Reseña del libro "Recabarren. Escena Obrera. Entre la pluma y la pólvora" de Valeria Yáñez, por parte de Claudio Berríos, historiador, magíster en Filosofía y Doctor (c) en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad. Claudio forma parte de la Asociación Gramsci Chile. Es autor de Hacia una Modernidad arcaica. Amauta, Mariátegui y la querella del indigenismo (2020).
“Si la montaña no viene anda hacia ella,
las metas de Recabarren son las estrellas.”
Víctor Jara. "Que lindo es ser voluntario"
Hace exactamente cien años, en uno de sus últimos escritos periodísticos, Luis Emilio Recabarren conmemoró la jornada del 1° de mayo con un texto titulado Siempre construyendo. En él afirmaba: “Sigamos, pues, todos y todas, nuestra tarea siempre adelante, en el sentido de obtener que cada hombre o mujer, construya en su imaginación, primero, el deseo de vivir mejor y, después, que procure comprender la forma cómo debemos organizar las actividades de la vida que den por resultado una organización social inteligente, previsora y capaz de garantizar a todos el bienestar mientras dure la vida” [1].
Con estas palabras, Recabarren destacó la importancia de la imaginación obrera: la capacidad de proyectar un mundo nuevo y construir no solo la lucha material inmediata, sino también el anhelo de un futuro que sirva como brújula para toda una organización clasista. Aunque fueron escritas hace cien años, estas ideas siguen resonando en las luchas actuales. ¿Quién no ha escuchado la célebre frase “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”? Ante este desafío, las palabras de Recabarren recobran fuerza, encarnando una lucha constante de memoria, resistencia, espectralidad y vigencia.
El trabajo que nos presenta Valeria Paz Yáñez viene a reivindicar una parte sustancial pero poco atendida de la figura política e intelectual de Recabarren: a saber, su rol activo en la construcción de una cultura y arte popular, y, sobre todo, proletario. El libro, compuesto de cuatro capítulos, navega por el contexto, texto y subtexto que envuelve al teatro obrero finisecular chileno y en cuyo centro gravita la figura del Recabarren.
El primer capítulo se titula «El contexto político, social y cultural donde nace el teatro obrero». El espacio donde se desenvuelve el arte obrero fue el de la cuestión social, en donde el fortalecimiento de la clase oligarca como fuerza hegemónica y la inexistencia de leyes laborales, significó la necesidad de organización de la clase obrera, desde una posición económica-corporativa primero, y política-cultural después. Mientras la oligarquía señalaba que existían dos tipos de problemas: “los que tienen solución y los que se solucionan solos”, la ausencia de un rol social por parte del Estado agudizó las contradicciones para que un sector importante del proletariado tomara conciencia para si de su condición de explotados y la necesidad de organizarse en un marco de lucha directa y abierta contra el orden imperante. Sin embargo, como bien señala la autora, la organización política estuvo acompañada de “diferentes expresiones culturales” que constituyeron “una cultura popular con sus propios códigos y sistema de valores” [2].
En el segundo capítulo, titulado «Las expresiones culturales y artísticas de la clase trabajadora a inicios del siglo XX», se exploran las diversas formas en que el proletariado, desde su base autónoma, desarrolló múltiples manifestaciones artísticas propias, entre las que se encuentran las filarmónicas, proyecciones cinematográficas, teatro, escuelas y prensa obrera. Estas actividades abarcaron desde simples formas de entretenimiento popular hasta la construcción de espacios de resistencia y autoeducación para la clase trabajadora. Como bien señala la autora, “todas las prácticas artísticas se reivindicaban como un acto de lucha contra las injusticias, como un espacio de encuentro y concientización sobre la importancia de la organización de las y los trabajadores” [3].
