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Red Internacional
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Entrevista. Claudia Piñeiro: “Mis obsesiones literarias de pronto estaban en la calle y yo salí también”

Desde sus primeros libros, la autora aborda temas feministas y en los últimos años se convirtió en una referente de la lucha por el derecho al aborto. Dialogamos con ella sobre sus obras, las perspectivas del movimiento de mujeres y las próximas elecciones, para las cuales llama a votar a Myriam Bregman como diputada nacional.

Cecilia Rodríguez

Cecilia Rodríguez @cecilia.laura.r

Viernes 11 de octubre de 2019 19:00

ENTREVISTA | Claudia Piñeiro, escritora - YouTube

Claudia Piñeiro es una de las escritoras argentinas con más trayectoria. Su pasión es escribir novelas de ficción, pero también se desempeña como dramaturga, periodista y guionista; y recientemente publicó su primer libro de cuentos, titulado Quién no. Muchas de sus novelas como Las viudas de los jueves, Tuya, Elena sabe o Las grietas de Jara, conquistaron cientos de miles de lectores dentro y fuera del país y llegaron a la pantalla grande.

En los últimos años Piñeiro es noticia no solo por su labor literaria sino por su fuerte posicionamiento a favor del derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Cuando se abrió el debate por la legalización en el Congreso, Claudia —que ya venía movilizándose desde el Ni Una Menos— fue invitada a exponer frente a la Cámara de Diputados y así lo hizo, sin escatimar esfuerzos para horadar, con palabras agudas, la cerrazón de mayorías legislativas que hasta el momento no habían prestado oídos a los reclamos de las mujeres.

Así también dedicó su intervención en la apertura de la Feria del Libro de ese año a levantar el pañuelo verde. Y en esa oportunidad se unieron en el escenario los reclamos de las mujeres con los de estudiantes y docentes que peleaban contra la implementación de la UniCABA. “Ese terminó por ser un evento muy político”, nos dice.

Desde La Izquierda Diario dialogamos con ella sobre algunas de sus novelas y le preguntamos sobre las perspectivas del movimiento de mujeres y las próximas elecciones, para las cuales llama a votar a Myriam Bregman del Frente de Izquierda como diputada nacional.

Las viudas de los jueves (2005) es tu novela más leída y además llegó al cine. Si bien fue vendida como novela policial, lo cierto es que al leerla da la impresión de que el policial es una excusa para hablar de otra cosa, para contar la vida secreta dentro de los countries y los barrios privados, ¿fue esa tu intención explícita al escribirla o la historia te fue llevando por ahí?

Tengo muchas novelas que alguien dice “es un policial” o “es una novela negra” y en realidad yo las empecé a escribir como una novela. Lo que pasa que en el medio aparece un muerto, un enigma, la búsqueda de la verdad, entonces irremediablemente tiene una línea policial.

Pero la línea de Las viudas de los jueves claramente no era una línea policial en el inicio. Siempre empiezo a escribir con una imagen disparadora y en el caso de Las viudas… era una novela que yo quería situar en los años 90, en la época del menemismo que terminaba con la crisis del 2001; y la imagen disparadora tenía que ver con un cuento de Cheever que se llama “El nadador”, que también tiene una película protagonizada por Burt Lancaster. El nadador es un tipo que vive en una especie de comunidad parecida a lo que son los countries acá pero en EEUU en la década del 50 y el tipo está como en decadencia. Vendió su casa porque se separó, se tiene que ir de ahí, perdió el paraíso que tenía y entonces él, en vez de salir a caminar o a correr por el lugar, nadaba, se tiraba a su piscina, nadaba, se pasaba a la del vecino, nadaba, a la del otro vecino y así todo el recorrido lo hacía nadando las piletas de todos lo que vivían ahí. Y desde esas piletas miraba a las casas donde la gente seguía tomando sus martinis, lo que acá sería comer un asado, y añoraba todo eso que tenía y que ya no tiene.

