Varias portadas de los diarios internacionales retratan crudas imágenes donde los pobres urbanos, tras meses de confinamiento, comienzan a sufrir las consecuencias de no tener garantizados derechos tan básicos como el acceso a una alimentación suficiente para sobrevivir. El hambre y el desempleo, una de las pandemias que la opulenta sociedad neoliberal decía combatir eficazmente, vuelve a resurgir como una amenaza no solo contra los pobres, sino contra la estabilidad política.

Antonio Paez Dirigente Sindicato Starbucks Coffe Chile

Francisco Flores Cobo Egresado/Gradista de Derecho U. de Chile
Lunes 18 de mayo de 2020
Independientemente del país donde se viva, miles de noticias, imágenes y videos inundan las redes sociales con manifestaciones producto de los estragos que está produciendo la pandemia en los sectores más empobrecidos de la sociedad.
EEUU y Europa comienzan a mostrar que ese “American Dream del siglo XXI” que buscaban exportar, se construyó en base al endeudamiento de las familias pobres, trabajos y salarios precarios y la pérdida de beneficios sociales a costa de la privatización de los servicios básicos (particularmente la salud) y los principales engranajes de las economías nacionales.
Chile: trabajos precarios,suspensiones y desempleo.
En Chile el panorama laboral es absolutamente sombrío, varios especialistas en temas laborales ya venían denunciando de que una de las razones que motivó el estallido social de octubre del año recién pasado, fue que en Chile las familias trabajadoras son pobres y viven endeudadas. El ingreso promedio en el país no supera los $400 mil pesos, cuestión que apenas logra satisfacer ciertas necesidades básicas como un arriendo, transporte y alimentación precaria. Ni hablar de recreación u otras.
Mientras los grandes holdings del país, junto a la banca y las AFP acumulan millonarias ganancias, la clase trabajadora se ve inmersa en uno de los sistemas laborales más flexibles del planeta, que sufrió un nuevo salto en su precarización con dos leyes aprobadas durante la pandemia: teletrabajo y suspensiones.
Según datos de la Dirección del Trabajo, hasta la fecha más de 80mil empresas se han acogido a la ley de “protección al empleo”, una ley fabricada para beneficiar a miles de empresas que gracias a ella podrán dejar de pagar los salarios a sus trabajadores y obliga a que estos hagan cobro de sus ahorros en el seguro de cesantía para autofinanciarse, por un periodo indeterminado, sus salarios.
Pero lo peor no termina ahí, si ya es escandaloso obligar a un trabajador a autofinanciarse su salario, los montos entregados por la AFC tampoco se corresponden al total de su salario, sino solo a una fracción de este. El primer mes es igual al 70% de su último sueldo, si lo calculamos sobre el salario mínimo el monto llega a los 255 mil pesos, el segundo mes se reduce al 55% y luego al 50%.
Hasta ahora, hay más de medio millón de trabajadores que se encuentran suspendidos, haciendo uso de sus ahorros mientras millonarias empresas como LATAM, Cencosud, McDonalds, Starbucks, H&M, entre otras, siguen pagando millonarios salarios a sus ejecutivos. Poco más del 30% del total de trabajadores suspendidos pertenecen a las grandes empresas.
Toda esta operación del gobierno tenia por objetivo evitar despidos masivos y atenuar los indices de desempleo, sin embargo todos los expertos discuten sobre cual sera la taza de desocupación hacia el segundo semestre, la cual estiman podría variar entre un 12% y 18%, duplicando las cifras actuales y dejando a mas de medio millón de personas en la calle. El Factor del hambre comienza a tener mas peso en el país. No por nada ayer en cadena nacional Piñera anunciaba la repartición de alimentos por parte del estado.
Basta mirar las cifras actuales. Según constatamos aqui, los despidos han aumentado en un 72% con relación al año anterior, sumando para abril del 2020, más de 230 mil despidos.
Los resultados económicos de sectores como turismo y comercio se han desplomado, acercando aún más el fantasma de la cesantía masiva que se podría producir en los próximos meses.
