Continuamos con la serie recuperando el testimonio de protagonistas y sobrevivientes al último golpe de Estado que tuvo la Argentina hace 47 años.
Esta vez Rudy Omar Saiz, ex detenido desaparecido nos cuenta su experiencia.
Daniel Lencina @dani.lenci
Sábado 18 de marzo de 2023
La serie Voces setentistas continúa recuperando el testimonio de distintos protagonistas de los años 70s: Carlos Morelli, Liliana Battistotti, Walter Moretti, Pedro Alvarez y Ana Campos. En esta oportunidad, desde Tres Arroyos, Rudy Omar Saiz, ex militante del PST en los 70 y actualmente simpatizante del PTS; nos cuenta su experiencia. Al momento del inicio de la última dictadura cívico militar, Rudy tenía 32 años:
¿Cómo viviste el día del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976?
Ese día lógicamente a muchos nos llenó de indignación. Fue una sorpresa y a la vez no tanto porque en diciembre de 1975 hubo un ensayo de golpe de Estado encabezado por Orlando Capellini de la Fuerza Aérea.
El 7 de julio de 1976 yo estaba en casa con mi esposa, en Tres Arroyos, los dos trabajabamos en la DGI (hoy es AFIP). Y al medio día me dice “Rudy te buscan”, yo justo estaba descansando y no termino de abrir los ojos que veo que eran 4 o 5 policías con armas largas. Me conducen a un vehículo que estaba en la puerta de casa e hicieron una requisa en mi domicilio. Me llevaron a la comisaría y me quitaron los anteojos, yo era miope. Por la tarde me trasladaron a la Unidad Regional de la policía de Bahía Blanca. Después me ingresaron a un patio donde me ataron a un árbol, me vendaron los ojos, me esposaron por detrás. Después en otro vehículo me ponen en el asiento trasero, cubierto con una manta y empiezan a dar giros, supongo que era para desorientarme y terminamos llegando a un lugar medio rural. Cuando entramos a una sala me piden los datos personales, yo me pongo de mal humor y les digo “¿Cómo me van a pedir los datos filiatorios si me fueron a buscar a mi casa, me llevaron a una comisaría y después me traen hasta acá y ustedes no saben a quien trajeron?”. Obvio se enojaron y me tiraron un golpe que esquivé. Luego me llevaron a una habitación, yo sentía voces femeninas, parecían docentes por los temas que hablaban. A mí llegada me esposan a una cama en una habitación, lindera a otra mayor, desde donde yo oía las voces de distintos compañeros que allí permanecían en iguales situaciones a la mía. Cuando en esa habitación se desocupa la parte inferior de una cucheta, cuya cama superior ocupó Carlos Schedan Corvalán, allí me ubican a mí. Ahí compartí mis días de cautiverio junto al resto de los presos políticos.
A Carlos y a su compañero de militancia, los retiran de sus respectivas cuchetas, los sientan sobre el piso y allí los tienen, "esperando a que mejoren las condiciones del tiempo" para trasladarlos en avion, supuestamente, a sus lugares de origen. Esto ocurrió antes del 30 o 31 de julio y cuando finalmente a mí me trasladan a Mar del Plata ellos continuaban en el piso. Esto es importante, pues los milicos genocidas en el juicio que se realizó en Neuquén habían manifestado que a Corvalán lo habían "liberado en el mes de junio", es decir antes de mí arribo al campo de concentración que como te contaba fue para San Fermín, el 7 de Julio. Carlos Schedan Corvalán que era del ERP continúa desaparecido.
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Un día me ponen en un catre y me empiezan a dar electricidad y me preguntaban que hacía. Les dije que era militante del Partido Socialista de los Trabajadores, vocal de la Asociación de empleados de la DGI. Ellos me decían “eso no nos interesa, vos sos representante de la zona sur de la prensa del ERP”. Hacían preguntas estúpidas que yo realmente no estaba en condiciones de contestar.
Y así estuve, auto torturándome porque cuando escuchaba a los que estaban ahí conmigo lo mío había sido muy leve y yo estaba esperando la próxima sesión de tortura. Hasta que un día lo llevan a Corvalán junto a otros compañeros que estaban en la otra punta de la habitación.
En el grupo se rumoreaba que a mi me iban a dar la libertad pronto, me pidieron que les avise a las familias, para que a su vez se contactaran con los partidos políticos legales como el Partido Comunista. Yo me comprometí y les dije que sí. A los días me preparan para meterme en el baúl de un vehículo y me llevaron a Mar del Plata. Ahi me meten en el destacamento de Playa Grande. Ahí conocí a Alicia Klaver del PRT-ERP.
