Estos días se realizaron nuevas protestas de organizaciones sociales. “Las filas del hambre” y “Las ollas vacías de las cocineras populares” fueron dos de ellas. Denuncian que no reciben alimentos desde noviembre y muchas tuvieron que pasar de dar dos raciones a una. Milei no ejecutó el presupuesto de los alimentarios.
Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2
Miércoles 7 de febrero de 2024 14:22
Las ollas vacías arman una ronda en la plazoleta frente al Ministerio de Desarrollo Social. Detrás hay mujeres, muchas con delantales. Tienen carteles. “No al ajuste a los comedores”. “Tenemos hambre”. “Para las iglesias evangelistas hay alimentos, para los comedores no”. “Pettovello de gira, ollas vacías”. Un muñeco con la cara de Milei confirma, por si alguien tuviera dudas, quién es el blanco de todos los reclamos.
“Dábamos de comer dos veces al día y ahora una sola ración, el almuerzo, los nenes se van sin comer porque los padres tampoco tienen. Muchos se han quedado sin laburo”. La que habla es Karina, una de las cocineras de los comedores del Frente de Organizaciones en Lucha en El Peligro y otros barrios de las afueras de La Plata. Le dan de comer a 1500 chicos pero ahora también a muchos abuelos, que no llegan a fin de mes. “Estamos haciendo malabares juntando un paquete de arroz, medio de fideos y así poder armar la olla”.
El Gobierno nacional está teniendo una política criminal en relación a los comedores populares. No reciben alimentos desde noviembre. 80 días. No es que Victoria Tolosa Paz ayudaba mucho. Como contamos en esta nota y denunciaron en varias marchas, hace rato que vienen hundidos en el hambre y la pobreza. Pero la derecha se ha empecinado en destratar, ningunear y sacarle hasta el (poco) pan que les llegaba a la boca.
Pablo de la Torre, el funcionario que maneja el área, no ejecutó las partidas de los programas alimentarios destinados a comedores que tenían asignado el presupuesto de 2023. Además no utilizó un centavo de los 180.000 millones de pesos asignados al “Plan Nacional Argentina contra el Hambre”. El aumento de la Tarjeta Alimentar no alcanza a ser ni un paliativo. La inflación se devoró el aumento y solo alcanza a 2 millones de chicos y chicas, cuando en la Argentina ya hay 4,5 millones que pasan hambre.
Daiana trabaja en uno de los comedores del MULCS, en Berazategui. “Desde noviembre no recibimos comida. Hoy tenemos 200 chicos y muchas veces no lo podemos sostener. Pedimos ayuda para poder sostener el comedor, ponemos hasta de nuestros bolsillos. Por eso hoy estamos todas las cocineras de cada barrio, apoyándonos. Vamos a seguir en la lucha” dice.
Además de las mujeres que cocinan y se organizan, están las que se burlan de esas peleas. Como Sandra Pettovello, la ministra de “capital humano”. Destrata a las organizaciones. Hace poco hizo un show ante las cámaras. “¿La gente tiene hambre? Yo voy a atender uno por uno a la gente que tiene hambre, pero no a los referentes” dijo. Para los liberfachos los pobres no se pueden organizar. Entonces “la gente” hizo una fila para que la señora los atienda. 20 cuadras hicieron. La Pettovello dijo que no los había citado. Hay que reconocer que continúa una estirpe de ministras casi calcadas: Stanley, Tolosa Paz, ahora ella. Chetas, con títulos de universidades privadas sobre “desarrallo social”, impiadosas con los pobres.
También dialogamos con Damaris Rolón del FOL pic.twitter.com/tPaKJJixrX
— La Izquierda Diario (@izquierdadiario) February 7, 2024
Sigue Karina. “La inflación no para. Los alimentos tienen todos los días distintos precio y el hambre empeora. Cada vez somos más en el comedor. La estamos pasando mal”. Y cuando salen a decir que la están pasando mal, la ministra le avisa a la otra, la que maneja “los fierros”. Las ollas están vacías pero los tanques de gases, los bastones y las escopetas están cargados. Un centenar de policías rodeando a las cocineras es otra postal de “la república libertaria”.
Mientras se llena la boca sobre su plan a 20, 25 años, les niega la comida a las futuras generaciones. Como nos contaba Pame Galina, pediatra en un hospital de la Zona Sur, “carecer de los nutrientes necesarios en la primera niñez implica alteraciones en el neurodesarrollo. Después cuesta el aprendizaje, leer, escribir. Pero la mala alimentación en la infancia también condiciona enfermedades en el adulto, como la diabetes, la hipertensión o enfermedades cardiovasculares”.
El flagelo afecta no solo a los comedores, sino a los trabajadores que aún tienen paritarias, y hasta las clases medias golpeadas por la inflación. Según la Confederación de la Mediana Empresa (CAME), en enero cayó un 37% el consumo de alimentos. Sin embargo, los grandes formadores de precios ganan millones con remarcaciones casi diarias. La democracia de la infantería también es la democracia de los dueños de la comida: Mastellone, Sancor, Molinos Río De La Plata, Arcor, Mondelez.
Esto no puede seguir así. Como dice Damaris Rolón, vocera del Frente de Organizaciones en Lucha, “se juntan con las cúpulas evangelistas y no le bajan alimentos a los barrios populares. Nos quieren matar de hambre y no lo vamos a permitir. No podemos permitir que nuestros hijos e hijas se vayan a dormir con hambre. Estamos organizando una movilización unitaria para que nos den una respuesta urgente”.
Febrero empezó con el debate por la Ley Ómnibus y cuatro jornadas de resistencias en las calles del Congreso. Pero también con los reclamos de gremios y organizaciones sociales por despidos, salario y comida. Sigamos en las calles. Unamonos. Esto recién empieza. Tenemos la fuerza para derrotar el plan de guerra de Milei.
Lucho Aguilar
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.