Entonces mi sensación era: bueno, si yo quiero trasladar al nadador a la década del 90, ¿qué le pasa? E inmediatamente me aparecía la imagen de su cuerpo flotando en una pileta. Yo cuando me pasa que veo una imagen que me parece que ahí hay una novela la dejo un tiempo en la cabeza y ya no era un cuerpo sino que eran tres, entonces lo que tuve que hacer cuando me puse a escribir fue tratar de tirar de ese amasijo de cosas que es una mezcolanza en principio para ver por qué habían terminado esas tres personas ahogadas en una pileta o muertas en una pileta, casi sobre el final del 2001, un poco antes de diciembre de 2001.

Evidentemente hay una trama policial muy leve, porque uno no sabe si esos se murieron en un accidente, si los mataron, si se suicidaron o qué, pero lo que sí necesitaba era contar cómo vivieron esas familias para terminar así en diciembre del 2001 y eso claramente no tiene tanto que ver con la línea policial sino con una trama más sociológica de personajes. De todos modos, muchas veces en el policial está eso y uno no se da cuenta porque los lee a posteriori.

Hace poco, trabajadoras domésticas de Nordelta destaparon la olla de cómo es trabajar en esos lugares, que ya no son pequeños barrios privados sino verdaderas ciudades cercadas. ¿Te parece que lo que relatás en Las viudas… se agravó todavía más en los últimos años?

Cambió un poco el fenómeno, cuando lo conté en el 2005, recién empezaban. Ahora hay de todo en este tipo de barrios privados o countries. Hay de más poder adquisitivo, de menos, de más casas, de menos casas, con deportes, sin deportes, hay de todo. Los primeros eran más parecidos. De todos modos, hay una doble circulación. Por un lado, esto que denunciaban las empleadas que es tremendo y que está mal y por otro lado es una fuente de trabajo, porque mucha gente que vive en los barrios de los alrededores se traslada a vivir cerca porque saben que ahí van a tener trabajo. El trabajo por supuesto debería ser en buenas condiciones, tiene que ser en blanco, remunerado como corresponde.

De todos modos, también en la novela, en Las viudas… hay bastante de este mundo, pero también en Betibú, porque esta novela también transcurre en un country, pero está contada por los que entran. Las Viudas está contada por los que viven adentro, es un mundo endogámico y ven estas situaciones y algunas están descriptas como algo normal. Hay un capítulo que a mí me lo comentan mucho, que trata de una feria americana, que la empleada quiere una remera que a la dueña de casa se le quemó y ya no la quiere, y que ella en vez de dársela a la empleada se la da a otra persona. Toda una situación bastante desagradable que se da, pero siempre está contado desde el punto de vista del que está adentro, entonces el que lee debe tener la posibilidad de darse cuenta ¡qué barbaridad esto que está contando esta persona como si fuera lo más normal del mundo! Pero no siempre pasa porque en la literatura uno trata de no bajar línea. Tratás de mostrar y del otro lado alguien puede decir, sí, esto es así, y no darse cuenta. En cambio, en Betibú los que cuentan son los que entran, es la periodista que se va a vivir ahí, los que la vienen a visitar, la empleada que tiene que pasar por todos los controles, cada vez que llegás que te revisan todo, desde baúl hasta la cartera. Entonces me parece que las dos novelas funcionan en paralelo, porque Betibú viene a contar el mundo desde afuera, por la vista del extranjero.

Tu novela Un comunista en calzoncillos (2013) es en parte autobiográfica y en parte ficcional. Transcurre entre diciembre del 75 y junio del 76, en Burzaco, y va de una chica de 13 años tironeada entre su padre, el “comunista en calzoncillos”, y el ambiente social del barrio, la escuela y las familias de las amigas que apoyan el naciente régimen videlista. ¿Cómo fue volver a esos recuerdos y ponerlos por escrito, decidir qué parte ficcionar y qué parte no?

