El penal atajado por Barovero y el guante en la zurda de Pisculichi le dieron a River el pase a la final. Boca no aprovechó la superioridad del primer tiempo y lo pagó caro. Festeja River. Celebra en lo que pudo ser su propio entierro. El cielo y el infierno están a un gol de distancia en estos cruces. La historia, que siempre castigó a River, esta vez lo premió, quizás cuando menos lo merecía.
Lionel Pasteloff @LionelPasteloff
Viernes 28 de noviembre de 2014
El partido, por esas cosas increíbles del fútbol, se presentó totalmente favorable a Boca. A los 20 segundos, Rojas le hizo a Meli un penal torpe como pocos. Gigliotti pateó sin convicción y Barovero se agigantó para atajarlo.
Boca no se cayó y tuvo varias más. Un tiro de Carrizo y el rebote de Gigliotti fueron salvados nuevamente por Barovero. River respondió con un avance mal definido por Sánchez. El encuentro se dejaba ver y prometía emociones
A los 16 llegó el gol: Pisculichi abusó de uno de sus mayores talentos. Capitalizó un tiro defectuoso y definió con la pelota en movimiento. River remontaba una cuesta altísima.
Ocho minutos más tarde Delfino le perdonó la vida a Ponzio, quien mereció la segunda amarilla. Para colmo, Gigliotti definió en el área y su gol fue anulado pese a estar habilitado. Boca tenía todo para desesperarse pero seguía luciendo más aplomado. River se apuraba, rifaba pelotas innecesarias y parecía intranquilo con la ventaja mínima.
Calleri y Gigliotti tuvieron cabezazos desvíados por poco, mientras que el de Teo exigió a Orión. El primer tiempo se fue con Gago, quien tuvo que ser reemplazado por una lesión muscular que le permitió pesar poco y nada.
La segunda parte auguraba un ida y vuelta frenético que jamás llegó. River ordenó sus ideas. Movió la pelota y empezó a complicar al Xeneize, aún sin llegadas tan claras (a excepción de un soberbio cierre de Marín sobre Teo). Boca se confundió y sus motores del primer tiempo (Meli y Carrizo) se apagaron, mientras sus delanteros no paraban de chocar ante una (ahora sí) sólida defensa local.
El ingreso de un disminuído Chávez no aportó soluciones. Gallardo pareció querer imitar a Arruabarrena y puso en cancha a un limitado Cavenaghi. River cruzaba con vértigo la línea de los volantes pero no era nada efectivo. Forlín se salvó de la roja, en el único hecho saliente de Boca en ese lapso.
El duelo se consumió entre los nervios de River y la impotencia de Boca. El Cata Díaz se fue expulsado tras caer en las mañas de un Teófilo que poco aportó en lo futbolístico y mucho en el roce. Fue final y a River le tocó la mano que se le negó durante años. Sacó a su archirrival y todavía va por todo. A Boca le queda barajar y dar de nuevo en 2015.