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Red Internacional
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A 92 años de su fundación. ¿Cómo fueron los orígenes de la CGT?

Fundada en 1930, la CGT cumple 92 años. Los comienzos de la Confederación General del Trabajo que logró mayor peso en la clase obrera sindicalizada.

Claudia Ferri

Claudia Ferri @clau.ferriok

Lunes 26 de septiembre de 2022 23:19

La Central General de Trabajadores (CGT) de Argentina cumple 92 años. Fue creada el 27 de septiembre de 1930, tres semanas después de haberse producido el primer golpe de estado en el país. La clase obrera argentina llegaba a la década del 30 con un importante grado de organización y de experiencia en la lucha de clases.

Antecedentes

Las primeras centrales obreras creadas a comienzos del Siglo XX se encontraban fuertemente influenciados por los anarquistas que consideraban a los sindicatos como una herramienta de los trabajadores para enfrentar los abusos del Estado y de los empresarios. Los fuertes niveles de represión de la época se vieron en “la Semana Roja”, la “Semana Trágica” y la “Patagonia Rebelde” (las dos últimas huelgas fueron reprimidas bajo el gobierno del radical H. Yrigoyen).

Con el paso de los años, la corriente anarquista fue perdiendo influencia, cediéndole su lugar a los “sindicalistas” quienes consideraban que los trabajadores sólo debían jugar un rol activo dentro del plano sindical y reivindicativo. Las condiciones económicas adversas que desencadenaron una profunda crisis económica a nivel mundial en 1929, sumado a la crisis del régimen político y a la agudización de la represión, van a producir el franco retroceso del sindicalismo, pasando de 100.000 afiliados a tan sólo 10.400 en 1927. Para este momento el movimiento obrero organizado se encontraba dividido en tres centrales sindicales.

La conformación de la CGT y la estatización de los sindicatos fue impulsada primero por la Federación Obrera Poligráfica Argentina (FOPA), que representaba a los imprenteros, y se sumaron la Unión Sindical Argentina (USA) – sindicalistas- y la socialista Confederación Obrera Argentina (COA).

A pesar de haber sido creada para fortalecer al movimiento obrero en una coyuntura económica y social adversa, la cúpula de la CGT prefirió comenzar su historia pactando con el gobierno militar de Uriburu, antes que organizar a los trabajadores en sus lugares de trabajo.

En Cien años de historia obrera en la Argentina 1870-1969 Walter Moretti y Diego Lotito dicen que los sindicalistas se convirtieron en una corriente de presión adaptada al Estado y al régimen político degradando cada vez más la autonomía gremial y que “por esa vía, la dirección de la CGT no solo justificó a la dictadura de Uriburu por la ‘situación normal’ en la que se desarrollaba el movimiento obrero, mientras se desataba una represión sistemática sobre la vanguardia obrera, sino que a la vez demostraba que su verdadera prescindencia era con respecto a los conflictos obreros desarrollados en los primeros años del gobierno militar, a los cuales la CGT les retaceaba su apoyo”. Incluso recuerdan que en la propia fundación de la central, los sindicalistas quitaron la expresión “lucha de clases”.

Impotente para enfrentar la coyuntura, la resistencia quedó en manos de una minoría anarquista y comunista.

La década del 30 vio un creciente fortalecimiento de la clase trabajadora, incentivado por la industrialización. Esto quedó demostrado en la gran huelga de la construcción dirigida por el Partido Comunista (de más de cien días) y los paros generales de enero de 1936. Como ocurre en la actualidad con gremios como camioneros, petroleros, SMATA o la UTA, la primera CGT estaba dirigida por los gremios que tenían mayor poder de negociación. Éstos son los que pueden afectar de alguna forma el normal funcionamiento de la economía.

La central fue encabezada por los ferroviarios a partir de 1930, representando al 65 % del total de los afiliados. Tenían los mejores sueldos y recibían una serie de beneficios impensados para ese momento como vacaciones pagas, licencia por enfermedad y caja de jubilaciones.