Yo había trabajado sobre la figura materna en Elena sabe que es una novela de ficción, pero la protagonista tiene Parkinson, que es una enfermedad que tuvo mi mamá. Entonces ahí había una referencia a la figura materna y me faltaba meterme con la figura paterna, que es algo que transitan mucho los escritores. Pero necesitaba tener un proceso de escritura, con otros textos antes de llegar ahí. Cuando me puse a escribir Un comunista... que está centrada en la figura de mi papá —incluso la tapa es una foto de mi papá que está conmigo cuando era chica— empecé a traer recuerdos y les agregué cosas de ficción. Tiene muchísimo de autobiográfico y el recuerdo es algo que empezás a tirar y no sabés hasta donde llegás. Y también a veces no sabés si esto ¿habrá sido así o así lo recuerdo? Porque uno va elaborando esos recuerdos que ya después empiezan a mezclarse y no estás tan seguro. Viste que pasa mucho en las familias que uno dice una cosa y el otro salta y dice: pero eso no fue así de ninguna manera. Y bueno, es el recuerdo evocado, el recuerdo que uno tiene evocado y que a lo mejor cambió, pero en ese tirar cosas aparecieron situaciones que yo pensaba totalmente olvidadas y que me gustó recordarlas.

¿Te parece que es una novela que se pregunta sobre los diferentes grados de complicidad que puede haber con un régimen como el de la dictadura? Por lo menos preguntarse por una complicidad quizá menos evidente o más en la vida cotidiana

Pienso que para que haya complicidad tiene que haber voluntad de ser cómplice. Me parece que los personajes de la novela... por lo menos para esa niña que está en la novela claramente en la Argentina está pasando algo grave. Tuve esa suerte de saber lo que estaba pasando porque mi papá venía de trabajar y decía: hay cuerpos flotando en el Río de la Plata. Yo me acuerdo de estar comiendo en mi casa y mi papá como era viajante de comercio e iba por Quilmes y toda esa zona venía impresionado y decía: hay cuerpos flotando en el Río de la Plata, que habrán sido los cuerpos de los vuelos de la muerte o alguna cosa por el estilo. En mi casa todo se hablaba. Pero yo salía de mi casa y no podía hablar de nada. Ahora vos me decís, mis compañeras o sus familias ¿eran cómplices? Y yo creo que no, yo creo que ellas no eran cómplices, eran quizá ignorantes, estaban mal informadas, me parece que para ser cómplice hay que tener un paso más.

Por ahí me refería más al hecho del vecino que denuncia al vecino...

Eso sí, por supuesto. En esa escala hay muchas cosas. O por ejemplo, la profesora que sí existió. En la novela hay una profesora que, a la protagonista, que sería yo, me manda a la dirección porque quiere averiguar si mis padres son comunistas porque yo había hecho un comentario sobre la China comunista, había dicho que me parecía bien el control de natalidad. Que eso es así como pasó. Yo hice un comentario en una clase de historia sobre que no me parecía mal que hubiera control de natalidad si no alcanzaba la comida para todo el mundo, que es un comentario de un chico de 14 años, punto, puede estar equivocado o no pero no es para que te manden a investigar. Una sensación un poco fea, obviamente persecutoria. Nada grave porque después no pasó nada, pero fue una situación fea. Esa profesora seguramente tenía un grado de complicidad mayor porque ¿qué tiene que averiguar si mis padres eran comunistas si no se lo va a informar después a nadie? Sí, evidentemente la novela trabaja sobre distintos grados de complicidad, pero no en el sentido de echarle la culpa a todo el mundo que no estuvo alerta en ese momento porque creo que de verdad hay gente que no pudo ver lo que estaba pasando.

En 2013 te hicieron una entrevista en Ámbito a propósito de la publicación de Un comunista en calzoncillos y te preguntaron si escribirías una novela sobre algún tema de la coyuntura política. Respondiste que no, que la política siempre entra en la novela porque el personaje que ideas después sale al mundo y el mundo es este, pero que no escribirías poniendo a la política en el centro. Sin embargo, en 2017 publicás Las maldiciones, que tiene a la política en el centro ¿Qué cambió entre 2013 y 2017 para que tomaras esta decisión?

