La muerte de Exequiel y Diego, la grave situación en que se encuentra hoy Rodrigo Áviles, han puesto en la palestra la violencia que sufre el movimiento estudiantil cuando sale a las calles. Hoy muchos padres ya no tienen la certeza de si sus hijos volverán con vida después de una marcha. Y esto no es una realidad puramente “chilena”. En México esa incertidumbre ya se ha instalado, como lo demostró la terrible situación de los 43 normalistas. Este martes 26 de junio se conmemoran ocho meses desde la desaparición forzada de los 43 estudiantes mexicanos.
Lunes 25 de mayo de 2015
Represión en Chile contra el movimiento estudiantil
Durante estas horas circulan dramáticos testimonios, imágenes e informaciones acerca del grave estado de salud de Rodrigo Avilés, con riesgo vital luego de ser atacado por las fuerzas represivas del estado chileno en una movilización estudiantil. Las palabras de sus padres expresan algo muy profundo. Ellos han dicho, indignados, que pertenecen a la generación que luchó, arriesgando la vida cada día, contra la dictadura de Pinochet. Que lucharon para que volviese la democracia y, sin embargo, hoy no tienen la certeza de si su hijo volverá con vida después de una marcha.
Seguramente es el sentimientos de miles, sino millones, de padres y madres. Es que no se trata, para el estado, el régimen y el gobierno, sólo de reprimir y acallar a los miles de “Rodrigo”, sino también de infundir terror, el terror de la represión, como en dictadura, en los padres de los estudiantes.
El mismo día en que Rodrigo era reprimido, a unas pocas cuadras una estudiante de 19 años, indefensa, era golpeada, cobarde y salvajemente por dos policías de Fuerzas Especiales, dejándola inconsciente en el suelo, y luego huyendo sin vergüenza.
Y esto sucedió el pasado 21 de mayo, sólo una semana después de que dos estudiantes, Exequiel y Diego, fueran asesinados por un civil a sangre fría, en pleno centro de Valparaíso, en medio de una movilización nacional convocado por los estudiantes en su lucha por conquistar la tan anhelada gratuidad de la educación. Este asesinato, vil y macabro, fue producto de la insistente y sistemática criminalización del movimiento estudiantil, y de la ideología que impone el sistema capitalista: la propiedad privada vale más que la vida de dos jóvenes. Y no cualquier joven. Jóvenes que entregaban valioso tiempo de sus vidas a una causa muy superior a la de su éxito individual: la causa de una sociedad menos injusta, la lucha contra la elitización de la educación, la lucha porque no haya ningún otro joven a quien, por no poseer el dinero suficiente, le sea prohibido educarse. Y, mientras sucedía esto en Valparaíso, el mismo día, en las calles de Santiago Luciano Debrott, estudiante movilizado de la Universidad de Santiago, recibía en pleno rostro una bomba lacrimógena lanzada a quemarropa por Carabineros.
Esto, hablando sólo de las últimas semanas. Por supuesto, los casos de represión no terminan ahí. Podríamos seguir hablando, de Daniel Menco, de Claudia López, de Manuel Gutiérrez, del secuestro y tortura contra el joven secundario Cesar Reyes, de los innumerables abusos, atropellos, torturas, detenciones arbitrarias, golpes y un largo etcétera, que ha sufrido el movimiento estudiantil chileno, toda vez que toma las calles para exigir lo que el gobierno les niega: sus derechos más elementales.
Represión en México: Los 43 de Ayotzinapa y la lucha contra la “narco política”
La situación recién descrita no obedece a una “particularidad” del régimen político chileno, ni se explica por simples “irregularidades en los procedimientos” de la policía, o el error y exceso de tal o cual funcionario.
El mejor ejemplo de esto es el drama que millones de familias padecen en México. Allí todo padre, madre y familiar sufre a diario el riesgo de no volver más a sus hijos. Las miles de desapariciones que castigan con especial crudeza al México pobre, al de la inmensa mayoría, son pan de cada día.
