La crisis climática se acelera y muestra eventos cada vez más extremos: las inundaciones en el gigante de Asia no son inevitables ni naturales.
Valeria Foglia @valeriafgl
Martes 14 de julio de 2020 14:34
Foto: distrito de Qijiang en el suroeste de China | Xinhua
Casi cuarenta millones de habitantes de 27 de las 31 provincias del este y el centro de China se ven afectados por inundaciones inéditas en seis décadas. Más de dos millones debieron desplazarse. Cientos de personas han desaparecido o muerto. Cerca de treinta mil viviendas fueron destruidas. Las autoridades chinas actualizaron el nivel de emergencia del 3 al 2 y movilizaron al Ejército para tareas de rescate de unos 76 000 ciudadanos. La catástrofe se cierne ahora sobre Wuhan, la ciudad de la provincia de Hubei, al este de China, donde se registró el primer caso de la pandemia del covid-19.

La zona de la cuenca del río Yangtsé, el más largo de China y todo el continente asiático, que se extiende por 6300 kilómetros y atraviesa ocho provincias (Anhui, Hubei, Hunan, Jiangsu, Jiangxi, Qinghai, Sichuan y Yunnan), padece desde junio lluvias récord, con un 51 % más que la media de precipitaciones. “Son las más fuertes desde 1961", declaró el viceministro de Situaciones de Urgencia Zheng Guoguang. La medida de la catástrofe se expresa a través del número de habitantes de la región: unos cuatrocientos millones, casi un tercio del total en China.
Medios internacionales reportan que el nivel del agua del lago Poyang, en la provincia de Jiangxi, ni más ni menos que el tercer lago del país, superó los veintidós metros y medio, el nivel más alto en su historia. Pero no es el único: son treinta y tres ríos chinos los que superaron niveles históricos en la última temporada de lluvias torrenciales. A su vez, unos 433 ríos sobrepasaron los parámetros de alerta, y 109 de ellos están por encima de los límites de seguridad, aseguró desde Pekín el viceministro de Recursos Hídricos Ye Jianchun, según consigna EFE Verde.
Aunque este escenario pueda parecer natural, no lo es. Si bien la región se caracteriza por inundaciones, lo novedoso es que se hayan adelantado a junio las lluvias torrenciales (cada vez más intensas) y la temporada de precipitaciones. Estos signos no hacen más que confirmar el avance de la crisis climática global, caracterizada por la exacerbación de fenómenos extremos. No se trata solamente de temperaturas más elevadas, ascenso del nivel del mar, incendios descontrolados (ahí están Australia, Amazonas y el Ártico para probarlo) o contaminación del agua, entre otras manifestaciones. Las lluvias copiosas e inundaciones inéditas son cada vez más frecuentes en ciertas zonas (como contrapartida, en otras se profundizan sequías históricas) y, a la vez, son fuente de transmisión de enfermedades. No parece un escenario muy promisorio en la región donde se dio a conocer por primera vez la pandemia que azota al mundo entero este 2020.
Proyecciones meteorológicas indican que habrá más lluvias esta semana: a los especialistas les preocupa que la emergencia actual choque con el monzón que empieza en agosto y traerá más precipitaciones a la región.
El Gobierno de Xi Jinping dispuso 1155 millones de yuanes (165 millones de dólares) en ayudas a los afectados y militarizó las zonas con unos 47 000 efectivos para tareas de prevención y rescate. Lo cierto es que el gigante asiático es uno de los países que más contribuyen a la crisis climática: además de ser el principal emisor de carbono a nivel mundial, dos empresas chinas figuran en el ranking de las diez que más contaminan (China Coal y China National Petroleum Corp).
Luego del confinamiento masivo, estudios de impacto ambiental dieron cuenta del “efecto rebote” en la contaminación del aire, que llegó a niveles mucho más altos que antes del coronavirus, con mayor cantidad de partículas de dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre y ozono liberadas entre los meses de abril y mayo. La principal fuente de contaminación proviene de las centrales eléctricas de carbón, rico en azufre, si bien en los últimos años ha habido un crecimiento importante y marcado del petróleo y el gas en su estrategia energética.
La respuesta del Gobierno chino es de manual: como si las inundaciones fuesen imponderables, su presidente reclamó "coraje" de la ciudadanía y "cerrar filas" ante la adversidad. Es que los Gobiernos instan a la participación ante las catástrofes, mientras imponen una matriz productiva y energética con consecuencias devastadoras para el planeta y que sumergen a los sectores trabajadores y pobres en las peores calamidades.