Diría que no contradice a lo que dije. Lo que dije es: yo pienso un personaje, pienso una historia, y luego sale a la calle. Lo que me pasó con Las maldiciones es que yo no pensé “voy a hacer una novela política”. Como toda novela empecé pensando en una imagen disparadora que era una imagen que está por el medio de la novela que es cuando este jefe lleva a su empleado de viaje y finalmente le confiesa para qué lo tomó. O sea, desde el primer momento el jefe lo tomó con un objetivo que no era el trabajo que tenía que desarrollar sino otro. Le iba a pedir un sacrificio por la causa, por él o por lo que sea y recién se lo va a decir en la mitad de la novela. Y este empleado tiene que decidir si lo hace o no. Con todo lo que implica en una relación de poder, de jefe y empleado, decir “no, no lo hago” que uno sabe que se puede quedar sin trabajo. Cuando yo planteé esa relación y yo sabía lo que le iba a pedir, sabía que tenía que ver con la paternidad y con determinadas cuestiones íntimas. Después dije: ¿bueno y en qué mundo pasa esto? ¿es un profesor y un alumno? ¿un aprendiz y su maestro? ¿un pintor consagrado y su asistente? ¿O es un político y su asistente dentro de la política? Y dije: sí, tiene que ser la política porque es donde se da esta relación de amo y esclavo, que está planteado a lo Hegel, ¿hasta dónde tiene que hacer el esclavo para contentar al amo y para seguir en ese sistema? Y dije: es la política. Y cuando me metí en la política ya entonces tuve que empezar a escribir la política y la política más que ser un escenario donde se desarrolla todo esto terminó siendo protagonista de la novela también porque es muy difícil meterte en el mundo de la política y no contar algunas cosas más que solamente describir el escenario.

El partido que inventás, el PRAGMA, y su líder, Fernando Rovira, ¿están inspirados en personajes actuales?

No está inspirado en un personaje actual. Muchos me decían ¿está inspirado en Macri? No, yo no pensé en Macri ni en un político concreto pero sí pensé en una forma de hacer política que tiene que ver con distintos personajes. También con como armó sus equipos Francisco de Narváez, o como los armó Macri, o como los armó Trump en Estados Unidos y también como los armó Macron en un punto en Francia, porque son equipos o campañas que surgen mucho del marketing. Esa forma de manejar la política no ya tanto yendo a la ideología, a la filosofía política, a citar grandes autores en discursos interesantes como podría haber hecho Alfonsín o algún otro que sea un gran orador. La política pasó a ser frases de marketing, qué es lo que hay que decir, etc. Pero eso también le pasa a Trump, a Macron en Francia: son productos del marketing. Entonces esa manera de hacer política es lo que trabaja la novela y también cómo cambió el discurso político.

Desde tus primeras novelas, como Tuya o Elena Sabe, ya está presente el tema del aborto y más en general en todos tus libros aparece esta cuestión del mandato social de ser madre, y como cada mujer entra en contradicción con ese mandato. Sin embargo, en los últimos años elegiste posicionarte no solamente en el plano literario sino como figura pública, militando a favor de la legalización del aborto. ¿Cómo fue ese pasaje? ¿Por qué decidiste hablar públicamente al respecto y no solo a través de los libros?

Como decís, desde Tuya que es mi primer libro está sentada una posición con respecto al feminismo, el rol de la mujer, etc., porque es una sátira sobre un estereotipo de mujer. Antes de eso, el primer trabajo que yo conseguí fuera del ámbito de las ciencias económicas (porque yo estudié ciencias económicas cuando en realidad quería escribir) fue en la revista Emanuelle. Que creo que fue la primera revista feminista que hubo en la Argentina. Estaba Para Ti, Vosotras y Emanuelle, que salían notas diferentes. Había muchas notas de pluma. Ahí escribí una nota que ganó un concurso que hacía la Asociación argentina de revistas y la nota se titulaba “Preservativos: una fobia masculina”. Y era una nota que escribí cuando empezó el tema del HIV, porque el Papa había salido a decir que no había que usar preservativos. Pero además porque los hombres al principio tenían como un rechazo al uso de preservativos, porque decían que no les funcionaba, que no sentían, todo ese tipo de cosas. Entonces la nota era como “¿qué pasa con esta fobia?” y me acuerdo que cuando fue a concursar lo hizo contra una nota sobre Bricolage y otra sobre masetas, porque concursaba en el rubro Mujer y Hogar. Y gané con la de los preservativos. Entonces ya vengo batallando esto desde antes de las novelas.

