Continuamos con la serie recuperando el testimonio de protagonistas y sobrevivientes al último golpe de Estado que tuvo la Argentina hace 47 años.
Esta vez Walter Moretti, ex militante del PST, nos cuenta su experiencia.
Daniel Lencina @dani.lenci
Viernes 10 de marzo de 2023
Walter Moretti, conocido como “el Pata” para sus amigos, fue militante de la Juventud Socialista de Avanzada del PST (Partido Socialista de los Trabajadores) de orientación trotskista. En el momento exacto del último golpe cívico-militar que tuvo la Argentina hace 47 años, Walter tenía exactamente 16 años. Hoy es militante del PTS en la zona sur del GBA e impulsor de La Izquierda Diario. Al igual que Carlos Morelli (ex obrero de Astarsa) y Liliana Battistotti (ex militante del PRT-ERP) nos cuenta cómo fueron aquellos años turbulentos y su experiencia siendo muy joven militante del movimiento estudiantil secundario en La Plata, Buenos Aires.
Walter, ¿cómo viviste el día del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976?
Para el 24 de marzo de 1976 recién había comenzado a cursar el tercer año en la Escuela industrial, el ENET N° 1 Albert Thomas y estaba próximo a cumplir 16 años. Había ingresado a la misma en 1973, un año después de las tomas de los industriales del país contra las medidas impuestas por la dictadura de Lanusse. En el caso de La Plata, la toma se había extendido durante un par de semanas y recién pudo ser quebrada por el asalto de la Infantería provincial que tuvieron que ingresar lanzándose por las chimeneas de los talleres; a pesar de la represión policial, la experiencia de lucha había tonificado las fuerzas de los compañeros y existía una fuerte politización que me impactó rápidamente, fui elegido delegado de curso y en el año ´75 forme parte de la Coordinadora por el Boleto Secundario. Al calor de aquella formidable lucha que sacudió a la ciudad de La Plata inicié mi militancia estudiantil y política en la Juventud Socialista de Avanzada (JSA).
Desde días antes del 24 de marzo ya se rumoreaba la posibilidad de una acción golpista de las FF.AA. Recuerdo que el día del golpe me había levantado temprano para ir a las clases de taller, en mi casa se escuchaba Radio Rivadavia que desde muy temprano alentaba la llegada de la Junta Militar para imponer orden, el tristemente célebre “Comunicado N° 1” era repetido hasta el cansancio; salté de la cama, la bronca me invadía y salí presuroso hacia la escuela. Al llegar me la encontré prácticamente sitiada; a pocas cuadras funcionaba el Comando Radioeléctrico y el Cuartel de la Infantería montada de la policía bonaerense. La Avenida 1 que en pocas cuadras reunía, además del industrial, el Colegio Nacional y la Vieja Ciudad Universitaria, estaba inundada de patrulleros, carros de asalto y de policía montada con sus amenazantes caballos. Al interior de la escuela las autoridades y gran parte de los profesores se paseaban amenazantes anunciando nuevos regímenes disciplinarios; recorrían las aulas y los pasillos para impedir que nos juntáramos para discutir qué hacer frente a la ofensiva golpista.
Rápidamente nos enteramos que esa misma situación se vivía en otros colegios y escuelas, particularmente en aquellos donde el año anterior se había concentrado el movimiento de lucha por el boleto secundario. En el Normal 3 y en el Liceo Víctor Mercante los policías habían ocupado los techos, en el Colegio Nacional se exigía mostrar los documentos para ingresar; pasaba lo mismo en el Bellas Artes y la Legión, entre otros, amanecieron sitiados.
