Demian Paredes @demian_paredes
Jueves 9 de octubre de 2014
La década de 1960 en Brasil conoció una eclosión en lo político-social-cultural-artístico: el Tropicalismo. Ese movimiento, donde animaban, “agitaban”, creaban y discutían artistas (músicos y compositores, poetas, artistas visuales y plásticos, etc.) y público, padeció la represión de la dictadura de 1964, y quedó, como toda genuina vanguardia, como un monumental (y maravilloso) corpus de obras. Como una referencia ineludible para todo el devenir posterior en el arte y la cultura hasta nuestro presente.
Tropicália (2012), del director Marcelo Machado, ya fue vista en unos 15 países y se estrena este jueves 9 en el BAMA Cine Arte, el 11 en el MALBA, y recorrerá luego varias salas y provincias del país, llegando también a Uruguay y a Chile. Con Tropicália puede conocerse cómo fueron los “años clave” 1967, 68 y 69, con los más destacados artistas de ese fenómeno: Gal Costa, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Torquato Neto, Os Mutantes (con Rita Lee), y otros referentes como Jorge Ben, quienes había realizado un mix entre las tradiciones de la cultura brasileña y las nuevas (y “foráneas”) expresiones como el rock, el pop y la “cultura masiva” que comenzaba a propagarse vía la TV. Así, el movimiento, que fue bautizado en referencia a una obra del artista plástico vanguardista Hélio Oiticica, se mantuvo unido en las calles con la juventud y los trabajadores, en manifestaciones contra la dictadura y la represión; y con disputas y discusiones al interior del movimiento, alrededor del “tema estético”: la juventud y los estudiantes estaban en contra de que se admitieran expresiones extranjeras y comerciales locales –por ejemplo el programa “La Joven Guardia”, conducido por Roberto Carlos–, en una suerte de “nacionalismo cultural” que llevó a agitadas y agrias discusiones entre Veloso y Gil con los estudiantes (de ahí surgirá luego, en una solidaridad que se hacía eco de la “incomprensión del público”, padecida por él mismo tiempo atrás, la obra viva vaia (1972), dedicada a Caetano, del poeta Augusto de Campos –referente junto a su hermano Haroldo y Décio Pignatari del movimiento concretista, surgido en los 50, “antropófago” y de fundamental influencia entre estos artistas–). Es en este contexto que, interpretando “É proibido proibir”, Caetano le gritará al público que lo silva (vaia): “¿Es esta la juventud que dice que quiere tomar el poder? Si ustedes son caretas en política como lo son en estética, estamos perdidos”. Otro artista que aparece, inevitable, con sus obras e influencias, es el cineasta Glauber Rocha y su Terra em Transe (1967).
La película de Machado cuenta con varias perlas históricas “de archivo”, desconocidas (Caetano y Gil presentados en la TV británica, ya exiliados por la dictadura, anunciando la desaparición del movimiento –o cuanto menos su falta de responsabilidad por lo que se haga en su nombre allá en Brasil–: “el Tropicalismo no existe más”); interesantes declaraciones y datos puntuales (como el que recuerda el empuje de Maria Bethânia en los inicios del movimiento tropicalista); y, hablando en la actualidad (viendo las imágenes de época) Gal Costa, Rita Lee, Tom Zé (vehemente, entusiasmado –como siempre–), Sérgio Dias, Caetano y Gil. Otro autor importante de la música (y las letras) que aparece es Jorge Mautner, incluyendo fragmentos de una histórica película (¿lisérgica?) que hicieron, donde “dialoga” con Veloso…
Tropicália es un film ideal para quienes conozcan (y amen) la Música Popular Brasileña (MPB) –cosa que en nuestro país ocurre desde hace rato; desde hace varias generaciones–, para quienes quieran acercarse a ella y conocerla, y también para quienes quieran conocer la historia, el contexto, de ese estallido o big bang que fue el tropicalismo en los 60, cuyos astros –una buena mayoría– continúan brillando en el firmamento del presente.