¿Pero qué pasó? Con Ni una menos, con el movimiento de mujeres y después con la ley de aborto hubo una oportunidad política, social y actual de salir a la calle o no. Entonces todo esto que yo venía teniendo como obsesiones literarias, un día estaban en la calle y yo tenía que decidir si salía a la calle también o no. Para mí la calle es un lugar regio, en el sentido de ideal, es el lugar donde uno tiene que ir a manifestar lo que desea, las luchas, lo que le pide al gobierno de turno, lo que sea. Entonces si estaba la posibilidad de salir a las calles a pedir que no nos maten más, que nos cuiden, que las mujeres queremos igual derechos que cualquier otro actor social, que nos den una ley de aborto, ¿por qué no hacerlo?

Cuando te presentaron en el FILBA destacaron tu militancia feminista, ¿te considerás una militante?

No sé cuál es la palabra, si es militante, si es activista. Habría que redefinir algunas palabras porque parece que uno es poco para esa palabra. No es que me parezca mal: si me quieren decir militante, activista, yo chocha, pero quiero decir, ¿con lo que hago alcanza?, o ¿tendría que hacer más? No lo sé. Lo que sí sé es que trato de llevar esto a donde voy. Durante todo el año pasado cada vez que fui fuera del país fui con el pañuelo verde. Y en todas partes del mundo hay muchísimo interés por saber lo que es el movimiento de mujeres en Argentina. Hay un respeto muy fuerte. Hay una mirada de cómo imitar ese movimiento en otros lados en el sentido de que el pañuelo del aborto ahora es verde en toda América Latina. Creo que el día que los senadores no nos aprobaron la ley sufrió toda Latinoamérica y España también. Me encontré con irlandesas que consiguieron la Ley y estaban muy amargadas porque nosotras no la conseguimos. Y uno tiene que mirar un poco alrededor. ¿Por qué Uruguay consigue muchas de estas cosas? Por qué hace muchos años separó la Iglesia del Estado. ¿Y le pasa algo grave a Uruguay? ¿Es un país maléfico, diabólico, porque tiene una gran claridad en cuanto a separación de Iglesia y Estado? No, cada uno tiene la religión que quiere, pero el Estado es una cosa y la religión es otra.

Para estas elecciones, estás llamando a votar a Myriam Bregman, del Frente de Izquierda, como diputada nacional. ¿Por qué?

A veces nos preocupamos mucho por quién va a ser el próximo presidente, pero nos olvidamos lo importante que es tener buenos diputados y senadores para aprobar leyes. Nosotros lo vivimos el año pasado con la Ley de aborto: cuando empezaron a hablar algunos Senadores en el recinto y nosotros nos enteramos quienes eran y cómo pensaban, estoy segura de que gente que los han votado han dicho ¿cómo yo voté a esta persona? ¿cómo puedo votar a esta persona que está diciendo que somos perritos, que los canguritos, que no sé? ¿cómo voté a esta gente? Y sí, las votamos porque no sabían qué eran, porque están en esas listas tremendas donde hay un montón de gente que no sabés ni cómo piensa.

Debemos tener mucho cuidado en ese sentido y a veces uno tiene que tomarse un rato para pensar, bueno, quien quiero que sea presidente, cada uno sabrá, pero de ahí para abajo hay una lista con un montón de personas que a donde yo ponga mi voto estoy ayudando a que entre el quinto el sexto que es alguien que piensa en absoluta discordancia con lo que yo pienso, pero entró ahí.

