El "gran diario argentino" publicó una nota pidiendo un examen al finalizar el secundario que sea condición para ingresar a la educación superior. ¿El fundamento? La deserción. ¿El error? No se soluciona con un examen.
Tatiana Mindis @TattGud
Martes 15 de mayo de 2018
Alieto Guadagni, un periodista de Clarín, publicó una nota el 4 de mayo en la que nos ilumina con sus opiniones acerca del bajo porcentaje de graduación de la Universidad de Buenos Aires. Dice que los “exámenes mencionados no son restrictivos sino todo lo contrario, ya que incentivan a los estudiantes secundarios al estudio y al desarrollo normal de su carrera”. Hace referencia a la posibilidad de que se tome un exámen estandarizado para poder egresarse del secundario. “La ausencia de los mismos (los exámenes) impulsa a que los estudiantes secundarios no se esfuercen en la incorporación de conocimientos”, dice.
La idea que tienen es que los pibes y pibas que reciben una educación cada vez más desfinanciada y de peor calidad, por la que pelean todos los años junto a sus docentes, se esfuercen mediante un exámen y así garantizar un ingreso "equilibrado" a la universidad. Pero antes de eso, tienen que pasar por el CBC.
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La deserción no es por arte de magia
El CBC es la antesala a la facultad, ese espacio donde no se es secundario ni universitario, al menos no hasta que se aprueben 6 materias en un año. Pero la propia universidad tiene que admitir que la mayoría de los estudiantes lo termina en dos. Además, de todos los que ingresan el 40% termina abandonando.
El 60% de los estudiantes de la UBA, además de estudiar, trabajan. Y en la juventud, el 60% de esos trabajos son precarizados. Si la mayoría de Cambiemos y sus CEO’s pudieron bancarse la universidad privada, ¿cómo van a saber lo que es tener que hacer malabares para pagarse los apuntes, el viaje, la comida, cobrando dos pesos? Claro, así cualquiera habla de esfuerzo y voluntad.
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Una política de Estado
La educación pública está en un brete desde hace años, gobierne quien gobierne. Si hacemos un poco de memoria, en los ‘90 se aprobó la Ley de Educación Superior, una ley que ningún gobierno quiso tocar. ¿Qué dice? Básicamente que la educación de miles de estudiantes tiene que estar subordinada a la calidad y eficiencia del mercado.
Los analistas de Clarín, La Nación y otros comparan el nivel de egresados de la UBA con universidades de Brasil o México. Pero la Universidad Nacional de México en el 2016 destinó 6.633 dólares por estudiante, mientras que la Universidad de San Pablo destinó 24.250. ¿Y la de Universidad de Buenos Aires? Menos de 1.800 dólares por estudiante. Mientras se abrieron universidades con un discurso de ampliar la llegada a la educación superior, como hizo el kirchnerismo, el presupuesto es cada vez más bajo.
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Con la “década ganada”, los jóvenes vieron pasar el “crecimiento a tasas chinas” por el costado. La enorme precarización en los empleos sigue siendo moneda corriente. Con los tarifazos, la inflación y el aumento en el costo de vida, no alcanza la plata o el tiempo (o ambas) para vivir y estudiar. Ahora, el macrismo prepara un nuevo saqueo a las mayorías y eso va a repercutir en el acceso y permanencia a la universidad.
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Si nos organizamos, entramos todos
El año pasado, las agrupaciones de la Juventud del PTS en el Frente de Izquierda impulsaron la campaña “Nuestras vidas y nuestra educación valen más que sus ganancias”. Buscaron discutir en todas las facultades que se podría trabajar menos, sin bajar el ingreso económico y también que podría haber becas integrales de media canasta básica familiar, para aquellos que no pudiesen trabajar. Junto con el boleto estudiantil, es una manera de atacar la deserción en la universidad y de lograr que los miles que ni se imaginan poder ingresar, tengan la posibilidad de hacerlo. ¿Y de dónde sale la plata? De un impuesto a las grandes fortunas o no pagando la deuda externa y poniendo esa plata para educación, atacando la ganancia capitalista y la subordinación al imperialismo.
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¿Cómo se hace? Y ahí entra el título de esta última parte de la nota. Los estudiantes, junto con los docentes, tienen planteado defender con uñas y dientes la educación pública, pero en la perspectiva de cambiarla radicalmente. La única manera de lograrlo es organizados no solo en las calles, sino también en los centros de estudiantes y sindicatos, porque los mismos que ajustan los bolsillos, hacen acuerdos con el FMI y preparan un nuevo saqueo, quieren que el acceso a la universidad se reduzca a una minoría privilegiada. La pelea por una educación y por una universidad al servicio de las mayorías solo es viable si va de la mano con la pelea por otra sociedad.