El caso más emblemático y reciente es el que sucedió el 26 de septiembre de 2014. Los familiares de los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa desaparecidos en el estado de Iguala, México, recorren el mundo en una búsqueda desesperada por justicia. Esto sucedió hace ya 8 meses. Lo curioso, o más bien terrible, es que los 43 estudiantes participaban en actividades para preparar un sentido homenaje a los estudiantes asesinados por el estado mexicano en 1968, en la tristemente célebre “masacre de Tlatelolco, en el contexto de manifestaciones estudiantiles contra el gobierno.
Los estudiantes, secuestrados por fuerzas policiales, en un procedimiento impulsado por las oscuras redes de la narco política, aún no aparecen. La respuesta no se hizo esperar. Maestros de Escuela, estudiantes, trabajadras y trabajadores colmaron las calles de las ciudades mexicanas para exigir justicia, al grito de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
El gobierno de Enrique Peña Nieto (EPN) sólo ha respondió con más represión a las enormes movilizaciones que sacudieron en protesta por estos hechos en todo México, y que expresaron también la ira acumulado durante años de miseria, corrupción, represión, violencia, etc. Golpizas, detenciones, e incluso nuevas desapariciones, el intento de montajes con otros cuerpos para “cerrar el caso”, es lo que ha entregado como respuesta el gobierno mexicano, quien mientras reprime estudiantes, privatiza el petróleo, para entregárselo a las potencias imperialistas como Estados Unidos, empobreciendo aún más al país.
Es necesario poner fin a la represión contra los estudiantes. Podría ser tu hijo
Exequiel y Diego se negaban a permitir que la educación siguiese siendo una mercancía más. Rodrigo protestaba contra los anuncios de Michelle Bachelet en materia educacional y contra la descarada corrupción de los partidos del régimen político que ha salido a la luz los últimos días. Los 43 conmemoraban a sus mártires, asesinados décadas atrás por luchar por una mejor educación, y se oponían al nauseabundo, estrecho y sagrado vínculo entre políticos, policía y narcotraficantes.
A uno y otro lado del mundo el movimiento estudiantil, la juventud combativa, enfrenta la injusticia. Y de parte de los gobiernos no han recibido sino balas, tortura, abuso, desapariciones, muerte, cárcel y represión.
Los padres de Diego, Exequiel, de los 43 de Ayotzinapa, de los estudiantes golpeados, torturados, abusados, de Rodrigo, tienen ante sus ojos la posibilidad, y también la tarea, enorme, de ponerse de pie, de transformar su rabia, su tristeza, su impotencia e indignación, en lucha. El estado, de Chile, México, no dejará de reprimir estudiantes, si es que no se lo impide un poderoso movimiento, de masas, en las calles, con el recuerdo de nuestros mártires al frente. Es que no se trata de “perfeccionar” tal o cual protocolo de procedimiento policial, de cambiar tal o cual funcionario. Se trata de la esencia de la institución policial: la defensa armada de la propiedad privada y el estado de derecho capitalista. Se trata de luchar contra la existencia de esa institución, no de “democratizarla”.
Por eso, el mejor homenaje posible hacia las víctimas de la represión en el movimiento estudiantil, no es otro que la profundización del camino que emprendieron nuestros compañeros.
Y es que habrán más Diegos, Exequiel, y Rodrigos, más 43, si es que no transformamos la rabia, la impotencia, en lucha, organización y un poderoso movimiento, en México y Chile, para frenar la represión, y avanzar a completar la tarea por la cual entregaron sus vidas los compañeros estudiantes asesinados. No podemos permitir la impunidad con que hoy se puede golpear, abusar e incluso asesinar a los estudiantes que claman justicia e igualdad. Sus padres, los trabajadores, los pobres, no pueden seguir permitiendo que, junto con las vidas de nuestros valerosos estudiantes, se mutilen sus anhelos, su noble causa: la de cambiar el injusto orden social existente.
Millones de familias sacrifican parte importante de sus miserables salarios –en extenuantes jornadas de la más despiadada de las explotaciones- para poder pagar los elevados costos de la educación, con el objetivo de salir de la pobreza a la que son condenados por el sistema capitalista. Sus hijos salen a las calles, también en defensa del salario de sus familias. Es una lucha de todos. Los estudiantes reciben a cambio represión y muerte. Podría ser tu hijo. No podemos permitirlo.