Amnistía Internacional denuncia en un informe las constantes violaciones de derechos humanos contra inmigrantes y refugiados en la frontera de Ceuta y Melilla.
Viernes 2 de diciembre de 2016
“Veía mi propio nervio, gritaba a la Guardia Civil que estaba herido y les enseñaba mi brazo envuelto en un torniquete con mi camiseta, pero nadie me hacía caso”. Este es uno de los testimonios recogidos en el nuevo informe de Amnistía Internacional “Ceuta y Melilla: un territorio sin derechos para inmigrantes y refugiados”. Muhamed, un joven de 20 años procedente de Guinea Conakri, permaneció encaramado en la valla de Ceuta durante más de siete horas con una herida que le provocó la pérdida de movilidad de su mano. Su testimonio es uno de los tantos ejemplos que ilustra el tipo de trato que reciben las personas inmigrantes y refugiadas cuando intentan entrar al Estado español.
Son terribles las imágenes de cientos de personas intentando cruzar las mortales vallas y concertinas de los enclaves coloniales. Como lo son los abusos y la tortura por parte de la Guardia Civil una vez llegan a territorio español, mientras el Gobierno aplaude su actuación. Hace pocos meses el Ministerio de Interior condecoraba a ocho Guardia Civiles, acusados previamente por torturar a un inmigrante en la valla de Melilla. De la misma manera que quedaron impunes los asesinatos por parte de la Guardia Civil española a 15 personas de origen subsahariano que intentaban llegar nadando a la playa ceutí de Tarajal a inicios de 2014.
Las “devoluciones en caliente” también se convierten en una práctica habitual, y aún más, legitimadas con la actual Ley de Extranjería. Durante el masivo salto del pasado 9 de septiembre, donde más de 240 personas intentaron cruzar la valla de Ceuta, cerca de 67 fueron devueltas sin ningún tipo de garantía. Muhamed, el testimonio del que hablábamos al inicio de esta nota, fue uno de las únicas cuatro personas que pudo entrar.
También es espeluznante el relato de otros testimonios recogidos en el informe como el de Kris, un joven procedente de Nigeria, que ha sido objeto de expulsiones en caliente en más de una ocasión por parte de la Guardia Civil en Melilla. En una de éstas junto a él también expulsaron a un chico gravemente herido. “Estaba semiinconsciente, tenía los ojos en blanco. Tuve que ayudarle, porque era un niño… Tenía 18 años como máximo”, explica el joven.
Para los que intentan entrar mediante el puesto fronterizo la suerte no es mayor, teniendo en cuenta que a pesar de que en 2015 se crearon oficinas de asilo, estas a día de hoy permanecen cerradas. Por otra parte, una gran mayoría de personas quedan directamente excluidas de la posibilidad de protección y asilo por no ser consideradas como refugiados. La organización ha documentado que las autoridades españolas están otorgando un trato más discriminatorio hacia las personas solicitantes de asilo que no procedan de Siria. Una de las investigadoras de Amnistía Internacional señala que “solo aquellas personas procedentes del conflicto sirio tienen posibilidad real de solicitar asilo en puesto habilitado, aunque también encuentran dificultades para hacerlo: muchas han manifestado que son interceptadas por las fuerzas marroquíes”.
Mayor vulnerabilidad para las víctimas de violencia de machista y las personas LGTBI
Para quienes logran cruzar la frontera su destino serán los CITEs, centros de estancia temporal para inmigrantes. En los mismos viven hacinados miles de personas en instalaciones que tienen capacidad para alojar a menos de 500. Después de estar retenidos durante largos períodos de tiempo, algunos serán trasladados a la península, y otros en alguno de los CIEs del Estado a la espera de ser deportados.
Entre los colectivos más vulnerables encontramos a las personas LGTBI, que huyeron de sus países ante la persecución que sufren. Sin embargo, una vez llegados a territorio español la discriminación no cesa, ya que parece ser que su extrema situación no es motivo suficiente para poder recibir asilo y protección. En el informe detallan el ejemplo del CITE de Melilla, dónde al menos hay unas 60 personas que solicitaron el asilo por razones de persecución por su orientación sexual. Muchos de ellos llevan casi un año esperando a ser trasladados, mientras siguen sufriendo graves agresiones homófobas dentro de estos centros.
Es parecida la situación para las mujeres víctimas de violencia machista o víctimas de trata, que tampoco reciben ningún tipo de protección, e incluso se ponen en riesgo sus vidas. Amnistía Internacional resalta el caso de Marian, una mujer argelina de 27 años que había sufrido terribles maltratos por parte de su marido. A pesar de eso, lleva más de un año en el CITE de Melilla junto a su hija de 3 años. Por si no fuera suficiente, durante una temporada estuvo obligada a convivir con su agresor en el mismo centro, e incluso en la misma habitación por más de un mes. Así cuenta lo que tuvo que soportar: “Volvió peor que antes. Me amenazó diciendo que iba a pagar caro por haberle denunciado y llegó a decirme que, aunque él volviera a Argelia, antes me mataría.”
Los enclaves coloniales de Ceuta y Melilla, son escenario de maltrato y represión contra personas que sencillamente huyen de las guerras, del hambre o de la persecución, la discriminación y la violencia que sufren en sus países. Diversas organizaciones llevan años denunciando lo que está pasando en la Frontera Sur, sin embargo, estas prácticas no sólo permanecen impunes, sino que tienen el amparo del Gobierno español y de Unión Europea. Así es que las políticas racistas y criminales del Estado Español son aplaudidas y tomadas como ejemplo con el levantamiento de nuevas vallas y muros, y ante la actual militarización y blindaje de las fronteras europeas.