El tercer capítulo, centrado en la biografía de Recabarren, muestra cómo este intelectual se encuentra inserto en un período clave de la lucha obrera en Chile y en el desarrollo de las ideas marxistas en la región. Michael Löwy, al abordar este periodo previo a la hegemonía estalinista bajo el concepto de "periodo revolucionario", posiciona a Recabarren como un "verdadero líder de masas y tribuno popular", destacando su enfoque en una lucha de clases irreconciliable entre capitalistas y trabajadores de minas y fábricas, junto a su inclinación por una "cierta coloración obrerista" [4]. Valeria Yáñez subraya precisamente esta cuestión. Como señala la autora, Recabarren “[…] no actuó como un iluminado ajeno a la clase obrera, por el contrario, su conciencia nace de un contacto estrecho y directo con el mundo del trabajo, de su vida cotidiana y de sus luchas” [5].
Aunque Recabarren no desarrolló una extensa elaboración teórica sobre el marxismo y su relación con la lucha política, es posible identificar en su obra cuestiones fundamentales de la realidad chilena y latinoamericana que logró traducir desde el paradigma marxista. Al hablar de "traducir", nos referimos al concepto gramsciano de traductibilidad: la capacidad de trasladar críticamente un pensamiento desarrollado en un contexto histórico y geográfico específico a otro distinto, adaptándolo sin perder su esencia. En este marco, cabe preguntarse: ¿cómo podemos pensar el marxismo de Recabarren?
En primer lugar, Recabarren fue capaz de consolidar una crítica feroz a las estructuras institucionales que mantenían el modelo capitalista oligárquico en el Chile finisecular. Ejemplo de aquello fue su separación del partido Demócrata, al cual calificó con un “programa pálido, insignificante”, cuyo proyecto reformista solo buscaba mantener vigente a las “instituciones coercitivas de la libertad dominadas por la burguesía” [6]. Aquella separación de un partido reformista evidencia la necesidad imperiosa por construir organizaciones políticas y culturales de tipo exclusivamente obrero.
Su escrito Ricos y Pobres a través de un siglo de vida republicana, constituye un trabajo importante que, como bien señala Valeria, “[…] denunció el carácter engañoso de la historiografía oficial” [7], evidenciando la necesidad de asumir críticamente el desarrollo histórico de la nación desde la perspectiva de las y los oprimidos. En tal sentido, parece significativa la consonancia de esta obra con algunos de los enunciados de las Tesis sobre Feuerbach escritas por Marx en 1845, sobre todo la que señala: “muchos filósofos se han encargado de interpretar la historia, la idea es transformarla”, puesto que Recabarren asume su análisis desde un «yo» crítico, activo y subjetivo. “Yo mismo en torno mío -dice en Ricos y Pobres- miro en torno de la gente de mi clase [...] miro el pasado a través de mis treintaicuatro años y no encuentro en toda mi vida una circunstancia que me convenza que he tenido patria y que he tenido libertad” [8]. A partir de este «yo» situado, se articula una crítica que opera en un doble registro: por un lado, la denuncia y la interpretación de una realidad desde la perspectiva de una clase específica; y, por otro, la urgencia implícita de proponer un nuevo orden económico, moral y político. No es una mera contemplación, sino la interacción crítica con una realidad que se considera injusta y necesaria de ser superada.
Otro ejemplo de esta dinámica de «interpretación-transformación» se encuentra en la crítica a la narrativa impuesta por la burguesía sobre la huelga de Iquique de 1907, que culpaba a los obreros amotinados en la Escuela Santa María por los trágicos acontecimientos: “El capitalista -señalaba Recabarren- consideraba justo encarecer el precio de los artículos de consumo cuando bajaba el tipo del cambio, pero consideraba injusto que los obreros pretendieran aumentos de salarios” [9], por lo que fue “el gobierno y capitalistas los que conspiraban tenebrosamente contra el proletariado”. En aquello se demuestra la inversión de roles en donde la violencia de la clase opresora no es solo física, sino también estructural y simbólica.