También nos llegaban noticias desde Ensenada donde los obreros del Astillero Río Santiago habían sido obligados a formar largas filas antes de entrar a la planta y muchos de ellos eran arrojados por la fuerza en camiones de la Infantería de Marina que controlaba la zona; los colectivos eran requisados. Desde el vamos empezaba a quedar en evidencia que con el golpe se apuntaba centralmente contra los trabajadores y estudiantes que durante el año anterior habíamos salido masivamente a las calles para enfrentar al gobierno peronista de Isabel y su Plan Rodrigo. Las jornadas de huelga general de junio y julio de 1975 habían sido de una masividad enorme, los obreros del Astillero, Propulsora Siderúrgica, de OFA, SIAT y de Petroquímica Sudamericana, entre otros, habían copado el centro de la ciudad donde se vivieron jornadas donde florecieron las barricadas y los enfrentamientos se extendieron por distintos puntos durante horas.
Video: ¿Qué fue el Rodrigazo?
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¿Cómo era el movimiento obrero previo al golpe de Estado?
Recuerdo que en aquellas jornadas distintos contingentes de estudiantes de secundarios y universitarios nos habíamos movilizado hasta la avenida de circunvalación para recibir a los obreros del Astillero y Propulsora que venían marchando desde Ensenada al grito de “14250 o Paro Nacional”; aquella movilización fue recibida a los tiros ni bien se rodeó la sede de la CGT local. Aquella jornada fue realmente una suerte de “bautismo de fuego” para todos nosotros, jóvenes estudiantes que habíamos surgido a la vida política y hacíamos nuestras primeras armas en la lucha de clases. Volvía a recrearse la unidad obrero y estudiantil, como en el Cordobazo de 1969, y aquellas jornadas nos alentaban a salir a la lucha.
¿Cómo viviste la militancia política en plena dictadura militar?
Y mira me acuerdo que el 5 de septiembre de 1976 alrededor de 3.000 estudiantes secundarios nos movilizamos a la Casa de Gobierno para exigir la creación de un boleto secundario, la misma había sido organizada e impulsada por la Coordinadora de Estudiantes Secundarios, días antes nos habíamos reunido unos 300 delegados de distintas escuelas. En las calles platenses retumbaba el famoso “luchar, luchar por un boleto popular”. La movilización fue duramente reprimida por la Infantería. Luego vino la recordada marcha al Ministerio de Obras Públicas (allí funcionaba la secretaría de Transporte) y la represión fue aún mayor; las redadas y la persecución se extendió por las calles linderas durante horas y varios terminamos detenidos en la Comisaría 1° de La Plata. Luego de aquellos choques el gobierno cedió ante nuestro reclamo a la vez que recrudecieron los ataques de los fascistas de la CNU (Concentración Nacionalista Universitaria) y estos se convirtieron en el antecedente de la posterior represión ejercida desde el vamos por la dictadura que fue escalando hasta llegar a la Noche de los Lápices ocurrida el 16 de setiembre de 1976 donde fueron secuestrados diez estudiantes secundarios (en su mayoría militantes de la UES) que fueron enviados a distintos campos de concentración y que hoy a 47 años del golpe genocida siguen siendo parte de los 30 mil desaparecidos. Con ellos he compartido la lucha de aquellos años y con algunos-as de ellas compartimos muchas aventuras juveniles.
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La dictadura de Videla estaba jugada a desactivar a sangre y fuego el amplio movimiento secundario platense que se había ganado un fuerte apoyo popular (recuerdo que cuando logramos imponer nuestro reclamo mi papá llegó a reivindicar mi militancia por haber contribuido a la economía familiar que por aquellos días se encontraba golpeada por la crisis inflacionaria). La lucha por el boleto secundario había dado lugar al surgimiento de una amplia vanguardia que nos organizamos en la Coordinadora de Estudiantes Secundarios; La Plata se había convertido en un centro muy importante de las históricas movilizaciones de 1975 y el golpe apuntaba a sangre y fuego contra aquella insurgencia obrera y popular. Con el golpe se iniciaría un verdadero genocidio de clase. Y el movimiento estudiantil platense estábamos en la mira de los militares golpistas.
