A días de cumplirse un mes de las elecciones que dieran como triunfador a López Obrador, éste ya hizo acuerdos con los grandes empresarios, pero aun no con el magisterio combativo, y Moctezuma echó por tierra la promesa de cancelación de la reforma educativa.
Arturo Méndez Agrupación Magisterial y Normalista Nuestra Clase
Jueves 26 de julio de 2018
Como parte del tsunami electoral que llevará al Morena a convertirse en la principal fuerza política del país, el 1 de julio cientos de miles de maestros votaron por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), la gran mayoría, con ilusiones de profundos cambios.
Promesas de campaña
Además de apoyarse en el hartazgo social con los partidos tradicionales, y de ganarse a las masas con un discurso centrado en el combate a la corrupción y la denuncia de la “mafia del poder”, para asegurarse el voto magisterial, AMLO prometió, en distintos momentos de su campaña, cancelar la reforma educativa, planteando incluso que lo haría desde su primer día de gobierno.
Después empezaron los “matices”: en su Decálogo por la Educación, presentado el 12 de mayo en Guelatao, Oaxaca, el tabasqueño incluye la cancelación de la reforma, pero explicando que ésta se haría mediante el “uso de las facultades del Ejecutivo para detener las afectaciones laborales y administrativas al magisterio nacional”, a lo que seguiría el envío de “las iniciativas de reformas a las leyes que vulneran la dignidad y los derechos de los maestros de México”.
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Luego, en el tercer debate presidencial (12 de junio), el líder de Morena habló de “cancelar la esencia de la reforma”, utilizando el lenguaje de -guiño a- la CNTE para referirse a la misma como “mal llamada reforma educativa” y para decir que en realidad se trata de una reforma laboral. Sin embargo, ahí mismo externó su acuerdo con la evaluación al magisterio, aunque diciendo que ésta es utilizada (por el actual gobierno) con propósitos persecutorios y que eso no funciona.
Después del 1 de julio
Ahora que el Morena triunfó de manera avasalladora en las urnas y que López Obrador viene sellando acuerdos con los grandes empresarios, se va conociendo de a poco lo que en realidad significará aquello que originalmente se planteaba como “cancelación de la reforma educativa”.
En sus declaraciones, el ex priísta Esteban Moctezuma, propuesto para encabezar la SEP, dijo que la reforma se va a “derogar” al contar con un marco jurídico para sustituirla, el cual se construiría a partir de una consulta con padres de familia, maestros, especialistas y consejos de participación social (impuestos estos últimos mediante la reforma educativa y en los que “participa” la iniciativa privada).
Sin embargo, se trataría de una consulta en donde no todo estaría sometido a discusión, sino que se haría sobre la base de lineamientos establecidos de antemano. Por ejemplo, se ratifica que tendrá continuidad la evaluación docente, aunque ya no estará vinculada a la permanencia en el empleo y se aplicará de manera regionalizada. Como novedad, se plantea que uno de los principales componentes de la evaluación a los maestros será la evaluación a los alumnos.
Si bien prometen quitarle el carácter punitivo a la evaluación, o sea, regresarnos la estabilidad laboral, el problema que vemos es que, la continuidad de esta evaluación, es la continuidad de un mecanismo de control sobre los maestros por parte del Estado, con la imposición de cursos que nos arrebatan tiempo de nuestras vidas y sin pago adicional; sumado a la continuidad de un gran negocio para el Ceneval.
La actual evaluación no es un mecanismo útil para superar los profundos problemas de la educación pública; por el contrario, nos somete a una presión estresante y desvía nuestra atención de los grupos. Y aunque ahora se pretende adecuar su aplicación según las regiones del país, esto no acabaría con su carácter estandarizado, que como se ha criticado tantas veces, no puede reflejar nuestras capacidades para la enseñanza.
Por otra parte, la evaluación docente a partir de la evaluación de los alumnos como componente central, invisibilizará la multiplicidad de factores que inciden en el aprendizaje, que van mucho más allá de la labor de enseñanza, y continuará responsabilizándonos del desastre educativo.
Una evaluación que realmente sirva para detectar problemas o debilidades y plantear soluciones, necesariamente debe partir de la propia comunidad escolar organizada democráticamente.
Moctezuma también dio a conocer, en entrevista con Loret de Mola, que lo que modificará es la Ley del Servicio Profesional Docente, pero aclarando que el mecanismo para el ingreso al servicio seguirá siendo el concurso de oposición. Es decir, no se restituirá el derecho de los egresados de las normales a una plaza automática y basificable.
Ahí mismo, vimos al futuro Secretario de Educación reproduciendo el discurso del “interés superior de la niñez”, utilizado durante el sexenio de Peña Nieto en un intento de justificar la imposición a sangre y fuego de la reforma educativa; y citando al Banco Mundial en su recomendación de una educación centrada en el aprendizaje de los alumnos que, de fondo, sostiene una falsa contradicción entre esto y el derecho de los maestros a manifestarse.
Además, como parte de los planes educativos, López Obrador plantea, para los jóvenes -en acuerdo con empresarios- trabajar como aprendices en empresas, sin prestaciones y con costos cero para los patrones, pues el pago de los $3600 que promete correrían a cargo del erario público. Una medida de franca continuidad neoliberal, de precarización laboral y que regala el trabajo de la juventud a los señores capitalistas.
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A conquistar nuestras demandas con una política independiente
Durante todo el sexenio, las maestras y los maestros de México padecimos en carne propia las consecuencias de la nefasta reforma educativa de Peña Nieto y el Pacto por México, pero también la resistimos y salimos decididamente a las calles a luchar por su abrogación, particularmente en 2013 y 2016, en procesos encabezados por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
El 1 de julio, 30 millones de personas votaron por un cambio. Ese cambio incluye la cancelación de la reforma educativa y los maestros no podemos conformarnos con menos.
Desde su aprobación, los charros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), dirigidos por Juan Díaz de la Torre, avalaron la reforma educativa, siendo cómplices de todo tipo de vejámenes al magisterio. Hoy que están en crisis con la debacle del PRI y la pérdida de registro del Panal, dicen estar en contra de la reforma. Y es que mientras tanto, se fortaleció el ala charra de Elba Esther Gordillo, luego de que la “maestra” dispusiera el apoyo electoral al Morena; y esta gente corrupta y asesina, que por 24 años sometió al magisterio, se apuesta a retomar el control del sindicato.
No lo podemos permitir. Este es el momento para que la base magisterial, organizada democráticamente y con una política independiente del gobierno, irrumpamos en escena para recuperar nuestro sindicato, como instrumento efectivo de lucha por nuestros derechos y por la educación que merecen los hijos del pueblo trabajador.
Desde Nuestra Clase consideramos que la CNTE tiene, no sólo la capacidad y el prestigio (ganado con décadas de lucha), sino la obligación histórica de llamar a las y los trabajadores de la educación de todo el país a organizar desde abajo un gran Congreso Nacional Democrático del SNTE, con delegados elegidos en asambleas de todas las escuelas y centros de trabajo, para desconocer a los charros, elegir democráticamente una nueva dirigencia y acordar un plan de lucha por la abrogación total y definitiva de la reforma educativa, bregando por reconquistar la unidad con los padres y madres de familia, aliados indispensables para esta tarea.