender al trueque local, el cual fue cerrado apenas comenzó la cuarentena y otros muchos hacían changas. Esto significó para la mayoría no poder llevar a sus casas el plato de comida.
A mediados de abril, desde la dirección de la escuela se nos solicitó un listado de alumnos que considerábamos que podían estar pasando un momento económico difícil. Como docentes, nos encontramos en la disyuntiva de encasillar a nuestros alumnos en cuál estaría pasándola peor y decidir, sin tener muchas herramientas más allá de la que ellos nos habían contado alguna vez, si “éste necesita más” o “aquel necesita pero el papá tiene el permiso para hacer una changa” o “aquel otro necesita pero en aquella familia hay más hermanitos”.
Hicimos el listado, tratando de ser lo más objetivas posible, el director de la escuela lo envío y aún no les llevan nada. Ese mismo listado se presentó a Acción Social y se les entregó una bolsa con mercadería que contenía: 1 botella de aceite, una caja de leche, 1 paquete de fideos, uno de arroz y otro de polenta y un paquete de yerba. Todos sabemos que para una dieta sea nutritiva para un niño o niña debe contener frutas, verduras y otros alimentos que no contenían estos bolsones.
Como lo que les dieron a las diferentes familias, fue por única vez e insuficiente, desde la escuela decidimos hacer una colecta que compartimos en redes sociales y con la cual logramos, gracias al aporte de todos los que se acercaron a dejar su granito de arena, juntar algunos alimentos y armar bolsitas. No fue mucho, pero ayudaría a pasar unos días; volvimos a presentar la nota a Acción Social para que les lleven alimentos a las familias y nos juntamos con las seños a armar las bolsas y salir a repartir.
Y lo que vivimos tenemos que contarlo porque cuando a vos cómo seño, en un día normal, te dicen: “Seño: anoche pasamos frío; seño a mi casa se le voló el techo (para los que no saben en Neuquén cuando corre viento a veces supera los 80 km por hora); seño tengo frío en los pies (mirás hacia abajo y te fijas que en pleno invierno van sin medias) es una cosa.
Pero ir a sus casas y ver la realidad en la que viven, es otra. Casillas de madera que tienen bolsas de nailon como única protección para el frío o para el viento, algunas sin puertas, con chapas todas rotas, viviendo en situaciones de extrema pobreza. Entonces con mi compañera nos miramos indignadas, tristes, impotentes y pensando que esa bolsita con tan pocas cosas no les va a servir para tapar tanta pobreza.
Nos vamos y me pregunto ¿Por qué el estado decreta un aislamiento social que nuestros alumnos no pueden cumplir sin morir de hambre? ¿Por qué permite que los empresarios despidan o les bajen el sueldo a los adultos de estas familias? ¿Por qué no hace planes de vivienda para todas estas familias, que por necesidad toman un pedazo de tierra y hacen lo que pueden con lo que tienen? ¿Por qué no genera puestos de trabajo para ellos y ellas?¿Por qué son pobres? ¿Qué culpa tienen nuestros alumnos y alumnas y sus familias de las crisis que genera el Estado y los empresarios? ¿Por qué la tienen que pagar ellos/as? El estado es responsable, las medidas insuficientes.
Mientras nos hacemos las preguntas les llevamos su bolsita, para verlos de paso, para saber cómo estaban, de lejos, con barbijos, dándonos coditos (y algunos abrazos a escondida) y diciendoles que pronto nos volveríamos a ver.