Después nos trasladan, a Alicia y a mi a otra comisaría en Chile y Alberti en Mar del Plata. Había una cantidad importante de presos políticos que estaba más o menos blanqueado que estaban en contacto con la familia y recibían viandas y que tenían códigos como por ejemplo darle una una prenda de ropa sucia para que las familias supieran que estaban vivos.
Un buen día se la llevan a Alicia. Pensamos que no la íbamos a ver más hasta que un día apareció muy golpeada y desfigurada. La habían llevado a “La cueva”. Ella nos contaba que la colgaban desnuda de un techo con roldanas y le pegaban con cachiporras en la zona de los ovarios y le daban corriente para que diga el nombre de combatientes que ella desconocía por su grado de responsabilidad dentro de la organización.
Todo fue muy horrible hasta que un buen día me llaman y me dicen que me vaya y yo voy a los calabozos donde estaban mis compañeros porque a esa altura tenía terror de salir a la calle. Terror porque en la calle había impunidad total, te pegaban un tiro y listo. Yo ya estaba muy aligerado ya no era más el tipo que habían ido a buscar en el departamento en Tres Arroyos. Insistieron que me fuera y me voy pero en sentido contrario a las manos del tránsito, por la vereda, fue el 13 de septiembre del ´76. Así llegué a la casa de un amigo que no estaba, luego a la casa de un compañero de trabajo que ya se habían enterado en la DGI que me largaban y que tenía guardado un dieron que había recolectado el gremio. Así que me acompañaron a tomar un micro y regresé a Tres Arroyos donde me estaba aguardando mi familia.
¿Cómo fueron tus días de cautiverio?
Con respecto al cautiverio, creo que te adelante algo en la primera narración. Una mierda, si bien dentro de la habitación existía una mayor comodidad que la que hay en una cucheta, por supuesto no había ningún tipo de higiene, recibías la comida dos veces por día, comida que vos no veías que era porque vos tenías siempre los ojos vendados. Te sacaban una esposa del respaldo de la cucheta, te ponían un plato de comida en la falda y así. Cuando terminabas de comer entregabas el plato, no sabías ni a quien se lo dabas, realmente estabas cegado. Cuando terminabas te volvían a sujetar a la cucheta y así hasta la noche, vos presuponias que era la noche y llegaba otro plato, siempre parecía la misma comida. Creo que era una especie de locro, yo lo aguardaba con ansiedad porque era un momento en el que vos te sentías un ser vivo. Después, yo particularmente, me atormentaba pensando que en cualquier momento me iban a volver a llevar a torturar. Fue todo una mierda. Para ir al baño tenías que pedir que te llevaran y por supuesto te llevaban de la mano hacia la puerta, te ponían delante del inodoro y ahí orinabas. Fue todo horrible. Se escuchaban disparos, en lo que era la “La Escuelita”, yo decía “bueno estaran ensayando con armas de fuego, puntería” y ahora pienso que ahí han boleteado a más de uno. Pero son suposiciones mías. En lo concerniente a "La Escuelita" quiero resaltar que fue un Centro Clandestino de Detención del 5to. Cuerpo de Ejército y que luego del regreso a la democracia los milicos demolieron para borrar pruebas. Entiendo que el lugar está señalizado por los organismos de DD.HH.
Foto: Lugar donde funcionó el Centro Clandestino de Detención "La Escuelita" en Bahía Blanca.
Cuando me llevaron a Mar del Plata, a los calabozos de Playa Grande, ahí los domingos caían presas las trabajadoras sexuales y tengo los mejores recuerdos porque nos alcanzaban un paquete de cigarrillos, algunas galletitas algo dulce, algo distinto del infamante caldo sucio que nos traían como comida. Y así fue finalmente hasta que un día me dieron la libertad.
¿Cómo ves la lucha contra la impunidad?
Han pasado 47 años de los hechos y todavía hay gente que anda caminando por las calles totalmente impune. Son esperpentos, si uno creyera en los demonios diría que es la personificación misma del demonio. La lucha contra la impunidad es importante en nuestra práctica como partido junto a los demás compañeros que integran el Frente de Izquierda y distintos organismos de DDHH. Sin embargo tenemos el desafío de lograr una gran toma de conciencia de nuestra clase a través de las movilizaciones y luchas en la calle.
¿Qué le dirías a la juventud trabajadora y estudiantil?
La lucha hay que hacerla, continuarla y multiplicarla, mensaje para la juventud hay que luchar, hay que luchar y hay que luchar. Es la única manera de que podamos lograr algo, de que alguna vez los proletarios del mundo nos podamos unir todos.
Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.