Frente al golpe tratamos de organizar la resistencia, hacíamos reuniones clandestinas y buscábamos las formas para impedir la desarticulación del movimiento. Un informe de la propia UNLP aparecido en los años posteriores a la caída de la dictadura reconoció que: “Durante marzo de 1976, luego del golpe de estado, la Coordinadora de Estudiantes Secundarios (CES) convocó a la resistencia contra el golpe. Hacían reuniones clandestinas y planificaron varias estrategias para seguir en contacto con los estudiantes. Los centros de estudiantes funcionaban clandestinamente y las reuniones se hacían en bares, parques y plazas o en las casas de militantes” esquivando patrullas, las razias, los operativos militares y las provocaciones de la CNU que mencioné antes. Como también plantea el citado informe de la UNLP, los intentos por reagruparnos “se hacía difícil en esas condiciones”. Lamentablemente ya era tarde, la política del peronismo, ya sea la JTP (Juventud Trabajadora Peronista) que tenía peso en las Coordinadoras Inter-fabriles que habían surgido en 1975 como el papel de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) en el movimiento estudiantil se habían encargado de dividir y debilitar las fuerzas frente al golpe.
¿Cómo ves el panorama político en la Argentina y que le dirías a los pibes secundarios de hoy?
Han pasado 47 años del golpe y mucha agua ha pasado bajo el puente, pero hoy en el marco de la profunda crisis económica, social y política que vive el país y ante el agotamiento del kirchnerismo volvemos a asistir a nuevas formas de pensar entre importantes franjas de los estudiantes secundarios que no caen en las operaciones despolitizantes de los medios y que no ven salida ni en “la miseria de lo posible” que pregona el oficialismo ni tampoco en el discurso reaccionario de los Milei. En las Asambleas Abiertas que venimos impulsando desde el PTS en el FIT se nota su participación y el sábado 11 de marzo en el Club Obrero de Monte Grande se realizará un importante encuentro de estudiantes secundarios del Gran Buenos Aires y La Plata junto a Nicolás del Caño. Allí, además de encarar diferentes debates, se organizará la intervención en la próxima marcha del 24 de marzo.
Con estas iniciativas pretendemos impulsar un gran contingente estudiantil que frente al nuevo aniversario del golpe genocida se movilice junto al Encuentro Memoria, Verdad y Justicia para expresar nuevamente nuestro repudio a la última dictadura militar y para denunciar la política de salvataje de las fuerzas de seguridad llevada adelante en estos 40 años de “democracia para ricos”.
Hoy bajo el actual gobierno del Frente de Todos no solo vemos paralizados los juicios a los genocidas y recientemente asistimos a la movilización del Ejército a Rosario bajo la máscara de realizar “trabajos de urbanización”.
La experiencia del movimiento estudiantil en los años 70 es de utilidad para preparar las luchas del presente y el futuro próximo y para afilar un programa y una estrategia socialista revolucionaria que sea abrazada por una nueva generación de jóvenes estudiantes y trabajadores que empiecen a forjar los cimientos de un partido revolucionario.
Hoy en medio de la crisis internacional estamos viendo a miles de estudiantes franceses que se suman a las movilizaciones obreras contra la reforma jubilatoria que quiere imponer Macrón y que se enfrentan a la represión en las calles.
Recuerdo que durante la gran huelga francesa de 1995 impacto fuerte en muchos jóvenes que en medio del auge del neoliberalismo y del menemismo asistían a la irrupción de una clase trabajadora a la que se la había dado por muerta. Hoy los nuevos vientos franceses pueden convertirse en inspiración para las nuevas generaciones y fortalecer nuestra estrategia revolucionaria e internacionalista. Ese es el camino al que apostamos desde el PTS en el FIT y nuestros compañeros de Revolución Permanente que está en la primera línea de los actuales acontecimientos que transcurren en Francia.
El 24 de marzo vamos a copar la Plaza de Mayo y otras plazas del país para levantar bien alto estas banderas de lucha y de organización. La salida es en las calles y es por izquierda.
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Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.