Por último, el capítulo titulado «El legado teatral y cultural de Luis Emilio Recabarren» recorre minuciosa y críticamente la labor del fundador del Partido Comunista chileno bajo la noción de una “construcción de identidad de clase”. Lo que demuestra la obra acá presentada es la construcción, por parte de Luis Emilio Recabarren, de un orden intelectual y moral proletario. Toda la acción comienza y termina en la lucha de clases, elemento central para nuestro pensador. Tomando conceptos de José Carlos Mariátegui, podemos decir que la obra intelectual y artística de Recabarren consistió en hacer transitar a las y los obreros, desde una “moral de esclavos” a una “moral de productores”, despojando al proletariado de su piel de explotado para configurar dentro de sí, su condición de clase creadora y viva [10]. Sin embargo, toda esta praxis “recabarriana”, que comenzaba y terminaba en el mundo proletario, debe ser entendida como proyecto hacia la construcción de un nuevo absoluto civilizatorio, el cual partía desde un particular, pero cuyo desenlace debía ser universal. El proyecto de nuestro intelectual fue, pues, pensar desde las y los explotados una visión de mundo que fuera, en un futuro, ya de no una clase, sino de la humanidad entera.
Por ello, resulta ingenuo considerar la labor de Recabarren en el teatro como un simple pasatiempo de entretenimiento obrero, o como una instancia de mera formación educativa. Estamos en presencia de una praxis revolucionaria contrahegemónica, entendiéndola como conformación de una actividad reñida siempre en lo político. Si recordamos a Marx en su Prólogo a la Crítica de la Economía Política, la superestructura -aquel espacio de lo jurídico, científico, religioso y cultural de una sociedad- es el único lugar donde los seres humanos toman conciencia de las crisis o contradicciones de la estructura, luchando por resolver el conflicto. En tal sentido, la elaboración de prensa obrera, folletos, obras dramáticas, poemas, conjuntos musicales y grupos de teatro por parte de Recabarren, revisten la construcción de un sujeto social que debía construir una conciencia crítica y orgánica, lo que Gramsci llamaría la elaboración de un “buen sentido”, en contraposición a lo fragmentado, superfluo y místico que es el “sentido común”. El periódico El Despertar de los Trabajadores no fue solo un órgano informativo, sino también una plataforma formativa y performativa, al convertirse en un espacio de disputa dentro del campo editorial, entendido también como un terreno de confrontación política. Por ende, la elaboración de espacios culturales por parte de Recabarren constituyen -parafraseando una canción de Mauricio Redolés- “la lucha de clases en su más brutal expresión”.
En septiembre de este año, la presidenta de la Cámara de Diputados y militante del Partido Comunista Chileno, Karol Cariola, en el contexto de la conmemoración de los 51 años del golpe cívico-militar perpetrado por la derecha y Estados Unidos, ordenó retirar las imágenes de los detenidos desaparecidos que algunos diputados sostenían en la cámara, argumentando que "el reglamento es explícito" respecto a la exhibición de carteles. En el mismo parlamento chileno, pero en 1906, la oligarquía destituyó al futuro líder comunista de la Cámara de Diputados por negarse a jurar ante Dios. Recabarren sostenía que ese “reglamento explícito” no constituía un valor fundamental para su labor como representante del mundo obrero en el ámbito legislativo.
Ambos casos, en su dimensión performativa, evidencian diversas formas de hacer política y cómo en ella se juegan los valores de clase: mientras que en el primer caso se refleja un respaldo acrítico al modelo que se juró destruir, o al menos reformar, en el segundo se ilustra lo contrario: la defensa de una ética que se niega a conciliar los espacios de poder sin luchar. Recabarren demostró que la expresión se convierte en un medio para generar tensión frente a los cánones establecidos y, en este caso, representa la posibilidad de transgredir los espacios de la clase explotadora por la clase explotada.
Retomando el texto con que iniciamos esta presentación, podemos decir que “construir” y “soñar” siguen siendo palabras altamente revolucionarias por estos días…
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