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Red Internacional
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UNA IMAGEN, MIL PALABRAS. Combatir la nada, mostrar el mundo

En el día mundial de la fotografía, algunas reflexiones sobre esta actividad tan apasionante como diversa y herramienta indispensable para contar el mundo.

Miércoles 19 de agosto de 2020 19:35

Foto: Minas de oro de Sierra Pelada (1986). Sebastiao Salgado

“Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografías...” dice, piensa Roberto Michel, protagonista y narrador de “Las babas del diablo”, relato escrito por Julio Cortázar en 1959, quien al igual que su personaje, vivía en París trabajando como traductor y era aficionado a la fotografía. Tal vez por eso hace reflexionar a Michel sobre la manera de ver de un fotógrafo, ese andar por la vida que no es igual que el del resto de las personas.
“No se trata de estar acechando la mentira como cualquier reporter, y atrapar la estúpida silueta del personajón que sale del número 10 de Downing Street, pero de todas maneras cuando se anda con la cámara hay como el deber de estar atento, de no perder ese brusco y delicioso rebote de un rayo de sol en una vieja piedra, o la carrera trenzas al aire de una chiquilla que vuelve con un pan o una botella de leche.”
Continúa su reflexión sosteniendo que esta particular forma de ver el mundo se termina cuando dejamos la cámara y recuperamos entonces el tono distraído, la visión sin encuadre, “...podía quedarme sentado en el pretil sobre el río, mirando pasar las pinazas negras y rojas, sin que se me ocurriera pensar fotográficamente las escenas, nada más que dejándome ir en el dejarse ir de las cosas, corriendo inmóvil con el tiempo.”

Hoy, sesenta años después de escrito ese relato, quizás tenemos la suerte (la maldición, pensaría Roberto Michel) de tener siempre una cámara en el bolsillo que nos permite en cualquier momento practicar esa forma atenta de ver lo que nos rodea y registrarlo.

Es difícil pensar qué imaginaba Louis Daguerre que llegaría a pasar con la fotografía, aún no llamada así, mientras presentaba su invento, bautizado sin falsa modestia daguerrotipo, ante la Academia de Ciencias de Francia, un día como hoy de hace ciento ochenta y un años.
Daguerre, con gran talento para el dibujo, se había formado como aprendiz de un arquitecto pero se destacó como ilusionista del arte visual, produciendo muestras de pinturas y dibujos combinados con efectos visuales, llamados dioramas.
Esto lo llevó a interesarse en los experimentos que venía realizando desde años antes Joseph Nicéphore Niépce, quien había logrado fijar las imágenes capturadas por una cámara oscura sobre una chapa de cobre recubierta con betún. La asociación de ambos llevaría al desarrollo que desembocaría en aquella presentación oficial del invento y su posterior compra por parte del Estado, a cambio de una pensión vitalicia para Daguerre y para el hijo de Niépce, heredero del invento de su padre y del emprendimiento con su antiguo socio.

A partir de ese momento la fotografía fue número de magia en las ferias de atracciones, variante económica del retrato al óleo, registro documental de investigaciones científicas, históricas y sociales, hasta posicionarse ya comenzando el siglo veinte en sus dos facetas principales, generalmente contrapuestas.
Como medio de expresión visual, ligado a las experimentaciones de las vanguardias artísticas, la fotografía como disciplina autónoma, no utilitaria, se desarrolla a partir del ejercicio de la mirada individual, esa nueva manera fotográfica de ver el mundo.
Es su faceta documental, que venía desarrollándose casi desde sus comienzos, la que da pie al surgimiento de la otra gran rama de la actividad, la fotografía periodística, que fue impulsada por la aparición de un instrumento y un medio nuevos: la cámara portátil y las revistas de actualidad. Las pequeñas cámaras Leica permitían al fotógrafo pasar desapercibido y registrar la realidad como nunca se había hecho, y las revistas impresas en papel ilustración y de gran tirada destinaban sus páginas a contar historias visuales con gran calidad de imagen y gran éxito de ventas. Nacía la profesión de reportero gráfico.

