Un repaso a la dinastía Borbón para comprobar que para esta casta privilegiada y vetusta no pasan los siglos.
Lunes 27 de diciembre de 2021
Imagen de portada de la sátira ’Los Borbones en pelota’, de los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer
"Esta noche en la cama he pensado que estaba besándote, pero me he dado cuenta que no eras tú, sino una simple almohada arrugada y con mal olor”. ¿Quién escribe estas líneas? ¿A quién van dirigidas?
Las escribe Juan Carlos I en algún año de la década de los ’50, desde un barco, el Bribón, seguramente, y embarcado por orden de Franco y su padre don Juan, para evitar bastardos por doquier. La destinataria era Olginha de Robilant, como podría haber sido cualquier otra de las amantes del emérito. Ya como monarca es de sobra conocido su romance con Corinna Larsen a quien le puso vigilancia para controlar obsesivamente sus pasos.
Pero, ¿de que estamos hablando? ¿Tan escandalosas han sido las indiscreciones del ex monarca que fueron consideradas como un problema de Estado en las cloacas del régimen? Pues si. Pero para responder estas preguntas quizá convenga retroceder y situarnos en los primeros años de la dinastía Borbón en la España de 1700.
Felipe de Anjou era coronado en Madrid por parte de su abuelo Luis XIV de Francia, el Rey Sol, y un testamento más que falsificado. Ya como Felipe V y mientras se dilucidaba la cuestión de la Guerra de Sucesión, la monarquía borbónica en España era el centro de todas las "nobles" miradas por la relación que mantenía con su primera esposa Gabriela de Saboya. Cuentan las crónicas del momento que ambos se paseaban desnudos por los pasillos de palacio, o cuando no, el propio rey se vestía con las vestiduras de Gabriela y hacía pasar la corte por su cámara. También era habitual en Felipe V, al cual ya denominaban el Fogoso, las palizas y abusos sexuales hacia su mujer o los escándalos en los prostíbulos de la época.
A Carlos III, el rey Ilustrado, "el mejor alcalde de Madrid", el mismo que inició diferentes persecuciones hacia las minorías como el catalán y otras etnias que permanecían desde hacía siglos en España, se lo podía encontrar también en los "mejores" prostíbulos y fiestas de la nobleza, entre retrato y retrato real, claro. El rey de las reformas fue también el artífice de los primeros símbolos como el himno y la bandera españoles.
Décadas más tarde Fernando VII el Deseado, o también denominado en las cortes europeas el rey falón por las proporciones de su pene, fue reconocido por sus pasiones lujuriosas. Pero como todos los que ostentan el poder, sin necesidad de contar con la aprobación de quien osara no corresponderle. El Borbón vendió momentaneamente la monarquía española a Napoleón Bonaparte a cambio de una pensión económica, el reino ficticio de Etruria y una boda real con alguna princesa europea del momento a la que pudiera obligar a mantener relaciones sexuales a su antojo. Poco después, cuando Napoleón fue derrotado, Fernando VII, su cuarta mujer y sobrina Maria Cristina de Borbón, y el falo del primero eran nuevamente las habladurías de la ya vetusta nobleza europea. A la vez, sin embargo, que la monarquía restauraba la Insquisición española. Es considerado también el primer rey Campechano.
Isabel II, hija de los dos últimos y ya avanzado el periodo de la Restauración implantada por su padre, hizo de palacio y con su marido Francisco de Asís de Borbón, un auténtico lupanar. De aquella época son las ilustraciones satíricas de Los Borbones en pelota, con autoría de Gustavo Adolfo Bécquer y su hermano Valeriano, en las que expresan las cuestiones más relevantes de la monarquía, mientras el pueblo permanecía en la pobreza.
Por último, Alfonso XIII, abuelo del emérito y bisabuelo de Felipe VI el Preparao, se debatió entre enfrentar la decadencia restauracionista o dedicarse a los placeres ocultos de palacio y mantener sus escapadas a los burdeles de la ciudad. Finalmente, para poder seguir con su vida de Borbón, encomendó una dictadura al militar Miguel Primo de Rivera.
Sin duda, la posición de poder que otorga poner el culo en un trono durante siglos mantiene una insalvable separación de esta casta privilegiada y desentendimiento de los graves problemas del pueblo y la clase trabajadora. Y no es algo que sea originario del reinado de Juan Carlos de Arabia, tal y como podemos ver. La dinastía Borbón, además, proviene del absolutismo francés, de la mejor tradición de ostentar todo el poder en palacio.
No obstante, hoy, la monarquía parlamentaría implantada con el proceso de La Transición no impide que los monarcas se pongan al frente de decisiones que conciernen a la mayoría de la población. Lo vimos con el Golpe de estado de Tejero en 1981, y organizado para poder represtigiar a JCI; y lo hemos visto mucho más recientemente en el momento en que Felipe VI se situaba junto a la represión al pueblo catalán y digitar personalmente el ’A por ellos’ con el discurso del tres de octubre de 2017.
Cómo hemos visto, el ADN Borbón es más que evidente si tenemos en cuenta los antepasados reales. Pero los asuntos de sábanas y cuernos, o de abusos y obsesiones de aristócratas, no son los únicos que se van repitiendo cíclicamente. Si prometéis hacer bondad en estas fiestas, para los próximos días garantizo una nueva edición de los borbones y su tradición corrupta, así como también de las cruzadas contra el pueblo pobre.
Mientras tanto, seguimos luchando para plantear una alternativa que no se conforme con pactos de despacho para proteger a la monarquía, mientras algunos disfrutan de retiros dorados en Abu Dabi. Una alternativa a la izquierda institucional que esté dispuesta a cuestionar el régimen monárquico de principio a fin y a luchar para decidirlo todo.
Y, ya que estamos en tema, también seguimos luchando por el derecho a la lujuria, el amor libre (y "la pereza", diría Paul Lafarge) sin monarcas ni capitalistas.