Intelectuales de gobierno y oposición coinciden en que una extensión indeterminada de las cuarentenas, generará una cada vez mayor contracción del PIB y por lo tanto, un aumento en los índices de pobreza. Sin decirlo acuden al dilema: o la economía o la salud, y la respuesta del gobierno es clara: la economía.
Enfrentar la pandemia, no pagar la crisis
En una reciente entrevista, el exministro de la dictadura Rolf Lüders, señala que la respuesta del gobierno, en materia económica, han sido las correctas, principalmente porque las ayudas económicas han apuntado a permitir que ciertas empresas puedan sobrevivir a la crisis gracias a la acción del Estado. Pero aclara que sería un error paralizar la economía con una cuarentena, ya que el Estado no puede darse el lujo de financiar masivamente a quienes no tendrán recursos para sobrevivir.
Situación similar comenta el periodista Ascanio Cavallo, el cual en una columna de La Tercera, muestra su preocupación por los estragos que podría traer sobre la población una cuarentena demasiado larga. Los principales afectados, los sectores populares que podrían verse amenazados por el hambre, y cuyo único ingreso proviene del Estado, esto traería un dilema para el sistema político y las próximas elecciones.
Pero tras todo este debate, uno debe reflexionar: ¿es este el único camino posible para enfrentar la pandemia? Desde aqui decimos que no.
Ciertamente las pandemias son complejas para cualquier sistema político o económico, pero las respuestas que hemos visto han sido pensadas para afectar lo menos posible a los grandes empresarios, y descargar los efectos negativos de la crisis sobre los hombros de las y los trabajadores.
La mayoría de los Estados están recurriendo al endeudamiento del Estado a entidades internacionales como el FMI, en vez de aumentar los impuestos a las grandes fortunas o dejar de pagar las deudas externas para destinar esos dineros a ayudas sociales.
Han preferido mantener los negocios de laboratorios, la salud privada o las industrias que producen los elementos esenciales para el combate de la pandemia, en vez de la nacionalización de los laboratorios, el unificar el sistema de salud en uno público o la reconversión productiva y el control de precios para evitar la especulación.
Mientras miles de viviendas se mantienen desocupadas ya que las inmobiliarias no quieren vender para evitar bajos precios, el Estado de niega a que estas sean ocupadas para terminar con el hacinamiento de los sectores populares.
Supermercados y farmacias siguen vendiendo sus productos con precios altísimos y el gobierno ni siquiera se abre a la posibilidad de eliminar los impuestos como el IVA a los productos de primera necesidad.
de aplicarse estas medidas, Todas afectarían las ganancias capitalistas, pero serán las grandes mayorías, la masa laboriosa y los sectores populares los que se verían beneficiados. Hay una alternativa a la pandemia, pero no vendrá de los empresarios y sus políticos.
Es por eso que frente a las miles de de familias que comienzan a quedar en la calle debemos oponernos a los golpes del gobierno y los empresarios, y exigir un ingreso minimo para todos, que cubra las necesidades mas basicas y no sea inferior a 500.000. Para esto, resulta esencial la organización de los trabajadores y trabajadoras en sus sindicatos. Mientras la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), y el conjunto de los partidos de la izquierda parlamentaria, se quedan en discursos, es necesario convocar a la máxima coordinación a nivel nacional para resistir a la crisis económica y sanitaria.
Son los trabajadores y trabajadoras a través de su propia planificación y organización quienes pueden determinar el curso de los acontecimientos y su propia línea de acción. Pero esto no se conseguirá de la buena voluntad de los empresarios y empresarias, sino atacando directamente las grandes fortunas de los magnates. Para esto, hacemos extensiva la invitación a sumarse a la campaña contra los despidos que vienen impulsado diversas organizaciones de trabajadores a nivel nacional.
Que la costos de una nueva crisis la paguen los capitalistas, no los trabajadores. Porque nuestra salud y nuestra vida, vale mas que sus ganancias.