A mí me parece que ahí hay una puesta en valor de tu voto. Vos sabés a dónde va tu voto si es para Myriam Bregman. Sabés como piensa y sabés que tu voto va a ahí. Y de hecho la lista del FIT ha mostrado mucha coherencia. Sabés a quién estás votando. En los otros lugares vos no sabés a quién estás votando. Ha demostrado muchísima coherencia y el que la quiera votar sabe que no la vas a encontrar votando una ley distinta a lo que dijo que va a votar ni en discordancia con la ideología que presenta habitualmente. Vos sabés que, en las causas de los derechos de las personas, derechos humanos, está, en las de los derechos de los trabajadores está, cuando la gente está en la calle protestando por algo, está, con la lucha de las mujeres y la diversidad sexual, está. Viene de defender a Julio López, nada menos, de estar en esa causa. Hay una coherencia. Entonces me parece que poner un voto ahí te garantiza que ese voto va a esa coherencia. En otros lugares te lo garantiza mucho menos o tenés más dificultades. Por eso me parece que en el momento de votar es algo para tener en cuenta.

¿Cómo ves el futuro del movimiento de mujeres después de las elecciones de octubre y el más que probable recambio de gobierno? ¿Qué demandas te parece que hay que poner en primer plano? ¿Va a ser más fácil conseguirlas o más difícil?

Yo creo que va a ser más fácil porque confío en la evolución de las personas. Yo creo que uno no puede ir para atrás. Espero. Me parece que el movimiento de jóvenes, lo que uno ve en las calles. La cantidad de chicas con pañuelo verde, la cantidad de jóvenes, que ni siquiera entienden cómo podemos seguir discutiendo esto va a producir un recambio ineludible, por eso creo que esto va hacia adelante. Por otra parte, me parece que los candidatos que tienen más posibilidades de ganar en general se manifestaron a favor del aborto, entonces creo que tenemos grandes posibilidades el año que viene para que salga la ley. Por supuesto la Campaña va a seguir pidiendo la legalización y estaremos todos apoyándola. Y me parece que quedó muy claro en estos últimos días la posición del gobierno que se va, porque el presidente besando un pañuelo celeste o diciendo “estoy por las dos vidas”; me parece que trazó una línea, claramente el gobierno que está ahora en el poder, por lo menos el presidente que es el que da las directivas, marcó muy bien cuál es su agenda con respecto a los derechos de las mujeres y el aborto.

Sin embargo Alberto Fernández dijo que había que esperar, que no era una prioridad

Bueno, más o menos, ustedes como están en el FIT y en La Izquierda Diario... Yo creo que dijo varias cosas. Hay que ver qué tomamos de lo que dijo. Él dijo que la despenalización sin dudas, que la despenalización ya, que ninguna mujer puede ir presa por eso. Pero también dijo que él no quiere que ninguna mujer muera en un aborto y que la legalización tiene que llegar. Creo que obviamente a él le costará más decir algunas cosas con respecto al aborto porque tiene otros compromisos, con algunos sectores relacionados con la Iglesia. Pero yo no tengo dudas que él está a favor de la legalización del aborto. Ahora, por eso digo: ¿por qué es tan importante votar por Myriam Bregman? Porque Alberto Fernández no va a ir a votar ahí. Él tendrá una bajada de línea y por supuesto que eso produce movimientos en la gente que trabaja con él, pero los que van a levantar la mano ahí son los diputados y senadores.

Bueno, para cerrar la entrevista, te dejamos un regalo. Dos libros de Ediciones IPS. Luchadoras, historias de mujeres que cambiaron la historia y el encuentro entre Trotsky y Bretón, debates sobre el arte y la revolución

Buenísimo, muchas gracias.

Gracias a vos por la entrevista


Cecilia Rodríguez

Militante del PTS-Frente de Izquierda. Escritora y parte del staff de La Izquierda Diario desde su fundación. Es autora de la novela "El triángulo" (El salmón, 2018) y de Los cuentos de la abuela loba (Hexágono, 2020)

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