La influencia alcanzada por los grandes gremios llevó a que sus dirigentes se separen cada vez más de las bases acelerando el proceso de burocratización y logrando importantes beneficios para sus propios intereses sectoriales.

Perón y los sindicatos

La figura paternalista de los caudillos sindicales que deciden a espaldas de los obreros, reemplazó al histórico método de democracia directa de viejos sindicatos anarquistas. Perón, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión (1943 a 1945), reguló las relaciones entre el capital y el trabajo y medió en los asuntos gremiales. Entendió que si quería gobernar necesitaba a los dirigentes y a sus sindicatos como aliados estratégicos para contener, cuando sea necesario, la lucha de clases. En enero de 1945 se sumaron a la CGT nuevos gremios en expansión: metalúrgicos, construcción, vestido, madereros, vitivinícolas, panaderos, portuarios y azucareros.

El gobierno peronista, además de impulsar masivamente la sindicalización de los trabajadores, le brindó un lugar central a la burocracia sindical. Esto la llevó a pegar un salto de calidad, recibiendo importantes beneficios económicos del Estado. La CGT se subordinó plenamente al gobierno y actuó bajo su órbita. Con una serie de concesiones que permitieron mejorar las condiciones de los trabajadores, los sindicatos se convirtieron en un grupo de apoyo político directo al régimen y a Perón. Si bien la central había sufrido desde sus orígenes una serie de rupturas, con Perón, volvió a unificarse reforzando el proceso de burocratización y estatización de las organizaciones obreras.

La Ley de Asociaciones Profesionales fue clave para consolidar esta relación porque le permitía al Estado controlar la actividad sindical, reglamentar las huelgas y determinar qué gremios estaban autorizados a negociar con las patronales.

El “modelo sindical peronista” se convirtió en la columna vertebral del movimiento, abandonando la independencia política de los trabajadores organizados y alejando a sus direcciones de los intereses de los “representados”. Sin embargo, este modelo se vio desafiado en numerosas oportunidades por el avance de los sectores clasistas y de izquierda en los cuerpos de delegados y las comisiones internas, sobre todo en las etapas de ascenso del movimiento obrero.

¿Qué sindicatos queremos (y necesitamos)?

En la actualidad, mientras el ajuste golpea a la clase trabajadora y los sectores populares, los principales referentes de las centrales obreras argentinas pasean por la Embajada de los Estados Unidos. En mayo de 2022 Pablo Moyano, Héctor Daer, Carlos Acuña, Gerardo Martínez y otros integrantes del Consejo Directivo de la CGT estuvieron allí. Vienen en tregua desde el macrismo y dejaron pasar todos los ataques al salario y a las condiciones de vida de las mayorías para pagar la deuda externa ilegal al FMI.

Dicen que quieren enfrentar el ajuste. Pero antes que nada, los burócratas se proponen como garantes de la “paz social” en las calles y en los lugares de trabajo, al mismo tiempo que buscan mantener las posiciones de privilegios, que tienen desde hace décadas, incluso en momentos de crisis como los que atravesamos en estos momentos. Su poder real (y material) se basa en las cajas de jubilaciones, subsidios y negociados con las tercerizadas. Por eso jamás se enfrentaron a esta forma de trabajo precaria y generalizada que tanto afecta a los y las jóvenes.

Los marxistas revolucionarios consideramos una necesidad de primer orden recuperar los sindicatos de las manos de la burocracia traidora que, hoy en día, tiene a los mismos dirigentes atornillados en sus sillones desde hace décadas.

Peleamos para que los sindicatos sean independientes del Estado y para que la democracia sindical sea el método que permita construir sindicatos activos, militantes que construyan una alternativa real para el conjunto de las masas explotadas apuntando a la autoorganización. Un ejemplo que marca el camino es el del sindicato ceramista de Neuquén donde la organización gremial es una herramienta fundamental para la lucha, decidiendo en asambleas, rotando en sus cargos para volver a trabajar, cobrando el mismo salario que cualquier trabajador y asegurando la posibilidad de que sean revocados mediante asambleas.


Claudia Ferri

Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.

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