Aunque siempre se suele separar la fotografía documental, útil, de la fotografía artística o creativa, lo cierto es que ambos mundos visuales suelen mezclar y entrecruzar sus caminos. Muchas veces los artistas fotográficos se han dedicado al fotoperiodismo, así como tantos otros fotoperiodistas han trascendido de la prensa hacia las galerías o publicaciones de arte.

“No me interesa documentar. Es mortalmente aburrido y yo soy muy mal reportero y fotoperiodista. Cuando el Museum of Modern Art de Nueva York expuso mis fotografías en 1946, mi amigo Robert Capa me dijo: ’Henri, ándate con mucho cuidado. Evita en lo posible la etiqueta de fotógrafo surrealista. Si no, te quedarás sin reportajes y parecerás una planta de interior. Haz lo que te venga en gana, pero procura que tu etiqueta sea la de fotoperiodista’. Capa era muy sensato. Así que nunca he hablado de surrealismo. Es algo privado. Y lo que yo quiero, lo que ando buscando, es cosa mía. Si no, me quedaré sin reportajes.”
Henri Cartier-Bresson, había comenzado estudiando pintura hasta que se encontró con la cámara, y entonces siguió pintando pero con luz. Y muy a su pesar, se dedicó a documentar, ya que era su trabajo, pero con su particular mirada surrealista. “...evocar la intuición: eso que soñamos, eso que sale de nosotros cuando no nos damos cuenta. Para mí esa es una de las grandes cosas que aporta la fotografía. Es un poco como cuando dibujamos o pintamos, vemos la pintura creándose bajo nuestros dedos. Todo el proceso consiste en ponerse en la misma longitud de onda que la gente, las cosas y tu trabajo.”

Acerca de la contraposición entre fotografía documental y artística decía: “Para mí no significa nada. Considero que las fotografías existen para ser tomadas y reproducidas para las masas, no para los coleccionistas. Esta posibilidad de reproducción forma parte de la fuerza y el valor de la ciencia de la fotografía.” ¿Y qué tema es el más importante? “El hombre. El hombre y su vida, tan breve, tan frágil, tan amenazada...Yo me ocupo casi en exclusiva del hombre. Acudo a lo más urgente, los paisajes tienen toda la eternidad para ellos...El exterior en que ese hombre que es mi tema, vive y actúa, me sirve únicamente de decorado significativo...Me sirvo de ese decorado para colocar a mis actores, para darles la importancia que tienen, para tratarlos con el respeto que se merecen. Y mi método de trabajo se fundamenta en ese respeto, que es también un respeto por la realidad: ni ruido ni ostentaciones personales, ser tan invisible como sea posible, no preparar nada, no arreglar nada, sencillamente estar ahí, llegar en silencio, de puntillas, para no enturbiar el agua...”

El gran fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado transitó caminos similares, poniendo en juego sus ideas y su manera de ver el mundo a la hora de documentar la realidad con su cámara. “Para que la fotografía tenga sentido hay que tener un compromiso...La foto de la vida. La posibilidad de participar siendo tú mismo, con todo tu ser, tu cultura, tu ideología, tu manera de hacer las cosas, en definitiva, con coherencia, en un momento histórico determinado. Participar viviéndolo y contándolo.”
La foto que ilustra esta nota, forma parte de su célebre serie sobre las minas de oro de Sierra Pelada, un potente relato visual que parece transportarnos a las épocas del trabajo esclavo, cuando en realidad nos está alertando sobre un presente en el que todavía no hemos acabado con la explotación del trabajo humano para beneficio de unos pocos. “Lo que yo quiero es crear una discusión sobre lo que está sucediendo en el mundo y provocar un debate con estas imágenes. Nada más que eso.”

Cientos de miles de fotografías se viralizan cada día en las redes sociales, reproducidas para las masas, para beneplácito de Cartier-Bresson. Mientras tanto algunos seguimos combatiendo la nada, como Roberto Michel, el personaje de Cortázar, mirando el mundo a través de un visor fotográfico.